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Entrevista a Chomsky
22 de septiembre de 2001
Radio B92,
Belgrado
Znet
¿Por qué piensa que tuvieron lugar estos ataques?
Para responder a esta pregunta primero debemos identificar a los
que perpetraron los crímenes. Por lo general se supone, verosímilmente,
que su origen está en Oriente Medio, y que los ataques probablemente
estén ligados a la red de Osama bin Laden, una organización
extensa y compleja, sin duda inspirada por Bin Laden, pero no necesariamente
actuando bajo su control. Supongamos que esto sea verdad. A continuación,
para contestar a su pregunta, cualquier persona mínimamente
sensata intentaría indagar los puntos de vista de Bin Laden,
y los sentimientos del gran número de seguidores que tiene
en todo Oriente. Acerca de esto, tenemos abundante información.
Bin Laden ha sido entrevistado en los últimos años
en numerosas ocasiones por reputados especialistas en Oriente Medio,
notablemente por el más eminente de los corresponsales en
la región, Robert Fisk de The Independent (Londres), que
tiene un conocimiento íntimo de toda la región y una
experiencia directa de décadas. Bin Laden, un multimillonario
saudita, se convirtió en un líder islámico
militante durante la guerra llevada a cabo para expulsar a los rusos
de Afganistán. Fue uno de los muchos fundamentalistas y extremistas
religiosos reclutados, armados y financiados por la CIA y sus aliados
del servicio de inteligencia pakistaní, para causar el mayor
daño posible a los rusos - muy probablemente para retrasar
su retirada, según muchos analistas sospechan - aunque no
está claro si tuvo o no contacto directo con la CIA, y tampoco
es importante. No resulta sorprendente que la CIA prefiriera movilizar
a los luchadores más crueles y fanáticos que encontrara.
El resultado final fue "destrozar un régimen moderado y crear
otro fanático, a partir de grupos imprudentemente financiados
por los americanos" (Simon Jenkins, corresponsal del London Times
y también un especialista en la región). Estos elementos,
conocidos como"afganos" (muchos de los cuales, como Bin Laden, no
eran de Afganistán) llevaron a cabo operaciones de terror
atravesando la frontera rusa, ataques que finalizaron cuando los
rusos se retiraron. Su guerra no era contra Rusia, a la cual desprecian,
sino contra la ocupación rusa y contra los crímenes
rusos perpetrados sobre musulmanes.
Los "afganos,"
sin embargo, no dieron por terminadas sus actividades. Se unieron
a las fuerzas musulmanas bosnias en la guerra de los Balcanes; los
EE.UU. no se opusieron a ello, al igual que toleraron el apoyo que
les prestaba Irán, por razones complejas que no vienen al
caso, aparte de mencionar que no les preocupó mucho la triste
suerte que corrieron los bosnios. Los "afganos" también luchan
contra los rusos en Chechenia, y posiblemente están también
involucrados en actos terroristas en Moscú y en otras partes
del territorio ruso. Bin Laden y sus "afganos" se volvieron en contra
de los EE.UU. en 1990 cuando éstos establecieron bases permanentes
en Arabia Saudita - desde su punto de vista, un acontecimiento similar
a la ocupación rusa de Afganistán, pero mucho más
significativo por el estatus especial de Arabia Saudita como guardián
de los lugares santos del islam.
Bin Laden también
se opone con rencor a los regímenes corruptos y represivos
de la región, a los cuales considera "no-islámicos,"
incluyendo entre éstos al régimen de Arabia Saudita,
el régimen islámico más extremista y fundamentalista
del mundo, si exceptuamos a los talibanes, y un estrecho aliado
de los EE.UU. desde su nacimiento. Bin Laden desprecia a los EE.UU.
