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Opiniones

El pantano de la derecha, agudiza el desafío para la izquierda

por José Gabriel Vazeilles / Fuente: Piquete Socialista
Mientras el gobierno mantiene en todo lo posible la herencia de sujeción al FMI, de enriquecimiento de los ricos y la represión al pueblo, se encuentra también latente pero dispersa la resistencia popular a los efectos de esa política.
Al no avanzar para hacer efectivo el "que se vayan todos" ni dar el paso siguiente de efectuar una propuesta positiva que unifique organizaciones políticas y sociales, la coyuntura se vuelve pantanosa, los represores vuelven a matar, Menem impulsa su candidatura, la Corte usa los derechos de los ahorristas para jaquear al gobierno y según denuncia el propio Duhalde, con el bajo y detestable objetivo de bloquear el recorte a las jubilaciones de privilegio.
En medio de ese pantano, podemos anotar como positivo, pero aún precario, que coincidan organizaciones sociales con las formaciones políticas de izquierda en movilizaciones compartidas, tras los reclamos y puntos programáticos que se han levantado desde principios de este año y que han logrado traspasar las barreras que los medios masivos de difusión han levantado habitualmente contra este tipo de perfiles políticos e ideológicos y obligado a algunos politiqueros, que quieren reeditar las maniobras engañosas del Frepaso, a teñirse un poquito con ese espíritu.
La encrucijada de la izquierda
El siglo XXI se abrió como el fin de una etapa y la lógica apertura de otra nueva, ya que la sociedad argentina no ha desaparecido y el mundo sigue andando y este punto de vista es común en la izquierda.
No quiere decir que toda la derecha y el centro sean ciegos al respecto, pero dejaremos de lado el revoltijo de opiniones que quieren dar cuenta de la nueva etapa con remiendos de los pedazos rotos del "modelo" viejo, sean expresas u ocultas las intenciones de mantenerlo y reconozcan o no la profundidad del cambio histórico.
Pero siendo el reconocimiento franco de la izquierda una ventaja, también necesita reconocer que toda novedad acarrea incertidumbre y que, por ello, falta elaboración en torno a qué consiste y propuestas solventes de qué hacer en ella.
No analizaremos aquí las razones de esa falta de reconocimiento de la incertidumbre y la necesidad de profundizar el análisis, limitándonos a decir que son remanentes de costumbres de una anterior etapa sin protagonismo de la izquierda. Sabemos que las costumbres tienen su rigidez y que, paradójicamente, la angustia frente a la incertidumbre suele impulsar el refugio en las costumbres conocidas, aunque ya antes hayan ocasionado ceguera ante una parte de la realidad, que ahora se vuelve una incógnita más grande.
Creemos que no hacen falta más argumentos para advertir que la situación es difícil y riesgosa. Comenzando por nuestra posición -la caridad bien entendida-, el riesgo es que este reconocimiento de la incertidumbre, necesario, será desmovilizador sin una propuesta de elaboración y debate, de un modo semejante a la consigna "que se vayan todos", necesaria, pero necesitada ella misma de pasar a otra proposición por la positiva.
El riesgo de las izquierdas es que terminen siendo percibidos por las masas populares como semejantes a cómo ven hoy las confusas piruetas del centro y la derecha, que se afiance y extienda la latente opinión de que toda la política es una porquería.
Subrayamos "hoy", porque "ayer" las preferencias mayoritarias recaían en el centro y la derecha frente a un campo de izquierda visto como inoperante y es obvio que la desilusión "a derecha" abrió un crédito político "a izquierda", cuyo origen en tal coyuntura habla por sí solo de su transitoriedad, un viento favorable que será inútil si no se despliegan las velas adecuadas para recogerlo.
Sin embargo, detrás del viento coyuntural, que vale para el momento como tal y para el campo estrictamente político, está el profundo movimiento histórico del cambio de etapa, y la aparente paradoja se explica porque no hay una ley fatal de que el campo político refleje mecánicamente o logre interpretar adecuadamente ese movimiento.

