9 de junio de 2003
Clasificaciones estadounidenses de los Regímenes latinoamericanos
James Petras
Lo que resulta de las entrevistas y conversaciones con inversores y directores de riesgo de Wall Street y funcionarios de negocios y comercio en Washington, así como de una lectura detallada de los informes del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, Wall Street Journal, Financial Times y las páginas financieras del New York Times en los primeros 6 meses de este año (2003) es que hay una jerarquía de favoritos y enemigos entre los gobiernos latinoamericanos. Los criterios usados para juzgar a los regímenes son su buena disposición para seguir las políticas neoliberales de Wall Street-Washington, su capacidad para ponerlas en práctica y su capacidad para procurarse legitimidad política. Las clasificaciones del "establishment" han cambiado el año pasado en particular allí donde los regímenes favoritos han sido ineficaces para imponer tales políticas o han quedado aislados políticamente. Por ejemplo hace un año o menos el Presidente Boliviano Sánchez de Losada, el Presidente Peruano Toledo y el gobierno de Uribe en Colombia presentaban una alta clasificación debido a su fuerte apoyo al Comercio Libre Latinoamericano, sus programas de privatización, su compromiso para el pronto y completo pago de la deuda y el apoyo incondicional a las intervenciones militares de Bush, en Colombia, Afganistán e Irak. Este año han sido rebajados de categoría, no porque hayan cambiado su política, sinó porque están casi privados de apoyo político - clientes aislados y desacreditados, de valor limitado para seguir los planes de Washington y Wall Street.
Los Favoritos de Wall Street de 2003
En cabeza de la lista de favoritos están los regímenes Brasileño y Ecuatoriano. Aunque la mayor parte de los más astutos diplomáticos y funcionarios veteranos del Ministerio de Asuntos Exteriores sabían antes de la elección presidencial del 2002 que Lula ya no era una amenaza radical ni incluso un reformador consecuente, la mayor parte de los ideólogos de Wall Street y Washington, sorprendidos por la selección de Lula de un equipo económico ortodoxo liberal, quedaron absolutamente embelesados cuando de modo convincente comenzó a impulsar una agenda neoliberal radical, que incluye la privatización de la seguridad social, baja considerablemente las pensiones de los empleados de sectores públicos y reduce el coste y alivia las exigencias para que los capitalistas despidan a los trabajadores. Un funcionario de Washington me comentó que el claro rechazo de Lula de la política redistributiva Keynesiana de su partido (Partido de los Trabajadores) le recordaba el rechazo del comunismo por parte de Gorbachev y la entrega de Europa Oriental a Washington sin ningún tipo de coacción ni compromiso. El consenso en Wall Street es que la única diferencia económica significativa entre Lula y Bush es que el Presidente brasileño es un defensor del libre mercado más consecuente que Bush. Exige que Washington baje su barrera comercial sobre una lista de productos protegidos (zumo de naranja, acero, textiles, etc.).
Brasil está actualmente en la cima de la clasificación del "establishment" estadounidense debido a cuatro factores: 1) lo que un cínico agente de bolsa de Wall Street (un antiguo Izquierdista) llamó "neoliberalismo Talibán de Lula" (refiriéndose a su dogmático abrazo de todo el repertorio del Fondo Monetario Internacional desde la austeridad fiscal a sus peticiones a las multinacionales para luchar contra la pobreza); 2) la inmediata y vigorosa puesta en práctica por Lula de la áspera agenda neoliberal formando incluso alianzas con partidos de derecha y castigando a los diputados disidentes de izquierdas de su propio partido que discrepen; 3) el hecho de que Lula conserve una mayoría popular en las encuestas y haya tenido éxito en cooptar o neutralizar a la organización sindical de izquierda (CUT) y en no hacer caso de las demandas del MST; 4) que Lula siga impulsando la agenda del Fondo Monetario Internacional a pesar del índice de crecimiento negativo durante los 6 primeros meses de 2003.
