26 de junio del 2003
Perú: Pensando en las y los Prisioneros de Guerra
Lori Berenson
www.loribire.org
Hace algunas semanas cuando recién se iniciaba la invasión
a Irak, fueron capturados algunos soldados de la coalición anglo-estadounidense.
De inmediato el gobierno estadounidense puso el grito en el cielo al ver las
imágenes de estos prisioneros de guerra en la prensa árabe y exigieron
que se respeten los convenios internacionales sobre los prisioneros de guerra.
Para la gran mayoría de seres pensantes de este mundo, el respeto de
los Convenios de Ginebra sobre las y los prisioneros es una exigencia para todas
las partes de un conflicto. Demandamos ese respeto.
Sin embargo, solo días después veríamos cómo los
soldados norteamericanos ataban de manos a militares y civiles iraquíes
y lo echaban en camiones, para luego llevarlos con rumbo desconocido. Tratar
a una persona como si fuera un objeto, es de por sí un trato inhumano
y degradante que viola los convenios internacionales. Nos preocupa aún
más qué les podría haber pasado a esas personas cuando
no estaban en la mira de los periodistas.
Personas detenidas en todo el mundo han sufrido los maltratos y torturas más
brutales y salvajes a través de los tiempos. Prueba de esta política
demente podría ser encontrada visitando cualquier cárcel, especialmente
las cárceles en donde recluyen a presos políticos o prisioneros
de guerra.
¿Los derechos de los seres humanos existen? Pareciera que primero estaría
el "derecho" que sienten tener los poderosos para hacer y deshacer como les
plazca con las vidas de otros. La hipocresía de aquellos que exigen el
respeto de los derechos humanos mientras que ellos mismos lo violan es aún
otra ironía que causa tristeza, ira y asco.
Sentimos mucha indignación al ver esta hipocresía, no sólo
las imágenes filmadas de los prisioneros de guerra iraquíes que
hemos presenciado gracias a que las cámaras de la CNN que no sufrieron
los ataques que sí sufrieron las de la cadena Al-Jazeera, sino también
saber que miles de personas fueron detenidas en los EE.UU. en la víspera
de la invasión y sin saber en qué condiciones se encuentran.
Hace más de un año, el mundo pudo ver unas pocas imágenes
del horrendo traslado de prisioneros de guerra acusados de ser Talibanes a la
base militar estadounidense en Guantánamo, Cuba. Nadie sabe lo que sufren
en este centro de detención, así como la opinión pública
desconoce el paradero de los miles de detenidos en los Estados Unidos luego
del ataque al Centro Mundial de Comercio en Nueva York el 11 de Septiembre del
2001.
Me recuerda la situación carcelaria en el Perú luego del autogolpe
de Alberto Fujimori en Abril de 1992. Nadie tenía acceso a los prisioneros
políticos, y no se sabía lo que sucedía en los penales,
ni mucho menos lo que sufrían los detenidos en los cuarteles de las Fuerzas
Armadas y policiales durante los "interrogatorios científicos"cuando
torturaban a los detenidos (hecho común que sólo se reconoce últimamente
como "exceso"). Al encontrarme también como prisionera política,
mi preocupación sobre estos detenidos es más fundada; una conoce
la cruda realidad de encontrarse en manos de un sistema que no solo detesta
al prisionero sino que lo ve como algo menos que humano.
Tengo muy presente una imagen del trato que se da a los prisioneros de guerra.
Durante la ofensiva militar de la entonces guerrilla Frente Farabundo Martí
para la Liberación Nacional en el Salvador en Noviembre de 1989, el Ejército
Salvadoreño mostró a la prensa a un combatiente revolucionario
capturado. Presentaron a ese joven y muy maltratado combatiente con sus manos
atadas a la espalda, empujándolo para acercarlo a las cámaras
como si fuera un objeto o un animal. En el pecho desnudo del guerrillero, habían
hecho una serie de cortes para deletrear la palabra "TERRORISTA" en letras grandes
de 5 a 7 centímetros cada una.
No sé si sobrevivió ese joven, pero lo que sí sé
es que para ese entonces, el gobierno de los Estados Unidos proporcionaba sumas
exorbitantes (miles de millones de dólares al año) a las Fuerzas
Armadas salvadoreñas, mientras que militares estadounidenses participaban
directamente en el entrenamiento de las tropas salvadoreñas. Al igual
que en el caso de los militares de toda Latinoamérica, oficiales de las
fuerzas policiales y militares salvadoreñas iban becados a los cursos
dados en la Escuela de las Américas, verdadera escuela de tortura actualmente
ubicada en los mismos Estados Unidos.
Me pregunto si los oficiales a cargo de los soldados que cortaron el pecho de
este prisionero de guerra habrían estudiado cursos de "contrainsurgencia"
en aquella academia en donde miles de militares vienen "perfeccionando" sus
métodos para causar abominables sufrimientos a las y los detenidos.
Todo esto lleva nuevamente a convencernos de la necesidad imperiosa de cambiar
estas cosas y no permitir que la historia siga repitiéndose. Es necesario
que haya cada vez más conciencia sobre la sistemática violación
de los principios éticos y morales y de los derechos más fundamentales
que tenemos por igual todos los humanos. Mejor dicho, que debiéramos
tener todas y todos por igual.
Modificar esto requiere que en todo el mundo las personas se unan contra la
injusticia y la inhumanidad. Una responsabilidad aún mayor recae sobre
el pueblo de los Estados Unidos, teniendo presente que muchas barbaridades se
cometen en nombre de los "intereses supremos" de su país, y por ende
directamente de su población. Esta es una obligación moral de
toda la humanidad.
Penal de Huacariz -- Cajamarca, Peru
Abril 20 del 2003
PERU DEBATE