10 de diciembre del 2002
La Odisea de Mariátegui
Ensayo de interpretación marxista[1]
Por Gabriel Lanese[2]
"La historia es duración. No vale el grito aislado, por muy largo que sea su eco;
vale la prédica constante, continua, persistente.
No vale la idea perfecta, absoluta, abstracta, indiferente a los hechos, a la realidad cambiante y móvil; vale la idea germinal, concreta, dialéctica, operante,
rica en potencia y capaz de movimiento".
José Carlos Mariátegui, Aniversario y Balance, 1928.
Introducción
El mito y la sombra
Hablar de José Carlos Mariátegui es casi hablar de un mito. Hombre de letras, periodista, líder revolucionario, su figura es una cita obligada en la historia de América Latina y es sin duda, para utilizar su propia expresión, la de un "ideólogo realizador", un hombre de acción y pensamiento y, como decía Enrique Espinoza, la del primer teórico marxista de habla castellana.
Mariátegui es todo eso y mucho más. A él debemos el primer intento de recreación del marxismo en la realidad latinoamericana, intento que por cierto ha sido fructífero y ha dejado obras perdurables como los Siete Ensayos, insoslayables para cualquier militante revolucionario que quiera comprender nuestra realidad histórica.
Difamado luego de su muerte por no ser lo suficientemente stalinista, sindicado como "populista" por los historiadores soviéticos, transformado durante los años 40 en un stalinista furioso, reinterpretado en los 70 en clave maoísta, tomado como ícono por las corrientes indigenistas; su figura es hoy una sombra difusa, una sombra que es necesario asir y volver a delinear.
Esta es la tarea que nos proponemos en este trabajo: recuperar el pensamiento de José Carlos Mariátegui para el marxismo revolucionario de nuestros días, para enriquecer la teoría-programa de la revolución permanente elaborada por León Trotsky y para volver a afirmar la originalidad filosófica del marxismo contra las tergiversaciones postmodernistas, afortunadamente hoy en decadencia.
Por último, para rescatar una dimensión que a la manera de los idealistas podríamos denominar ética: la importancia de pensar los marxistas con nuestra propia cabeza y recrear de esa manera el pensamiento revolucionario, evitando la canonización y el esquematismo.
Dos riesgos de la interpretación
y necesidad de una lectura marxista
Partiendo de la premisa de que, como hemos dicho antes, la figura de Mariátegui es utilizada por corrientes políticas de todo signo es necesario identificar claramente dos riesgos que aunque parecen opuestos por momentos se identifican: la apropiación oportunista y la crítica doctrinaria estéril.
En nuestro caso una apropiación oportunista, consistiría en resaltar todos los aspectos "permanentistas" de Mariátegui sin señalar las que creemos son sus limitaciones, lo cual resultaría en una amalgama teórica, donde "trotskizamos" a Mariátegui, cuando en realidad necesitamos hacer algo más profundo, necesitamos recuperar el hilo de su pensamiento auténtico e incorporar lo que sea pertinente y esencial para nuestras propias ideas políticas.
Ya Mariátegui ha sido "stalinizado", "gramscianizado", "trotskizado" y sobre todo "socialdemocratizado". Nosotros no vemos necesario echar mano de ninguno de esos fraudes teóricos, queremos estudiar al peruano tal cual es. Parafraseando sus propias palabras, nuestro lema podría ser "Mariateguizemos a Mariátegui" como condición indispensable para recuperarlo críticamente desde el trotskismo.
Ahora bien, tan nociva como la apropiación oportunista es la crítica doctrinaria estéril, es decir, criticar a Mariátegui desde la Teoría de la Revolución Permanente como si ésta fuera un esquema de aplicación universal y quedarnos conformes y satisfechos porque "ajustamos cuentas".
El doctrinarismo estéril lleva a realizar una contrastación de categorías, presentando la controversia en forma ahistórica y esquemática. De esta manera terminaríamos criticando a Mariátegui por lo que no fue antes que por lo positivamente fue, lo cual deja nuestro bagaje teórico exactamente igual que antes de emprender la crítica.
Por el contrario para enriquecer nuestra propia teoría con lo que Mariátegui tiene para decir, es necesario estudiarlo y criticarlo, uniendo inescindiblemente categorías teóricas y categorías históricas.
¿Qué queremos decir? Que es necesario estudiar hasta dónde Mariátegui, en la realidad peruana y latinoamericana que le tocó vivir, hasta donde, decíamos, logró recrear el marxismo como un pensamiento original y operante. Eso es estudiar contenido y forma de su pensamiento y no sólo ésta última. Es decir hay que estudiar hasta dónde las respuestas que dio fueron tales y hasta donde no, tomando en cuenta que su vida política activa en el marxismo abarca un breve período de 6 años, desde su vuelta de Europa hasta su muerte.
Para esto es necesario introducir un tercer actor (además de Mariátegui y Trotsky):
al italiano Antonio Gramsci.
Gramsci, en sus Cuadernos de la Cárcel construye y aplica una herramienta
teórico-metodológica de suma utilidad para estudiar el desarrollo del marxismo en el siglo XX y en particular la obra de Mariátegui: la traductibilidad de los lenguajes científicos y filosóficos.
Gramsci, partiendo de la idea de que todo lenguaje expresa una concepción del mundo y que por lo tanto todos los lenguajes nacionales son en lo esencial traducibles entre sí, aplica ese criterio para los lenguajes científicos y filosóficos, planteando la posibilidad de traducir de una disciplina a la otra, de una cosmovisión a otra, de una civilización a otra, pero señalando que sólo en el marxismo la posibilidad de traducción es realmente "orgánica y profunda".
Esto se debe a dos cuestiones: la primera, que las estructuras económicas son en lo esencial equivalentes, producto de la extensión del capitalismo a todo el mundo (esto es correcto siempre y cuando señalemos las diferencias específicas entre países semicoloniales e imperialistas, dando cuenta del desarrollo desigual y combinado bajo el capitalismo) y que por lo tanto las superestructuras en lo esencial pueden reducirse una a la otra y segundo que el marxismo expresa una filosofía original que contiene todos los elementos de una concepción del mundo, surgida de la práctica humana en esas mismas condiciones de producción y como tal es capaz de traducir, es decir de reducir, reinterpretar, asimilar y recrear elementos de las más disímiles filosofías (tal cual Gramsci intentaba hacer con Benedetto Croce)[3].
Mariátegui como traductor y recreador del marxismo revolucionario
En este sentido y para ir a lo esencial de esta introducción, nuestro abordaje del problema consiste en estudiar a Mariátegui como traductor y recreador del marxismo. Buscamos estudiar la originalidad de su pensamiento, dando cuenta de su relación orgánica con la historia del Perú y del mundo de entreguerras.
Mariátegui realizó una densa labor de traducciones, en el sentido señalado por Gramsci:
De la Europa de la primera posguerra, devastada por la crisis económica y la marea revolucionaria a la realidad del Perú, hundido bajo la dominación imperialista y la miseria de las masas indígenas.
De la Revolución Rusa, la Revolución Alemana y los Consigli de Turín, al Perú de la Reforma Universitaria, la vanguardia estudiantil de izquierda y el movimiento obrero dando los primeros pasos firmes de organización clasista.
