El
menenismo: El contexto internacional
de la década de los 90
La década
de los 90 fue el período más espectacular en todo el
siglo XX en lo relacionado a la transferencia de riqueza de América
Latina a los Estados Unidos y Europa. Fueron los años durante
los cuales una importante cantidad de presidentes surgidos de elecciones
sufrieron distintas suertes: algunos fueron juzgados y condenados
por fraude y enriquecimiento ilícito (Collor de Mello en el
Brasil, Pérez en Venezuela y Bucaram en el Ecuador); otros
fueron públicamente identificados con asesinatos y narcotráfico
(Salinas en Méjico), drogas y contrabando (Jaime Paz en Bolivia),
y venta fraudulenta de empresas públicas (Cardoso en el Brasil).
La presidencia de Menem tuvo la particularidad de combinar todos los
vicios de sus colegas presidentes, con una diferencia: mantuvo el
apoyo de Wall Street, la Comunidad Económica Europea y las
más importancias instituciones financieras (FMI, Banco Mundial,
BID). Menem es parte de la corte de presidentes latinoamericanos responsable
de haber vendido a precio vil los recursos públicos más
lucrativos en la historia de la región. De esta manera, el
menemismo es parte de un fenómeno más genérico,
el "peonismo (servilismo) político": la utilización
de la presidencia al servicio de las demandas y el espíritu
adquisitivo de las corporaciones multinacionales. Comprender al menemismo
es enfocarlo como un fenómeno relacionado con un patrón
general de comportamiento en América Latina. Los presidentes
de Méjico, Brasil, Chile, Venezuela, Ecuador, etc. sirvieron
de instrumentos para hacer que la década del 90 haya sido la
más lucrativa para los bancos y multinacionales de los Estados
Unidos y Europa: cerca de un trillón de dólares en ganancias,
pagos de intereses de la deuda, excedentes comerciales y pagos en
concepto de regalías, sumados a la venta de la mayor parte
de los activos de las empresas más valiosas, y la transferencia
del control del grueso de los mercados internos. El peonismo político
presidencial ha enriquecido a las clases capitalistas de los Estados
Unidos, Europa y el Japón hasta un grado sin precedentes, al
tiempo que redujo de forma sistemática el estándar de
vida de las tres cuartas partes de la población.
La política de Menem al servicio de las multinacionales fue
representativa de todo el período en la región, ya que
éste, al igual que Fujimori y Cardoso, pudo obtener durante
una década un poderoso apoyo externo a su personal mando autoritario.
Dentro de este subgrupo de presidentes autoritarios, el dominio de
Menem se basó en una mezcla de intimidación política
a través de agencias de inteligencia policial, control del
Estado a través del partido peronista y utilización
del paternalismo estatal para controlar la pobreza urbana. Menem,
como Cardoso en el Brasil y Salinas en Méjico, representa una
ruptura radical con las instituciones "nacionalistas y populares"
de su país: el completo desmantelamiento de los programas de
bienestar social y la venta de empresas públicas. La personal
idiosincrasia de Menem, su extravagante pillaje del tesoro público
para sacar fondos para sus placeres personales, los nexos de su familia
con el tráfico de drogas y el contrabando, y su imagen estrafalaria
de playboy, no nos debería distraer de su más consecuente
conducta en lo atinente a la transformación de la Argentina
en una sociedad altamente polarizada y totalmente dependiente del
capital financiero de los Estados Unidos. Menem, como sus pares en
América Latina, fue responsable de la más impresionante
era de depredación extranjera y ganancias hechas por inversores
extranjeros en el siglo pasado; igualmente importante es el hecho
de que fortaleció una corte poderosa de inversores argentinos,
financistas y especuladores que establecieron los parámetros
económico-políticos que todo futuro político
capitalista se verá obligado a seguir. Su legado, es decir,
la economía altamente dependiente y vulnerable, significa que
cualquier desvío en política podría provocar
un colapso del edificio financiero y la huida del capital especulativo.
El menemismo hizo que cualquier reforma capitalista resulte inviable:
este legado ha polarizado las opciones económicas entre el
capitalismo neoliberal o el socialismo.
