VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Documentos de Luis Mattini

Naufragio, resaca y albardones,

Por Luis Mattini  / La Fogata
arnolkremer@lafogata.org

S
e dice por ahí que los Estados Unidos "castigaron" a la Argentina en tanto habían "salvado" a México, Turquía y Rusia.
La influencia de los Estados Unidos en el FMI dejó "hundir" a la Argentina a pesar de las relaciones carnales y de que fue la alumna modelo en políticas neoliberales.
En cambio México, Turquía y Rusia, siguen "flotando".
Algunos explican que los Estados Unidos habrían dejado "hundir" a la Argentina porque la mayoría de las inversiones extranjeras en este país son de origen europeo. Afirman que de esa manera daba un lección a los rebeldes, a los que se atreviesen a no pagar la deuda externa, y se las hacía pagar a los europeos.
A su vez, Europa, especialmente España, no movió un dedo para ayudar a la Argentina. Por el contrario, reclamó hasta con insolencia por la caída de los dividendos de sus empresas.
En cambio , gentes solidarias de la propia España y otros países europeos enviaron alimentos a los hambrientos de Argentina en pleno naufragio. Por suerte parece que no vieron cuando los barcos abandonaban el puerto de Buenos Aires, Rosario o Bahía Blanca, repletos de cereales. No vieron cómo cerealeros bien argentinos, llenaron los bolsillos con el "hundimiento".
Por su parte, el gobierno nacional, surgido de la caída de De la Rua y sus seguidillas, recaudó fuerte con las retenciones a las exportaciones y usó ese dinero para socorrer a los banqueros y negociar con el FMI por un lado y contener las formas extremas de la pobreza por otro, mediante subsidios estatales arrancados a fuerza de cortes de ruta. Hace ya casi año y medio que despliega ese malabarismo en medio de crecientes protestas sociales, sin que los economistas puedan explicar en serio esta rara habilidad de unos "improvisados", que no gozan de títulos de Harvard y, más que genios de la "estrategia", parecen astutos "tácticos". .
Todo suena muy desconcertante. El tema de la "estrategia" económica sigue ocupando la mayor parte del tiempo de los charlatanes en radio, TV y los diarios. La gente está habituada a ese vocabulario. Un lenguaje que desafía a los lingüistas: cada una de las palabras es quizás comprendida por el común de la población, al menos tenemos los oídos familiarizados. Pero cuando se las ordena en frases, oraciones, oraciones subordinadas y párrafos, parecen tener un sólo significado: "esto va mal". Es como en el cine argentino, cuando la cámara enfoca claramente la escena de algún personaje que dispara la pistola sobre otra persona, un relator tiene que verbalizar : "pum, lo mató". Sistemáticamente el tema termina con lo obvio, lo que cada uno sabe: que todo está mal por culpa de una palabra mágica: "neoliberalismo", a veces "imperialismo". Lo que queda claro es que los males vienen de afuera, los de adentro son sólo cómplices. .
Lenguaje rebuscado si los hay, lenguaje propio de pequeros y vendedores de buzones o números premiados en la lotería: uno lee los artículos de economistas de todo pelo, no sólo los liberales formados en la "ciencia burguesa", también los marxistas de la Academia, esos que se basan en las leyes científicas del materialismo dialéctico e histórico. No es bella ni rica literatura precisamente, palabras y frases recontraremanidas. "en el marco de"; "términos de intercambio"; "sustitución de importaciones": "índices del Merval" ;"fluctuación de la demanda"; "bienes de capital" ; "capacidad ociosa"; "procesos de acumulación"; "transferencia de activos" y ni hablar de "estrategia" económica. Parece ser que los economistas y los empresarios son grandes estudiosos de temas militares, habida cuenta de cómo manejan la "estrategia".
En el caso de los economistas del capitalismo la cosa se entiende, ellos defienden intereses empresarios. Son en realidad contadores, peritos mercantiles, tenedores de libros que custodian las ganancias. Los "magos de las finanzas" del tipo de Soros, no suelen ser economistas. Si el comercio es el arte de mentir mejor, se justifica la mentira profesional. Pero en el caso de los economistas "marxistas" la cosa es extravagante; dan la impresión que experimentan orgasmos continuos con toda esa jerigonza, que no pertenece al mundo del trabajo, al mundo de la civilización, al mundo de la cultura, al mundo de la humanidad, sino al mundo de la mercancía. Jerga que por otra parte no se encuentra en "El Capital". Peor aún, parecen no haber tomado en cuenta que la más formidable crítica de todos los tiempos a la economía política no la hizo un economista. ¿No se recuerda acaso que el "doctor" Karl Marx no era economista? Y si lo hubiera sido, fiel a su propia doctrina, habría tenido que dejar de serlo. Algo así como si un capitalista se hace comunista, es evidente que debe dejar se ser capitalista. Al menos que nuestros economistas crean que existe una "economía política" comunista Recordemos también que los dos mejores ministros de economía de la historia del país, fueron hombres de negocios. Miranda y Gerbard.
