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Las perspectivas del proceso de paz
20 de octubre
de 2000
Medio Oriente:
Para
hacer sentido de lo que ocurre hoy en Medio Oriente, es pertinente
retroceder algunos pasos y contemplar los sucesos desde una perspectiva
algo más amplia. Cualquier discusión de lo que se
ha llamado el "proceso de paz" debe tener en cuenta el significado
operativo de la frase: por definición, "proceso de paz" es
todo aquello que el gobierno de Estados Unidos tenga pensado alcanzar.
Si uno pesca tan esencial principio, entenderá que Washington
mine la paz, mediante esfuerzos tan claramente proclamados, como
vía para impulsar un proceso de paz. Ilustremos.
En
enero de 1988 la prensa reportó un "viaje de paz" del secretario
de Estado
George Shultz a Centroamérica. El encabezado decía:
"Shultz planea viaje de paz a Latinoamérica". El balazo explicaba
el objetivo: "La misión es el último esfuerzo por
desactivar la oposición a la ayuda a la contra". Los funcionarios
del gobierno estadunidense abundaban diciendo que la "misión
de paz" era "la única manera de salvaguardar" la ayuda a
los contras ante "una creciente oposición al interior del
Congreso".
El sentido de oportunidad es importante. En agosto de 1987, pese
a fuertes objeciones en Estados Unidos, los presidentes centroamericanos
habían arribado a un acuerdo de paz en torno a los amargos
conflictos de la región: los Acuerdos de Esquipulas.
Estados Unidos actuó de inmediato para minarlos y para enero,
lo había conseguido. Había excluido, con mucha efectividad,
el único "elemento indispensable" citado en los acuerdos:
cancelar el apoyo estadunidense a los contras (y los vuelos de abastecimiento
promovidos por la CIA se triplicaron al instante y el terror desplegado
por la contra se incrementó).
Washington eliminó
también el segundo principio básico de los acuerdos:
que toda previsión en torno a derechos humanos se aplicara
no sólo a Nicaragua sino a los clientes de Estados Unidos
(por mandato de Estados Unidos debían aplicarse exclusivamente
a Managua). Washington se las arregló para dar término
a las misiones internacionales de observación y evaluación,
muy vilipendiadas por haber cometido el crimen de describir con
veracidad lo que ocurría desde la adopción del plan
en agosto.
Para consternación del gobierno de Ronald Reagan, Nicaragua
aceptó, pese a todo, la versión de los acuerdos adosada
por el poder estadunidense, lo que dejó a Estados Unidos
sin argumentos. Esto condujo a la publicitada "misión de
paz" de Shultz, emprendida para avanzar "en el proceso de paz",
asegurándose de que no hubiera reflujo alguno en su programa
de demolición.
En resumidas cuentas,
la "misión de paz" era "el último dique" para bloquear
la paz y movilizar al Congreso estadunidense en apoyo al "uso ilegal
de fuerza" por el que Washington recibiera una recomendación
condenatoria en la Corte Mundial.
El recuento del "proceso de paz" en Medio Oriente tiene visos semejantes,
pero más extremos. A partir de 1971, Estados Unidos se hallaba
virtualmente solo en la arena internacional por impedir todo acuerdo
diplomático negociado del conflicto palestino-israelí:
el "proceso de paz" es el recuento de sus esfuerzos. Revisemos brevemente
los esenciales.
En noviembre de 1967,
por iniciativa estadunidense, el Consejo de Seguridad de la Organización
de Naciones Unidas (ONU) adoptó la resolución 242
en torno al punto "tierra por paz". Según entendimiento explícito
de Estados Unidos y otros signatarios, la resolución 242
de la ONU llamaba a un acuerdo pleno de paz basado en las fronteras
previas a junio de 1967, con algunos ajustes menores pactados mutuamente,
pero sin ofrecer nada más a los palestinos. Cuando el presidente
Anwar el Sadat, de Egipto, aceptó la posición oficial
estadunidense en febrero de 1971, Washington revisó la resolución
242, para que la retirada de Tel Aviv se entendiera como parcial,
según lo determinaran Estados Unidos e Israel. Esa revisión
unilateral es lo que hoy se conoce como "tierra por paz", lo que
refleja el poder estadunidense en los ámbitos de la doctrina
y la ideología.
Un reporte de la Ap sobre la ruptura de las negociaciones en Campo
David apunta que la declaración oficial final, "como gesto
a Arafat", expresaba que "el único camino a la paz era la
adopción de las resoluciones tomadas por el Consejo de Seguridad
de la ONU después de las guerras de Medio Oriente de 1967
y 1973. Estos documentos hacían un llamado a Israel a que
renunciara al territorio conquistado a los árabes a cambio
de fronteras seguras". La resolución de 1967 es la 242, que
implicaba la retirada total israelí con algunos ajustes menores
y mutuamente pactados; la resolución de 1973 es sólo
una adhesión a la resolución 242, sin cambios. Pero
el significado de la resolución 242 cambió crucialmente
desde febrero de 1971, conformándose a los dictados de Washington.
