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Documentos de James Petras

"Estamos en un momento de correr contra el tiempo"

Entrevistadora :Alina Perera Robbio fuente: Juventud Rebelde (Cuba)

Hace unos cincuenta años que conoce y se mueve en el mundo de la política.
Comenta risueño y con el desenfado de quien le sabe todos los secretos a su oficio, el investigador y profesor del Departamento de Sociología de la Universidad del Estado de Nueva York (Binghamton), James Petras.
Lo cierto es que en todo ese tiempo le ha tomado el pulso, con minuciosidad, al desenvolvimiento social del mundo. Sus estudios y análisis han dejado como fruto numerosos textos sobre las dictaduras y represiones que ha sufrido América Latina; sobre los conceptos de reforma y de revolución; sobre el capitalismo, el socialismo y la crisis mundial; sobre el Tercer Mundo, las trampas de la democracia, la globalización...
Por tercera vez ha llegado a la Isla. Recuerda que su primera visita fue en 1969, y que en el verano de ese año participó durante un mes en un corte de caña que le hizo bajar diez kilogramos de peso. Aquellos días dejaron en la memoria del académico norteamericano la sensación de un país hirviente y cambiante en todas sus puntas.
Volvió en 1992, en los momentos iniciales del período especial, y compara esa segunda ocasión con el presente en el cual aprecia que los cubanos están más relajados, menos tensos, han solucionado problemas básicos aunque la sociedad no está exenta de contradicciones.
Usted ha compartido con los participantes en la Conferencia Internacional por el Equilibrio del Mundo su certeza de que es muy importante rescatar la subjetividad de la conciencia. ¿Qué está proponiendo con esa idea? Hay que entender la existencia de un marxismo vulgar que anticipaba determinadas conductas a partir de la posición de clase de la gente. Según esa teoría, si alguien era obrero automáticamente iba a tomar conciencia de su condición, entrar en la lucha, organizarse y combatir. Pero en la práctica no era eso lo que siempre sucedía.
Algunos sectores sí tomaron conciencia. Otros no. Esa forma mecánica de ver las cosas perdió vigencia con la Revolución cubana, particularmente con los planteamientos críticos del Che Guevara y de Fidel Castro, precedidos de los de Lenin y Gramsci, quienes hablaron de la importancia de las influencias culturales y del entendimiento, por parte de las fuerzas actuantes de la Historia, de lo que sucede alrededor.
Una obrera puede decir : soy pobre porque Dios lo quiere así, si está influenciada por una iglesia conservadora. O puede decir : la solución es actuar por mi cuenta, si está influenciada por el liberalismo. O podría decir: voy a mejorar mis condiciones a partir de reiniciarme en un sindicato de clases.
Para los líderes de opinión de una sociedad es clave saber la trascendencia que hay en explicar a esa obrera qué sucede en su escenario, ubicarla en un espacio explicativo para que ella escoja la mejor opción de cambio.
De eso se trata, y no de aceptar mecánicamente esa teoría pasiva según la cual las condiciones objetivas, la pertenencia a una determinada clase social, transformarán automáticamente la subjetividad.
Si no hay intervención ideológica, política, cultural, todo junto; no se podrá apreciar cambio alguno.
¿Cuáles son, a su modo de ver, los desafíos principales del mundo actual? El primer gran desafío es el imperialismo a ultranza entronizado en los Estados Unidos, esa visión de conquistar el mundo entero y esa filosofía de que haya guerras interminables en todos los espacios del planeta.
Esa es una doctrina fascista, y no lo digo en términos metafóricos. La última vez que escuchamos un discurso del estilo de la actual presidencia norteamericana fue durante el III reich, y sin dudas eso constituye un gran peligro y un enorme desafío.
El otro es la recolonización de América Latina a partir del ALCA; la militarización de ese continente, y la hegemonía que ejerce Estados Unidos sobre la clase política en gran parte de la región a partir de conexiones económicas e ideológicas.
Asimismo es un problema el desarrollo desigual de los movimientos sociopolíticos que están en la búsqueda de la unidad continental o de un programa común de lucha para la transformación de los escenarios.
Sin dudas lo que está sucediendo en América Latina es interesante incluso para el mundo. ¿Cuál es su reflexión al respecto? No hay dudas de que está sucediendo algo muy interesante en América Latina.
Y la atención principal, a mi modo de ver, debemos ponerla en las grandes masas que protagonizan los actuales cambios.
