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Perú

25 de julio del 2003

Perú: La guerra de los Broadcaster

Raúl A. Wiener
Rebelión
Si Schutz encarna la corrupción flagrante del viejo régimen y el cinismo apabullante de los que defienden arguyendo que el país y la política, siempre fueron y serán así, como ellos; Genaro es más bien como Toledo, un actor, un tipo para estos tiempos en los que se requiere credenciales de "luchador por la democracia", "hombre hecho por si mismo" y otras, para participar del nuevo reparto del poder. Basta verlo haciendo cola en el ingreso del juzgado del cono norte, en medio de los proletarios de la ciudad, como si de pronto hubiera olvidado su yate acoderado en las islas Canarias o sus propiedades en Miami y la Costa Azul. O si se quiere ordenando la toma de instalaciones con su fuerza de choque contratada en los bajos fondos, el ultimátum casi imperial para proceder por la fuerza al desalojo de sus adversarios o la orden de cobranza por el uso de las instalaciones de "su canal".

La historia de Ernesto Schutz es bastante simple: compró las acciones de los hermanos de Genaro y lo dejó en solemne minoría en la organización Pantel, dueña de Panamericana. Mantuvo, por conveniencia de negocios, el personal periodístico y el estilo general de la empresa, siempre afín al gobierno de turno. Luego negó en todos los idiomas haber recibido dinero de Fujimori y Montesinos agitando que siempre se mantuvo "independiente", y abrió una negociación personal con Toledo para ver si le daba su apoyo a cambio de lo que cualquiera puede ahora suponer. Finalmente cuando se abrieron los vídeos de la subasta del canalote ante el asesor de inteligencia encargado de ver los roles de los medios en la re-reelección, el empresario del papel higiénico metido en televisión, fugó del país en un viaje que aún continúa interrumpido en su escala argentina.

¿Quién podría salir en defensa de don Ernesto? Nadie. Ni sus pupilos preferidos, Mónica Delta y Eduardo Guzmán, ni su fiel gerente, Federico Anchorena, aceptaron batirse por su empleador. Todos ellos hicieron como que sacaban la cara por su trabajo personal, que consideraban incontaminados de la influencia del empresario mafioso. Hablaron por los trabajadores o por la historia del canal, pero sobre todo por el argumento de la propiedad. A tiempo, papá Schutz había entregado sus acciones a su hijo que es el que ahora disputa con Genaro, que hizo lo propio con su vástago Gustavo en relación a la participación en Global TV, Canal 13, para no aparecer al frente de dos canales, lo que está prohibido por ley. Y es verdad que si se mirara desde la perspectiva de los derechos de propiedad, que han sido los únicos derechos válidos e intocables de la Constitución vigente, el chico Schutz tiene documentos que el viejo Delgado no puede discutir. Consciente de ello la aspiración del Papa úpa ha sido una administración provisional permanente como esas que sólo se consiguen en el Perú, mientras se mantiene una infinita disputa judicial.

Y aquí llegamos a la historia particular del fundador y más importante promotor televisivo del país. Ya dijimos que es un actor. Porque sólo alguien que finge a las mil maravillas pudo hacer cosas como aceptar ser expropiado por el régimen militar de los 70 y al mismo tiempo convertirse en principal gestor de la televisión estatizada y proveedor de programas, mientras realizaba la cobranza de los costos de expropiación. Años más tarde sin embargo, Genaro estaba en la cola de los legítimos propietarios reivindicados por la democracia restablecida a los que se les devolvía sus empresas con indemnización incluida. Pero el hombre de la televisión se las ingenió para nunca ser tachado por su colaboracionismo por la dictadura, ni por haber percibido doble beneficio por su propiedad y quedarse con ella.

