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Documentos de James Petras

Guerra total: resistencia, ayuda humanitaria y medios masivos

James Petras / LA JORNADA
A medida que se prolonga la guerra contra Irak, que la resistencia civil y militar iraquí se intensifica, que los ataques de guerrilleros y milicianos se vuelven más audaces, que las bajas militares angloestadunidenses aumentan y las líneas de abastecimiento se vuelven más ralas, el comando civil-castrense de Estados Unidos incrementa la intensidad de la guerra y pasa de la ofensiva rápida terrestre promovida por Rumsfeld a la campaña aérea sostenida que se desarrolló durante la primera guerra del Golfo, a la "doctrina Powell".
El bombardeo de civiles se ha vuelto rutinario, tomando como objetivo grandes concentraciones de civiles, en particular a la luz del día, y barrios de comercio. Las fuerzas militares reciben órdenes de llevar a cabo misiones de "búsqueda y destrucción", tristemente célebres en Vietnam, cuyo enfoque es localizar y destruir hogares civiles, escuelas, hospitales y a cualquier poblador de áreas en las que se sospecha que se refugian "fuerzas enemigas". En un país en el que se ha demostrado que más de 90 por ciento de la población es hostil a la invasión estadunidense, la política de "búsqueda y destrucción" hace explícita la naturaleza genocida de la guerra. Las consecuencias del bombardeo angloestadunidense de blancos civiles desde el aire significan más coches bombas iraquíes desde tierra. La guerra total de Estados Unidos contra la decidida resistencia de todo el pueblo iraquí ha convertido esto en una "guerra de la gente" de todas las naciones contra la conquista imperial.
La expresión más impactante es el renacimiento masivo de la solidaridad en todo el mundo árabe y, por supuesto, más allá. Desde los días del líder egipcio Abdel Nasser no se habían visto tantos millones de ciudadanos árabes en las calles, expresando solidaridad y tomando inspiración de la heroica resistencia popular iraquí. El levantamiento panárabe ha conducido a un profundo movimiento hacia la democratización de las naciones árabes: por toda la región surgen nuevas estaciones independientes de televisión, los periódicos semioficiales en Egipto y en otras partes han roto con sus regímenes y denunciado la agresión estadunidense y a los regímenes colaboracionistas árabes. El plan de Bush de colonizar Medio Oriente se ha vuelto en su contra: el movimiento panárabe independiente, que gana cada vez más adeptos y poderío, amenaza con echar los cimientos de una vibrante sociedad civil, ciudadanos activamente antimperialistas capaces de derrocar a sus corruptos gobernantes pro estadunidenses y expulsar las bases militares del Pentágono.
A medida que este movimiento panárabe se extiende y profundiza, los regímenes clientes de Washington y los aliados encubiertos comienzan a dividirse. Siria permite que fluyan alimentos y armas ligeras hacia Irak. Jordania, Saudiarabia y los estados del Golfo, al verse amenazados por las protestas masivas y la hostilidad activa de sus pueblos, rectifican y retroceden. Miles de voluntarios árabes, exiliados iraquíes, emigrantes y no iraquíes forman brigadas internacionales y cruzan las fronteras para unirse a la resistencia en Irak.
En Occidente, a medida que los movimientos de masas llevan su oposición hasta los enfrentamientos en gran escala y la desobediencia civil, ocurren fracturas en las elites gubernamentales. En Inglaterra renuncia el ex ministro de Exteriores del Partido Laborista, Robin Cook; en España, el que fue durante años mentor político de Aznar rompe con el régimen junto con decenas de funcionarios locales. En Estados Unidos se resquebraja el sólido apoyo que brindaban a la guerra los líderes y organizaciones religiosas judíos, porque judíos opuestos a la guerra confrontan las posiciones de los recaudadores de aportaciones políticas y los influyentes judíos derechistas del régimen de Bush.
El 27 de marzo, dirigentes empresariales europeo-estadunidenses reunidos en Bruselas denunciaron el unilateralismo estadunidense y sometieron a un severo interrogatorio a un importante asesor económico de Colin Powell en el Centro Europeo de Políticas. Los empresarios estaban particularmente indignados porque los contratos multimillonarios de posguerra para la reconstrucción de Irak se otorgaron a empresas estadunidenses y se excluyó a las europeas. Incluso las elites empresariales estadunidenses se quejaron de que sólo empresas cercanas a la camarilla de Cheney y Rumsfeld fueron escogidas.