De El Manifiesto Comunista y El Capital a los Siete Ensayos, que marcan el surgimiento del pensamiento marxista en América Latina, en una época en que la III Internacional recién decía haber "descubierto" con pesadas dosis de esquematismo eurocéntrico y antimarxista nuestro continente.
Del nuevo idealismo de la filosofía moderna (sobre todo Croce) a una lectura del marxismo centrada en la praxis histórica, contraria al mecanicismo y positivismo socialdemócrata, que abundaba en estas tierras en los primeros años del siglo XX.
Para terminar todo esto se puede englobar en la empresa de crear una tradición nacional partiendo de una corriente internacional.
En esta dialéctica de lo nacional e internacional es donde Mariátegui, no obstante sus méritos presenta, como veremos en este trabajo, gruesas limitaciones. En este sentido veremos como Trotsky fue durante los 20 y los 30 quien mantuvo la continuidad del marxismo revolucionario frente a la degeneración stalinista y fue el más grande recreador del marxismo en la más variada gama de debates teóricos, situaciones, países y debates estratégicos.
Ahora bien, aunque no hace falta aclararlo, nuestra labor no es académica.
El nuestro es un trabajo de políticos revolucionarios. No buscamos ver hasta donde Mariátegui hizo una recreación del marxismo doctrinalmente correcta por la pureza de las ideas. Queremos ver hasta donde logró hacer del marxismo una filosofía viva, una fuerza operante, una realidad histórica y queremos ver cuánto de eso podemos tomar hoy como herramienta para nuestra propia labor.
De espectadores a protagonistas de la historia
Hay dos aristas centrales para pensar la importancia del planteamiento de Mariátegui en el desarrollo del marxismo en América Latina o mejor dicho, que hacen de Mariátegui un creador y un marxista latinoamericano, a diferencia de los primeros divulgadores que se consideraban marxistas (alemanes) en tierras extrañas[4].
Una arista podríamos denominarla historiográfica y la segunda filosófica, ambas tienen un significado esencialmente político, están estrechamente unidas y se confunden en muchos momentos, ya que para el marxismo historia, filosofía y política son inescindibles, de lo cual el propio marxismo es el mejor ejemplo.
Antes de Mariátegui, los primeros divulgadores del marxismo y fundadores de los círculos y partidos socialistas, desde una filosofía de la historia de corte marcadamente eurocéntrico y evolucionista propio de la socialdemocracia alemana, preveían un esquema del desarrollo histórico calcado del de los países capitalistas avanzados, recreando una ideología del progreso, coincidente en lo esencial con el punto de vista liberal-positivista propio de las oligarquías y burguesías criollas. Los socialistas eran una suerte de ala izquierda de la modernización liberal-burguesa.
La primera ruptura de importancia capital que introduce Mariátegui y consideramos fundante de la tradición marxista latinoamericana[5], es ubicar la propia historia del Perú en el centro del análisis marxista.
En lugar de la historia de la modernización capitalista desde fuera, Mariátegui estudia la historia de la formación económico-social peruana en sus relaciones con la totalidad capitalista. América Latina es sujeto de su propia historia y el pensamiento marxista se decide a incorporarla definitivamente en el campo de sus preocupaciones teórico-políticas. De las vicisitudes de la historia peruana, subordinada al ritmo de la historia mundial y no de un esquema de aplicación universal es que se van gestando las condiciones y el sujeto para la revolución socialista.
Así Mariátegui, desde una ubicación ciertamente con fuertes contaminaciones permanentistas, señala cómo la República liberal ha sido incapaz de barrer las taras de la colonia y cómo sólo a la clase obrera le cabe llevar adelante esa tarea a través de la revolución socialista. "El advenimiento político del socialismo no presupone el cumplimiento perfecto y exacto de la etapa económica liberal, según un itinerario universal. Ya he dicho en otra parte que es muy posible que el destino del socialismo en el Perú sea en parte el de realizar, según el ritmo histórico a que se acompase, ciertas tareas teóricamente capitalistas."[6]
Y aquí nuevamente Mariátegui deja atrás el mecanicismo y el esquematismo pero esta vez el de factura bujarino-stalinista que dictaminaba el carácter democrático-burgués de la revolución latinoamericana por ser los países de América Latina "inmaduros" para el socialismo.
Siguiendo en esta senda de pensamiento audaz y original Mariátegui rompe con la concepción "romanticista" de la "cuestión indígena" tan propia de la intelectualidad peruana de la época. El problema del indio es el problema de la tierra. El nuevo planteamiento, el planteamiento marxista de la problemática indígena parte de esta verdad fundamental y revolucionaria. No se podrá jamás solucionar la "cuestión indígena" sin una lucha sin cuartel contra el latifundio y los gamonales, lucha en que la burguesía liberal ha claudicado y queda en manos del proletariado en alianza con las masas indígenas.
Así uno de los aspectos más audaces de su traducción es el referido al rol del Ayllu en la lucha por el socialismo: "Congruentemente con mi posición ideológica, yo pienso que la hora de ensayar en el Perú el método liberal, la fórmula individualista, ha pasado ya. Dejando aparte las razones doctrinales, considero fundamentalmente este factor incontestable y concreto que da un carácter peculiar a nuestro problema agrario: la supervivencia de la comunidad y de elementos de socialismo práctico en la agricultura y la vida indígenas"[7].
En el terreno filosófico, no sólo Mariátegui independizó al marxismo del positivismo que, tanto en los Andes como en el Río de la Plata estaban peligrosamente confundidos, sino que desarrolló una visión del marxismo centrada en la praxis histórica del hombre, expresada en una constante unidad de sujeto y objeto, estructura y superestructuras, economía, política y cultura[8], contribuyendo a hacer del marxismo una cosmovisión independiente de la ideología burguesa en nuestro continente, más allá de contradicciones y aspectos plenamente discutibles de su apropiación de Sorel y Croce, que señalaremos a lo largo de este ensayo.
Estas dos aristas son claves para entender todo su pensamiento político y estarán presentes en las distintas problemáticas que iremos analizando.
Teoría de la Revolución
La III Internacional y América Latina
La III Internacional, "descubrió" según las propias palabras de sus dirigentes, a América Latina en 1929. Ante la emergencia del poderío norteamericano, empezó a considerarse importante América Latina, en la cual los EEUU avanzaban en desmedro del imperialismo británico. Ahora bien, este nuevo "descubrimiento" fue casi tan desafortunado para los latinoamericanos como el primero realizado por Cristóbal Colón para las masas indígenas.
Bromas aparte, la IC empieza a poner la vista en América Latina, mientras consolida la teoría reaccionaria del socialismo en un solo país como doctrina de la Internacional y la consigna metafísica de "dictadura democrática de obreros y campesinos" para los países coloniales y semicoloniales, basándose en erróneas conclusiones de la desastrosa experiencia encabezada por Bujarin y Stalin en la revolución china (25-28).
