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La visión del fallecido Papa de una globalización alternativa debiera enfrentarse al estrecho debate acerca de los "valores morales
"La ética económica de Juan Pablo II
Mark Engler
Rebelión
Un rasgo constante de los obituarios del Papa Juan Pablo II ha sido mencionar
sus firmes actitudes conservadoras acerca de temas como el aborto, el control de
la natalidad, los derechos de homosexuales y el ordenamiento de las mujeres.
Aunque estas posiciones han sido fuentes de consternación para muchos católicos
norteamericanos, ni con mucho representan todas las creencias éticas de Juan
Pablo. Particularmente en sus enseñanzas acerca de la economía globalizada, el
Papa propuso una visión de justicia social que se enfrenta al estrecho debate
político acerca de los "valores morales".
Muchos comentaristas han subrayado los largos viajes del Papa por todo el mundo
y su uso de las modernas telecomunicaciones para enviar su mensaje. Menos
notorio es el hecho de que la visión de Juan Pablo acerca de la globalización es
claramente contraria al triunfalismo pro corporativo proclamado por los
promotores del "libre comercio".
Al reflexionar acerca del proceso de globalización durante su visita a Cuba en
1998, el Papa declaró que el mundo está "presenciando el resurgimiento de cierto
capitalismo neoliberal que subordina a la persona humana a las fuerzas ciegas
del mercado". Aseguró que "desde sus centros de poder, tal neoliberalismo a
menudo impone cargas insoportables a los países menos favorecidos". Y subrayó
con preocupación de que "por momentos se imponen a las naciones programas
económicos insostenibles como condición para una asistencia adicional".
Identificados en un momento en que las protestas contra el tipo de "ajuste
estructural" ordenado por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional
dominados por EEUU estaban llegando a los titulares de los periódicos, los
blancos definidos por la condena de Juan Pablo no eran misteriosos. Debido a
tales políticas económicas, argumentó el Papa, vemos "un pequeño número de
países que se hacen cada vez más ricos al precio de un empobrecimiento creciente
de un gran número de otros países; como resultado, los ricos se hacen más ricos
mientras los pobres se hacen más pobres".
Juan Pablo elaboró sus argumentos en su exhortación de 1999 Ecclesia in America.
En ella aseguró que la creciente integración global de la era actual presenta
una oportunidad para el progreso. "Sin embargo", advirtió, "si la globalización
se dirige meramente por las leyes del mercado aplicadas para conveniencia de los
poderosos, las consecuencias sólo pueden ser negativas". Se declaró contrario a
una "competencia injusta que pone a las naciones pobres en una situación cada
vez más inferior".
Los sentimientos del Papa reflejaron una mayor comprensión de la iglesia por la
economía política. En un discurso en 2001 en la Academia Pontificia de Ciencias
Sociales, Juan Pablo reiteró la enseñanza de la fe de que "la ética demanda que
el sistema se adapte a las necesidades del hombre, y no que el hombre sea
sacrificado en aras del sistema". Ampliando esta idea, el Papa insistió en "el
inalienable valor de la persona humana", la cual "siempre debe ser un fin y no
un medio, un sujeto y no un objeto ni un valor de cambio".
Juan Pablo también señaló el camino hacia una alternativa a la visión del
fundamentalismo del mercado que se "basa en una concepción puramente económica
del hombre" y "considera a la ganancia y a ley del mercado como sus únicos
parámetros". Declaró que "también hay que globalizar la solidaridad".
Cuando recibió a miembros de la Asociación Europea de Fabricantes de Automóviles
en 2001, pidió "un discernimiento ético destinado a proteger el medio ambiente y
a promover el pleno desarrollo humano de millones de hombres y mujeres, de forma
tal que se respete la dignidad de cada individuo y se busque espacio para la
creatividad personal en el puesto de trabajo".
Más específicamente, el Papa apoyó firmemente el llamado de la coalición del
Jubileo 2000 de una condonación total de la deuda de los países en desarrollo.
Declaró en 1998 que "la pesada carga de la deuda externaŠ compromete la economía
de los pueblos y atrasa su progreso social y político".
"Si el objetivo es globalización sin marginalización no podemos seguir tolerando
un mundo en el que conviven los inmensamente ricos y los miserablemente pobres,
los desposeídos privados hasta de lo esencial y la gente que derrocha
impensadamente lo que otros necesitan con desesperación. Tales contrastes son
una afrenta a la dignidad de la persona humana".
Las enseñanzas económicas del Papa fueron consecuentes con su visión de la vida
política. Juan Pablo es recordado con razón por defender los derechos
democráticos del pueblo en su Polonia nativa y en general detrás de la Cortina
de Hierro. Algunos neoconservadores norteamericanos han buscado distorsionar ese
legado al presentar al Papa como un socio intelectual de Ronald Reagan. Pero la
concepción de Juan Pablo de la democracia no era de derechos individuales
irrestrictos. En su lugar, declaró que los ciudadanos libres deben tener "una
firme y perseverante determinación de dedicarse al bien común".
En este aspecto, Juan Pablo operó dentro del precedente moral presente en la
declaración del Segundo Concilio Vaticano acerca de La iglesia en el mundo
moderno. En ella la iglesia argumentó que "el estado tiene el deber de evitar
que la gente abuse de su propiedad privada en detrimento del bien común. Por su
naturaleza, la propiedad privada tiene una dimensión social que está basada en
la ley del destino común de los bienes terrenales. Siempre que el aspecto social
es olvidado, la propiedad a menudo puede convertirse en objeto de avaricia y en
fuente de serios disturbios".
Muchos observadores han especulado que el próximo Papa pudiera ser el primero
que provenga del Sur global. Aunque comparten el conservadurismo social de Juan
Pablo, varios de los más prominentes candidatos del mundo en desarrollo (entre
ellos los arzobispos latinoamericanos Jorge Mario Bergoglio de Buenos Aires,
Argentina; Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga de Tegucigalpa, Honduras; y Claudio
Hummes de Sao Paulo, Brasil) también tienen en común con el difunto pontífice
una preocupación manifiesta por la justicia económica global.
No es nada seguro que alguno de estos candidatos sea el próximo Papa. Sin
embargo, la ética económica de Juan Pablo representa un legado que continuará
como una corriente importante en el seno de la Iglesia Católica -y eso debe
hacer reconsiderar a cualquiera que crea que los valores morales son patrimonio
exclusivo de la derecha.
- Mark Engler, escritor residente en la Ciudad de Nueva York, es comentarista de
Foreign Policy in Focus. Se le puede contactar por medio del sitio web
http://www.DemocracyUprising.com.