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¿Quién gobierna el mundo?
Por James Petras
Una gran cantidad de libros y artículos sobre globalización,
corporaciones globales e imperio se ha publicado sin que exista la más
mínima noción de la estructura real del poder mundial.
El análisis de un estudio reciente del Financial Times (suplemento, 10
de mayo de 2002) sobre las 500 compañías más grandes del
mundo, con base en criterios de valor, país y sector, viene a poner fin
al debate en torno a la globalización del imperio o imperialismo.
El Estado-nación, en este caso los estados imperiales, no sólo
están lejos de desaparecer, sino que además son cruciales para
identificar y entender los centros neurálgicos del poder político
y económico.
Casi 48 por ciento de las empresas y bancos más importantes del mundo
son de Estados Unidos y 30 por ciento son de la Unión Europea; solamente
10 por ciento pertenece a Japón.
En otras palabras, casi 90 por ciento de las corporaciones más grandes
que dominan los sectores de la industria, los bancos y el comercio son estadounidenses,
europeas y japonesas.
El poder económico se concentra en estas tres unidades económicas
geográficas, y no en conceptos vacíos como "imperio" sin imperialismo
o corporaciones multinacionales "sin territorio".
Dentro de este sistema el poder económico imperial de Estados Unidos
sigue siendo dominante. Esto resulta claro si examinamos de cerca los sectores
económicos clave.
Cinco de los 10 bancos principales son estadounidenses, así como seis
de las 10 empresas farmacéuticas y biotecnológicas, cuatro de
las 10 compañías de gas y petróleo más importantes,
nueve de las 10 compañías líderes de seguros y nueve de
las 10 principales empresas generales de comercio al por menor.
El sector de las aseguradoras es el único en el que la Unión Europea
se lleva la mejor parte del pastel con respecto a Estados Unidos (por un margen
de cinco a cuatro).
El poder imperial estadounidense está diversificado a lo largo de varios
sectores económicos, pero particularmente la fuerza dominante la tienen
en las finanzas, la industria farmacéutica y biotecnológica, de
la información y el software, y el comercio al por menor.
Dicho de otra forma, las gigantescas compañías estadounidenses
poseen una red poderosa que controla los sectores de la "nueva economía",
las finanzas y el comercio.
Africa y América Latina brillan por su ausencia en la lista. Y los llamados
"tigres asiáticos" cuentan con tres empresas en la lista de las 500 más
grandes, esto es, contribuyen con menos de uno por ciento.
Las implicaciones de esta concentración del poder son relevantes.
Ningún país del denominado Tercer Mundo puede darse el lujo de
"liberalizar" sus mercados, ya que Europa y Estados Unidos se lo impiden debido
al control que logran ejercer con la superioridad y concentración de
sus recursos. Así pues, es falso el argumento liberal según el
cual el libre comercio aumentará los niveles de "competitividad" de las
economías en vías de desarrollo.
En segundo lugar, la concentración del poder no es meramente producto
de la eficiencia, la gestión y el know how, sino que es resultado directo
de las políticas estatales de Estados Unidos y Europa.
Por ejemplo, el Congreso de Estados Unidos acaba de aprobar (mayo 2002) un monto
de 182 mil millones de dólares para subsidiar la agricultura estadounidense
durante la próxima década, en contradicción con las propuestas
de "libre comercio" que Washington tanto gusta defender.
Las implicaciones para los tomadores de decisiones en el Tercer Mundo
son claras: deben proteger y subsidiar a sus productores privados o públicos
para compartir el pastel de los mercados, dentro y fuera de sus países,
tal como los poderes imperiales lo hacen.
La concentración del poder económico mundial en las empresas y
los bancos de Estados Unidos y, en menor medida, de la Unión Europea
no significa que los mercados mundiales son competitivos, sino que en buena
medida son definidos por los monopolios de ambos poderes que los dominan.
La idea del movimiento antiglobalización de que "otro mundo es posible"
debe enfrentar esta monopolización del poder y los países imperiales
que la defienden.
La única manera de democratizar la globalización es socializar
estos gigantes monopolios dondequiera que operen, o bien soportar la presión
económica y las amenazas que tanto perjudican a las economías
locales.
Los países imperiales, particularmente Estados Unidos, tienen
serias dificultades para sostener su imperio por diversas razones.
El costo militar es una de ellas. El presupuesto militar de Estados Unidos ha
aumentado en casi 20 por ciento para 2002-2003 y las reducciones en los impuestos
de los ricos que estimulan las inversiones foráneas han conducido a un
déficit presupuestario y a mayores recortes en el gasto social, todo
lo cual conlleva desestabilización financiera y política.
Más importante aún, la concentración del poder económico
en empresas y bancos de Estados Unidos se ha basado en las inversiones extranjeras,
las ganancias y las reexportaciones hacia Estados Unidos vía los subsidios.
El resultado es que el creciente imperio económico proyectado en el exterior
ha afectado negativamente la balanza de pagos estadounidense, de tal manera
que el déficit comercial de este año se acerca a los 500 mil millones
de dólares.
La economía de Estados Unidos depende esencialmente del flujo masivo
de fondos provenientes de los inversionistas del exterior para financiar ese
déficit.
En otras palabras, a medida que el imperio crece, la "república" se hunde
en crisis más profundas, alejada de sus empresas competitivas e incapaz
de limitar las importaciones de bienes de consumo.
Esta contradicción no puede resolverse fácilmente debido a que
el liderazgo político está totalmente comprometido con la construcción
de su imperio y la única concesión que está dispuesto a
hacer a su economía interna es darle más subsidios y más
protección.
La solución que ofrece el gobierno de George W. Bush a la contradicción
que existe entre el crecimiento imperial y la decadencia interna es la conquista
de países ricos en recursos vitales.
Los planes de invadir Irak son parte del objetivo de extraer riqueza para financiar
el déficit.
El Acuerdo de Libre Comercio para las Américas forma parte de esta estrategia:
al monopolizar los mercados latinoamericanos Estados Unidos puede reducir sus
déficit comerciales y capturar sectores financieros y comerciales jugosos.