El fallecido presidente
Sadat alertó que el rechazo estadunidense-israelí
a la resolución 242 original conduciría a la guerra.
Ni Estados Unidos ni Israel lo tomaron en serio, apalancados en
argumentos extraordinariamente racistas y triunfalistas, que en
Israel asumieron después la forma de amargas denuncias. Egipto
se embarcó en la guerra en octubre de 1973.
Fue casi un desastre para Israel, y para el mundo: no eran triviales
las perspectivas de un intercambio bélico con armas nucleares.
La guerra de 1973 dejó claro, incluso a Henry Kissinger,
que Egipto no era fruta en la canasta y que no podía menospreciársele
así nomás. Washington viró entonces a su estrategia
natural de respaldos: excluir a Egipto del conflicto para que Israel,
montado en el apoyo estadunidense, procediera a integrar los territorios
ocupados y atacara Líbano. Esto se logró en Campo
David en 1978, y hoy se continúa publicitando como el gran
momento en el "proceso de paz".
Mientras tanto, Estados
Unidos vetó las resoluciones del Consejo de Seguridad de
la ONU que pugnaban por un arreglo diplomático que incorporara
la resolución 242 y que incluyera derechos para los palestinos.
Estados Unidos vetó año con año (junto con
Israel y una que otra vez con otros estados clientes) resoluciones
semejantes de la Asamblea General, y bloqueó todo esfuerzo
por alcanzar una solución pacífica al conflicto que
proviniera de Europa, los estados árabes o la Organización
para la Liberación de Palestina (OLP).
Este rechazo constante de un acuerdo diplomático es el "proceso
de paz". Hace ya tiempo que los datos fueron vetados de los medios
de comunicación y en gran medida se han diluido para la academia,
pero es fácil descubrirlos.
Después de la
Guerra del Golfo, Estados Unidos estaba, por fin, en posición
de imponer su postura unilateral de rechazo y así lo hizo,
primero en Madrid a fines de 1991 y luego en los acuerdos subsecuentes
Israel-OLP a partir de 1993. Con estas medidas, el "proceso de paz"
avanzó hacia arreglos al estilo bantustán que Estados
Unidos e Israel han propugnado. Eso está claro para cualquiera
que tenga los ojos abiertos y es transparente si nos atenemos a
los registros documentales y, sobre todo, a las crónicas
en el terreno. Eso nos lleva al periodo actual.
En julio de 2000 y después de varias semanas de deliberación
en Campo David, se reportó consistentemente que el principal
punto de tropiezo es Jerusalén. El recuento final reitera
esa conclusión. La observación no es falsa, pero sesga
un tanto. Se han propuesto algunas soluciones "creativas" para permitir
el asiento de autoridades simbólicas palestinas en Jerusalén,
o en Al Quds, como se conoce la ciudad en árabe. Esto incluiría
la administración palestina de los barrios árabes
--si es racional, revira Israel--, arreglos para que se respeten
los sitios religiosos islámicos y cristianos y una capital
palestina en el poblado de Abu Dis, cerca de Jerusalén, a
la que podría llamarse "Al Quds" con un poco de prestidigitación.
Tal empresa podría haber tenido éxito, y todavía
puede tenerlo. Pero surge un problema más espinoso en cuanto
uno hace la pregunta básica: ¿Qué es Jerusalén?
Cuando Israel conquistó
la Franja Occidental en junio de 1967 se anexó Jerusalén
--sin mucha cortesía--. Por ejemplo, se reveló recientemente
en Israel que el 10 de junio de ese año, cuando se destruyó
el barrio árabe Mughrabi, cerca del Muro de las Lamentaciones,
fue tal la prisa que un número indeterminado de palestinos
quedó enterrado en las ruinas que dejaron los bulldozers.
Muy pronto Israel triplicó las fronteras de la ciudad. Los
subsecuentes programas de desarrollo, emprendidos con muy pocas
variantes por todos los gobiernos, buscaban expandir los límites
del "gran Jerusalén" bastante más allá. Los
mapas actuales israelíes muestran con gran claridad la articulación
de los planes básicos.
El 28 de junio el diario
más importante de Israel, Ha'aretz, publicó un mapa
que detalla "el propósito israelí de un asentamiento
permanente". Éste es virtualmente idéntico al Mapa
de Estatus Final, de manufactura gubernamental, presentado un mes
antes. El territorio a ser anexado en torno al ya expandido "Jerusalén"
se extiende en todas direcciones. Hacia el norte llega más
allá de Ramallah, al sur más allá de Belén,
los dos poblados palestinos más importantes. Se dejarían
bajo control palestino, pero colindando con territorio israelí,
y en el caso de Ramallah el poblado quedaría segmentado del
territorio palestino hacia el este. Como todo el territorio palestino,
ambos poblados están separados de Jerusalén, el centro
de la vida en la Franja Occidental, por territorio anexado a Israel.
