"QUE SE VAYAN TODOS"... ¿Y SI NO SE VAN?
Darío Olivera para LA FOGATA
La convocatoria efectuada por Luis Zamora, Víctor De Genaro y Elisa Carrió,
y a la que seguramente adherirán las organizaciones políticas
de izquierda y los movimientos de asambleas barriales y piqueteras, no hace
más que expresar lo que es el sentimiento mas generalizado de la sociedad, harta
no solo del presidente Duhalde, sino también de legisladores –tanto nacionales
como provinciales- concejales y, por supuesto, la Corte Suprema de Justicia.
Este reclamo que nació con fuerza en las movilizaciones populares del
19 y 20 de diciembre no ha decaído. Por el contrario, se ha extendido
a todos los sectores sociales que reclaman que se cumpla el mandato destituyente
de los hechos de diciembre
Indudablemente que, apostar todo la lucha de miles y miles de argentinos que
han venido exigiendo que se vayan todos, al resultado de una elección
general que renueve todos los mandatos, no es –de ninguna manera- garantía
de que las cosas van a ir mejor en la Argentina. Diecinueve años de democracia
han convencido a muchos, y han hecho dudar a muchos más, sobre las bondades
del sistema político argentino como camino para resolver los angustiantes
problemas que aquejan al grueso de la población. Ya se han ido muchos
y las cosas lejos de mejorar, han ido empeorando.
Al decir de Holloway " es fácil acusar a todos los liderazgos de estos
movimientos de traicionar a los movimientos que encabezaban (en nuestro
país llámense Alfonsín, Menem, Alvarez, Duhalde, De la
Rúa). El hecho de que haya habido tantas traiciones sugiere, sin embargo,
que el fracaso de estos gobiernos tienen raíces mucho más profundas.
La razón por la cual, el estado no se puede usar para llevar a cabo cambios
radicales en la sociedad es que el estado mismo es una forma de relación
social que esta incrustada en la totalidad de las relaciones sociales capitalistas
".
Pero, indudablemente, el grado de corrupción y entrega al que han llegado
los actuales representantes de los distintos poderes del estado, habilita a
pensar que no todas las representaciones son iguales y que es posible lograr
alguna mejora en la gestión del estado. A su vez esto representaría,
a los ojos del movimiento popular y de sus sectores más activos y dinámicos,
el cumplimiento del mandato que establecieron con toda claridad el 19 y 20 de
diciembre en Plaza de Mayo.
Ahora bien, más allá de la justeza de la convocatoria efectuada, no queda
claro y deja demasiadas dudas, cual sería la posición de estos sectores
en el caso de que este reclamo no pudiera hacerse efectivo. De los dichos de
Zamora se desprendería que en caso de que no se cumpla este reclamo,
no participaría de las elecciones. Por su parte Carrió, vacila
y pareciera que estaría dispuesta a presentarse de todas maneras pero
sin hacer campana electoral (decisión que en términos políticos
carece de valor). Desconozco cual es la posición de De Gennaro al respecto,
aunque el hecho de no representar a un partido político no lo apremia
en esta definición.
Es absolutamente obvio que quien resulte ganador de estas elecciones tramposas
ha de quedar preso de la acción tanto de senadores como diputados, en
su mayoría radicales y peronistas. ¿ Que pasaría entonces si llegara
a ganar una de estas expresiones llamadas progresistas? De inmediato se caería
en una situación de imposibilidad de gobernar sin llegar, previamente,
a acuerdos con aquellos a los que la sociedad les pide que se vayan. Entonces,
¿de qué hubiera valido el reclamo popular si terminaríamos desembocando
en una situación similar a la que estamos viviendo ahora, de permanente
chantaje de diputados, senadores y de la Corte Suprema? ¿ Qué mejoría
podría esperar la sociedad en una situación como esta?
En este sentido, creo que la posición de quienes han convocado con esta
consigna "que se vayan todos" y la de todos aquellos que adhieran a la misma
debe ser absolutamente clara: no se puede participar de un proceso electoral
tramposo que signifique una nueva defraudación a las expectativas de
la sociedad.
La convocatoria a la movilización popular no debe ser una mera estratagema
electoral para posicionarse mejor en la consideración de la sociedad.
Por el contrario, debe ser una herramienta para desestructurar los mecanismos
de la trampa que se pretende montar desde el poder constituido.
Todas las acciones decididas desde el gobierno tienden solamente a restablecer
los equilibrios institucionales perdidos desde diciembre. Los cambios en la
convocatoria electoral, el acomodamiento de fechas, y la posible aplicación
de la ley de lemas etc. no hacen más que confirmar que lo que se busca es relegitimar
nuevamente un régimen que ha demostrado hasta el hartazgo ser absolutamente
inútil para resolver los reclamos populares.
Desde las organizaciones populares y militantes debemos ser contundentes a la
hora de desarticular los planes que preparan desde los sectores del poder.