Entonces uno llega a sospechar que el fetichismo de la mercancía, quizás el mayor descubrimiento de Marx, impregna toda esa llamada "ciencia": No sólo la mercancía sino los instrumentos teóricos para analizarla son un fetiche, una mixtificación. Si uno se mueve en el lenguaje de la ficción, es poco pensable decir la verdad por bienintencionado que sea. .
Por ello es que, a año y medio de la catástrofe, uno, simple habitante de este país, de inteligencia normal, alfabetizado o no, y a riesgo de pecar de un elemental "sentido común", se puede hacer dos preguntas:
1. ¿Se vive peor, mejor o igual que antes en Argentina, ahora que estamos "hundidos"?
2. ¿Se vive mejor, peor o igual en la Argentina que en México, Turquía o Rusia, países que están "a flote"?.
Ambas preguntas no pueden responderse con las técnicas de las estadísticas. Esas que hablan de "producto per cápita", que es como decir que si en el país hay setenta millones de vacas, cada argentino tiene dos, o que la Argentina tiene dos millones ochocientos mil kilómetros cuadrados de superficie continental, por ende a cada uno le corresponde ocho hectáreas. Tal vez sea posible intentar encararla desde una visión, digamos, antropológica, o dicho en criollo, a ojo de buen cubero.
Con respecto a la primera pregunta, la respuesta dependerá de quien la responda. Pero, podríamos conjeturar, en base a nuestra sensibilidad de observación y experimentación, a lo que gozamos y sufrimos en carne propia, a nuestro cubero ojo, que, en promedio, se vive peor, pero al menos se sigue viviendo. El país se hundió y el grueso de los habitantes pagamos el precio del hundimiento, aunque no todos en la misma proporción. La desocupación es más o menos la misma que en el 2001. La pobreza, más o menos contenida, es la misma, con tendencia a hacerse crónica, lo que no es dato menor, por supuesto. Parece ser, según coinciden los analistas, que el costo mayor lo pagó la imprecisa "clase media". En este punto me planteo una disgresión: Si es así, si lo pagó la clase media (incluida en ella gran masa de asalariados, docentes, estatales, trabajadores de la salud, servicios, empleados de comercio, en fin) debería significar que ese sector social es el que produce la riqueza, al que se le ha expropiado algo que le pertenecía por ser su creador. Si es así, convengamos que hay que revisar las teorías económicas clásicas y prestar un poco más de atención a lo que vienen planteando algunos estudiosos acerca de los cambios radicales en la explotación capitalista, que implican naturalmente cambios en la estructura de clases. Y si no es así, si no ha habido tales cambios y esto es una simple vuelta más de tuerca del capitalismo, si son sólo los obreros industriales los que producen la riqueza, quiere decir que esa famosa clase media pagó con algo que no le pertenecía: Dicho más claro aún, quiere decir que la "clase media" usufructuó, hasta las vísperas de la catástrofe, de una riqueza que no había creado. Más claro aún: disfrutó del despilfarro de la década del noventa.
Con respecto a la segunda pregunta, desde luego que el burgués mexicano, turco o ruso seguramente vivirá mejor que el trabajador criollo y viceversa, el burgués argentino vivirá mejor que el trabajador de esos países. Sin embargo, si hablamos de conjunto de la población, no me caben las menores dudas, pese a todas las calamidades que sufrimos y que no voy a enumerar para no faltar el respeto al conocimiento del lector, que en Argentina se vive mejor que en México, Rusia o Turquía. No hablamos de potencial económico sino de cómo vive la gente. Canadá es insignificante desde el punto de vista de su potencial económico con respecto a los Estados Unidos, sin embargo en ese país la gente vive mucho mejor.
Desde luego, el economista, con sus macros, y sus "en el marco de" o "bajo el supuesto que", me puede demostrar que a diferencia de esos países, la Argentina no tiene salida, que son políticas cortoplacistas, "coyunturas", que va hacia la catástrofe (¿dónde estamos ahora?) es decir que aquellos países salvados por el FMI, están peor pero van mejor, porque el riesgo país es menor, porque las inversiones, porque los términos de intercambio, porque la demanda, y porque las transferencias de ingresos, y el capital golondrina y todo eso. Para decir eso no se necesita ser economista, cualquier persona sabe que siempre se puede estar peor.