En el pensamiento de Stalin y Bujarin, los países atrasados no estaban "maduros" para el socialismo y debían pasar por un necesario e inevitable período de desarrollo burgués. La revolución latinoamericana era burguesa y no estaba planteada la lucha por la dictadura del proletariado. Pero después de la "traición" del Kuomintang en China, la burguesía colonial y semicolonial era caracterizada como contrarrevolucionaria por sus antiguos defensores. La burguesía no era la clase llamada a dirigir la revolución democrático burguesa. Pero como en esta revolución burguesa sin burguesía estaba prohibido cometer el pecado trotskista de "saltar las etapas", no quedaba otra "salida ordenada" para este embrollo teórico que la fantasmagórica "dictadura democrática de obreros y campesinos", ni burguesa ni proletaria, ni capitalista ni socialista, que consumara la revolución democrático-burguesa como un mero apoyo o soporte de la revolución socialista mundial.
Importancia y originalidad del planteo de Mariátegui
Es sabido que Mariátegui tuvo oportunidad de enfrentar estos planteos a través de los delegados del PS del Perú (organización simpatizante de la III Internacional) que participaron de la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, realizada en Bs As en 1929, con dos documentos de su autoría: Punto de vista Anti-imperialista y El problema de las razas en América Latina.
Aquí no entraremos en detalle sobre los debates de dicha conferencia, sino que señalaremos a grandes rasgos cuáles son los puntos centrales que hacen de la posición de Mariátegui una posición original y revolucionaria, ya que aunque el peruano no se planteara superar de conjunto la estrategia de la III Internacional, sí cuestionó la visión de ésta sobre la revolución latinoamericana, en un sentido que está contenido en la Teoría de la Revolución Permanente y que Trotsky desarrollaría años después en su exilio mexicano.
El carácter subversivo del planteo de Mariátegui se halla contenido en estos dos puntos
a)El carácter socialista de la revolución, ya que la burguesía es incapaz de asumir la realización de las tareas democrático-burguesas, quedando éstas en manos del proletariado, aliado a las masas campesinas e indígenas, transformándose la revolución burguesa en socialista. Este análisis no surge de ningún esquema de aplicación universal, sino del propio análisis que hace Mariátegui de la realidad histórica del Perú, basándose en la teoría del imperialismo de Lenin. Es de destacar que Mariátegui murió en 1930 y es poco probable que haya llegado a conocer la teoría de la revolución permanente en su formulación de 1929.
b)La relación de la revolución latinoamericana con la revolución mundial. Al revés del planteo de la IC, Mariátegui no propone esperar a la revolución en los países avanzados, sino luchar por la revolución proletaria, uniendo al proletariado de los países centrales y a la clase obrera y los pueblos latinoamericanos, las dos corrientes principales de lucha contra el imperialismo.
Esta visión está bien ilustrada en los siguientes fragmentos del programa del PS del Perú
"La economía pre-capitalista del Perú republicano que, por la ausencia de una clase burguesa vigorosa y por las condiciones nacionales e internacionales que han determinado el lento avance del país por la vía capitalista, no puede liberarse bajo el régimen burgués, enfeudado a los intereses capitalistas, coludido con la feudalidad gamonalista y clerical, de las taras y rezagos de la feudalidad colonial[9]. El destino colonial del país reanuda su proceso. La emancipación de la economía del país es posible únicamente por la acción de las masas proletarias, solidarias con la lucha antiimperialista mundial. Sólo la acción proletaria puede estimular primero y realizar después las tareas de la revolución democrático-burguesa que el régimen burgués es incompetente para desarrollar y cumplir." (Tesis V)
La tesis VIII prosigue "Cumplida su etapa democrático-burguesa, la revolución deviene en sus objetivos y en su doctrina revolución proletaria. El partido del proletariado, capacitado por la lucha para el ejercicio del poder y el desarrollo de su propio programa, realiza en esta etapa las tareas de la organización y defensa del orden socialista".
Hay quien ha querido interpretar aquí como "leninista" (en el sentido de stalinista) esta formulación de la dialéctica del proceso revolucionario[10]. Nada más lejos. No sólo porque en las tesis VI y VII, ligadas a esta problemática Mariátegui señala que sólo el socialismo resolverá el problema de la tierra y de la educación, en lugar de proponer una solución "por etapas" de los mismos, sino porque la clave de la mecánica del proceso revolucionario no está en la separación de las etapas, sino en el devenir una en la otra, siendo el proletariado la clase dirigente del proceso en su conjunto. En esta transformación de la revolución burguesa en proletaria está el verdadero sentido auténticamente "leninista" del programa de Mariátegui.
La limitación más importante de este planteamiento es que Mariátegui no explicita cual es el régimen[11] que dirigiría esta combinación de tareas democráticas y socialistas, lo cual deja abierta la puerta a diversas interpretaciones. Pero en lo esencial la formulación es cercana al planteo de la Revolución Permanente[12] y está en las antípodas del planteo de la IC.
Otra arista de las ideas de Mariátegui que fortalece los aspectos permanentistas de su lectura es el rol que asigna al Ayllu o Comunidad. Mariátegui ve que distintos elementos de la vieja comunidad agraria se han ido manteniendo de diversas formas durante la colonia y la república y que en esa tradición comunitaria y colectiva hay fuertes elementos de socialismo práctico. Es decir que el modo de vida del campesino indígena y su tradición comunitaria son contrarias a la "solución liberal" del problema de la tierra, es decir, la partición individual y al contrario son mucho más cercanos a la colectivización de las tierras propia del programa socialista.
Desde aquí Mariátegui señala que no es necesario un período obligado de desarrollo capitalista en el campo, a través del surgimiento de pequeña propiedad individual, sino que bajo la dirección del proletariado organizado en partido revolucionario es posible pegar un salto del Ayllu a la colectivización socialista, siguiendo la lógica de Marx en sus discusiones con Vera Zasúlich.[13]
Esta es uno de sus aportes más audaces para integrar el marxismo en la tradición política y cultural latinoamericana y constituye una verdadera ruptura con todo punto de vista etapista.
"...en las aldeas indígenas donde se agrupan familias entre las cuales se han extinguido los vínculos del patrimonio y del trabajo comunitarios, subsisten aún, robustos y tenaces, hábitos de cooperación y solidaridad que son la expresión empírica de un espíritu comunista. La comunidad corresponde a este espíritu. Es su órgano. Cuando la expropiación y el reparto parecen liquidar la comunidad, el socialismo indígena encuentra siempre el medio de rehacerla, mantenerla o subrogarla. El trabajo y la propiedad en común son reemplazados por la cooperación en el trabajo individual. Como escribe Castro Pozo: ‘la costumbre ha quedado reducida a las mingas o reuniones de todo el ayllu para hacer gratuitamente un trabajo en el cerco, acequia o casa de algún comunero, el cual quehacer efectúan al son de arpas y violines, consumiendo algunas arrobas de aguardientes de caña, cajetillas de cigarros y mascadas de coca’. Estas costumbres han llevado a los indígenas a la práctica -incipiente y rudimentaria por supuesto- del contrato colectivo de trabajo, más bien que del contrato individual. No son los individuos aislados los que alquilan su trabajo a un propietario o contratista; son mancomunadamente todos los hombres útiles de la ‘parcialidad’"[14].
