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PLAN COLOMBIA

La nueva estrategia imperial para los ejércitos
de Latino América y el Caribe

En el marco de las acciones militares previstas en el Plan Colombia, el involucramiento en el conflicto de las fuerzas militares de los países vecinos se halla previsto en forma explícita. Efectivamente, en el Plan Colombia, capítulo V, irónicamente denominado “El proceso de paz”, establece en el acápite : “El papel de la comunidad internacional” que: “En el campo de las relaciones bilaterales, la colaboración militar y de policía es vital”, agregando más adelante que: “En esta área sería de mayor beneficio la coordinación de operaciones militares y de policía, y el mejoramiento de seguridad fronteriza y el apoyo de equipos y de tecnología”, coordinación que se ha convertido, con agilidad inusual en las Fuerzas Armadas de Latinoamérica, en acciones directas para cercar a Colombia.   
La participación coordinada  se inscribe en la estrategia mundial actualmente en marcha, la que, superando las estrategias diseñadas por los EE.UU. para la “defensa hemisférica” asignada a las FF.AA. en años anteriores, y, al concepto de la seguridad interna que formaba parte del proyecto de Kennedy para convertir a los ejércitos de América Latina en fuerzas de seguridad que controlaran a su propio pueblo mediante la violencia y la represión, pretende “ crear una instancia multinacional que pueda intervenir, llegado el caso, en aquellos países del continente donde la democracia esté en peligro”, como lo propusiera la Misión de Estados Unidos el 8 de junio de 1999, cuando culminó la XXIX Asamblea General de la OEA,  a fuer de una publicitada posible extensión del narcotráfico, propuesta que, si bien su estudio fue aplazado hasta junio del 2000 y sobre la cual no se conoce una posición definitiva, incluye un nuevo elemento, una nueva base sobre la cual actuaría esa fuerza multinacional, la “democracia en peligro”, lo cual descubre y reafirma nuestras apreciaciones sobre la intención de los Estados Unidos de crear en el continente americano una suerte de OTAN que, precisamente, intervenga cuando en un país, cualquiera este sea, se creen condiciones que no satisfaga la comprensión que sobre lo “democrático” mantiene el imperio, que no es otra que los intereses de sus empresas en este proceso de recolonización, conceptuado eufemísticamente como globalización.    
Desde la perspectiva de la conformación de la denominada, en el lenguaje diplomático de Washington,  “instancia multinacional”, que propiamente debería denominarse “Fuerzas Operativas Conjuntas de Intervención de los Ejércitos de América Latina”, y de la conjugación de ésta con el concepto y el uso que hace actualmente el imperio sobre el concepto “democracia”, es previsible adelantar los próximos objetivos si la estrategia establecida logra el triunfo en Colombia:  

-     En primer lugar la Venezuela del Coronel Chávez, respecto a quien se ha iniciado ya una amplia campaña de desinformación y de acusación sobre incapacidad  e intolerancia –falta de sentido “democrático”-, a lo que se suma la actitud asumida por aquel respecto a Cuba Socialista e Irak, y el papel que viene jugando por el robustecimiento de la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP) y, consecuentemente, por el mantenimiento de niveles altos de precios del petróleo -lo que ha generado dificultades diversas en los países desarrollados-, circunstancias todas que son reseñadas constantemente en los medios de comunicación social, en negativo por cierto, lo que permite presumir la existencia de, por lo menos, una posición contraria al Coronel Chávez, lo que llegó incluso a reflejarse en el alineamiento que los canales internacionales de televisión asumieron a favor del candidato neoliberal Arias durante el proceso electoral último. Todo ello apunta en el sentido de la tesis mencionada; y,

-     En segundo lugar, la Cuba Socialista, respecto a la cual existe una clara animadversión y predisposición, pero, simultáneamente, respeto por la conjugación, empatía del pueblo cubano con sus líderes históricos y con su proyecto social, lo que otorga al proceso cubano una base social fuerte, a más, por cierto, de la entereza y fortaleza de sus fuerzas militares, lo que no permite avanzar al imperio con la presteza con la que siempre ha querido hacerlo.   