Si, como creemos, al "menemismo" se lo encuentra en la mayoría
de los países latinoamericanos, la explicación no puede
atribuirse a la idiosincrasia del presidente argentino, sino a una
serie de factores generales que afectan a América Latina en
su conjunto. El surgimiento del "menemismo continental" se explica
por dos factores, uno externo y otro interno: el primero se relaciona
con el resurgimiento del imperialismo de los Estados Unidos y Europa,
después del retroceso temporal durante los años 70.
Este retroceso se da a partir de su derrota en Indochina, el resurgimiento
del radicalismo islámico en Irán, los movimientos de
liberación nacional en el sur de África y el breve florecimiento
de regímenes populares en el cono sur de América Latina.
De cualquier manera, a finales de los `70 el imperialismo norteamericano
y europeo lanzó una exitosa contraofensiva, que logró
aislar los procesos revolucionarios de Indochina e Irán, acabar
con los regímenes progresistas de América Latina y destruir
la promesa de liberación en Angola, Mozambique, etc. Esta contraofensiva
culminó en la restauración del capitalismo en la Unión
Soviética, el este de Europa y China. Con el capitalismo en
ascenso y el socialismo en retirada, el imperialismo norteamericano
"radicalizó" su agenda política: se implementó
una política coordinada para destruir los Estados capitalistas
nacionales a través del uso combinado de instituciones financieras
internacionales, dictaduras militares complacientes e intervenciones
estatales imperialistas. De esta forma, uno de los factores clave
que influenciaron en la aparición del "menemismo continental"
es el resurgimiento de un imperialismo "radicalizado, sin el impedimento
de una izquierda en retirada política y, en algunos casos,
militarmente derrotada.
El segundo factor, interno, que influenció en el surgimiento
del "menemismo continental" es la aparición en América
Latina de una nueva clase capitalista transnacional (NCCT), que no
mira más al mercado interno como su principal fuente de ganancias,
ni tampoco busca protección del Estado: está ligada
al capital exterior a través de joint ventures, invierte la
mayor parte de su capital en el exterior y obtiene principalmente
sus préstamos de bancos extranjeros. En pocas palabras, la
NCCT opera en los mismos circuitos financieros del capital extranjero,
moviendo sus fondos dentro y fuera de América Latina al igual
que los especuladores extranjeros. Esta nueva clase capitalista transnacional
de América Latina comparte los mismos intereses económicos
y perspectivas políticas que el capital extranjero, con la
única y principal diferencia que está enraizada en la
estructura político-económica del subcontinente, es
decir, tiene un pie en éste y otro en los Estados Unidos o
Europa. Ocupando posiciones estratégicas en las finanzas, la
industria y el comercio, la NCCT no es simplemente el "comprador"
capitalista del pasado, ya que está en condiciones de influenciar
los flujos de inversión y comercio dentro del subcontinente
y, de esa manera, en posición como para precipitar una "crisis"-hiperinflación,
salida de capitales, etc.-, para minar cualquier régimen capitalista
que pretenda imponer el viejo modelo nacional-populista.
El "menemismo continental" es la expresión de la ascendente
NCCT en América Latina y de la disolución de la vieja
"burguesía nacional". La ruptura de Menem, Cardoso y Salinas
con el anterior modelo nacional-popular y su adaptación al
modelo neoliberal corresponde al ascenso de la clase capitalista transnacional
latinoamericana como nueva referencia sociopolítica, determinante
de cualquier desarrollo capitalista.
En síntesis, la aparición del "menemismo continental"
en década pasada, coincide con la transformación interna
de la clase capitalista y la radicalización del resurgido imperialismo
euro-norteamericano. La "coincidencia de intereses" entre estos dos
fenómenos refuerza el ascenso del menemismo continental.
El argumento de que no hay alternativa al neoliberalismo se basa en
el hecho de que no existe un poder capitalista viable capaz de sostener
un modelo de desarrollo alternativo con el ascenso de la NCCT. Su
corolario es que el resurgimiento del imperialismo internacional ha
eliminado la alternativa socialista en dicho ámbito. En este
caso, se identifica al "socialismo" con los regímenes de la
ex Unión Soviética. El ascenso de la NCCT en América
Latina es consonante con los intereses del capital multinacional y
sirve de orientación a cualquier político capitalista
que sea elegido para gobernar. La convergencia de estas fuerzas internas
y externas explica por qué líderes políticos
de distintos orígenes o adscripciones partidarias -ya sean
socialcristianos, socialdemócratas, nacional-populares, etc.-,
terminaron convergiendo en su totalidad en el neoliberalismo.