Mientras las elites empresariales de Occidente se disputan los despojos de la guerra, los regímenes europeos que se opusieron a la agresión unilateral de Washington han vuelto en parte a su posición subordinada. El 27 de marzo Francia, Alemania y Bélgica se unieron a otros 22 países para derrotar una moción dirigida a convocar a una sesión especial de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en la cual se examinaría la situación humanitaria del pueblo iraquí sometido a la salvaje agresión de Washington. Ni en la Asamblea General ni en el Consejo de Seguridad se prevé la adopción de resoluciones que condenen la matanza imperialista de civiles iraquíes, pese a los 80 oradores que desfilaron en el primer día de sesiones. Mientras miles de millones de personas fuera de la ONU condenan la guerra, la organización guarda silencio. Esto demuestra que la lucha antibélica es esencialmente una batalla extraparlamentaria.
El giro del régimen francés a la derecha es más evidente en las políticas de "ayuda humanitaria". El 27 de marzo Dominique de Villepin, ministro francés del Exterior, se manifestó por una rápida restauración del programa Petróleo por Alimentos de la ONU para dar ayuda humanitaria a Irak. Sostuvo que Estados Unidos podía administrar el Irak ocupado "bajo la sombrilla de la ONU para darle legitimidad". Afirmó que la ONU debería aprobar operaciones humanitarias en el Irak de posguerra, aunque no las administre. Está claro que los regímenes europeos aceptan la conquista estadunidense de Irak, pero tienen la esperanza de asegurarse parte de la riqueza petrolera después de haber expresado oposición a la guerra.
En la superficie, el tema de la ayuda humanitaria parece sencillo: proporcionar alimentos, agua y refugio a 23 millones de iraquíes cuyas vidas y medios de subsistencia han sido destruidos por la guerra estadunidense. Pero las políticas de ayuda humanitaria van mucho más a fondo y plantean preguntas fundamentales. ¿Será la ayuda humanitaria un instrumento de guerra y conquista, o es un apoyo desinteresado a las víctimas de una guerra criminal? ¿La ayuda humanitaria es ayuda de verdad? ¿Quién la entregará, cuál es su destino y bajo qué condiciones?
En primer lugar no es realmente "ayuda": la fuente de la "ayuda" se deriva de la explotación y venta del petróleo iraquí que ha sido confiscado por Estados Unidos y la ONU. Malamente puede ser un acto "humanitario" devolver una porción de la riqueza robada a un país victimado. La ayuda humanitaria durante la guerra y después de ella está destinada sólo a los territorios ocupados por Estados Unidos y se ofrece a las ciudades y pueblos controlados por el gobierno iraquí a condición de que se rindan. No es ayuda, sino chantaje. Bajo las circunstancias actuales la ayuda humanitaria es parte de la estrategia del sitio estadunidense: bombardear y matar de hambre a la población civil. El cerco militar y el bombardeo de zonas comerciales y fuentes de agua provocan hambre, sed y muerte lenta a millones de personas. La ayuda humanitaria se ofrece, pues, para destrozar la resistencia del sector más vulnerable y debilitado de la población. En el periodo de posguerra esta ayuda se utilizará para legitimar lo que De Villepin llama la "solidaridad trasatlántica" y el dominio imperial estadunidense.
Una verdadera política de ayuda humanitaria incluiría contribuciones de la ONU: además del programa Petróleo por Alimentos, un cese del fuego para permitir el envío de ayuda a toda la población civil, en especial a la de pueblos y ciudades sitiados. La ayuda humanitaria debería entregarse a funcionarios iraquíes, a la Media Luna Roja y a grupos de la sociedad civil para que la distribuyan y no debe ser "etiquetada" con fines de propaganda. Bush aprobó la iniciativa de la ONU de ayuda humanitaria, pero la ONU no ha hablado de ninguna política verdadera de ayuda humanitaria que atienda a las víctimas en las ciudades controladas por la resistencia iraquí.
