Documentos de Noam Chomsky
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Superando las ortodoxias.
Parte dos de extractos de entrevistas
8
de febrero del 2001
David
Barsamian: Quisiera volver a la idea de lo que pueden hacer los individuos
para superar las ortodoxias. Steve Biko, el activista sudafricano
que fue asesinado por el régimen del apartheid mientras estaba
detenido, dijo una vez: El arma más poderosa en manos del opresor
es la mente del oprimido.
Tiene mucha razón.
La mayor parte de la opresión resulta exitosa porque su legitimidad
está interiorizada. Esto se cumple en los casos más
extremos. Tomemos, por ejemplo, la esclavitud. No era fácil
rebelarse si uno era un esclavo, de ninguna manera. Pero si se observa
la historia de la esclavitud, ésta era en cierto sentido reconocida
como simplemente la forma de ser de las cosas. Haremos lo mejor que
se pueda bajo este régimen. Otro ejemplo, también contemporáneo
(se estima que hay unos 26 millones de esclavos en el mundo), son
los derechos de la mujer. Allí la opresión está
extensamente interiorizada y aceptada como apropiada y legítima.
Esto es cierto hoy en día, y lo ha sido a lo largo de la historia.
Se cumple en un caso tras otro. Consideremos a los trabajadores. En
cierta época, a mediados del siglo XIX en los EE.UU., hace
ciento cincuenta años, el trabajar a cambio de un salario no
era algo considerado muy diferente de la esclavitud tradicional. Esto
no era una postura inusual al respecto. Fue el eslogan del Partido
Republicano, la bandera bajo la cual los trabajadores del Norte fueron
a combatir en la Guerra Civil. "Estamos contra la esclavitud explícita
y la esclavitud asalariada". La gente libre no se alquila a otros.
Tal vez tengas que hacerlo temporalmente, pero sólo en camino
a convertirte en una persona libre, un hombre libre, para ponerlo
en la retórica de esos días. Se llega a ser un hombre
libre cuando no se está obligado a cumplir las órdenes
de otros. Esto es un ideal de la Ilustración. Incidentalmente,
no provenía del radicalismo europeo. Había trabajadores
en Lowell, Massachussets, a un par de millas de aquí donde
estamos. Se puede incluso leer editoriales del New York Times diciendo
estas cosas por esa época. Tomó mucho tiempo meter en
la cabeza de las gentes la idea de que era legítimo alquilarse
a sí mismo. Hoy, desafortunadamente, eso está muy aceptado.
Esto es interiorización de la opresión. Cualquiera que
piense que es legítimo ser un trabajador asalariado está
interiorizando la opresión de una manera que hubiera parecido
intolerable a la gente de las fábricas, digamos, hace ciento
cincuenta años. Entonces, de nuevo, esto es interiorizar la
opresión, y es un logro.
Consideremos las manifestaciones
que están teniendo lugar ahora mismo en Wáshington,
buenas manifestaciones, por la cancelación de la deuda. Están
bien. Debería cancelarse la deuda. Pero también vale
la pena reconocer – mucha gente lo sabe – que la forma de las protestas
y las objeciones de parte de los países pobres internalizan
una forma de opresión que no deberían de estar aceptando.
Porque están diciendo que la deuda existe. No se la puede cancelar
a menos que exista. ¿Existe? Bueno, no como un hecho económico.
Existe como un constructo ideológico. Pues bien, eso es interiorizar
opresión. Así se puede seguir por un buen rato. Como
dijo Biko, es un tremendo logro de los opresores inculcar sus supuestos
como la perspectiva desde la cual se debe mirar el mundo. Algunas
veces esto se hace de manera extremadamente consciente, como en la
industria de las relaciones públicas. Algunas veces no es más
que un tipo de rutina, la forma en que uno vive. Liberarse de estas
preconcepciones y perspectivas es dar un gran paso hacia la superación
de la opresión.
DB: Discuta el rol de los
intelectuales en esta ecuación. Hoy se habla mucho sobre los
intelectuales públicos. ¿Ese término significa algo
para usted?
Es una vieja idea. Los
intelectuales públicos son aquellos que se supone deben presentar
los valores y principios y la comprensión. Son aquellos que
se enorgullecieron de haber conducido a los EE.UU. durante la Primera
Guerra Mundial. Esos eran intelectuaes públicos. Nótese
quienes eran. Walter Lippmann fue un intelectual público. Por
otro lado, Eugene Debs no fue un intelectual público. De hecho,
fue un preso. Un Woodrow Wilson muy vindicativo se negó a concederle
amnistía cuando cualquier otro obtenía su amnistía
de Navidad. ¿Por qué no fue Eugene Debs un intelectual público?
La razón es, porque fue un intelectual que resultó estando
del lado de los pobres y de los trabajadores. Fue la figura principal
del movimiento laboral de los EE.UU. Fue candidato presidencial, obtuvo
abundantes votos a pesar de que se lanzó fuera del sistema
político dominante. Dijo la verdad sobre la Primera Guerra
Mundial, y este es el porqué fue arrojado a la cárcel.