Notemos que aquí Mariátegui no sostiene la quimera de una comunidad que se mantiene inmutable desde la época de los Incas, sino la supervivencia de una cosmovisión y de costumbre comunitarias que hacen al indígena refractario al individualismo burgués y más permeable, a condición de tener los marxistas una política correcta, al colectivismo socialista.
Una década antes, la misma Revolución mexicana encontró en la Comuna de Morelos una gran experiencia que combinó los ingenios estatales con el reparto de tierras con criterios que iban desde la propiedad individual hasta formas colectivas, según las costumbres indígenas.[15]
Dos ejes centrales de la traducción operada por Mariátegui: La incapacidad de la burguesía de llevar adelante las tareas de la revolución democrático-burguesa y la persistencia de la Comunidad como un punto de apoyo para la lucha proletaria revolucionaria.
Como salta a la vista, a Mariátegui no podía conformarlo el esquematismo del Kremlin, por eso fue mucho más allá y fue el primero que habló de revolución socialista en América Latina, mientras Trotsky sistematizaba la Teoría de la Revolución Permanente para el conjunto de países coloniales, semicoloniales y de desarrollo burgués retrasado.
Cabe señalar que en lo referente a América Latina Trotsky se ocupó directamente de la realidad de nuestro continente casi diez años después que Mariátegui y hay importantes elementos de continuidad entre ambas lecturas en lo que hace a las fuerzas motrices y mecánica de la revolución en América Latina.
Mariátegui y la filosofía del marxismo
Como ya señalamos, Mariátegui llegó al marxismo a través de su propia experiencia como corresponsal de El Tiempo en la convulsionada Europa de la primera posguerra. Pertenece a la generación que vivió la Revolución Rusa, en palabras de Gramsci, como "la revolución contra El Capital"[16] y se delimitó claramente de la perspectiva evolucionista y reformista de la socialdemocracia europea, abrazando la Revolución Rusa y el bolchevismo.
Separar el marxismo del fatalismo socialdemócrata y recuperar su sentido heroico y creador y la centralidad del elemento volitivo, es una de sus preocupaciones centrales.
Ya señalamos en la introducción que de esta forma Mariátegui separó el marxismo del positivismo, confundidos por los mal leídos divulgadores del continente, por el reformismo de J.B Justo o el eclecticismo sarmientino de José Ingenieros[17], de gran influencia en Aníbal Ponce.
Ahora bien, si Mariátegui fue un creador y superó el papel de divulgador es porque siempre fue un polemista. Y es en la polémica con el nuevo revisionismo de Henri De Man, donde Mariátegui expone su propia lectura del marxismo y hace un ambicioso intento de apropiación de las ideas de la filosofía moderna a través de Sorel y Croce. Ambas cuestiones nos interesa analizar aquí.
Se han hecho críticas a Mariátegui por prestar atención al libro de De Man, mientras se mantenía relativamente al margen de los debates al interior de la III Internacional. Esta crítica es correcta, siempre y cuando no se ignore que Más allá del marxismo fue un libro que tuvo una cierta influencia en los países latinos de Europa, en especial Francia e Italia, intentando refutar el marxismo desde una utilización discrecional de la teoría psicoanalítica.
En Defensa del Marxismo, Mariátegui da por tierra con las acusaciones del libro de De Man contra el marxismo que ya en esos años constituían una antigüedad: reduccionismo económico, determinismo mecánico, amoralismo, demostrando por el contrario el carácter voluntarista del marxismo (según sus palabras "menos conocido por la crítica que su fondo determinista") y sosteniendo que el socialismo encierra todas las posibilidad de ascensión moral y espiritual, ya que el materialismo histórico no es lo mismo que el materialismo vulgar.
La polémica apunta a demostrar la originalidad y vigencia del marxismo, al cual los decadentistas acusaban de ser un elemento propio del "estúpido" siglo XIX y como tal perimido y superado por el psicoanálisis y las filosofías vitalistas, voluntaristas y pragmatistas de las primeras décadas del siglo XX.
Mariátegui centra su defensa en la historicidad del marxismo, señalando a su vez la independencia del mismo respecto de las teorías de las que se nutrió, en especial de la filosofía hegeliana, así como del cientificismo y el positivismo (sin caer en un rechazo irracionalista de la ciencia), en ese momento en una aguda crisis.
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"Marx está vivo en la lucha que por la realización del socialismo libran, en el mundo, innumerables muchedumbres, animadas por su doctrina. La suerte de las teorías científicas o filosóficas que él usó, superándolas y trascendiéndolas, como elementos de su trabajo teórico, no compromete en lo absoluto la validez y la vigencia de su idea. Esta es radicalmente extraña a la mudable fortuna de las ideas científicas y filosóficas que la acompañan o anteceden".
Aquí hay un punto de vista similar al de Gramsci, que postulaba al marxismo como una concepción que "se basta a sí misma" plenamente original e independiente de toda concepción anterior, aunque Mariátegui nunca llega a afirmar eso categóricamente. A la vez la preocupación del peruano por la renovación teórica del marxismo se expresa en el intento de asimilación de otras corrientes filosóficas:
"Vitalismo, activismo, pragmatismo, relativismo, ninguna de estas corrientes filosóficas en lo que podían aportar a la Revolución, han quedado al margen del movimiento intelectual marxista."
Como ejemplos de esto Mariátegui toma además del rescate de Bergson por Georges Sorel, a Benedetto Croce y otros neo-hegelianos como Gobetti y Tilgher[18], a quienes cita abundantemente, que intentaban desarrollar una interpretación idealista del marxismo.
"En vez de procesar al marxismo por retraso o indiferencia respecto a la filosofía contemporánea, sería el caso, más bien, de procesar a ésta por deliberada y miedosa incomprensión de la lucha de clases y el socialismo. Ya un filósofo liberal como Benedetto Croce –verdadero filósofo y verdadero liberal- ha abierto este proceso en términos de inapelable justicia..."
Ahora bien, a grandes rasgos Mariátegui fue exitoso en el intento de recrear el marxismo desde un punto de vista historicista, caracterizado por la centralidad de la praxis y por la unidad de economía, política y filosofía. Pero ¿fue exitoso su intento de relacionar el marxismo con la filosofía del siglo XX, en especial con el neo-hegelianismo crociano?
Analizar esta problemática, requiere hacer algunas consideraciones para ubicarnos en la polémica.
El marxismo no es un Sistema filosófico en el sentido tradicional del término, es decir no es una construcción teórica cerrada y esquemática, sino una teoría en permanente recreación y devenir, al ritmo de los avances y retrocesos del movimiento histórico y social del cual es expresión consciente, pero sí contiene en su cuerpo teórico todos los elementos de una filosofía, vale decir de una concepción del mundo, del hombre y de la historia.
Filosofía de la praxis la bautizó Antonio Labriola, que señalaba la originalidad del marxismo y su independencia respecto del darwinismo y el positivismo e incluso su hostilidad frente a este último. Años después Gramsci marcaba la necesidad de seguir el camino trazado por Labriola, afirmando la completa originalidad y autosuficiencia del marxismo como una concepción independiente de todas las vertientes ideológicas burguesas. El mismo contenido tiene la afirmación de Trotsky de que el marxismo es una ciencia. Más adelante volveremos sobre esto.