Igualmente, desde la perspectiva de las estrategias elaboradas por los Estados Unidos, y según el analista colombiano Libardo González, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Bogotá, el Plan Colombia “pretende variar la dinámica que se llevó a cabo en El Salvador y Guatemala, en donde Washington decidió el proceso de paz y forzó a los militares a asumirlo. Acá, más bien se apresta a bloquear un proceso de paz en curso, para decidir la suerte del país en un escenario de guerra”, apreciación hoy comprobada por la fuerza de los hechos.   
Desde otra perspectiva, la creación de la fuerza multinacional igualmente responde a una asimilación de la experiencia de Vietnam, conflicto durante el cual la opinión pública norteamericana jugó un papel importante, opinión en contra de la guerra ante la constatación, entre otras, del importante número de ciudadanos norteamericanos muertos en este conflicto, experiencia que aconseja al imperio a poner el dinero, en tanto nosotros, los latinoamericanos,  pondremos los muertos.     
En el campo de las acciones concretas, seguramente para lograr: “la coordinación de operaciones militares y de policía, y el mejoramiento de seguridad fronteriza y el apoyo de equipos y de tecnología”, se realizó en Cartagena la Tercera Cumbre de Ministros de Defensa a la cual asistieron además de Peter Romero, subsecretario del Departamento de Estado para América Latina, William Cohen, secretario de Defensa norteamericano, y Charles Wilhem, jefe del Comando Sur.   
Los esfuerzos para lograr la coordinación entre los ejércitos latinoamericanos para su participación en el Plan Colombiano no han cesado, por el contrario se continuaron con la reunión que, sobre “Intercambios de Conceptos Sobre Desempeño de las Fuerzas Armadas en América”, se realizó a mediados de marzo en Cartagena, con la participación del  General John C. Thompson, director del Colegio Interamericano de Defensa, así como la reciente reunión de Ministros de Defensa realizadas en la ciudad de Manaus, Brasil, los días 16 y 17 de octubre del 2000.
Este cambio en la estrategia americana es de especial importancia,  ya que, entre otras cosas, explica el por qué de las presiones ejercidas sobre el Ecuador para la firma de la paz con el Perú, condición sine qua non para dar paso a los ejercicios de UNITAS[3], con la participación conjunta de las armadas navales del Ecuador y Perú, como efectivamente sucediera pocos meses luego de la suscripción del acuerdo de paz.     
Los ejercicios conjuntos de los ejércitos latinoamericanos en el marco de UNITAS, igualmente anunciaban el inicio de la preparación para acciones coordinadas, como las que demanda el Plan Colombia, cuyo proceso innegablemente se ha iniciado como lo comprueba el cerco tendido en la frontera colombiana a la fecha en que se escribe el presente trabajo (octubre del 2000) por los ejércitos de Ecuador, Perú y Brasil,  bajo el argumento de que es necesario impedir una supuesta invasión por parte de la guerrilla colombiana a los territorios nacionales, cuando en realidad de lo que se trata es de actuar como fuerza de contención desde la retaguardia de las FARC; apoyar la acción militar del ejército colombiano mediante el corte de la retaguardia  que podría ser utilizada en una eventual retirada forzada de las FARC; impedir la logística de las FARC y el ELN, a través de las fronteras comunes; proporcionar información de inteligencia sobre los movimientos en las zonas fronterizas;  y, llegado el momento y como lo prevé, por ejemplo, el “Plan Cobra” del Brasil, intervenir directamente en el conflicto.    
Efectivamente, el “Plan Cobra”, contempla la intervención directa de las fuerzas armadas brasileras 2 años luego de iniciada la ofensiva por parte del ejército colombiano[4], como lo publicita la prensa internacional y la cesión de la base de Alcantara; los  convenios suscritos: por el gobierno del Reino de los Países Bajos, el 13 de abril de 1999, mediante el cual  se facilita: “el acceso tanto terrestre como aéreo y el uso de ciertos aeródromos  a personal de las Fuerzas Armadas y a personal gubernamental civil de los Estados Unidos de América“[5], y por el gobierno del Ecuador, el 11 de abril de 1999,  sobre la base del cual acuerda: “Permitir al personal de los Estados Unidos, sus dependientes, y a las entidades COA, el acceso y uso de la Base de la Fuerza Aérea Ecuatoriana en Manta, así como el Puerto de Manta e instalaciones relacionadas con la Base o en su vecindad”[6], puerto de especial importancia en la estrategia norteamericana, como lo revela la afirmación del General Charles Wilhelm, Jefe del Comando Sur, para quien Manta es: “... el sitio idóneo para sustituir las capacidades perdidas al abandonar la base aérea de Howard (canal de Panamá)”, a lo que se suma, en el caso del Ecuador que: “La provincia fronteriza de Sucumbíos (Ecuador) es vista como la región que abastece a todas estas fuerzas. El resto de las operaciones militares se concentrarían en el centro y el suroeste del país. Pero en el enfoque geopolítico del Pentágono el puerto de Manta (provincia de Manabí), situado en el litoral del Pacífico ecuatoriano, es el componente clave del Plan Colombia.    