Revísese lo que dijo, fue notablemente preciso. Entonces se
le arrojó en prisión y no fue un intelectual público.
Por otra parte, Walter Lippmann, quien fue parte de la agencia de
propaganda, la Comisión Creel, y quien después estaba
explicando en sus ensayos progresistas sobre la democracia cómo
la horda salvaje tiene que ser de espectadores, no de participantes,
y así, él fue un intelectual público, de hecho,
uno de los principales intelectuales públicos de EE.UU. en
el siglo veinte. Esto es más bien general. Intelectuales públicos
son aquellos que resultan aceptables dentro de un cierto espectro
de opinión dominante, como aquellos encargados de presentar
las ideas, de dar la cara por los valores. Algunas veces lo que hacen
no es malo, puede incluso ser muy bueno. Pero una vez más,
consideremos la intervención humanitaria, echemos una mirada.
Quienes no aceptan los principios, los supuestos, rara vez califican
como intelectuales públicos, sin importar cuan famosos sean.
Tomemos a Bertrand Russell, quien bajo cualquier estándar es
una de las principales figuras intelectuales del siglo veinte. Él
fue uno de los contados intelectuales reconocidos que se opuso a la
Primera Guerra Mundial. Fue vilipendiado, y de hecho terminó
en la cárcel, al igual que sus contrapartes en Alemania. De
los años cincuenta para acá, particularmente en EE.UU.,
fue agriamente denunciado y atacado como un viejo loco que era "anti-americano".
¿Por qué? La razón era que daba la cara por los principios
que otros intelectuales también aceptaban, pero él estaba
haciendo algo al respecto. Por ejemplo, él y Einstein, para
tomar a otro intelectual de primer rango, coincidían esencialmente
en asuntos como las armas nucleares. Pensaban que bien podían
destruir a la especie. Firmaron declaraciones similares, creo que
incluso declaraciones conjuntas. Pero luego reaccionaron de manera
muy diferente. Einstein regresó a su oficina en el Instituto
de Estudios Avanzados de Princeton y trabajó en las teorías
de campo unificado. Russell, por otro lado, salió a las calles.
Participó en las manifestaciones contra las armas nucleares.
Se volvió un activo opositor a la guerra de Vietnam tempranamente,
en momentos en que ésta no tenía virtualmente ninguna
oposición pública. También intentó hacer
algo a ese respecto, manifestaciones, organizó un tribunal.
Y entonces fue agriamente denunciado. Por otra parte, Einstein fue
una figura santa. Ambos tuvieron en esencia las mismas posiciones,
pero Einstein no hizo demasiado escándalo. Eso es bastante
común. Russell fue viciosamente atacado en el New York Times
y por Dean Rusk y otros en los sesentas. No contaba como intelectual
público, sino como viejo loco. Hay un buen libro sobre esto,
publicado por South End Press, llamado Bertrand Rusell´s America (Los
EE.UU. de Bertrand Russell).
DB: Usted colabora con
varios grupos por todo el país, desde la East Timor Action
Network (Red de Acción sobre Timor Oriental) hasta una conferencia
que dará pronto para la Boston Mobilization for Survival (Movilización
Bostoniana por la Supervivencia). Usted tomó esa decisión
bien prontamente. ¿Por qué otros intelectuales no se involucran
políticamente?
Los individuos tienen sus
propias razones. Presumiblemente la razón por la que la mayoría
no lo hace es porque piensan que están haciendo lo correcto.
O sea, estoy seguro de que abrumadoramente quienes apoyan actos atroces
del poder y el privilegio de hecho creen y se convencen de que eso
es lo correcto, lo cual es extremadamente fácil. De hecho,
una técnica estándar de formación de creencias
es hacer algo para el interés propio y luego construir un marco
del cual se derive que eso era lo correcto. Todos conocemos esto por
nuestra propia experiencia. Nadie es tan santo que no haya hecho esto
ilegítimamente algunas veces, desde cuando le robó un
juguete al hermano menor a los siete años hasta el presente.
Siempre conseguimos construir nuestro marco que diga: Sí, eso
era lo correcto por hacer y va a ser bueno. Algunas veces las conclusiones
son correctas. No siempre es un auto-engaño. Pero es muy fácil
caer en el auto-engaño cuando resulta ventajoso para uno el
hacerlo. No es nada sorprendente.
DB Y cuando uno tiene a
la cultura y a los medios celebrándolo.
Eso es ventajoso. Si uno
se convence, o tal vez tan sólo decide cínicamente jugar
el juego según las reglas oficiales, uno se beneficia, mucho.
Por otra parte, si uno no juega el juego con esas reglas y, digamos,
sigue el camino de Bertrand Russell, uno es un blanco. En algunos
estados lo pueden matar. Si estamos en un estado cliente de EE.UU.,
lo matan. Acabamos de pasar el vigésimo aniversario del asesinato
del Arzobispo Óscar Romero de El Salvador. Era un arzobispo
conservador que intentó ser una voz para los privados de voz.