En los 80, Genaro apoyó a Belaúnde como belaúndista, lo que le sirvió para transferir al Estado la deuda por 50 millones de dólares que adquirió con la comercialmente fracasada organización del concurso Miss Universo en el Perú y que solícitamente el ministro Rodríguez Pastor convirtió en obligación del fisco. Luego encargó al hermano Héctor convertir al canal en aprista, en tiempos de Alan García e involucrarse en uno de los más oscuros negocios de esa etapa: la reducción del contrato de los aviones Mirage, denunciada por Carlos Malpica. Y a fines de los 80 ya era libertario y fredemista durante el breve auge de la candidatura de Vargas Llosa, para reciclarse a fujimorista y golpista hasta la segunda mitad de los años 90. Por el camino perdió Panamericana, por la sociedad que su hermano Manuel y los descendientes de Héctor hicieron con Schutz. Lo que hoy se discute en los tribunales es esta transacción que Genaro cuestiona por considera que tenía prioridad para una oferta de compra.

Papaúpa, sin embargo, tuvo otras cosas de qué ocuparse en los años finales del fujimorismo: le faltó capital para modernizar su empresa del cable y tuvo que vender a Bell South, trabándose muy pronto en bronca judicial que ganó, como no, en tiempos de Toledo con saludable indemnización para sus bolsillos; se asoció con la familia Ferrari para coadministrar Red Global, Canal 13, y radio 1160, y volvió a liarse a patadas con sus socios. Por ese entonces se peleó en vivo y en directo con César Hildebrandt abortando un intento de acercamiento de su hijo Gustavo ante las quejas del conductor que ponía en duda el argumento de las fallas técnicas como razones para los apagones de transmisión. Se sabría luego que todo esto fue un montaje para cerrar el programa y que respondía a compromisos de Genaro con Montesinos.

Hacia fines del año 99, se quedó sin la señal del canal 13, lo que calificó como una nueva agresión de la dictadura fujimorista contra la libertad de agresión. Se declaró como una especie de doble Ivcher, víctima de múltiples despojos, y se fue con todas sus maletas ante la Corte de San José para presentar su caso. Y, hombre de suerte, sus gestiones coincidieron con el desastre del régimen autoritario el año 2000, la explosión del movimiento democrático, los cuatros suyos y la fuga de Fujimori. La Corte falló recomendando al gobierno provisional recomendándole devolverle a Genaro Delgado Parker, que como ya es costumbre no era de él. Los hechos rápidos llevan entonces desde el apoyo abierto y financiero al candidato Toledo, hasta la exhibición de los videos del principal empresario de la televisión peruana llorando sus vejeces ante el asesor y la insensibilidad de los jueces, y al "doctor" franqueándose sobre el problema Hildebrandt. Y Genaro: sí, eso se arregla, déjalo de mi parte.

El luchador por la democracia fue descubierto, pero ¿alguien piensa que se avergonzó de haber engañado a medio mundo incluido una corte y al candidato presidencial de mayores posibilidades?, nada que ver. El caballero y su estridente abogada no encontraron falta porque en las escenas filmadas no hay trato de dinero. Más aún porque Genaro se quedó en el Perú mientras Schutz huía tipo Fujimori. He dado la cara a la justicia, dijo como si quisiera recordar sus buenas relaciones con Toledo. Pero el día del juicio se acogió a la prescripción por edad. Soy un pobre viejo afirmó y no estoy para los trotes de un proceso. Dejó sólo a su socio Montesinos para que añadiese una condena más a las que ya tenía por manipulación del poder judicial.

La última etapa es la de la ofensiva sobre Panamericana, presentando acciones de amparo a cuanto juez estuviera dispuesto a escucharlo. Hasta que le ligó en Carabayllo. En el juzgado de los barrios populares del norte de la ciudad, sin jurisdicción sobre los ámbitos centrales de funcionamiento de la empresa. Pero eso, ¿qué importa? Total igual Genaro había ido a un juez del Callao y todavía no se sabe si llegó hasta algunos de provincias. Como se ha dicho: no pide la propiedad, ¿con qué título lo haría? Reclama la administración porque Schutz es un mafioso fugado y él es uno que se ha quedado. Mejor dicho él es un luchador por la democracia a la manera como hoy existen personas que reclaman este título. El propio Zileri de Caretas, ha dicho condescendiente que los pecados de Delgado Parker con mínimos al lado de los Schutz, lo que le daría algún derecho sobre la conducción del canal.