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EE.UU. es un estado ilegal
14 de noviembre de 2000
Crítico feroz
de la política exterior de su país, analista impiadoso
de las hipocresías del discurso del poder, autor de muchos
libros donde la palabra imperialismo figura en primer plano, Chomsky
es un norteamericano defensor de causas aparentemente perdidas.
En su pequeña oficina universitaria, atiborrada de libros,
este científico famosísimo como el fundador de la
lingüística moderna explicó a Página/12
por qué el Plan Colombia es de todo menos "humanitario"
y por qué China tendría derecho a bombardear a Estados
Unidos.
Hay un solo "estado ilegal; Al definir al "estado ilegal"
(título de su último libro, Rogue States, publicado
por Southend Press) pasa lo mismo que con la mayoría de los
términos del discurso político. Tiene dos significados.
Sucede igual con "propaganda", que varía si es
propia o del enemigo. En Israel se inventó una nueva palabra.
Mala "propaganda" es la del enemigo, la propia se traduce
como "explicación" y se asume que es cierta. Lo
mismo sucede con "estado ilegal". Por un lado es un enemigo
oficial de los Estados Unidos; Cuba, por ejemplo. Pero si tomamos
la definición –un estado que rechaza sus obligaciones internacionales,
que actúa unilateralmente, que se abre paso violentamente–
Estados Unidos es el "estado ilegal", por ser de lejos
el país más poderoso y extremo en la violación
de la ley internacional, en su rechazo de las resoluciones del Consejo
de Seguridad de las Naciones Unidas. La posición oficial
es que Estados Unidos no está limitado por convenciones internacionales.
Por ejemplo, Estados Unidos rechazó el fallo de la Corte
Mundial por el ataque a Nicaragua y dio razones que son interesantes.
El Departamento de Estado dijo que antes podíamos contar
con que la mayor parte del mundo estaría de acuerdo con nosotros,
si no sufrirían las consecuencias. Cuando llegó la
descolonización el mundo se diversificó y no podíamos
esperar más que todos estuviesen de acuerdo. En consecuencia
nos reservamos el derecho de decidir lo que está dentro de
nuestra jurisdicción. En el caso de Nicaragua significó
rechazar el fallo internacional contra el uso ilegal de fuerza.
–Esto hace de los Estados Unidos el último poder imperial.
–Lo que llamamos imperialismo del siglo XIX fue breve. Hubo un imperialismo de ocupación real. Pero en su mayor parte la dominación de estados no tomó forma de ocupación directa. Los Estados Unidos no ocupan países actualmente, pero tenemos enorme influencia en América Central y el Caribe. La conquista de las Filipinas fue un imperialismo anticuado, llamado neocolonialismo, aunque fue simplemente una relación de poder. Desde la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos no ha sido la única potencia, pero ciertamente es la más poderosa.
–Usted ha definido la frase "intervención humanitaria" como el nuevo nombre del imperialismo y la diplomacia de cañoneras.
–No estoy solo en eso. La Cumbre del Sur (South Summit) tuvo lugar en abril. El G-77 (ahora con 133 países), y China, que representan el 80 por ciento de la población del mundo, publicaron una extensa declaración en la cumbre. Una sección condena el derecho de intervención humanitaria en violación al Estatuto de las Naciones Unidas, sin autorización del Consejo de Seguridad. Esto quiere decir que estoy alineado con el 80 por ciento de la población mundial. No siento que sea una posición aislada. La Cumbre del Milenio, que fue un asunto bastante tibio, tuvo algunas intervenciones con serio trasfondo. Una de ellas fue un llamado de Kofi Annan, el Secretario General de las Naciones Unidas, que normalmente se retuerce para caerle simpático a los Estados Unidos. Pero aun así, Kofi Annan dijo que si bien no debemos renunciar al derecho de intervención humanitaria, debe hacerse bajo los auspicios del Consejo de Seguridad. Este es precisamente el tema que divide a los Estados Unidos y Gran Bretaña y sus aliados, del resto del mundo.
–¿Por qué ha sido aceptable la intervención humanitaria en Kosovo pero no en apoyo de los kurdos, por ejemplo?