Ahora bien el intento de apropiación de Croce adolece de un error genético: Mariátegui no parece tener muy claro el verdadero significado de la filosofía de Croce.
Gramsci, quien era un profundo conocedor de la obra de Croce, demostró correctamente cómo la filosofía de Croce, formado en el hegelianismo conservador de los moderados, apuntaba a recrear la dialéctica de la revolución-restauración o revolución pasiva, en la cual el proceso histórico se concebía como una tríada donde a priori estaba definido que la síntesis conservaría intacta la tesis negada por la antítesis.
Croce recreaba esta dialéctica a través de su formulación de la historia como historia de la libertad que establecía apriorísticamente al Estado liberal (burgués) como un límite infranqueable a ser conservado en el desarrollo histórico.
En este sentido la recreación por Croce de la dialéctica de los moderados, de la dialéctica de la revolución-restauración apuntaba a generar un movimiento intelectual y moral que evitara en Italia la perspectiva de la Revolución Rusa[19], lo cual en los hechos, como bien señalaba Gramsci, representaba el movimiento social orientado por el fascismo, al cual Croce de esta manera terminaría ayudando a fortalecer, a pesar de su oposición al mismo.
Partiendo de aquí la operación fundamental de Croce consistía en reducir el marxismo a un canon de interpretación histórica que resaltaba la importancia de los hechos económicos, intentando castrar la originalidad e independencia filosóficas del marxismo y absorberlo a través de dicha reducción en el idealismo liberal neo-hegeliano[20]. Por eso Gramsci señalaba que en lo esencial existía una identidad básica entre el planteamiento de Croce y el de Loria respecto del marxismo[21].
Mariátegui, en cambio se conforma con sindicar a Croce como "verdadero liberal" a pesar de que él mismo consideraba que el advenimiento del imperialismo implicaba la caducidad del ideario liberal, y logra establecer un diálogo entre el idealismo crociano y el marxismo, pero en el cual el idealismo de Croce queda intacto, es decir Mariátegui no entra en polémica con él y por lo tanto no logra traducir lo de pertinente que tenía Croce para ser reinterpretado por el marxismo[22].
Y esto es así porque Mariátegui trata a Croce como un punto de apoyo y no como un adversario del marxismo. De hecho mientras el peruano intentaba apoyarse en Croce contra De Man, el filósofo italiano traducía a su idioma el libro del belga cambiándole tendenciosamente el nombre Más allá del Marxismo por La superación del marxismo, por lo que se tornaba imposible discutir contra De Man sin discutir contra Croce y menos adecuado intentar apoyarse en Croce contra De Man.
Creemos que este intento mariateguiano de valerse de Croce ha resultado en lo esencial como una experiencia trunca, en un diálogo un tanto ecléctico pero no en una refutación que permitiera traducir, vale decir reducir y asimilar lo de pertinente que tenía la filosofía de Croce. Es que para operar una traducción "orgánica y profunda", lo cual parece que Mariátegui no se propone conscientemente, era necesario partir de la independencia y originalidad del marxismo como concepción filosófica y desentrañar el verdadero significado histórico del nuevo idealismo crociano.
En la primera cuestión Mariátegui es ambiguo y en la segunda parece no tener mucha claridad.
En este sentido el planteamiento de autores como Néstor Kohan o Jaime Massardo, que presentan a Mariátegui como un partidario de una lectura filosófica del marxismo centrada en la praxis, historicista y anti-positivista, si bien mantiene un aspecto esencialmente correcto oculta estas contradicciones que expresan fuertes elementos de eclecticismo.[23]
León Trotsky es en realidad quien, junto con Lenin y después de su muerte, mejor ha expresado el carácter original e independiente de la concepción marxista, a través de la teoría del desarrollo desigual y combinado, que permite desentrañar las especificidades de las formaciones económico sociales rezagadas en la época imperialista, la Teoría de la Revolución Permanente que sintetiza la experiencia revolucionaria de la clase obrera incorporando las lecciones paradigmáticas de la Revolución Rusa y la Revolución china de 1925-28 y el Programa de Transición, quizás el mejor ejemplo de cómo, en palabras de Gramsci, la filosofía debe devenir política para seguir siendo filosofía, la herramienta más filosa producida por el pensamiento marxista, donde se explicita no sólo el orden que se quiere destruir sino el Estado que se quiere construir conduciendo a las masas desde la fase "económico-corporativa" hasta la "ético-política" de la dictadura del proletariado y la construcción socialista.
No por nada el mismo Mariátegui había escrito en 1924 que Trotsky era no sólo un protagonista, sino un filosófo, historiador y crítico de la revolución[24].
Tradición nacional e Internacionalismo
El desarrollo intelectual de Mariátegui fue vertiginoso y fragmentario. Esto no quiere decir que fue pobre o parcial.
Hay en Mariátegui un conjunto de ideas que hacen de su pensamiento un pensamiento coherente en todos los terrenos, pero los grandes problemas estructurales latinoamericanos que supo ver como su identificación del problema del indio con el problema de la tierra o la incapacidad de la burguesía nacional de llevar adelante la resolución de sus tareas históricas, están muchas veces disueltos entre elementos contingentes.
Esto torna aún más difícil su apropiación, ya que se trata de dilucidar las ideas del peruano, antes que de incorporar categorías acabadas. Desde aquí hemos venido trabajando en este ensayo por captar la más profundo de su pensamiento evitando toda lectura superficial.
Ahora bien, ya nos estamos acercando al final de nuestro trabajo. Aquí entraremos a medir a Mariátegui en su punto más débil, ya que toda su lectura del marxismo presenta una tensión constante entre la lucha por construir una tradición nacional y el programa y el punto de vista internacionalista. Este debate es clave ya que nos permite pensar, sin negar los aciertos que venimos señalando, hasta dónde hay en Mariátegui elementos constituyentes de una alternativa al stalinismo.
Nosotros creemos que en este punto Mariátegui se queda a mitad de camino y explicaremos por qué.
Mariátegui y la lucha de la Oposición de Izquierda
Contradictoriamente no se puede decir que Mariátegui haya pensado en términos únicamente nacionales. Las Conferencias que dictó en la UP González Prada, recogidas en el volumen Historia de la Crisis Mundial, demuestran la preocupación de Mariátegui a su vuelta de Europa, por recrear el internacionalismo en su propio país. Pero aquí estamos todavía en un momento previo a la lucha entre revolución permanente y socialismo en un solo país.
Mariátegui tomó posición sobre la lucha política al interior del PCUS en un artículo publicado el 23 de febrero de 1929 en la revista Variedades con el título "El exilio de Trotsky".
En este artículo Mariátegui apuntaba que Trotsky había jugado un papel primordial en la política soviética y que representaba la "ortodoxia marxista" y el sentido "urbano, obrero e industrial" de la revolución socialista. Incluso decía que sin la crítica vigilante el gobierno soviético podía degenerar en un burocratismo formalista y mecánico.
Pero en el aspecto "positivo" del debate juzgaba inconsistente el programa de la Oposición y apuntaba que la revolución rusa estaba en un período de organización nacional, en el cual no era lo central el establecimiento del socialismo a escala internacional, sino realizarlo en Rusia. A pesar de su gran admiración por Trotsky, que manifestaba en el artículo, para Mariátegui Stalin representaba a y era parte de una camada de hombres que captaban más profundamente el carácter nacional y los problemas políticos que en ese momento tenía que afrontar la Revolución Rusa.