por su apoyo a estos regímenes. Al igual que otros en la
región, también se siente ultrajado por el prolongado
apoyo estadounidense a la brutal ocupación militar israelí,
que ha cumplido ya 35 años; por la decisiva intervención
diplomática, militar y económica de Washington en
apoyo de los asesinatos y del cruel y destructivo cerco de muchos
años y de la humillación diaria a la que están
sometidos los palestinos; por la continua expansión de las
colonias israelitas destinadas a fragmentar los territorios ocupados
en cantones tipo Bantustán y a controlar sus recursos; por
la flagrante violación de las Convenciones de Ginebra y por
otras acciones que son clasificadas como crímenes en la mayor
parte del mundo, no así en EE.UU., sobre quien recae la principal
responsabilidad. Y al igual que otros, Bin Laden contrasta el apoyo
prestado por Washington a éstos crímenes con el asalto
británico-estadounidense contra la población civil
de Irak que dura ya más de una década y que ha devastado
su sociedad y ha causado cientos de miles de muertos al tiempo que
ha reforzado a Saddam Hussein - quien fuera uno de los amigos y
aliados favoritos de Washington y Gran Bretaña cuando cometía
sus peores atrocidades, como por ejemplo la gasificación
de kurdos, como recuerdan muy bien la gente de esta región,
aunque los occidentales prefieran olvidar los hechos. Estos sentimientos
son ampliamente compartidos. El 14 de Septiembre, el Wall Street
Journal publicó una encuesta realizada entre musulmanes ricos
y privilegiados de la región del Golfo (banqueros, profesionales,
hombres de negocios muy cercanos a los EE.UU.). Básicamente,
expresaron los mismos puntos de vista: resentimiento hacia las políticas
de los EE.UU. en apoyo de los crímenes de Israel y bloqueando
durante muchos años el consenso internacional para una solución
diplomática, mientras devastaban la sociedad civil iraquí,
apoyando regímenes anti-democráticos crueles y represivos
en toda la región e imponiendo barreras al desarrollo económico
"sustentando regímenes opresores". Entre la gran mayoría
de gente que sufre una pobreza extrema y todo tipo de opresiones,
estos sentimientos son similares y mucho más amargos, y son
la fuente de la furia y la desesperación que les ha conducido
a los bombardeos suicidas, como es ampliamente entendido por aquellos
que se interesan por los hechos.
Los EE.UU. y
buena parte de Occidente prefieren una historia más reconfortante.
Citemos, por ejemplo, uno de los principales artículos aparecidos
en el New York Times el 16 de Septiembre, los perpetradores actuaron
movidos por el "odio a los valores más preciados en Occidente
tales como la libertad, la tolerancia, la prosperidad, el pluralismo
religioso y el sufragio universal." Las acciones de los EE.UU. son
irrelevantes, y por tanto ni siquiera hace falta mencionarlas (Serge
Schememann). Esta es una imagen conveniente, y su tono general no
es extraño en la historia intelectual; de hecho es casi la
norma. No tiene nada que ver con lo que sabemos, pero tiene el mérito
de la auto-adulación y el apoyo sin fisuras al poder.
También
es ampliamente conocido el hecho de que Bin Laden y otros como él
están rezando para que ocurra "un gran asalto a los estados
musulmanes," el cual hará que infinidad de "fanáticos
se unan a su causa" (Jenkins y muchos otros). Esto es también
muy familiar. La escalada de violencia es típicamente bienvenida
por los elementos más duros y brutales de ambos lados, un
hecho suficientemente evidente en la historia más reciente
de los Balcanes, para citar sólo uno de los múltiples
casos.
¿Qué consecuencias tendrá sobre la política
interior y sobre la autopercepción de los americanos?
La política oficial de los EE.UU. ya ha sido anunciada. Se
ofrece al mundo una "severa elección": uniros a nosotros
o "enfrentaros a un panorama cierto de muerte y destrucción."
El Congreso ha autorizado la utilización de la fuerza contra
cualquier individuo o país que el Presidente determine que
estuvo involucrado en los ataques, una doctrina que cualquier partidario
de la misma considera ultra-criminal. Y esto se demuestra fácilmente.
Simplemente preguntando cómo habría reaccionado esta
misma gente si Nicaragua hubiera adoptado esta doctrina después
de que los EE.UU. rechazaran las órdenes de la Corte Mundial
de que "finalizara su uso ilegal de la fuerza" contra Nicaragua
y vetara una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas haciendo un llamamiento a todos los estados para que respetaran
la legislación internacional. Y este ataque terrorista contra
Nicaragua fue mucho más severo y destructivo incluso que
la atrocidad de los días pasados.
En cuanto a
cómo estos temas se perciben aquí, es un asunto mucho
más complejo. Debe tenerse en cuenta que los medios de comunicación
y las elites intelectuales generalmente tienen sus propias agendas.
Además, la respuesta a esta pregunta es, en gran medida,
una cuestión de decisión: al igual que en muchos otros
casos, con suficiente dedicación y energía, es posible
combatir y anular los esfuerzos de los que estimulan el fanatismo,
el odio ciego y la sumisión a la autoridad. Es una cuestión
que todos conocemos bien.
¿Espera que los EE.UU. cambien profundamente su política
hacia el resto del mundo?
La respuesta inicial ha sido hacer un llamamiento para intensificar
las políticas que condujeron a la furia y al resentimiento
que constituyen la base sobre la que se apoyan los ataques terroristas,
y para proseguir, aún con mayor intensidad, la agenda de
los elementos más extremistas del equipo dirigente: aumentar
la militarización, regimentar la vida interna, atacar los
programas sociales. Todo esto era de esperar. De nuevo, los ataques
terroristas, y la escalada de violencia que a menudo engendran,
tienden a reforzar la autoridad y el prestigio de los elementos
más represivos de la sociedad. Pero no hay nada que haga
que nos veamos inevitablemente sometidos a este curso de los acontecimientos.
Después
del impacto inicial, llegó el temor hacia cuál iba
a ser la respuesta estadounidense. ¿Está Ud. también
asustado?