–Antes que nada, no es correcto decir Kosovo sí, kurdos no. Los Estados Unidos intervinieron contra los kurdos y apoyaron las atrocidades turcas. Es muy común en Occidente evaluar la forma en que se hacen las cosas. Es decir, mirar para otro lado. Eso deja el camino abierto al argumento de Clinton y otros y es que quizás seamos inconsistentes, pero no podemos hacer todo, etc, etc. Eso no es cierto. Los Estados Unidos intervinieron en forma directa en Turquía, mucho más que en los Balcanes, para intensificar las atrocidades. En realidad es asombroso observarlo y esto pesa también en América latina. Turquía ha recibido ayuda militar masiva por su posición estratégica. Esa ayuda militar tuvo una escalada en 1984. No tenía nada que ver con la Guerra Fría, ni con la Unión Soviética. Tenía que ver con que en 1984 Turquía lanzó una gran acción de contrainsurgencia contra los kurdos. Ahí creció la ayuda militar de Estados Unidos. Se mantuvo alta y alcanzó el máximo en 1997. En ese año, la ayuda militar fue mayor que en todo el período anterior a 1984. Esto no es Guerra Fría. Esto es los Estados Unidos proveyendo de armas pesadas y entrenamiento para un asalto contra los kurdos. Se expulsaron dos o tres millones de personas, hubo una enorme "limpieza étnica", se destruyeron alrededor de 3500 ciudades y pueblos. Fue siete veces peor que Kosovo bajo el bombardeo de la OTAN, e incluyó la matanza de miles de personas. Eso no es mirar para otro lado, es participar directamente.
–¿Qué pasó desde 1997?
–En 1999 Turquía era el principal receptor de ayuda militar estadounidense, fuera de Israel y Egipto, que están en categorías diferentes. En 1999 Turquía fue reemplazada por Colombia.
–¿Por qué Colombia?
–Porque Turquía ya había suprimido la resistencia kurda e impuesto un dominio muy brutal y Colombia no. Colombia había recibido más ayuda militar estadounidense que ningún otro país del hemisferio. Hay que recordar que sustancialmente, aunque no totalmente, la ayuda va a la gente que perpetra las atrocidades. El Departamento de Estado acepta que los militares les subcontraten las atrocidades a sus socios paramilitares. En 1999, mientras todos hablaban de la intervención humanitaria en Kosovo, mientras los Estados Unidos era partícipe de enormes atrocidades dentro de OTAN, trasladaba su participación en atrocidades aun mayores en Colombia. Esto no es mirar para otro lado. Y lo mismo es cierto en otros lugares. Por ejemplo, en Timor Oriental. Llegamos a ser noticia en setiembre (1999) cuando los paramilitares del ejército indonesio expulsaron tres cuartas partes de la población y prácticamente destruyeron el país. A principios de 1999 las atrocidades eran mucho peores ahí que en Kosovo antes del bombardeo. El ejército indonesio demostraba que iba a ser mucho peor si la gente votaba por la autonomía en el referéndum. Los Estados Unidos y Gran Bretaña apoyaron a los militares. Eso no es mirar para el costado. No se puede hablar de inconsistencia. Hay una política muy definida de intervenir y sostener atrocidades cuando es en apoyo de nuestros intereses. Y siguiendo esa misma línea, hay intervención militar cuando otro comete atrocidades y entonces se le llama "intervención humanitaria". Pero no hay inconsistencia y no hay doble mensaje.
–¿Se hubiera evitado las masacres en los años treinta de haber existido la intervención humanitaria?
–Concretamente, Occidente no se opuso a las atrocidades. Tomemos a Mussolini: su invasión de Abisinia fue formalmente condenada pero aprobada internamente. Esto se ve en los archivos secretos abiertos recientemente. El Departamento de Estado describió la intervención de Mussolini en Etiopía en términos positivos. Lo elogiaron por su éxito. Era muy querido en Gran Bretaña y los Estados Unidos (no sé si en el resto de Europa) y se aprobaba lo que estaba haciendo en Italia. Roosevelt lo describió como un admirable caballero italiano. En 1939 Roosevelt decía que Mussolini era un tipo decente pervertido por Hitler. Mussolini describió la invasión de Etiopía como "intervención humanitaria". Por supuesto, fue una matanza horrible.