Un doble error de Mariátegui. Por un lado confundió un profundo proceso de reacción social al interior de la URSS (que Trotsky describiera como el Thermidor soviético) con una retirada táctica de la arena internacional en función de la reorganización nacional de la Unión Soviética. El burocratismo que Mariátegui veía posible en realidad estaba en acto.
Por el otro, creyó posible el desarrollo de una corriente marxista revolucionaria en el terreno nacional manteniéndose al margen de estos debates. Aquí creemos que pesó mucho una visión de Mariátegui que tiene un aspecto relativamente evolucionista "En Europa, la degeneración parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, después de la guerra, designaciones específicas. En los pueblos donde ese fenómeno no se ha producido, porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico, la vieja y grande palabra conserva intacta su grandeza."[25]
Así no hay en el peruano ningún análisis crítico de las desastrosas derrotas de la IC durante los años 20. Mariátegui analiza el desarrollo del movimiento obrero inglés, en especial de la tendencia laborista, pero no nombra la traición de la huelga minera por la TUC, que el PCUS embelleció alegremente a través del Comité Anglo-Ruso entre la TUC y los sindicatos soviéticos. Las menciones a la experiencia del PC con el Kuomintang chino son principalmente periodísticas y acríticas de la política de Bujarin y Stalin.
Por eso es falso el planteo de Ariel Bignami que sostiene que en la Conferencia de 1929, los comunistas latinoamericanos podrían haber seguido el camino de Mariátegui y no el de Stalin, ya que Mariátegui consideraba posible seguir su propio camino sin chocar abiertamente, y por el contrario apoyando en diversos aspectos la política de Bujarin y Stalin.
Esta lectura apunta a buscar un camino alternativo al del stalinismo pero igualmente hostil a la perspectiva de la revolución permanente y el trotskismo, constituyendo una voltereta teórica destinada a reciclar al PCA y ocultar su pasado codovillista y su presente parlamentario y gradualista, ambos unidos por una estrategia de conciliación de clases. Algo parecido vienen desarrollando desde hace años alrededor de la figura de Gramsci[26].
Por su parte Otto Vargas, quien critica esto como el peor de los oportunismos socialdemócratas, se basa en un fraude teórico similar que es afirmar que el camino de Mariátegui era idéntico al de Stalin.[27]
Mariátegui y Trotsky
"El más grande cerebro de América Latina ha dejado para siempre de pensar" decía el boletín extraordinario de la Revista Amauta del 16 de abril de 1930 que daba cuenta de la muerte de Mariátegui. El peruano no vio ni el ascenso de Hitler ni la traición de la revolución española por los stalinistas ni los procesos de Moscú, ni la política de colaboración con el imperialismo "democrático", ni el asesinato de Trotsky, ni la Segunda Guerra Mundial.
Ya hemos señalado que Mariátegui no era ni bujarinista ni stalinista pero que intentaba mantenerse en los marcos de la III Internacional controlada en vida del peruano por ambas tendencias; por lo tanto queda la duda de cuál hubiera sido su actitud frente a los trágicos acontecimientos de los años 30.
Enrique Espinoza, escribía a propósito de esto lo siguiente: "... es difícil imaginarlo en el triste papel de idealizar, no importa bajo qué pretexto, la estéril Liga de las Naciones... O entregado, hasta nueva orden, a la exaltación de Roosevelt, el bueno... O haciendo migas con la ‘democracia farisea’ de M. Daladier y el ‘socialismo domesticado’ de M. Blum"[28]
La reflexión del director de Babel no resulta para nada forzada, pero no deja de ser una conjetura. No sabemos qué hubiera hecho Mariátegui si hubiera estado vivo. Y francamente no tiene sentido especular excesivamente al respecto.
El Mariátegui vivo es más interesante que el Mariátegui muerto.
Pero el hecho de que Mariátegui no haya visto algunos de los principales acontecimientos del siglo XX y que ante otros haya tenido una actitud de replegarse sobre el ámbito nacional constituye una importante limitación de su obra, en un caso impuesta objetivamente y en el segundo por una opción política que constituye un pesado error estratégico.
La realidad histórica es que sólo León Trotsky y su corriente constituyeron una alternativa de conjunto al stalinismo "La hora de la desaparición de los programas nacionales ha sonado definitivamente el 4 de agosto de 1914. El partido revolucionario del proletariado no puede basarse más que en un programa internacional que corresponda al carácter de la época actual, la de máximo desarrollo y hundimiento del capitalismo. Un programa comunista internacional no es ni mucho menos, una suma de programas nacionales o una amalgama de sus características comunes. Debemos tomar directamente como punto de partida el análisis de las condiciones y de las tendencias de la economía y del estado político del mundo, como un todo, con sus relaciones y sus contradicciones, es decir, con la dependencia mutua que opone sus componentes entre sí. En la época actual, infinitamente más que durante la precedente, sólo debe y puede deducirse el sentido en que se dirige el proletariado desde el punto de vista nacional de la dirección seguida en el dominio internacional y no al contrario. En esto consiste la diferencia fundamental que separa, en el punto de partida, al internacionalismo comunista de las diversas variedades del socialismo nacional."[29]
Desde esta perspectiva es que Trotsky dio una lucha sin cuartel por el contenido revolucionario del programa marxista sistematizando las conclusiones de las derrotas de los años 20, del proceso de burocratización de la URRS, del ascenso de Hitler en Alemania, del estrangulamiento de la revolución española por Stalin, de la realidad latinoamericana durante su exilio mexicano, mientras luchaba contra los fraudes de los procesos de Moscú y finalmente, de las tendencias, fricciones y preparativos hacia la 2° Guerra Mundial, plasmando su pensamiento en dos trabajos fundamentales, la Teoría de la Revolución Permanente y el Programa de Transición, que no sólo son una guía para la acción, sino un documento vivo de la época y las dos más grandes conquistas del pensamiento marxista en el S XX.
Los cuadros marxistas formados en estas duras lecciones fundaron bajo su dirección y con voluntad de hierro la IV Internacional
De la Primera Guerra a la hegemonía norteamericana, de la revolución rusa a la revolución en la India, del octubre alemán a la revolución mexicana, de las huelgas francesas a la revolución española, de las polémicas contra Sombart a las polémicas contra Haya de la Torre; del Ejército Rojo a los debates sobre Literatura y Revolución; de la teoría de la evolución a las leyes de la dialéctica, de los ensayos de Antonio Labriola y los Cuadernos filosóficos de Lenin a los Escritos sobre Lenin, Dialéctica y Evolucionismo; Trotsky en este trasfondo, épico primero y trágico después, ha sido sin duda el más grande recreador del marxismo y quien realmente ha logrado una traducción "orgánica y profunda" (al decir de Gramsci) de todos los lenguajes políticos nacionales al internacionalismo proletario, contribuyendo a constituir al marxismo como una ciencia, es decir, como una concepción que se basta a sí misma y que contiene todos los elementos de una concepción del mundo y por ende de una nueva sociedad y una nueva cultura.