Al paso de algunos años, cómo mira un mundo que vivió el derrumbe del socialismo en Europa del Este, la desaparición de la URSS, los vaticinios del fin de la Historia como los que hiciera Fukuyama? Lo primero a decir es que Fukuyama no tuvo mucha influencia con sus ideas ni siquiera en los Estados Unidos. Seguramente haya sido en Norteamérica donde menos lo tomaron en serio.
En Estados Unidos, seis meses después de haber salido publicados sus comentarios en alguna que otra revista, ya nadie lo recordaba mucho. Tampoco lo tenían como el gran teórico.
En cuanto a Rusia, todo el mundo sabía que había quebrado el país en un sentido catastrófico, pero eso no significaba que sus habitantes se fueran a quedar en absoluta y total miseria para siempre.
Hubiera sido absurdo pronosticar que la historia terminara con el 90 por ciento de los rusos viviendo como indigentes y ya.
Por otra parte, después de la desaparición del socialismo en ese país, las luchas no solo continuaron en América Latina sino que se extendieron. Se acabó un sector de la izquierda, pero las fuerzas de izquierda de América Latina no estaban vinculadas, como un brazo, al ministerio de relaciones externas de Rusia, tal como lo propuso la mitología anticomunista. De modo que ellas seguían creciendo.
A partir de los años ochenta y hasta finales del siglo pasado, la ocupación de tierras por parte de los sin tierra en Brasil, ubicó hasta 300 000 familias. Eso da la señal de que la dinámica era realmente en función de la lucha de clases y no en función de la lucha de estados, en un esquema de guerra fría del este contra el oeste.
La dinámica de cambio social fue de Centroamérica al sur, dadas las condiciones y las capacidades organizativas del pueblo en América Latina.
Esa es la dinámica que no se ha detenido y que está multiplicando los avances en la actualidad.
Creo que esta lucha está creciendo mundialmente. Lo que empezó como un movimiento antiglobalización, ahora está incluyendo la lucha anticapital, antiimperialista y antiguerrerista. Y la lucha no solo está ampliándose en cantidad, sino que también se está radicalizando.
Por otra parte, si miramos a Norteamérica en los últimos meses, es obvio que la multiplicación de la oposición es insólita. Nunca había visto crecer un movimiento político social con tanta fuerza y rapidez. Yo participé durante los años sesenta en manifestaciones de oposición, pero entonces nos costó tres, cuatro años, poner en Washington unas 500 000 personas, y eso ocurre ahora en solo dos o tres meses. Acontece la radicalización en la medida en que aumenta el extremismo de la Casa Blanca.
El mundo mira que estamos ingobernados por extremistas de la ultraderecha, y ese es un peligro pero también una oportunidad porque se van haciendo políticas que cada vez alienan más personas, las mismas que tendrán que rebelarse.
Hay una total irracionalidad del imperialismo militar. Y eso despierta no solo la efervescencia desde abajo, sino también un cuestionamiento de las elites económicas de Estados Unidos y de Europa.
¿Qué importancia le concede a estar en este evento que, en homenaje al ideario de Martí, se plantea los desafíos del mundo actual? Creo que es importante que el Marxismo y el Socialismo se adapten, en su aplicación, a las historias y cultura de cada país. No se puede hacer un socialismo que no está enraizado en la Historia, que no beba de los libertadores del pasado, quienes tienen elementos humanistas y de emancipación. Por eso Martí, su ética, es importante.
Él debe ser reconocido como un precursor, por ejemplo, del Che Guevara, porque se empeñó en combinar la teoría con la praxis y erigió la teoría del revolucionario integral, ese que no debe hablar por la izquierda y trabajar por la derecha.
¿Usted cree que podamos equilibrar el mundo? ¿Acaso podríamos morir intentándolo? No creo en las muertes. Creo que avanzaremos. Y no será de forma lineal.
Estamos en un momento de correr contra el tiempo. En Estados Unidos, por ejemplo, la oposición al gobierno crece mientras ese gobierno tiene prisa por lanzarse a la guerra. Entonces es un enfrentamiento jugando con el tiempo: si nos sostenemos dos meses más en esta lucha contra la guerra, posiblemente lleguemos al punto de desestabilizar la política belicista.
Mirando a otra parte tengo que decir, después de mis recientes visitas a Ecuador, Bolivia, Brasil, y Argentina, que el movimiento popular no ha sufrido ninguna derrota histórica desde hace 25 años. Ha sufrido retrocesos, pero no una derrota que postergue la revolución que harán otras generaciones.
Todo está sobre la mesa. Nada garantiza que la victoria sea inevitable, pero las fuerzas están movilizadas y creo que hay buenas posibilidades de avanzar en un proceso transformador. Creo que definitivamente estamos en ascenso.