Como la invasión por tierra está momentáneamente descartada, la tendencia es a impulsar la intervención por aire y por mar, como en la última guerra de los Balcanes. Hay entonces la amenaza de que la base de Manta sea algo más que “un punto de apoyo logístico”. Y de hecho, el Plan Colombia le ha asignado un rol similar al que tuvo la base militar de Palmerola (Honduras) en la guerra contra Nicaragua y El Salvador”[7] .    
En el marco de las realizaciones concretas de la intervención prevista, y con el objetivo de construir justificaciones para lograr la anuencia de la opinión pública de varios países de Latinoamérica para el involucramiento de sus fuerzas armadas en el conflicto interno de Colombia, se promocionó un clima de alarma sobre el peligro que representaba el conflicto colombiano, para lo cual se acudió a calificar como incursiones guerrilleras a actos que luego se demostraron como hechos delictivos que luego las fuentes oficiales hubieron de reconocer, como es el caso de los secuestros que se produjeron en territorio del Ecuador en noviembre de 1999 y en octubre del 2000, en el primer caso de un grupo de ciudadanos extranjeros y en el segundo de un grupo de técnicos norteamericanos, franceses, argentinos y chilenos de la empresa española-argentina Repsol-YPF.    
En esta línea igualmente se inscribía, entre otras, las advertencias que pronunciaba Charles Wilhem, Jefe del Comando Sur, respecto a la amenaza del conflicto colombiano sobre Panamá y la incapacidad de ese país para controlar la situación, actos todos los cuales demuestran que  EE.UU. jugó un papel activo en los esfuerzos para “alertar” a los vecinos de Colombia sobre los peligros que corrían y mientras avanzaba en la búsqueda de un consenso latinoamericano para una eventual intervención “multilateral” en Colombia.   
Si todo ello no bastase para convencer sobre la prevista participación coordinada de las fuerzas armadas de los países latinoamericanos en el conflicto colombiano, baste recordar las declaraciones de Carlos Saúl Ménem, entonces Presidente en funciones del Argentina, en el sentido de que estaría dispuesto a enviar tropas a Colombia si el gobierno colombiano se lo solicitaba, declaraciones que llevan las intenciones más allá de la presunción manifiesta por el Foro “El Sur responde al Plan Colombia”, cuando indica que: “El Plan Colombia se inscribe dentro de las políticas globales de los Estados Unidos frente a América Latina y el área andina: así como el foco de la política de intervención en los años 70 por parte de los Estados Unidos fue el cono sur, en la década de los 80 fue Centroamérica, en los momentos actuales lo constituyen los países de la región andina” agregando que:  “Con esta finalidad se esta organizando y orquestando una campaña, según la cual el conflicto colombiano amenaza la estabilidad de los países limítrofes, que busca crear las condiciones para organizar un Ejército multinacional andino como mecanismo indirecto de intervención de los Estados Unidos”[8].    
Finalmente vale mencionar que si el rol asignado a los ejércitos de América Latina en el conflicto colombiano es entendible -si bien no explicable y peor justificable-, no lo es la presencia  de militares franceses en la selva del Ecuador, como lo asevera el Diario El Comercio de la ciudad de Quito, Ecuador, en su edición del día jueves 19 de octubre del 2000, cuando afirma que: “Diez militares de Francia realizan un curso en la selva de la Amazonía del Ecuador como parte de un intercambio castrense entre los dos países, informó la Secretaría general (sic) de Comunicación de la Presidencia del Ecuador. Agregó que en ese marco, dos oficiales y 28 alumnos de las Fuerzas Armadas de Francia en la colonia de Guyana se encontraban en la brigada de selva número 19 Napo del ejército. Los franceses “realizan un curso de selva como entrenamiento castrense”, señalando más adelante que: “La presencia militar no se relaciona con el Plan Colombia”, a menos que se acepten las siguientes hipótesis: 