En el contexto de la Argentina posdictatorial, el régimen de
Alfonsín fue una muestra palpable de las demandas de poder
de la nueva configuración capitalista: allí se juntaron
la falta de habilidad de expresidente argentino para acelerar las
propuestas neoliberales, su breve flirteo vía Grinspun con
una moderada dosis de políticas reformistas y su debilidad
para acabar con la dirigencia sindical propulsora de huelgas que ocasionaban
perjuicios económicos -la huida de capitales, las crisis y
la "falta de confianza". El eje de la "estabilización" de Menem
apuntó a un objetivo político -romper la resistencia
popular, con vistas a cumplir con todas las propuestas de la NCCT
y las del capital imperialista: privatización, recorte social
drástico, flexibilidad laboral, etc. El nombramiento de un
gabinete ultraliberal, una vez alcanzada la primera victoria electoral
menemista, fue la señal de que la NCCT era el único
punto de referencia para su política económica.
Situaciones políticas similares a las Menem se dieron en el
Perú con Fujimori y en el Brasil con Cardoso. El capital precipitó
una crisis contra los débiles regímenes "nacionalistas"
de Alan García en el Perú y de Itamar Franco, en el
Brasil. Consiguientemente, los nuevos presidentes electos, que habían
desarrollado su campaña en base a programas populistas, procedieron
a implementar programas de estabilización orientados a crear
el clima para la privatización drástica.
Menem fue el líder de la segunda ola de neoliberalismo: estableció
la conexión explícita con el capital extranjero e introdujo
las nuevas políticas autoritarias a fin de asegurar la implementación
de sus políticas. En primer lugar, eludió al Congreso,
privatizando por decreto; en segundo lugar, intervino en el ámbito
judicial para asegurarse jueces complacientes; en tercero, impulsó
la reforma constitucional para asegurar su reelección. Este
patrón de ejercicio autoritario del poder fue seguido subsecuentemente
en el Perú y el Brasil. De esta manera, al tiempo que las fuerzas
imperialistas externas y la NCCT interna intervenían para darle
forma a los parámetros de acción política de
la segunda ola de neoliberalismo menemista, el régimen político
de Menem conformaba una configuración institucional político-económica
que permitía la implementación de las políticas
neoliberales sin ninguna oposición popular o democrática.
El neoliberalismo ha avanzado en dos olas en América Latina:
la primera, llevada a cabo por Pinochet en Chile y más tarde
retomada por Martínez de Hoz en la Argentina, estableció
las bases para el surgimiento y la hegemonía de la NCCT latinoamericana,
en alianza con las corporaciones multinacionales de los Estados Unidos
y Europa. Esta primera ola creó una "cabeza de playa" o un
nuevo punto de referencia en las postrimerías de los `70 para
la ofensiva imperialista, que coincidió con el resurgimiento
de los políticos electoralistas tradicionales.
El menemismo representa el arquetipo de la segunda ola de neoliberalismo:
totalmente servil con los poderes de arriba -corporaciones multinacionales
y NCCT-, y represivo frente a las fuerzas populares de abajo, un ejemplo
de la clásica personalidad autoritaria analizada por Theodore
Adorno. Menem fue pionero del peonismo presidencial en el supuesto
de que su servilismo incondicional al imperialismo le aseguraría
una posición "privilegiada", como socio menor, en el imperio
en expansión. La competencia entre los "peones presidentes"
de América Latina en otorgar concesiones y "negocios especiales"
socavó toda posibilidad de una política latinoamericana
conjunta en la renegociación de la deuda externa, en la regulación
del flujo especulativo de capitales, etc.
En este contexto, la constitución del Mercosur debería
ser vista, no como una estrategia regional, sino como un marco institucional
a través del cual las multinacionales extranjeras, ahora propietarias,
podrán expandir sus mercados, reducir pagos de tarifas aduaneras
e integrar procesos productivos más allá de las fronteras
nacionales. Lejos de ser una alternativa "latinoamericana" a la dominación
imperialista, el Mercosur es una herramienta importante para profundizar
la expansión euro-norteamericana dentro de la región.
