9 de agosto del 2003
Perú: La política, la verdad y la mentira
Raúl A. Wiener
Argenpress
Una eclosión de baja política se ha producido en el país
en camino al informe final de la Comisión de la Verdad. Súbitos
y oportunos descubrimientos de reuniones de subversivos presos y de conversaciones
entre delegados del gobierno provisional y los líderes de Sendero y el
MRTA están sirviendo para mostrar supuestas proximidades y deferencias
hacia Guzmán, Polay y otros.
En medio de toda la agitación sobre el 'rebrote' que comenzó con
el extraño secuestro de trabajadores de la empresa Techint, el destape
ha equivalido a decir que en esas circunstancias fue que se prepararon las acciones
que hoy se denuncian por todas partes. La mayoría de las cuales sólo
existen, además, en las noticias y en las páginas Web de algunos
'senderólogos'. También se ha dicho, sin pestañeo, que
la Comisión de la Verdad fue conversada con los subversivos y que lo
que se va a informar dentro de unos días ya está viciado de parcialidad.
Es casi inútil decir que nada de lo que se interpreta de los hechos producidos
cuando García Sayán era ministro de Justicia y Ciurlizza su asesor,
tiene pies o cabeza. Pero el clima político en que se hacen estas imputaciones
permite que avancen algunos puntos. Así son pocos los que se atreven
a decir que aquello que desde la prisión se dirige la guerra es una mentira
consagrada que sirvió para conducir a varias masacres en los penales
y a imponer condiciones carcelarias que eran una vergüenza en el mundo.
Y tampoco hay quien sostenga, ante la acusación de cordialidad con el
enemigo porque se usan palabras como doctor, señor, acuerdo o política,
a lo largo de los diálogos, que éstas son perfectamente normales
entre seres humanos, y se prefiere decir que fue por 'táctica', supuestamente
para recuperar el control de las cárceles, lo que sólo puede verse
como una incapacidad para hablar francamente.
Al ex ministro le ha faltado también energía para asumir su responsabilidad
por la flexibilización de algunos de los mecanismos más duros
de carcelería inventados por Fujimori-Montesinos (aislamiento, horas
de luz, visitas, lecturas, etc.), aunque no llegó ni de lejos a cerrar
la prisión de la base naval o los penales de Yanamayo y Challapalca en
Puno, y arguye en su defensa que mayores fueron las gollerías de Guzmán-
Iparraguirre en los días de la discusión del llamado acuerdo de
paz (la torta de cumpleaños) y el descontrol de las cárceles en
el período de la re-reelección. Parecida actitud se percibe en
los comisionados que tras meses de meses de guardar bajo siete llaves el avance
de sus conclusiones seguramente para evitarse controversias anticipadas, sacrificando
así la expectativa que había sobre ellos para que ayudaran a entender
la guerra de otra manera, han querido responder a sus críticos soltando
'datos' de sus investigaciones, que pudiesen cambiar la óptica que se
está formando contra ellos.
Como si fuera un certificado de lealtad con el sistema, antes que con la verdad,
se ha informado que la mayoría absoluta de los muertos del conflicto
interno los habría causado Sendero Luminoso, lo que desafía todas
las cifras que existían previamente de organismos de derechos humanos
y del propio Estado, que reconocían que las Fuerzas Armadas, por la política
de ocupación de territorios y su mayor poder de fuego produjeron las
mayores bajas civiles en el campo. Pero si alguien pensaba que este anuncio
y el deliberado esfuerzo por no mencionar a los institutos militares sino a
individuos determinados en relación a responsabilidades de guerra sucia,
mejoraría la relación de la Comisión con los hasta hace
muy poco considerados 'vencedores de la guerra', que ya no se verían
tan amenazados por lo que pudiera decirse de ellos, se equivocó de medio
a medio.
En la ofensiva de la mentira que se vive en estos día van incluidas las
municiones proveídas por los carceleros uniformados y engalonados de
los jefes subversivos, que no han tenido temor de filtrar las grabaciones que
sólo ellos podían tener a los voceros del fujimorismo que pueden
armar el silogismo sobre el chinito duro que sí se enfrentaba a los subversivos
mientras que los de la Comisión planean amnistiarlos. Si no, para qué
estarían reviendo lo que ya parecía definitivamente consagrado.
Este ya es un problema del esquema de poder de estos días. Toledo apoya
a la Comisión sin dar detalles; los marinos pasan grabaciones al diario
'La Razón', con toda impunidad; todos tratan de limpiarse de la salpicada
de infundios; y el gobierno termina enviando un proyecto para volver a endurecer
las condiciones de las cárceles, haciendo el juego a la histeria autoritaria.
Típico estilo toledista.
Ahora la Comisión de la Verdad y todo el principio de lucha contra la
guerra sucia y demás procedimientos que degradan la responsabilidad pública,
que en el Perú condujeron a un golpe de Estado y a la manipulación
del sistema político en nombre de la 'prioridad de la guerra'; a una
legislación antiterrorista aberrante en cualquier estándar internacional;
a la creación de organizaciones paramilitares que asesinaron no sólo
subversivos sino sindicalistas y dirigentes de la izquierda legal; a la corrupción
de generales y oficiales intermedios involucrados en el narcotráfico;
etc.; se encuentran en la picota. De un lado una densa reacción se ha
agrupado con la noción de no tocar más el tema que no se atrevieron
a esgrimir en el momento de las decisiones iniciales y que hoy se empata con
la perspectiva de restituir un poder autoritario. Por otro lado, una Comisión
y un entorno semioficial que aún la sostiene, pero que da la impresión
de demasiadas vacilaciones y carencia de filo para la tarea encomendada. Que
entiende la política como acomodo a las condiciones políticas
y no como instrumento para producir realidades nuevas. Esta debilidad evidente
entusiasma a sus adversarios para seguir al ataque y quita fe a todos los demócratas
sinceros que esperaban otra cosa de las credenciales de sus miembros.