Cualquier persona
en su sano juicio debe temer la reacción que parece más
probable - la que ya ha sido anunciada, la que probablemente da
satisfacción a las plegarias de Bin Laden. Es muy probable
que haya una escalada de violencia, en la forma que es ya familiar,
pero en este caso a gran escala.
Los EE.UU. ya
han exigido a Pakistán que cierre el suministro de alimentos
y otras mercancías que hasta ahora habían evitando
la muerte de una parte importante de la hambrienta y sufrida población
de Afganistán. Si se accede a esta petición, un número
indeterminado de personas, quizás millones, que no tienen
ni la más remota conexión con el terrorismo morirán
de hambre. Déjeme que le repita: los EE.UU. han pedido a
Pakistán que mate a millones de personas que son a su vez
víctimas de los talibanes. A esto ni siquiera se le puede
llamar venganza. Está a un nivel moral muy por debajo. Lo
significativo es que este hecho se menciona de pasada, sin comentarios,
y probablemente pase totalmente desapercibido. Podemos aprender
mucho sobre el nivel moral de la cultura intelectual reinante en
Occidente observando las reacciones que provoca esta petición.
Creo que podemos razonablemente confiar en que si la población
americana tuviera la más mínima idea de lo que se
está haciendo en su nombre, quedaría totalmente consternada.
Sería instructivo buscar precedentes históricos a
una acción de este tipo.
Si Pakistán
no accede a ésta y a las demás demandas de los EE.UU.,
corre el riesgo de ser también objeto del ataque - de consecuencias
desconocidas. Si Pakistán se somete a las demandas de los
EE.UU. pudiera ser que el actual gobierno fuera derrocado por fuerzas
muy parecidas a los talibanes - quienes en este caso tendrían
armas nucleares. Esto tendría un efecto inmediato en toda
la región, incluso en los estados productores de petróleo.
Llegados a este punto estaríamos considerando la posibilidad
de una guerra que podría destrozar gran parte de la sociedad
humana.
Incluso sin
llegar a estos extremos, lo más probable es que un ataque
sobre Afganistán tenga el efecto que muchos analistas predicen:
engrosar las filas de los que apoyan a Bin Laden, como él
espera. Incluso si le matan, habrá poca diferencia. Su voz
se oirá en los casettes que se distribuyen por todo el mundo
islámico, y es probable que sea considerado un mártir
que inspire a otros. Resulta oportuno recordar que hace 20 años,
un bombardeo suicida - un camión lanzado contra una base
militar de los EE.UU. - hizo que la mayor potencia militar del mundo
se retirara del Líbano. Existen un sinfín de oportunidades
para realizar ataques de este tipo. Y los ataques suicida son muy
difíciles de prevenir.
Hay quien dice que "El mundo no será el mismo después
del 11/9/01." ¿Lo cree Ud. así?
Los horrendos actos terroristas del martes pasado son algo bastante
novedoso en la escena mundial, no por su dimensión y carácter,
sino por su objetivo. Para los EE.UU. es la primera vez desde la
guerra de 1812 que su territorio nacional ha sido atacado. Ni siquiera
había sido amenazado. Sus colonias fueron atacadas, pero
no su territorio nacional. Durante todos estos años, los
EE.UU. prácticamente exterminaron a la población indígena,
conquistaron la mitad de Méjico, intervinieron violentamente
en la región que les rodea, conquistaron Hawai y las Filipinas
(matando a cientos de miles de filipinos) y, especialmente en el
último medio siglo, han extendido su recurso a la fuerza
por todo el mundo. El número de víctimas ha sido colosal.
Por primera vez los cañones han apuntado en la otra dirección.
Lo mismo puede decirse, por cierto, de Europa. Europa ha sufrido
una mortal destrucción, pero debida a guerras internas, mientras
tanto iba conquistando la mayor parte del mundo con una brutalidad
extrema. No ha sido atacada por sus víctimas externas, con
raras excepciones (el IRA en Inglaterra, por ejemplo). Es por lo
tanto natural que la OTAN salga en apoyo de los EE.UU.; cientos
de años de violencia imperial tienen un enorme impacto sobre
la cultura intelectual y moral.
Es correcto
calificar este desgraciado hecho como un novedoso acontecimiento
en la historia de la humanidad, no por la dimensión de la
atrocidad sino por el destinatario de la misma. La forma en que
Occidente decida responder es un asunto de suprema importancia.
Si los ricos y poderosos optan por mantener su tradición
centenaria recurriendo a la violencia extrema, contribuirán
a una escalada circular de la violencia, en una dinámica
ya conocida, con tremendas consecuencias a largo plazo. Por supuesto,
esto no es inevitable. Un público consciente de los hechos
en las sociedades más libres y democráticas puede
desviar esta política hacia cauces mucho más humanos
y honorables.
Traducido
por Marcel Coderch