El Mercosur se hizo posible a causa de la diseminación del
menemismo desde la Argentina al Brasil, el Uruguay y el Paraguay.
La convergencia de las políticas neoliberales entre Menem y
Cardoso estableció las bases para una nueva ola de expansión
entre las fronteras por parte de las industrias automotrices norteamericanas
y europeas y el control extranjero de las empresas manufactureras
en el Brasil y agropecuarias en la Argentina (de las que Soros es
sólo un ejemplo).
En una retrospectiva histórica, el nuevo y más radical
programa de privatización iniciado por Menem, como líder
de la segunda ola de neoliberalismo, desempeñó la función
de profundizar y extender la explotación y adquisición
de riqueza por parte de los Estados Unidos y Europa. Lo que también
es claro, de todos modos, es que el imperialismo euro-norteamericano
no ha retribuido a sus sátrapas locales con ninguna prebenda
económica. El servilismo de Menem garantizó, como máximo,
la tolerancia política euro-norteamericana y el apoyo a su
régimen hasta el momento en que su corrupción flagrante
y su rufianería política se transformaaron en un estorbo...
entonces, buscaron un sustituto que continuara sus políticas
económicas sin los "excesos" de aquél: de esta forma
se explica el apoyo a De la Rúa.
La internacionalización del menemismo, ya sea bajo la forma
de peonismo presidencial o de electoralismo autoritario, ha provocado
una serie de confrontaciones sociales importantes en varios países
de América Latina, donde las fuerzas de la izquierda nacionalista
son más fuertes que en la Argentina. Los regímenes políticos
en Venezuela, el Brasil y el Ecuador, que intentaron seguir el modelo
de Menem han sido derribados, derrotados o enfrentados severamente.
Este modelo funciona mejor allí donde las masas puedan ser
controladas por un partido de gobierno, donde la izquierda esté
fragmentada y los movimientos sociales sean de alcance local, y donde
la oposición esté ampliamente ligada a los mismos intereses
euro-norteamericanos y de la NCCT.
En Venezuela, el menemismo bajo la forma de los regímenes de
Pérez y de Caldera, colapsó y fue reemplazado por un
régimen bastante parecido al nacional-populista, como el de
Chávez. En el Ecuador el régimen de Bucaram fue desplazado
del poder por medio de huelgas generales prolongadas que paralizaron
el país. En el Brasil, el régimen de Cardoso está
aislado y desacreditado ya que encuentra una resistencia nacional
diseminada ampliamente a partir del Movimiento de los Trabajadores
Rurales Sin Tierra (MST), los sindicatos (CUT) y el Partido de los
Trabajadores (PT).
Sólo en el Perú, donde Fujimori se enfrenta a una izquierda
débil y fragmentada y donde maneja un aparato estatal clientelista
fuertemente represivo, encontramos un menemismo con una fuerza formidable.
Mientras el rasgo general del menemismo crea una profunda contradicción
al nivel de las relaciones nacionales y de clase, las expresiones
políticas de estas contradicciones se manifiestan de acuerdo
a la estructura interna de las fuerzas sociales nacionales y populares.
Los resultados políticos y sociales desiguales y diferenciados
de la creciente polarización socioeconómica apunta a
la centralidad de las políticas internas de clase y la lucha
de clases como los determinantes principales que conforman una perspectiva
de largo alcance en el desarrollo progresivo de alternativas al menemismo
en América Latina.
Neoliberalismo y cleptocracia
En la Argentina se generalizó el rechazo a la endémica
corrupción del régimen menemista. Es necesario analizar
la corrupción general que acompaña a los procesos de
privatización en América Latina, y particularmente cómo
la nueva configuración de poder, basada en el predominio del
capital extranjero y la dominación imperial, induce a la corrupción.
Una de las principales fuentes de corrupción es el proceso
de privatización: cuánto más amplio y generalizado
es el proceso de privatización, es más factible que
se implemente mediante decretos ejecutivos, menos probable que se
sujeten a un control contable público, y hay más oportunidades
de que la elite política se involucre en prácticas corruptas.