Luego fue asesinado por fuerzas controladas por EE.UU. El aniversario
acaba de pasar, incidentalmente. David Peterson, quien es una fuente
de información invaluable, realizó un análisis
de bases de datos bastante interesante. No hubo virtualmente nada
en la prensa nacional dominante. Prácticamente el único
lugar en donde fue reportado el asesinato fue en Los Ángeles.
Los Ángeles Times publicó informaciones. Resulta que
Los Angeles tiene la mayor comunidad salvadoreña del país,
y que el Arzobispo Romero es algo así como un santo, por lo
que hicieron un par de artículos. Pero básicamente hubo
silencio.
Unos meses antes, el pasado
noviembre, fue el décimo aniversario de la matanza de seis
intelectuales jesuitas latinoamericanos de primer rango por fuerzas
controladas por EE.UU., armadas y entrenadas por los EE.UU., en El
Salvador. Esto fue parte de una masacre a gran escala, pero ellos
resultaron asesinados con particular brutalidad. Si, digamos, Vaclav
Havel y una media docena de otros intelectuales checos hubieran sido
descerebrados a golpes por fuerzas dirigidas por los rusos hace diez
años, el aniversario hubiera sido recordado, y alguien sabría
sus nombres. En este caso, David Peterson hizo un análisis
de los medios, y no hubo esencialmente nada. Literalmente sus nombres
no fueron mencionados en la prensa estadounidense. Además de
los seis intelectuales jesuitas, su casera y la hija de quince años
de ésta fueron masacradas.
Y cientos más de
otras personas fueron asesinadas cuyos nombres usted nunca ha escuchado.
Es intrigante, instructivo, que nadie sepa los nombres de los intelectuales
salvadoreños asesinados. Si le pregunta a los bien educados
intelectuales públicos, o a sus amigos bien educados, ¿puede
nombrar a alguno de los intelectuales salvadoreños que fueron
asesinados por fuerzas dirigidas por EE.UU.? Es muy raro que alguien
sepa un nombre. Y fueron gente distinguida, uno era el rector de la
principal universidad. Alguna gente sabe. Quienes estuvieron involucrados
en la solidaridad con América Central saben. Pero ellos no
son bien conocidos. Nada como lo que sabemos sobre los disidentes
de Europa Oriental. Ellos son bien conocidos. Todo el mundo conoce
sus nombres y lee sus libros y los alaba. De hecho ellos sufrieron
represión. Pero en el período post-estalinista nada
remotamente comparable al tratamiento que se administra regularmente
a los disidentes en los dominios de Occidente. Se trata de una reacción
muy iluminadora.
De hecho, la historia se
pone peor. Justo después de que fueron asesinados, Vaclav Havel
vino a Wáshington e hizo una excitante proclama en una sesión
conjunta del Congreso, en la cual alabó a los defensores de
la libertad, son sus palabras, quienes eran de hecho responsables
de acabar de asesinar a seis contrapartes suyas. Esto condujo a una
reacción eufórica, con arrebato en los EE.UU. y editoriales
en el Washington Post sobre, ¿por qué no podemos tener magníficos
intelectuales como estos que vienen y nos alaban como defensores de
la libertad? Anthony Lewis escribió sobre como vivimos en una
era romántica. Eso es bien interesante. Ahora pasamos el décimo
aniversario y por supuesto está olvidado. El vigésimo
aniversario del arzobispo Romero, olvidado.
¿Qué pasa si es
usted un intelectual disidente en nuestros dominios? En las sociedades
ricas, EE.UU. e Inglaterra, no lo asesinan. Si es un líder
negro, puede que lo asesinen, pero para gente relativamente privilegiada
hay seguridad contra la represión violenta. Por otro lado,
se dan otras reacciones que a mucha gente no le gustan. De hecho,
tal vez la única manera de continuar haciéndolo es no
darle importancia. Por ejemplo, si usted desdeña a la comunidad
intelectual dominante y en realidad no le importa, entonces está
seguro. Por otra parte, si desea que ellos lo acepten, si quiere que
lo alaben y hagan comentarios de sus libros y le digan cuan brillante
es y quiere prosperar y conseguir trabajos grandiosos, no es recomendable
ser un disidente. No es imposible, y de hecho el sistema tiene suficiente
laxitud como para que pueda conseguirse, pero no es fácil.
Usted y yo podemos nombrar abundantes personas que fueron simplemente
sacadas del sistema porque su trabajo era demasiado honesto. Eso bloquea
accesos. No es lo mismo que ser descerebrado a golpes o arrojado a
la cárcel, pero no es agradable.
La entrevista
completa Barsamian/Chomsky aparecerá en un volumen de la South
End Press pronto a salir el año que viene.
Título original:
Overcoming orthodoxies
Autor: Noam Chomsky
Origen: ZNet Commentaries, 16-12-2000
Traducido por Guillermo Calderón y revisado por Germán
Leyens,
febrero de 2001