El segundo Presidente más popular es Lucio Gutiérrez de Ecuador que ha reafirmado la economía dolarizada, ha confirmado la base militar estadounidense de Manta, apoya la intervención militar estadounidense en Colombia (Plan Colombia) y propone privatizar los sectores clave del petróleo, electricidad, e industrias ligeras. Antes de la elección de Gutiérrez Washington le consideraba como una especie de oportunista raro que hablaba a favor de Pinochet y Castro dependiendo de quien pagara sus gastos de viaje. Poco después de la primera ronda de las elecciones Gutiérrez fue a Washington donde le consideraron "un oyente dócil" según declaró extraoficialmente un funcionario de Washington. Una vez elegido Gutiérrez "hablaba a los Indios, pero trabajaba con nosotros" según un importante asesor de inversiones petrolíferas. Para gran placer de Washington, ha dividido al anteriormente poderoso movimiento indio cooptando a su ala política Pachacuti dando a algunos notables, puestos ministeriales molestos (con poco poder efectivo) y proporcionando puestos menores en la administración a algunos políticos locales. El movimiento social indio CONAIE está todavía más dividido entre líderes y seguidores sobre si hay que romper con Gutiérrez, debilitando severamente los esfuerzos para unificar la oposición. El mismo proceso de cooptación tiene lugar con el otrora poderoso sindicato de trabajadores del petróleo. Todo esto son buenas noticias para el "establishment" de Washington, porque Ecuador ya ha visto a dos anteriores Presidentes clientes estadounidenses derrocados por CONAIE y sus aliados en los sindicatos de trabajadores de electricidad y petróleo.
Un poco más abajo en las clasificaciones positivas están el Presidente Fox de México, Uribe de Colombia y Lagos de Chile. Todos son devotos discípulos de la agenda neoliberal ALCA de Washington. Varios factores han hecho que estos Presidentes clientes pierdan puestos en la clasificación. Primero Fox ha sido incapaz de impulsar los planes de privatización del petróleo y la electricidad, que promueve Wall Street; y Fox aún insiste en el "quid pro quo" de la legalización de 4 millones de trabajadores mexicanos en EEUU. En segundo lugar, Fox permitió que el activo número uno de Washington Jorge Castaneda fuera expulsado del ministerio de Asuntos Exteriores. Además Fox no apoyó a Bush con el voto en el Consejo de Seguridad para la invasión estadounidense de Irak.
De la misma manera Uribe bajó puntos debido a su fracaso e incompetencia en la implementación de la guerra de Washington contra los guerrilleros y a su creciente aislamiento político y social. Uribe prometió a Washington que militarizaría el país, y destruiría a los guerrilleros. Después de más de un año de combate ha fallado por completo. Fuentes del Pentágono aseguran que los comandantes militares de Uribe están más interesados en la confiscación de droga para la reventa que en combatir a los guerrilleros.
Lagos todavía está muy bien considerado en Washington, pero con la derecha neo-Pinochetista ganando fuerza y la coalición pro-Lago inmersa en escándalos de corrupción, Washington ha degradado ligeramente a Lagos, especialmente después de su perorata sobre la resolución de Irak en el Consejo de Seguridad.
Los clientes de segunda fila tienen la virtud, a los ojos del Wall Street, de ser aliados neo-liberales estratégicos, incluso si su esporádica y moderada expresión de desacuerdo irrita al Pentágono de Rumsfeld.
El tercer nivel de clasificaciones positivas incluye a muchos de los primeros puestos anteriores, Batlle de Uruguay, Sánchez de Losada de Bolivia y Toledo de Perú. Batlle dirige un régimen quebrado y montado en la corrupción que permanece en el poder en gran parte gracias a la inercia del sistema político y al ultra-legalismo y la prudencia de la oposición parlamentaria de centro-izquierda. Sánchez de Losada y Toledo tienen menos del 10 % de apoyo y son confrontados constantemente por oposición masiva en las calles. Son totalmente ineptos y carecen de poder para poner en práctica los planes de privatización de Wall Street, y la política represiva de Washington hacia los agricultores cultivadores de coca en la medida en que les gustaría.
Washington/Wall Street siguen hasta ahora apoyando a estos regímenes, pero contemplan dejarlos de lado si aumenta la presión popular. Entonces tendrán la opción de buscar a un centrista "responsable" (como Alan Gareen de APRA en Perú) para apagar el incendio, o a la junta militar-civil en Bolivia (como arguye el Embajador Greenlee) para que tome el poder "para salvar la democracia" según la fórmula de Rumsfeld.
Entre las clasificaciones positivas y negativas está el nuevo Presidente argentino Néstor Kirchner. Washington mostró su reacción negativa a la derrota de sus dos candidatos ultraderechistas preferidos (Menem/Murphy) mandando a un cubano emigrado de nivel bajo, a la inauguración del Gabinete ministerial de Kirchner. En Wall Street están ansiosos por ver como maneja Kirchner las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional, cuanto tarda en reanudar el pago de deudas, y durante cuanto tiempo puede mantener el orden y garantizar un acuerdo con la élite local financiera y las multinacionales. Tanto a Washington como a Wall Street no les gustó la declaración de independencia política de la élite corporativa de Kirchner y la prioridad que dio a la integración regional en contraposición al ALCA. Pero tanto los observadores de Wall Street como los profesionales de Washington están acostumbrados a la retórica populista y nacionalista postelectoral y esperan para ver que política concreta seguirá Kirchner. "Como gobernador de la provincia rica en petróleo de Santa Cruz, Kirchner apoyó la privatización de la lucrativa industria petrolífera, y eso cuenta algo", me comentó un periodista financiero. Washington y Wall Street colocan a Kirchner en el apartado inclasificado marcándole con un asterisco, "Esperando la puesta en práctica de los planes político económicos."
