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Documentos de Noam Chomsky

11 de septiembre de 2003

Poder y terror

Noam Chomsky
La Razón
«Poder y terror» es el último libro del prestigioso lingüista, publicado por RBA Editores. A continuación reproducimos un extracto del primer capítulo, correspondiente a un acto celebrado el 21 de mayo de 2002. Chomsky describe sus primeras impresiones tras conocer los atentados del 11 de septiembre.

Puse la radio para enterarme de lo que pasaba y, obviamente, pensé que era una atrocidad espantosa. Reaccioné igual que la mayoría de la gente de todo el mundo. Una atrocidad espantosa pero, a menos que esté usted en Europa, Estados Unidos o Japón, supongo que todos sabemos que no era nada nuevo. De la misma manera han tratado las potencias imperialistas al resto del mundo durante cientos de años. Fue un acontecimiento histórico pero, desgraciadamente, no por la magnitud ni la naturaleza de la atrocidad sino por quiénes habían sido las víctimas.

Si repasa cientos de años de historia, los países imperialistas han sido básicamente invulnerables. Se cometen cantidad de atrocidades, pero en otro sitio. Lo mismo que Japón cometió atrocidades en China y, hasta donde yo sé, no hubo ataques terroristas en Tokio. Siempre se cometen en otro sitio. Y eso viene ocurriendo desde hace cientos de años. Ésta es la primera diferencia. No es tan sorprendente. He hablado y escrito sobre estos temas antes y, por todas partes, aparecen en la literatura especializada. Ha sido bien interpretado y es más que obvio que, con la tecnología contemporánea, es posible que grupos reducidos sin demasiada sofisticación tecnológica cometan tremendas atrocidades. El ataque con gas en Japón es un ejemplo.

Esa clase de cosas han sido de dominio público durante años para cualquiera que preste un poco de atención. Puede encontrar artículos en revistas especializadas de Estados Unidos, escritos mucho antes del 11 de septiembre, en los que se señala que no sería tan difícil provocar una explosión nuclear en Nueva York. Hay cantidad de armas nucleares fuera de control en el mundo entero. Por desgracia, decenas de miles de ellas y de sus componentes. Hay información disponible al alcance de cualquiera sobre cómo combinarlos para producir una pequeña «bomba sucia». O lo que se llama una pequeña bomba, puesto que la lanzada en Hiroshima sería a estas alturas una «pequeña bomba». Pero una bomba como la de Hiroshima en la habitación de un hotel de Nueva York no tendría ninguna gracia.

Y no sería en absoluto difícil colocarla. Quiero decir que, con una capacidad bastante limitada, una persona podría probablemente pasar componentes de contrabando por la frontera canadiense, una frontera desguarnecida que no puede protegerse. Es muy posible que ocurra esa clase de cosas en estos tiempos, a menos que los conflictos se encaren de manera sensata. Y la manera sensata es tratar de entender de dónde viene la cosa.

De nada sirve limitarse a armar escándalo. Si de verdad se busca intentar prevenir futuras atrocidades, hay que tratar de averiguar cuáles son sus raíces. Y casi todos los delitos, un delito callejero, una guerra, lo que sea, por lo general tienen algo detrás con visos de legitimidad, y son esos visos de legitimidad lo que es necesario tener en cuenta. Y tanto vale si se trata de un delito callejero o de crímenes de guerra de una potencia agresora.