Hacia el este, el territorio a ser anexado incluye el pueblo israelí
de Ma'ale Adumin, en rápida expansión, y se extiende
hasta Vered Jericó, un pequeño asentamiento que bordea
el poblado de Jericó. La saliente llega hasta la frontera
con Jordania. Toda esta frontera será anexada a Israel junto
con la saliente de "Jerusalén" que parte la Franja Occidental.
Otra saliente que habrá de anexarse más al norte impone
virtualmente una segunda partición.
La intensiva construcción y los proyectos de asentamiento
de los últimos años se diseñaron para "crear
hechos" que condujeran a un "asentamiento permanente". Este es el
claro compromiso asumido por los gobiernos sucesivos desde el primer
"acuerdo de Oslo", que data de septiembre de 1993.
En sentido contrario
a muchos comentarios, funcionarios como Yitzhak Rabin, Shimon Peres
o Ehud Barak, vistos como palomas, han sido por lo menos tan fieles
a este proyecto como el tan repudiado Benjamin Netanyahu, aunque
ellos pudieron proseguir con sus fines sin tanta protesta. Aquí
cabe también un relato familiar. En febrero de este año
la prensa israelí reportó que el número de
edificios en construcción aumentó un tercio entre
1998, con Netanyahu, y el año en curso, con Barak. Un análisis
del corresponsal israelí Nadav Shragai revela que sólo
una pequeña fracción de las tierras asignadas a los
asentamientos se usa para la agricultura u otros propósitos.
En Ma'ale Adumin, por ejemplo, las tierras asignadas suman 16 veces
el área utilizada, y hay proporciones semejantes en otras
partes.
Los palestinos han interpuesto demandas ante la Suprema Corte Israelí
oponiéndose a la expansión de Ma'ale Adumin, pero
se han rechazado. En noviem- bre pasado, al rechazar una de las
demandas, un juez de la Suprema Corte explicaba que "algún
beneficio surgirá del desarrollo económico y cultural
de Ma'ale Adumin para los poblados (palestinos) vecinos", lo que
fragmenta efectivamente la Franja Occidental. Tales proyectos se
llevan a cabo gracias a la benevolencia de los contribuyentes estadunidenses,
mediante "creativos" mecanismos que hacen invisible el dato de que
existe una ayuda oficial de Estados Unidos apartada para tales propósitos.
El resultado propuesto
es que un posible Estado palestino consistiría en cuatro
cantones de la Franja Occidental: Uno, Jericó. Dos, el cantón
sur que se extiende hasta Abu Dis (el nuevo Jerusalén árabe).
Tres, un cantón norte que incluye las ciudades palestinas
de Nablus, Jenin y Tulkarm. Cuatro, un cantón central que
incluye Ramallah. Estos canto- nes están completamente cercados
por territorio que se anexaría Israel. Las áreas de
población palestina serían administradas por los palestinos
en una adaptación del sistema colonial tradicional, lo que
parece ser, a ojos de Israel y Estados Unidos, el único devenir
sensato. Los planes previstos para la Franja de Gaza, un quinto
cantón, son inciertos: Israel podría renunciar a ésta,
o podría mantener la región costera sur y otra saliente
que dividiría virtualmente la franja abajo de la ciudad de
Gaza.
Estos lineamientos son consistentes con las propuestas enfatizadas
desde 1968, cuando Israel adoptó el "plan Allon", que nunca
se presentó formalmente pero con el que se intentó
incorporar a Israel 40 por ciento de la Franja Occidental. Desde
entonces, el ultraderechista general Ariel Sharon, el Partido Laborista
y otros han propuesto algunos planes específicos. Son muy
semejantes en concepción y lineamientos. El principio básico
es que el territorio utilizable al interior de la Franja Occidental
y los recursos cruciales (sobre todo el agua) deben permanecer bajo
control israelí, pero que la población deberá
ser controla- da por un régimen palestino clientelar, que
se espera sea corrupto, bárbaro y dócil. Así,
los cantones administrados por palestinos podrán proporcionar
a la economía israelí mano de obra barata y fácilmente
explotable. A largo plazo, la población podría "transferirse"
a otra parte, de alguna forma.
Es factible imaginar
esquemas "creativos" para imprimirle delicadeza a los puntos relacionados
con los sitios de culto religioso y la administración de
los barrios palestinos de Jerusalén. Pero los problemas fundamentales
están en otras esferas. No queda claro que puedan resolverse
con sensatez en el marco de las naciones-Estado impuesto por la
conquista y la dominación occidentales en buena parte del
mundo, con consecuencias asesinas al interior de la propia Europa
por siglos, por no hablar de los efectos que hoy ya la rebasaron.
Noam Chomsky
La Jornada