Queda para nosotros la tarea de pensar con nuestra propia cabeza para recrear su legado y fundirlo con la entraña misma de la historia.
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[1] Este ensayo profundiza y corrige las elaboraciones contenidas en los dos artículos del mismo autor publicados en Rebelión: Apuntes sobre José Carlos Mariátegui y Seis Tesis sobre José Carlos Mariátegui y León Trotsky. El segundo ha sido publicado en Lucha de Clases (Revista Marxista de Teoría y Política), Nro 1, Bs As Noviembre 2002.
[2] Coordinador de la Cátedra Libre Karl Marx de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Jujuy, militante del PTS de Argentina.
[3] Ver El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, pgs 72 a 80, Bs As 1984, Ed. Nueva Visión.
[4] "Pocos argentinos poseen una idea clara de la grandiosidad del ateísmo y el materialismo, ni pueden tenerla puesto que, lamentablemente, el método de enseñanza en los países neolatinos es descuidado, la elaboración del pensamiento filosófico no está arraigada en la raza y, sobre todo, no se practica el pensar en general". Este curioso razonamiento pertenece a Germán Ave Lallemant, uno de los primeros divulgadores del marxismo en la Argentina y fundador en 1882 de la asociación Vorwärts. Citado por Néstor Kohan en De Ingenieros al Che, ensayos sobre el marxismo argentino y latinoamericano, Bs As 2000, pg 27, Ed Biblos, quien lo toma de La Hipótesis de Justo de José Aricó.
[5] No queremos aquí construir una tradición latinoamericana al margen de la lucha de estrategias entre el programa de la revolución permanente y el del socialismo en un solo país, que marcó el marxismo el siglo XX, sino precisar ciertas problemáticas específicas, que a su vez entroncan en muchos aspectos con la corriente animada por León Trotsky, como salta a la vista en los escritos de su exilio mexicano. De todas formas es necesario un trabajo profundo de reconstrucción de los cruces de las diversas tradiciones.
[6] JCM, Ideología y Política, pag 273, Lima 1985, Ed Amauta.
[7] JCM, El Problema de la Tierra, en Siete Ensayos de Interpretación de la realidad peruana, versión electrónica.
[8] Durante los dos primeras décadas del S XX, el senador socialista argentino Enrique Del Valle Iberlucea, escribió algunos ensayos de divulgación donde defendía el planteamiento de Antonio Labriola en polémicas con Aquiles Loria e Ives Guyot. Después de la revolución rusa promovió la adhesión del PS a la III Internacional, liderando el sector "tercerista", pero al ser derrotado en la lucha interna del PS, decidió quedarse en el mismo a pesar de que un importante sector de la base "tercerista" rompió con el PS para entrar al PSI. Este es el único antecedente latinoamericano de una lectura del marxismo cercana a la de Antonio Labriola anterior a Mariátegui Ver Emilio Corbiére, El marxismo de Enrique del Valle Iberlucea, Bs As 1987, Centro Editor de América Latina. Ver también en Néstor Kohan, op cit.
[9] En los artículos anteriores nos hemos referido a la errónea tesis de Mariátegui sobre el carácter feudal de la colonización. Remitimos al lector a dichos trabajos.
[10] Ver Otto Vargas, El marxismo y la revolución argentina, pg 527, Bs As 1999, Ed Agora.
[11] En El problema de las razas en América Latina utiliza la formulación "gobierno de obreros y campesinos" un tanto ambigua, pero más cercana por el contenido a la dictadura del proletariado que la fórmula de la IC que era esencialmente contra la dictadura del proletariado.
[12] "(Tesis 8) La dictadura del proletariado, que sube al poder en calidad de caudillo de la revolución democrática, se encuentra inevitable y repentinamente, al triunfar, ante objetivos relacionados con profundas transformaciones del derecho de propiedad burguesa. La revolución democrática se transforma directamente en socialista, convirtiéndose con ello en permanente." León Trotsky, La Teoría de la Revolución Permanente (compilación), pgs 520-521, Bs As 2000, Ed. CEIP León Trotsky.
[13] "Analizando la génesis de la producción capitalista digo: En el fondo del sistema capitalista está, pues, la separación radical entre productor y medios de producción... la base de toda esta evolución es la expropiación de los campesinos. Todavía no se ha realizado de una manera radical más que en Inglaterra... Pero todos los demás países de Europa occidental, van por el mismo camino (El Capital, edición francesa, p. 316).
La "fatalidad histórica" de este movimiento está, pues expresamente restringida a los países de Europa occidental. El por qué de esta restricción está indicado en este pasaje del capítulo XXXII:
La propiedad privada, fundada en el trabajo personal... va a ser suplantada por la propiedad capitalista fundada en la explotación del trabajo de otros, en el sistema asalariado (ob cit, p. 340).
En este movimiento occidental se trata, pues de la transformación de una forma de propiedad privada en otra forma de propiedad privada. Entre los campesinos rusos, por el contrario, habría que transformar su propiedad común en propiedad privada.
El análisis presentado en El Capital no da, pues, razones, en pro ni en contra de la vitalidad de la comuna rural, pero el estudio especial que de ella he hecho y cuyos materiales he buscado en las fuentes originales, me ha convencido de que esta comuna es un punto de apoyo de la regeneración social en Rusia, mas para que pueda funcionar como tal será preciso eliminar primeramente las influencias deletéreas que la acosan por todas partes y a continuación asegurarle las condiciones normales para un desarrollo espontáneo." Carta de Carlos Marx a Vera Zasúlich, en Néstor Kohan, Marx en su (Tercer) Mundo, pag 263, Bs As 1998, Ed Biblos.
[14] JCM, La "comunidad" bajo la república. El problema de la Tierra. Siete Ensayos....
[15] Adolfo Gilly analiza detalladamente este proceso y la importancia de las tradiciones indígenas en el mismo en La Revolución interrumpida.
[16] "El Capital de Marx era, en Rusia, el libro de los burgueses más que el de los proletarios. Era la demostración crítica de la necesidad ineluctable de que en Rusia se formase una burguesía, se iniciase una era capitalista, se instaurase una civilización de tipo occidental, antes de que el proletariado pudiera siquiera pensar en su insurrección, en sus reivindicaciones de clase, en su revolución [...] Viven [los bolcheviques, NdR] el pensamiento marxista, lo que no muere nunca, la continuación del pensamiento idealista italiano y alemán, contaminado en Marx de incrustaciones positivistas y naturalistas. Y este pensamiento sitúa siempre como máximo factor de historia no los hechos económicos, en bruto, sino el hombre, la sociedad de los hombres, de los hombres que se acercan unos a otros, que se entienden entre sí, que desarrollan a través de estos contactos (civilidad) una voluntad social, colectiva, y comprenden los hechos económicos, los juzgan y los condicionan a su voluntad, hasta que esta deviene el motor de la economía, plasmadora de la realidad objetiva, que vive, se mueve y adquiere carácter de material telúrico en ebullición, canalizable allí donde a la voluntad place, como a ella place", Antonio Gramsci, La Revolución contra "El Capital", Escrito en 1917. Primera Edición: Aparecido en Avanti, edición milanesa, el 24 de noviembre de 1917. Reproducido en el Il Grido del Popolo el 5 de enero de 1918, versión electrónica tomada de http://www.marxists.org/
[17] El eclecticismo de José Ingenieros se ve claramente en Los tiempos nuevos, excelente y audaz alegato a favor de la revolución rusa, pero desde una perspectiva de filiación funcionalista y políticamente reformista entre el "minimalismo del presidente Wilson y el maximalismo" de los bolcheviques.