Hay varias formas a través de las que el proceso de privatización
se presta, en sí mismo, a la corrupción. Primero, en
el avalúo de la empresa pública: se asegura un bajo
precio de venta y el favoritismo a un comprador mediante coimas a
autoridades gubernamentales del entorno presidencial. La transferencia
de propiedades públicas a manos privadas frecuentemente involucra
el pago de sumas de dinero a miembros de la familia y "amigos" del
presidente. Estos pagos pueden aparecer bajo la forma de "comisiones"
a consultores u otros mecanismos. La falta de transparencia es resultado
del estilo autoritario de toma de decisiones propio de la elite y
de la naturaleza antipopular del proceso de privatización.
De esta forma, los altos niveles de corrupción en el régimen
de Menem son en gran parte una función de su papel de presidente
peón del imperialismo euro-norteamericano, que incluye la privatización
masiva y su consecuente corrupción.
La corrupción masiva y endémica también es el
resultado de la concentración de la propiedad. La ruta tradicional
hacia la movilidad social para la clase media se daba, por ejemplo,
a través de la apertura de un negocio, el incremento de la
producción y las ventas, que le permitía acumular riqueza
en forma gradual. Con la privatización y la concentración
de la propiedad de la tierra, las finanzas y la industria, el "costo
de ingreso" para involucrarse en negocios exceden de lejos la capacidad
económica de cualquier persona de clase media en América
Latina. Imposibilitados de ascender socialmente a través de
la competencia en el mercado, los individuos de clase media con ambición
de ascenso social, ingresan a la política y transforman su
cargo político en un mecanismo para servir al capital extranjero
a cambio de comisiones económicas (coimas, acciones bursátiles,
etc.). Ya que los canales de ascenso social están cerrados,
el cargo político se transforma en la única arena donde
la clase media puede competir, obtener una oficina y subir la escalera
económica a través de mecanismos ilegales.
El presidente Menem es el arquetipo de clase media baja provinciana
que fue capaz de convertir su retórica populista en cargo gubernamental
y política económica en medio de una transferencia masiva
de riqueza a los bancos extranjeros y a las multinacionales a cambio
de beneficios económicos. En este sentido, la corrupción
política es el principal vehículo de la movilidad social
en la era de la monopolización imperial del mercado. No es
simplemente una transgresión de la moral por parte de individuos
imperfectos, sino una condición estructural endémica
del modelo neoliberal.
En el contexto internacional de los `90, la corrupción menemista
es la norma de conducta de todos los políticos que promueven
la dominación imperial de las economías.
Conclusión
Este contexto internacional de la última década del
siglo revela una realidad dual: la profundización de la crisis
capitalista para las masas de América Latina, una mayor concentración
de poder de la NCCT nativa y un período de prosperidad sin
precedentes del imperialismo euro-norteamericano. Menem fue un pionero
en la introducción y consolidación de las políticas
económicas y las relaciones entre Estados que promovieron este
modelo. Su modelo de peonismo presidencial estableció un punto
de referencia importante a seguir por los otros presidentes latinoamericanos.
Menem fue igualmente importante en establecer un modelo híbrido
electoral y autoritario, en el que las formas electorales democráticas
se saturaron de prácticas políticas autoritarias, permitiendo,
de esta manera, a los presidentes electos imponer las preferencias
imperiales antipopulares. En conclusión, mientras que la correlación
internacional de fuerzas favorecían la expansión imperial
y la extensión de la doctrina neoliberal, los desarrollos económicos
internos (es decir, el ascenso de la NCCT) y los cambios políticos
(surgimiento de figuras políticas innovadoras, serviles y autoritarias
a la vez, al estilo de Menem), resultaban instrumentales a la imposición
del modelo neoliberal.
Sin lugar a dudas, están apareciendo cambios significativos
en la correlación interna de fuerzas de clase nacionales, que
están confrontando al menemismo en América Latina...
en el Brasil con el MST, en Colombia con las FARC y el ELN, en Venezuela
con el movimiento de masas chavista, y en la Argentina con los sindicatos
disidentes y los movimientos populares. De cualquier forma, queda
claro que, dada la ausencia de una burguesía progresista, sólo
un movimiento socialista basado en las clases populares puede crear
un modelo económico alternativo y viable, y una base duradera
con vistas a un nuevo orden internacional Revista Herramienta .