Una de las principales razones por las que temas como la ayuda humanitaria no se entienden apropiadamente es el papel de los medios masivos controlados por los angloestadunidenses y sus contrapartes en Europa, Japón y América Latina. La clave para entender el papel propagandístico de estos medios es examinar a los que Washington llama "reporteros incrustados": periodistas integrados con las fuerzas que atacan ciudades iraquíes y sujetos a censura del comando militar. A los periodistas que trabajan por su cuenta o para medios independientes no se les permite acompañar a las fuerzas invasoras. El resultado es la exclusión de reportes sobre las masacres estadunidenses y de fotografías de civiles muertos y mutilados en las calles y hospitales de Bagdad y Basora. Lo que se publica es propaganda angloestadunidense, referente a la captura de ciudades que no existen, a levantamientos populares ficticios en Basora y a niños iraquíes que reciben caramelos de los soldados estadunidenses. El Daily Mirror de Londres fue el único diario que publicó la foto de dos soldados iraquíes decapitados al lado de una andrajosa bandera de rendición mientras los soldados "aliados" miran a sus víctimas. El Pentágono celebra el éxito de sus "reporteros incrustados", que refuerzan las convicciones de quienes en Estados Unidos y Gran Bretaña están en favor de la guerra, pues sus "reportes directos desde la zona de guerra" sirven de propaganda para convencer a los indecisos de la "autenticidad" de la acción armada... según la experimentan a través de los ojos y bocas de los generales y oficiales del ejército conquistador. Los medios amplifican y diseminan la propaganda de Bush/Blair sobre los abusos cometidos con prisioneros entrevistados por la televisión iraquí, olvidándose de los miles de prisioneros afganos y árabes que fueron sofocados y asesinados en contenedores de metal después de haberse rendido a la Alianza del Norte, apoyada por Washington, o de los cientos de prisioneros maniatados, enjaulados y vendados de los ojos en Guantánamo. Los reporteros incrustados repiten como loros la propaganda estadunidense que habla de abusos a prisioneros, pero no informan sobre las recientes órdenes de "búsqueda y destrucción" que abarcan a todos los civiles iraquíes con la consigna de "no tomen prisioneros". La noción de "reporteros incrustados" -es decir, la incorporación formal de los periodistas como parte de la maquinaria propagandística- representa un asalto general a la libertad de prensa en la sociedad angloestadunidense.
La guerra imperialista ha encontrado oposición masiva en Irak, y los costos políticos y económicos han incrementado la oposición doméstica. El presidente Bush declara que la guerra continuará indefinidamente. Los señores estadunidenses de la guerra reconocen que no habrá un fin rápido. Los regímenes de España y Gran Bretaña están en terrible aislamiento doméstico. Algunos medios pro bélicos se están yendo hacia la oposición: El País en España, el Daily Mirror en Inglaterra, y por primera vez hasta el New York Times ha publicado algunos artículos críticos. Pero la guerra está demostrando el profundo crecimiento del autoritarismo en regímenes que apoyan a Estados Unidos. Washington desprecia a la vasta mayoría de ciudadanos que se opone a la guerra; Bush limita sus reuniones públicas a las bases militares. Los aliados angloestadunidenses se reúnen en una isla remota del Atlántico, temerosos del rechazo público masivo. Las decisiones son tomadas por una camarilla de gente de confianza: los parlamentos y la sociedad civil quedan excluidos. El espacio civil está militarizado.
A medida que prosigue la resistencia iraquí y el terreno de la campaña militar se empantana, que la oposición doméstica crece y el panarabismo se vuelve realidad, los extremistas sin control de la Casa Blanca miran hacia la Solución Final -consultan con los expertos militares israelíes sobre una "solución tipo Jenin"-: la destrucción masiva con bulldozers, helicópteros artillados, bombardeo rasante de toda la población civil de Bagdad. Pero la resistencia iraquí es más fuerte y está mejor armada que los palestinos, y cuenta con el apoyo de decenas de millones de manifestantes en Europa y Norteamérica: la "calle árabe" empieza a movilizarse. ¿Qué vendrá primero: la captura de Bagdad, el derrocamiento popular de regímenes clientes, el colapso de la democracia occidental? ¿Vendrán en consecuencia nuevas guerras o nuevos movimientos revolucionarios?
Lucharemos contra las primeras y actuaremos para propiciar los segundos. Este 2003 es un año para vivir en peligro: de crímenes contra la humanidad y de heroica resistencia; es hora de no rehuir la lucha y de extender nuestra solidaridad hacia el pueblo iraquí en éste, su momento de la verdad.
Traducción: Jorge Anaya