–¿Y con respecto a Hitler?
–Los británicos lo apoyaban bastante...
–Vamos... ciertos sectores de la monarquía y algunas familias...
–Me refiero al Foreign Office. No lo veían mal. El panorama es confuso. Lo que se llamó el apaciguamiento de Chamberlain funcionaba con Mussolini. No le temían. Los Estados Unidos no estaban comprometidos en Europa. Hay un informe sobre Hitler de cuando anexó Austria. Los principales asesores de Roosevelt decían internamente que esto no era preocupante; era natural que los países de habla alemana se unificaran bajo un líder fuerte. En 1937, la oficina europea del Departamento de Estado describía a Hitler como un moderado entre los extremos de derecha e izquierda. Fue la posición del Departamento de Estado, que probablemente describiría también a los generales argentinos. Veremos cuando se abran los archivos. Los documentos decían que Hitler debía tener éxito o las masas de pobres y las clases medias desilusionadas podían volcarse a la izquierda. Esto fue en 1937. Otro ejemplo: los Estados Unidos criticaron la guerra de Japón en Manchuria y la invasión de China. Pero la posición sostenida por el embajador Joseph Crewe y por el secretario de Estado Cordell Hull hasta Pearl Harbour, era que podíamos establecer un modus vivendi con Japón si aseguraban los intereses de EE.UU. en China. Japón no quiso y eso condujo a la guerra. Hay un estudio académico sobre intervención humanitaria realizado hace dos o tres años por un profesor de derecho. En el período de 1928 hasta el estatuto de las Naciones Unidas en 1945 el autor identifica tres casos de intervención humanitaria: la invasión de Manchuria por Japón; la invasión de Abisinia por Mussolini y la anexión de las Sudetes por Hitler. Se justificó la fuerza en términos de objetivos humanitarios. Cuando Hitler tomó las Sudetes a Checoslovaquia, se llenó de retórica sobre el fin del conflicto étnico y la necesidad de ayudar a la gente. Fue un recordatorio de que todo uso de la fuerza militar, quizás desde Atila, se inicia para el bien, para ayudar a la gente que lo reclama, etc. Esto nos dice es que la acción humanitaria hay que evaluarla.
–Desde 1928, algunas palabras cambiaron pero los hechos son los mismos.
–Va más atrás. Europa a fines del siglo XIX inició su imperialismo por beneficio propio. Pero decía que era para elevar a los salvajes, convertirlos en cristianos y llevarles cosas maravillosas en nombre de la civilización. Todo humanitario. Y lo mismo cuando Estados Unidos invadió a Cuba en 1898, en nombre de una libertad que le impidió liberarse a sí misma de España. Esto se hizo con la más elevada retórica. Peor fue la conquista de las Filipinas donde se mató a cientos de miles de personas para convertirlos al cristianismo, elevarlos, civilizarlos. William MacKinlay, que era presidente, reconoció que las tropas estadounidenses estaban llevando a cabo atrocidades en las Filipinas. Pero dijo que no era el momento de discutir lo que estaban haciendo contra la gente que estaban liberando, mientras ellos disparaban a sus libertadores. Primero había que convencerlos por las armas que estábamos allí para brindarles los beneficios de la civilización. Totalmente humanitario.
–Proyectando eso...