Y desde otros desde luegos, el economista puede reprocharme que no tengo en cuenta la ventajas relativas de la Argentina, productora de alimentos y la coyuntura del mercado mundial y otros bla bla, Sin embargo nada me dice del peligro sanitario, ecológico, cultural - y también económico - de habernos transformado en una república sojera por medio de los cultivos transgénicos. De la criminal destrucción de las selvas chaqueñas para sembrar soja apenas se habla. .

¿Dónde estamos y hacia dónde vamos?.

P
ara decir verdad, no sé si "vamos bien o vamos mal". Lo que sé es que vamos, no se sabe con claridad hacia dónde, pero vamos, andamos. Quiero decir, que hasta el 19 y 20 no íbamos, nos llevaban, ahora vamos. Antes la gente estaba mal pero el país iba bien, así lo decían y lo dicen muchos. Ahora el país no se sabe cómo va , no sé si bien o mal, a ojos vistas parece que mal, pero la diferencia es que la gente, el pueblo, empieza a ir por su cuenta. Empieza a decidir. Es claro que no decide en el ámbito del aparato del estado ni en las instituciones tradicionales, ni siquiera en los sindicatos; decide en la calle, en la plaza y aferrándose a la tierra.
Desde luego, decidimos, condicionados por las circunstancias, circunstancias que no hemos elegido y no son las mejores, también presionados y reprimidos por el aparato del estado y la lógica de la economía política, pero estamos decididos a decidir, valga la redundancia. Lo importante es eso; por primera vez empezamos a decidir por nosotros mismos.
Pequeño, muy pequeño, embrionario digamos, pero comenzamos a emanciparnos no sólo del poder constituido, sino también de los amos liberadores, del despotismo ilustrado.….algunos están decidiendo más otros menos; depende de varios factores, siendo el fundamental el deseo, las ganas, el grado de compromiso con el riesgo de hacerlo. Algunos lo hacen porque "no les queda otra", pero lo hacen, caramba, eso es lo importante.
A la vista está que el gobierno, el "país", la "Nación", el "estado nacional", el "mundo"…va mal, se deteriora día a día una civilización en plena decadencia (aunque este concepto no sea aceptado por le progresismo) los valores se pierden en la soberanía del mercado, todo se transforma en mercancía, tal cual lo definía con precocidad Dicépolo en "Cambalache". Así se ven las cosas por la televisión con su polución visual.
Sin embargo, cuando al de la vista le agregamos los demás sentidos, los ponemos en plena potencia, podremos visualizar, palpar, escuchar, oler y gustar el nacimiento de una nueva sociedad. Para ser más cautos digamos el surgimiento de nuevas relaciones sociales. ¿Paralelas? No exactamente, parecido pero no lo mismo ¿Incrustadas? Tampoco esa palabra es precisa. ¿Divididas en el espacio geográfico? No parece geográfico en el sentido de división espacial, pero sí parece ser que la lucha adquiere un carácter más territorial que clasista, en la acepción reducionista "obrerista" de la palabra. Clasista en el sentido del Manifiesto, "burgueses y proletarios", sólo que ahora "proletario" excede en mucho al trabajador fabril.
Ocurre que esta realidad se muestra tan sorprendente que carecemos de figuras para describirla, tampoco conceptos para definirlas y menos aún teoría para estudiarlas. Lo importante es que tengamos sentidos para apreciarlas. No uno, los cinco del ser humano más ese indefinido sexto sentido. (Primero la empeiría, luego la techné, y después quizás la epistéme, una nueva epistemología). Estamos recuperando sentidos que habíamos perdido, embotados por los destellos de una razón culposa de las "irracionalidades" del pasado, cuando la "irresponsable" pasión nos llevó a querer asaltar el cielo. Sólo que esa "responsable" sensatez de las últimas dos décadas resultó ser nada más que la razón del mercado.
Sucede que esta recuperación se está desarrollando sobre todo en el campo de la subjetividad, a veces con formas objetivas conocidas. ( Imagínese el escándalo: sembrar maíz tradicional en la era de los transgénicos. Volver a la democracia del ágora en pleno estado representativo moderno. Hablar de comunismo libertario en lugar de "socialismo científico", de horizontalidad en vez de centralismo democrático) Una especie de dualidad en nosotros mismos. Cada uno de los que hemos recuperado los sentidos, pertenecemos a ese país que se desgrana, a ese mundo que se disuelve y, al mismo tiempo, a la sociedad que está naciendo. Cuando estamos entre las paredes de nuestras casas, detrás de rejas y cerraduras, sobre todo delante de los televisores, cuando vamos al "super", al banco, a los trámites en las oficinas públicas, al trabajo, aquellos que lo tienen, a buscar empleo, a disputar con otros por un mango, a la escuela, a competir en la universidad por una "carrera", estamos tristes, angustiados, pertenecemos al viejo mundo.