La especificidad argentina
Antes del nivel mundial que adquiere hoy la crisis del capitalismo, los países dependientes de América latina reflejaron en distintas medidas las deformaciones impuestas por la política neoliberal y la situación argentina fue la más perversa.
Por eso, la crisis abierta ha tenido un efecto de descomposición que pone en cuestión cualquier reconstrucción que mantenga incólume la propiedad privada de los grandes medios de producción y cambio, lo que induce su socialización.
Para una identidad socialista, esa brújula programática no depende de que su posibilidad quede cerca en la coyuntura histórica, pero eso no quita que si sucede, ello no coloque en un compromiso especial a las formaciones con esa identidad, uno de cuyos aspectos más coyunturales aún es el viento favorable antes mencionado.
En el aspecto político más superficial, eso coloca a las izquierdas ante la responsabilidad de poder obtener, por primera vez en la historia de nuestro país, que el socialismo y la izquierda tengan una representatividad de masas, lo que va unido al debate de la unidad y el frente común ante la derecha, diferenciándose también del "centro".
En cuanto a lo más profundo, es verdad que la insuficiencia de los debates sobre la experiencia de los llamados "socialismos reales" del siglo XX dificulta la elaboración, lo que se agrava por la tendencia a admirar acríticamente posturas teóricas que vienen de los países centrales, aunque no en todos los casos se llegue al cholulismo admirativo que acepta modas sin advertir los componentes de derecha que tienen.
A pesar de estas dificultades, bien podemos advertir que la puesta a la orden del día de nuestro país las posibilidades de socialización, tiene las mismas limitaciones que los puntos de arranque de los socialismos reales, que sería petulante decir no tienen nada que ver con los retrocesos posteriores, cargando toda la responsabilidad en las dirigencias.
En efecto, esa puesta a la orden del día no deviene de la madurez del propio desarrollo capitalista sino del agravamiento profundo del subdesarrollo del capitalismo dependiente y sus rémoras más perversas, que quiebran el funcionamiento del sistema y su andamiaje institucional, lo que abarca la corrupción y la inepcia de los partidos clientelísticos pero también la descomposición de los cuerpos represivos armados.
Grandes dificultades, a las que todavía habría que llegar
Si el punto de partida es ése, alguien puede decir "de esta agua no he de beber", si sólo admite militar bajo el seguro de un socialismo futuro sin retrocesos. Pero eso sería una claudicación, a la vista de las profundas y acuciantes necesidades de los trabajadores desocupados y ocupados, las capas medias, los profesionales, los estudiantes y, desde luego, los servicios de salud y educación y las castigadas fuerzas productivas en general del país, sin cuya recuperación no podrán satisfacerse aquellas necesidades.
Aún así, tampoco hemos llegado a ese punto que en caso de advenir, no augura ser ningún lecho de rosas. Claro que la necesidad tiene cara de hereje y su herejía profunda e inevitable aventará los cultos mítico-religiosos o románticos con los que se han recubierto los relatos de las revoluciones pasadas.
Sin embargo, la precariedad -y oportunidad- del punto de partida similar que hemos señalado trae temas que ya fueron debatidos en procesos históricos semejantes, entre ellos, dos que tienen relación entre sí: la aparición de fenómenos que parecen apuntar al doble poder y el complejo debate de la participación en los mecanismos institucionales de la democracia burguesa.
Seguramente no son los únicos temas a debatir, pero conformarán el temario que la hereje necesidad nos exige, aunque sea más fácil creer que la revolución es como el relato mítico en que Teseo-Lenin o Gilgamesh-Mao finalmente triunfa y que basta celebrar los ritos verbales y rituales adecuados para reproducir el desenlace.
Desde luego, la realidad de la izquierda es una mezcla de esfuerzos realistas y sueños y por eso hay tanto avances como dificultades de maduración.
Por eso nos parece que habría que comenzar por desechar las expresiones más infladas con lo mítico, si es que a los demás les parece seria la perspectiva planteada y aceptan el temario, con o sin modificaciones. O proponen otro, pues parafraseando el refrán "cuando uno no quiere, dos no pelean", podemos decir que "cuando uno solo quiere debatir, no hay ningún debate."