-     Francia está dispuesta a prestar su contingente militar en el marco de la creación de la “fuerza multinacional” propuesta por los Estados Unidos en el seno de la OEA, como quedó anotado;

-     Francia considera que el conflicto podría extenderse más allá del territorio Venezolano y afectar a la Guyana Francesa; o,

-     Se ha dado inicio ya a los aprestos para la Venezuela de Chávez. 

Fuese cual fuere la verdadera razón para tal presencia, debe preocuparnos enormemente, cuanto más cuando se constata una acción diligente por parte de los voceros del Palacio de Gobierno del Ecuador para señalar la presencia de tropas francesas, y, sobre todo, por el énfasis explícito puesto en la afirmación de que “La presencia no se relaciona con el Plan Colombia”, puesto que es conocido que las afirmaciones tajantes, rotundas, provenientes del poder, de las fuentes oficiales, siempre pretenden esconder las verdaderas intenciones, los objetivos reales de tales acciones, como se demuestra a lo largo del presente análisis, en especial en el numeral  3 inmediato subsiguiente.  

[3]  “En sus comienzos, las maniobras UNITAS iban dirigidas a la guerra en la superficie del mar, pero en los años sucesivos se fueron sumando otros ejercicios: guerra antsubmarina, guerra electrónica, comunicaciones, náutica y <<juego libre>> que recurre a toda gama de la guerra naval. En épocas más recientes se han incorporado operaciones anfibias, apoyo de cañoneo naval, vuelo de helicópteros a cubierta cruzada, guerra de minas y operaciones con el servicio de guardacostas. Las maniobras UNITAS no están reguladas por acuerdo oficial alguno”. Steinsleger, José, Op. Cit. Página 126.

[4]   La ofensiva del ejércitosde inició  en la segunda semana del mes de octubre del 2000, haciendo uso inicialmente de las fuerzas paramilitares, acciones que se robustecieron con la participación en los combates de las fuerzas regulares del ejército colombiano, ante la contraofensiva victoriosa que, en gran escala, desarrollaran las FARC.

[5]  Anexo Nº 2

[6]  Anexo Nº 1

[7] Steinsleger, José: “Ecuador: ¿portaviones del Pentágono?” , Hoy, Quito, Ecuador. 

[8]  Foro “El Sur Responde al Plan Colombia”: “Declaración de Puerto Asís (Putumayo), septiembre 9 del 2000