–Proyectando... Hay libros sobre guerra humanitaria. El único caso que se cita comúnmente es la intervención francesa en el Levante en 1860, para proteger a los cristianos. Sin embargo, si miramos la historia, veremos que Francia, Inglaterra y el Imperio Otomano estaban compitiendo por el poder en la región. Desde la Segunda Guerra Mundial hay pocos casos de acción militar que tuviera consecuencias benignas. Está la invasión vietnamita de Camboya en 1978 y 1979 que derrocó a Pol Pot. Eso detuvo el terror. El otro es la invasión india de Paquistán Oriental, hoy Bangladesh. Yo no las llamaría intervenciones humanitarias porque no lo eran, pero sus consecuencias lo fueron. ¿Cómo reaccionó Estados Unidos? En el caso de Vietnam reaccionó con amargura. Impuso sanciones a Vietnam. Apoyó la invasión china para darle a Vietnam una lección. En el caso de laIndia Henry Kissinger estaba indignado. En aquel momento intentaba un viaje secreto a China, era un contacto de relaciones públicas a través de Paquistán. Temía que la invasión india lo pusiera en ridículo. No importaba que la invasión hubiera salvado un par de millones de bengalíes. ¿A quién le importó? Enfureció a Kissinger y él quería imponer sanciones. También tuvimos la invasión de Lyndon Baines Johnson a Santo Domingo en 1964. El ataque de Estados Unidos contra Vietnam del Sur se denominó "la defensa de Vietnam". Es como si a la invasión soviética de Afganistán la llamáramos defensa de Afganistán. Este es un reflejo del poder ideológico. Pero por supuesto se hizo bajo un velo humanitario. El argumento para derrocar a Salvador Allende fue proteger al pueblo de Chile...
–Henry Kissisnger decía que los Estados Unidos no podía permitir que un pueblo fuera tan estúpido que quisiera ser comunista. ¿Debemos esperar una intervención humanitaria en Colombia?
–Primero tenemos que preguntar si es humanitaria. Segunda pregunta, ¿qué razón tiene la ayuda militar a Colombia? Ni fingimos que sea humanitaria. Lo que se finge es un intento de detener el tráfico de drogas, que tiene que ver con los intereses estadounidenses.
–Una acción policial.
–Es una acción militar contra el narcotráfico. Pero ¿es cierto? Siempre tenemos que preguntar de cualquier estado, del propio o de otro, si el pretexto expuesto es genuino. Bien, ¿es plausible en este caso que sea parte del control de la droga? Dudoso. El gobierno colombiano, incluyendo las guerrillas, pide apoyo para desarrollar cultivos alternativos, una manera de resolver el problema y crear oportunidades. ¿Cuánto del plan Colombia va a cultivos alternativos? Están excluidas las zonas controladas por FARC. Los analistas de las Naciones Unidas han señalado que las FARC piden ayuda para cultivos alternativos y no han destruido los dirigidos por las Naciones Unidas en las áreas que controlan. Esto es sugestivo. Por otro lado ¿cuántos fondos se destinan a reprimir a los paramilitares quienes, hasta el Departamento de Estado lo dice, son responsables de las mayores atrocidades y están totalmente metidos en el narcotráfico? La respuesta es nada. Otra pregunta, dónde está el problema de la droga. ¿En Colombia? ¿O en los Estados Unidos? Hay que resolverlo en los Estados Unidos. ¿Puede hacerse? Sí. En realidad, hay importantes estudios del Pentágono, de la Drug Enforcement Agency (DEA), la Rand Corporation y consultores militares, que analizaron cómo tratar el problema de las drogas. Dicen que el tratamiento y prevención es alrededor de siete veces más rentable que la criminalización. Once veces más eficaz que el control de fronteras y veintitrés veces más efectivo que destruir plantaciones de droga en países extranjeros. Pero hoy, un gran número de adictos no puede conseguir tratamiento. Cuando el plan Colombia fue llevado por Clinton al Congreso, sólo un congresal o dos pidieron invertir pequeñas sumas en prevención y tratamiento. El gobierno reconoció que era más rentable. Pero lo que eligieron fue lo que sabían que era lo menos eficaz para solucionar el problema de la droga. ¿Eso apoya el argumento que esto está dirigido contra el narcotráfico? Y una pregunta final, ¿qué derecho tiene Estados Unidos de llevar la guerra biológica, con fumigación y ataques militares, a otro país si ese país está produciendo cultivos que los Estados Unidos no quiere? Gran parte del mundo está obligado a aceptar las sustancias agrícolas letales estadounidenses, bajo amenaza de severas sanciones comerciales. En realidad tienen que aceptar hasta la publicidad de esas sustancias. En Asia, el número de muertes por el tabaco en la población joven y de mujeres, creció después que se vieron forzados a aceptar exportaciones estadounidenses. ¿Tiene China derecho a bombardear los Estados Unidos? Me parece que si. Y esto es sólo parte de la historia. ¿Por qué los campesinos colombianos cultivan coca? No porque les guste ni porque sea saludable. En la década del cincuenta Colombia era unimportante productor de granos. Ya no lo es. La producción triguera de Colombia fue minada por exportaciones agrícolas subsidiadas desde los Estados Unidos.