Pero cuando conquistamos un metro cuadrado de espacio público, en la asamblea del barrio, en la demostración en las calles, en los cortes de ruta, en los talleres piqueteros, en los emprendimientos productivos autónomos, en las búsquedas de una nueva-vieja agricultura, en los espacios libres de la universidad, en las expresiones artísticas, estamos viviendo lo nuevo. Ejercemos la libertad Somos libres en ese acto, en ese momento. Los corazones rebozan de alegría. El hijo del inmigrante olvida sus prejuicios y ve al "cabecita" como un igual y, a su vez, el "cabecita" lima sus resentimientos y mira al boliviano como a su par y este tal vez empiece a comprender también a su ancestro, el oriental llegado desde China o Corea. Y aquel ilustrado "progre" que ya no pude viajar a Cuba a "apadrinar" una escuelita de alumnos alimentados y alfabetizados llevando lápices de colores, vuelca ahora sus inquietudes en aliviar la brutales carencias de nuestros niños analfabetos y desnutridos
Un poco como el tango "Lunes" en el que por un día cada uno pudo ser un bacán, por un rato, por unas horas, por un lapso no medible por reloj, ejercemos la libertad… después regresamos al "super", al banco, a la oficina pública, a la olla vacía, al ocio obligado por el desempleo, a la escuela, a la "carrera" en la universidad, a la casa bajo los candados, al televisor. Regresamos a la esclavitud. Volvemos a ser racistas, clasistas, xenófobos, a disputar a codazos un lugar, a comprar un revólver para defendernos de los "delincuentes" o para asaltar a alguien, regresamos al viejo mundo, al desánimo, al escepticismo, al deseo de emigrar a esa España de la que nos habíamos burlado toda la vida, en fin, al mundo de la tristeza. Nos agarra de nuevo el ataque de "estar informados", la omnipotencia de soñar con tomar el poder para cambiar el mundo desde arriba, como se ve en el cine de Hollywood, donde el muchachito impone la ley . Quisiéramos ser el Che Guevara, sin su asma, sin su arcaico M1, independiente de aliados que traicionarán, un Che mágico, de uniforme bien planchado, con los músculos y la tecnología de Rambo, imponiendo justicia a golpes de karate y balazos. Pero, como no lo podemos hacer, como somos impotentes en ese plano, encendemos el televisor para regresar al mundo del espectáculo, escuchamos a los economistas hablando impúdicamente de inversiones o no inversiones, de millones de millones de dólares, bolsas, mercados, riesgo país, en boca de quienes jamás han palpado lo que significa andar por los andamios doce horas diarias, con frío o con calor, por dos pesos la hora ( dos pesos, señor, no dos dólares) Puteamos a los de derecha, aplaudimos a los de izquierda, sólo porque dicen lo que aparece como contrario en el plano de la virtualidad, sin pensar que, en el plano de lo real, es lo contrario de lo mismo o, como suele decirse, la otra cara de una misma moneda. .
El 19 y 20 de diciembre nos abrió la puerta. Ese 19 y 20 que hicimos nosotros mismos, que veníamos haciendo, la más de las veces sin darnos cuenta, hasta que lo hicimos, como ahora tampoco parecemos darnos cuenta de esta realidad de la subjetividad. Y hay algo mas curioso todavía; en esos momentos de conquistas de la calle, de lo colectivo, sentimos que no es algo enteramente nuevo, sentimos algo así como aromas conocidos, alguna vez lo habíamos experimentado, reminiscencias de algo que ya hemos vivido. Y sí, ya había pasado, y muchas veces. El 17 de octubre, el Cordobazo, el Devotazo…. Unos por más viejos los conocimos directamente, otros un poco por los libros, las películas, los análisis y testimonios del pasado, pero mucho como herencia social, incorporada a la subjetividad colectiva por formas desconocidas por la ciencia. (C. G. Jung anduvo incursionando por eso del "inconsciente colectivo", pero como además se atrevió a hacer un prólogo al I Ching, lo consideraron poco serio)
Y cuando se dice "de que valió el 19 y 20 si a De la Rua le siguió Duhalde y a este le seguirá otro igual o parecido" se podría decir de que sirvió el 17 de octubre si después vino la "libertadora", el cordobazo si luego llegó Ezeiza y el devotazo para después arribar al 24 de marzo. .
