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Perú

18 de diciembre del 2003

Perú: El eterno retorno

Raúl A. Wiener
Servicio Informativo "alai-amlatina"

Si el sistema consiste en que nos equivocamos cada cinco años porque no hay como no equivocarse con los candidatos que nos dan para escoger y porque votar viciado como lo hago yo desde hace tiempo no lleva a nada.

Y si durante el plazo que dura el error nos vamos hartando más rápido o más despacio de los ministros con los que el presidente con el que nos equivocamos, yerra también, y la única alternativa que parece quedar a mano es reemplazarlos por otras personas que, muy probablemente, profundicen el error.

Si los defensores del sistema no nos ofrecen otra cosa que confiar en la alternancia, a pesar de que no pueden garantizar nada sobre lo que vendrá adelante y habrán de pedirnos más tarde que demos confianza a los ministros que comienzan para ver qué pasa. Pero ellos y nosotros ya sabemos qué es lo que va a pasar. Y cuándo todo empieza a caerse reaparece la fórmula: nuevo cambio para que todo siga igual.

Si el sistema lo único que prohíbe es salirse del juego. Pero en el juego la gente de carne y hueso parece ser nada más que una ficha que otras manos dirigen.

Si hacerse elegir prometiendo lo que no se va a cumplir, ofreciendo la política opuesta a la que se ejecuta desde el poder, es apenas un pecadillo que se rectifica admitiéndolo en público como pide Lourdes Flores o volviendo a mentir de que si se están haciendo las cosas, como dice Toledo. Y a nadie le pasa nada.

Si vamos siempre en dirección del mismo punto de partida, como si diéramos la vuelta sobre nuestras frustraciones y miserias.

Si los hombres que gobiernan el sistema se enriquecen y se hacen favores entre ellos gracias a su control del Estado, si los grandes empresarios sobre todo extranjeros son defendidos de oficio por el poder político ante las entidades de control, si no hay escándalo en llevarse las riquezas naturales y acumular grandes fortunas en una sociedad con 50% de pobres y 20% de indigentes.

Si la gente paga impuestos sin recibir nada del Estado.

Si se autorizan créditos a cada rato y nadie ve el dinero. Pero si sufre por la mano del recaudador que lo exprime para pagar la deuda.

Si la privatización ha traído descapitalización, desnacionalización, abuso monopólico y corrupción, pero nadie la toca, y encima el presidente anuncia su relanzamiento, luego de un año y medio de su vergonzosa capitulación en Arequipa.

Si el poder es ciego al sufrimiento, sordo a las demandas, pero habla mucho a cada rato.

Si los opositores buscan coartadas: defensa de la institucionalidad, curas de silencio, estar pensando cosas más importantes, para evadirse de la responsabilidad de movilizar a la sociedad por soluciones aquí y ahora.

Si el sistema no ofrece esperanzas, y las ilusiones que se forjan en el pueblo son pisoteadas una y otra vez..

¿A quién le podría sorprender que este orden no sea sentido como propio por las personas que no reciben nada de él?

¿A quién que no sea un hipócrita, podría desencajarlo que la gente se exprese contra los políticos, los partidos y las instituciones del poder?

No son frases grandilocuentes para cambiar la agenda la que va a cambiar la actitud de los peruanos. Porque la agenda de la pequeña y gran corrupción es la radiografía del sistema mismo.

Lo que tiene que cambiar son las lógicas.

De un mecanismo de exclusión y manipulación de las mayorías, transitar a uno de participación, fiscalización y decisión del pueblo. La ruptura es inevitable. Hay que echar del poder a mucha gente.

Por eso soy partidario de la Asamblea Constituyente como salida a la crisis.

Porque hay que darse la oportunidad de cambiarlo todo con el concurso de todos. Y usar una vía regular mientras eso sea posible.