–¿Qué pasó con el café?
–El café es una
fuente de divisas. Como la mayoría de las materias primas
tiene fuerte oscilación de precio. Para la gran agroindustria
no es un problema. Si no tiene ganancias un año, los tiene
el siguiente. Pero si usted es un pequeño productor campesino
no le puede decir a sus hijos: no se molesten en comer este año,
tendremos algún alimento el próximo. Cuando los países
productores de materias primas comenzaron a unirse en la década
del sesenta y formaron la Unctad, con propuestas para estabilizar
los precios de las materias primas, Estados Unidos no lo permitió.
En la década del 80, creció la producción de
droga. Un aspecto de lo estructural de los programas económicos
que exportan los Estados Unidos es que los países tienen
que abrirse a la importación agrícola norteamericana,
que es muy eficiente y altamente subsidiada. Eficiente debido a
ventajas naturales, primero, pero un par de siglos de intervención
estatal mejora las condiciones. El Banco Mundial les dice a los
que se dedican a producir productos agrícolas para exportación,
que busquen ventajas comparativas. Eso es maximizar los beneficios
de la exportación. Pensemos en un campesino en Bolivia. ¿Cómo
maximiza para exportar? Hay un camino: cultivando coca. Las drogas
son una consecuencia de los programas que se imponen. La guerra
contra la droga esconde muchas cosas. Es muy fácil decir
que somos humanitarios. La cuestión es si es verdad.
–¿Qué nos dice todo esto de las intervenciones humanitarias?
–Occidente se felicita por su magnífico humanitarismo al bombardear Serbia, lo que incidentalmente aumentó las atrocidades... pero mientras se felicitaban hubo atrocidades aun peores dentro de la OTAN.
–¿Por qué se dio una lectura tan equivocada?
–¿Quién leyó mal? Acabo de decirle que los líderes del ochenta por ciento del mundo lo censuraron.
–Pero el lenguaje político de Estados Unidos siempre habla de acción humanitaria.
–Esto no tiene nada que ver con lenguaje, es ideología. Así, cuando el mundo, probablemente Argentina también, describe la invasión de Vietnam como una defensa, no se trata de lenguaje. Eso es ideológico. Eso es la subordinación de los intelectuales al poder del estado. Durante la guerra de Kosovo intenté ver la opinión del mundo. Aquí no se informó nada acerca de la opinión mundial. Había que recurrir a fuentes extranjeras para encontrar algo. Era interesante. Por ejemplo, la India, la democracia más grande del mundo, describía la acción como diplomacia de cañoneras. Israel, un estado cliente, expresó una condena muy dura. Un analista militar lo describió como un retorno al imperialismo del siglo XIX. En Egipto, otro estado cliente de Washington, el Al Ahram, diario oficial, publicó una fuerte condena.
–Pero el resto del mundo no hizo la misma lectura.
–Eso se debe a la subordinación al poder. Si en otras partes los intelectuales aceptan la posición de Estados Unidos y Gran Bretaña, es sólo por su subordinación al poder. Y no tiene nada que ver con el lenguaje usado. Si se retrocede a la retórica de Hitler y Mussolini es igual. El lenguaje es un fenómeno importante pero no es un asunto clave.
–Entonces el lenguaje del poder no es el poder del lenguaje. Usted es un analista político. ¿Ha puesto el lenguaje en segundo lugar?
–Mire los libros en
mi escritorio. Lenguaje, derechos humanos, utilización del
agua en Israel, y gramática. Bueno, política también.
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