La resaca.
S
on, como decimos, algo así como dos momentos de una misma vida. No sabemos cuánto puede durar esta dualidad. Dos momentos de cualidades distintas que luchan entre sí. Después de cada momento de alegría, de libertad, queda la resaca. Palabra esta a veces equívoca porque suele llamarse así a los efectos desagradables de una borrachera. También se la usa como sinónimo de escoria, residuo o basura. Sin embargo, como lo sabe cualquiera que se interese un poco por la naturaleza, en la Argentina la resaca es el limo, resultante más sustanciosa de los movimientos de las aguas. La resaca, sería aquí, lo que dimana de esa transformación. La resaca será algo que hará posible que, al regresar a casa con el corazón colmado de la aventura libertaria, con ganas que pasen las horas para repetir la experiencia de habernos atrevido a desnudarnos en la calle, en lugar de encender el televisor e intoxicarnos con los datos de la economía y las estadísticas, quizás veamos una buena película, tomemos un libro o nos pongamos a jugar a las cartas. Para decirlo con palabras serias, las de las academias: resistamos la alienación. O quizás más: llamemos a la puerta del vecino para invitarlo con un vino y a participar de las cosas que estamos viviendo, si es que ya no lo está haciendo. Esto es lo que están llevando a cabo los autónomos, quienes expulsados del viejo país, no se proponen reintegrase sino crear una nueva forma de vivir. Entonces no importará cuánto tiempo pasemos en uno u otro lado en esta transición, sino cómo el grosor de la resaca será la magnitud de la transformación de nuestra subjetividad, como requisito para transformar la realidad.
La vida cotidiana se impregnará cada vez más de resaca e iremos cambiando junto a quienes tenemos a nuestro lado, haciendo que la vida cobre un sentido distinto de aquel por el cual pretenden llevarnos, porque ya no nos reconoceremos en el espejo de la sociedad virtual, la sociedad del espectáculo, sino en el otro, en el vecino, el compañero o el cofrade. Mi persona se afirma en el colectivo. La realidad está aquí, en este presente con recreaciones de un pasado que parecía perdido. Y así, la resaca se convertirá en albardón.
Las nuevas formas de relaciones sociales están en marcha articulándose con viejos y nuevos contenidos en una práctica que ha dado en llamarse provisoriamente, sólo para entendernos, contrapoder, que procura desarticular uno a uno los micropoderes que conforman la enmarañada red de relaciones que constituye el poder. Sin destruir esos micropoderes es ilusorio destruir el poder. Este se regenera aunque cambie de manos..
¿Y la violencia del poder dominante? Por supuesto, otro de los pilares en donde se afirma su poderío. Un pilar importante, fundamental. Todo poder se sostiene por la violencia. Ahí está el crimen en Irak como muestra. Parte de las prácticas autónomas de contrapoder consiste en la defensa de este modo de vida por el cual luchamos. Pero, la eficacia de la violencia del poder se afirma en esa red de micropoderes de las cuales somos parte. Estados Unidos puede atacar a Irak, no por ser la potencia militar más grande de todos los tiempos, sino porque cuenta con la aprobación de los ciudadanos norteamericanos en primer lugar, la complicidad de casi todos los países del mundo y los mezquinos intereses de las naciones musulmanas que dejaron desangrar a Palestina como ahora lo hacen con Irak. Por eso nuestros medios de defensa no podrán pasar otra vez por crear "aparatos" de defensa, sino una destreza de acción colectiva de autodefensa cuyos contenidos y formas sólo pueden hallarse allí, en la propia resaca. Porque la preocupación por la violencia del poder, no es prevenir algo "que va a venir". La violencia del poder no "está por venir", está presente, la ejerce sistemáticamente, respondiendo la "ley" de acción y reacción. A esa violencia se la está enfrentando de diversos modos. Huelga mencionar nuestros muertos. Precísamente de eso hablamos, no se trata de formar un "aparato" para "preparar" una supuesta "batalla decisiva". Se trata de cómo se defienden los miles de espacios de libertad conquistados, con la singularidad de cada uno. Al enfrentar a lo único con lo múltiple, no se puede hablar de "estrategia" en el sentido militar de la palabra, sino la articulación de lo múltiple. Eso no existe en forma estática, por su propia naturaleza no puede existir en forma cristalizada. Es lo que hay que inventar en cada situación. Es lo que estamos inventando en este país hundido por el FMI.