En las clasificaciones negativas figuran Venezuela y Cuba en ese orden. Venezuela está en negativo en las clasificaciones de Washington, y más o menos en las de Wall Street. La discrepancia tiene que ver con la política heterodoxa del Presidente Chávez. Paga sus deudas a tiempo a los Bancos de Wall Street; es un leal proveedor de petróleo a los EEUU incluso durante una guerra imperialista; no ha nacionalizado ninguna propiedad estadounidense ni ha fijado impuestos graduados. Su equipo económico y su política neo-liberal son vistos como ventajas en Wall Street. Sin embargo, ha despedido a los directivos pro-Wall Street más maleables y corruptos de la empresa estatal de petróleo, y ha desviando ganancias hacia inversiones en el desarrollo interno en vez de a la bolsa estadounidense, lo que ha costado lucrativas comisiones a firmas de Wall Street. Ha instituido controles de capital, limitando la salida de capital y ganancias, lícitas e ilícitas, a bancos estadounidenses e inversores inmobiliarios. Aunque existe cierta ambigüedad en Wall Street respecto a los resultados económicos de Venezuela, en Washington la clasificación de Venezuela es totalmente negativa. El presidente Chávez derrotó a los "activos" venezolanos dirigidos por la CIA y a los clientes político-económicos de Washington que por dos veces trataron de derrocar al Presidente elegido. Chávez ha adoptado una posición crítica sobre la guerra estadounidense contra el terrorismo, el Plan Colombia y ALCA en nombre de la paz, la antimilitarización y la integración latinoamericana. La Venezuela de Chávez, tiene amistosas relaciones comerciales y diplomáticas con Cuba. En la opinión mundial de Rumsfeld-Wolfowitz Venezuela necesita "un cambio de régimen."
Cuba está claramente en el pedestal más bajo de las clasificaciones de Washington. La administración de Bush ha etiquetado a Cuba como objetivo militar, parte "del eje del mal" a invadir, si Cuba no tuviera las fuerzas armadas mejor entrenadas del Tercer Mundo, un sistema de seguridad magnífico y el apoyo popular de millones de cubanos. Cuba es el enemigo número uno porque es una clara alternativa para las colonias neo-liberales de la región. Cuba es una fuerza importante en las Naciones Unidas y en todos los foros internacionales, expresando su solidaridad con los movimientos antiglobalización y antiimperialistas y oponiéndose a los diseños imperiales estadounidenses en Asia, Oriente Medio y sobre todo América Latina. Mientras Washington da a Cuba la clasificación más baja posible, Wall Street, o al menos sectores del enorme área de negocios agrícolas, no siempre están de acuerdo. La Cámara del Comercio estadounidense, importantes exportadores agrícolas y gigantescas empresas de transporte de grano han dado a Cuba una clasificación económica positiva en términos de su potencial de mercado, pues tiene importante turismo, líneas aéreas e industrias de servicio.
Conclusión
Las clasificaciones estadounidenses reflejan los cambios que operan dentro de las complejas fuerzas políticas y sociales de América Latina así como el éxito y fracaso de las políticas de Wall Street y Washington. Mientras que los movimientos populares han minado las clasificaciones de varios regímenes cliente estadounidenses como instrumentos efectivos de la política estadounidense, en otros casos importantes la evolución derechista de determinados líderes políticos populares ha motivado que Washington incluyera a sus países entre las clasificaciones más altas.
En gran parte las clasificaciones estadounidenses de regímenes latinoamericanos son un resultado de las luchas políticas internas y de clases, los fracasos de la política económica neo-liberal, y la lucha entre la intervención imperial y los movimientos y naciones antiimperialistas. En segundo lugar, está claro que aunque en muchos casos Washington y Wall Street coinciden en sus clasificaciones hay casos de ciertas divergencias. Finalmente en el caso del Brasil de Lula tenemos una situación peculiar en la cual la administración de Bush-Rumsfeld y los políticos de centro izquierda en América Latina coinciden en altas clasificaciones. La evaluación positiva de Washington está basada en la política real de Lula, y el centro izquierda en sus equivocadas expectativas o sus ilusiones.