[18] "En Italia Mariátegui estableció, además, relaciones con Benedetto Croce, destacado filósofo neohegeliano; conoció a Gobetti, y mantuvo contactos también con Terracini". Joaquín Santana, Gramsci y Mariátegui, Universidad de la Habana, Colección Pensadores cubanos de hoy, versión electrónica http://www.filosofia.cu/.
[19] El siguiente párrafo corresponde a la época más hostil de Croce hacia el marxismo "La historia escrita según la llamada teoría del materialismo histórico... Los hombres que nos muestra son antihumanos en la misma medida que la teoría ofensiva contra la plenitud y dignidad del espíritu". Y más adelante "... el comunismo [...] no es ya un simple ordenamiento económico, sino, cosa diversa y más grave, un ordenamiento complejo ético-político, que apela a un principio opuesto al de la libertad, a la igualdad [...] el comunismo se ve obligado, aún más allá de las intenciones de los autores a entrar por el camino trillado por donde siempre entraron todos los absolutismos..." Benedetto Croce, La Historia como Hazaña de la Libertad, pgs 14 y 221, México-Bs As 1960, Fondo de Cultura Económica.
[20] Ya Antonio Labriola había tenido oportunidad de ajustar cuentas con la metafísica crociana y su tergiversación del marxismo. Ver Antonio Labriola, La Concepción Materialista de la Historia, pgs 333 a 341, La Habana 1975, Instituto del Libro, Ed de Ciencias Sociales.
[21] Ver El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, pg 208, Bs As 1984, Ed Nueva Visión.
[22] Gramsci buscaba reducir el momento ético-político de la filosofía de Croce en la categoría de hegemonía de Lenin.
[23] Ver Los combates de Mariátegui, en Néstor Kohan, De Ingenieros al Che, ensayos sobre el marxismo argentino y latinoamericano, Bs As 2000, Ed Biblos y Jaime Massardo, Antonio Gramsci, Ernesto Guevara: Dos momentos de la filosofía de la praxis, París septiembre de 1997, versión electrónica.
Dicho sea de paso en ambos autores, la refutación del Diamat parece proponer una anulación de toda dialéctica de la naturaleza y por tanto un dislocamiento de las relaciones entre naturaleza e historia; posición que suele atribuirse tanto a Mariátegui como a Gramsci. Contra estas lecturas vale la reflexión de un intelectual cubano, por lo general ubicado más que lejos de nuestro pensamiento político: "El reconocimiento del lugar central del materialismo histórico no entraña en el caso de estos líderes revolucionarios, una mera negación del materialismo dialéctico como se ha afirmado por algunos autores. El rechazo a una cosmovisión teleológica que confiere escaso margen a la creación humana, no conduce necesariamente al desconocimiento de la dialéctica materialista, ni al significado de sus principios y leyes. Desde luego, la naturaleza que es motivo de reflexión en estos pensadores no es una esencia encerrada en sí misma, inmutable y eterna, sino aquella que ha sido transformada por el hombre. Se trata de la segunda naturaleza o naturaleza socializada, según Marx, con lo cual el análisis se acerca a sus planteamientos originarios. Después de responder de manera materialista al problema fundamental de la filosofía, es imprescindible trascender sus estrechos marcos y comprender que la teoría dialéctica sobre la naturaleza presupone la existencia de un sujeto que piensa, conoce y transforma su entorno, transformándose a sí mismo." Joaquín Santana, op cit.
Para hacerle justicia a Kohan digamos que él mismo reconoce en De Ingenieros al Che que el uso de la categoría "materialismo dialéctico" no implica necesariamente adhesión al Diamat, como bien señala en el caso de Lefebvre.
Por lo tanto resulta como mínimo una ligereza teórica que en Marx en su (Tercer) Mundo sindique a Trotsky como un partidario del Diamat. Kohan conoce al pie de la letra la indicación de Gramsci de que la filosofía de los hombres políticos no siempre está en el lugar donde convencionalmente se supone, pero en lugar de buscar la filosofía de Trotsky no sólo en los pocos artículos donde habla explícitamente del tema (los cuales por otra parte Kohan no analiza correctamente) sino fundamentalmente en su teoría de la revolución, en sus disquisiciones sobre literatura y revolución, en sus escritos políticos y en su propia obra como constructor del primer estado obrero de la historia, se contenta con una lectura superficial, separando los debates sobre dialéctica de las concepciones históricas de Trotsky y de esta manera lesionando otro principio gramsciano como es la unidad de historia, filosofía y política.
Kohan tiene un mérito: poner sobre la mesa discusiones pertinentes y actuales, más allá de que coincidamos o no con la respuesta que les de el mismo Kohan. Lamentablemente en relación con Trotsky y sus ideas filosóficas cae en un insostenible lugar común, que demuestra poco conocimiento de la obra de Trotsky.
La próxima publicación al castellano de los Escritos sobre Lenin, Dialéctica y Evolucionismo, será un gran alegato contra esa falsa imagen de Trotsky, interesadamente construida por los adversarios del trotskismo.
[24] José Carlos Mariátegui, Trotsky, publicado en Variedades el 19 de abril de 1924, versión electrónica en inglés en http://www.marxists.org/
[25] José Carlos Mariátegui, Aniversario y Balance, Amauta 1928, en Ideología y Política, pg 249, Lima 1985, Ed Amauta.
[26] El PCA, que ya nos ha acostumbrado a los argentinos a verlo acumular una vergüenza detrás de otra, ha descubierto recientemente que la "creación heroica" de la que hablaba Mariátegui comenzó en China con Deng Xiao Ping, el iniciador de la restauración capitalista y continúa en el "socialismo" de Jiang Zeming y Hu Jintao, el mismo que ha incluido a los capitalistas como miembros plenos del PCCh y su flamante sucesor.
Sin comentarios.
[27] Ver Otto Vargas, El marxismo y la revolución argentina, Tomo II, pgs 524 a 535, Bs As 1999, Ed Agora. El secretario general del PCR hace suya la forzada interpretación del CC del PCP "Retomemos a Mariátegui y reconstituyamos su partido" (octubre de 1975) donde se transforma a Mariátegui en un teórico del bloque de las cuatro clases y tributario del "Pensamiento Mao-Tsetung". Las polémicas con las posiciones de Aricó, Bignami, y Korol, están en las páginas señaladas.
[28] Enrique Espinoza, En el décimo aniversario de la muerte de José Carlos Mariátegui , Revista Clave N° 8/9, segunda época, pg 249, abril-mayo de 1940, en León Trotsky, Escritos Latinoamericanos, Bs As 1999, Ed. CEIP León Trotsky.
[29] León Trotsky, Crítica del Programa de la IC, en La Teoría de la Revolución Permanente (compilación) pg 309, Bs As 2000, Ed CEIP León Trotsky.