Socialismo y post-neoliberalismo
Introducción
Alguien dijo una vez que la Tierra era una gran nave espacial que viajaba por el cosmos. Mas recientemente, películas de catastrofismo en que un asteroide amenaza chocar con el planeta, han traído con fuerza a nuestra conciencia la fragilidad de las condiciones que sustentan la existencia humana. Sin embargo, tal vez no sea un asteroide —por factible que resulte esa posibilidad— el mayor peligro que nos amenaza, sino la propia incapacidad de la raza humana para controlar su destino y aprender a convivir en un planeta de recursos limitados.
Este evento para el cual nos ha convocado la Sociedad Económica de Amigos del País tiene, además, una especial motivación, pues nos pide no sólo avanzar de la conciencia de los peligros, sino también levantar la vista hacia las posibles soluciones. Por otra parte, estamos en un momento de tensiones y peligros tan inmediatos para el mundo, que sin dudas se requiere de un particular esfuerzo para remontarse de esta adversa coyuntura en que se despliega una forma más descarnada de hegemonismo, a las cumbres desde donde poder avizorar un futuro más racional y de bienestar compartido para la humanidad.
Sin pretensiones de ningún tipo, quiero entonces brindar mi visión personal de como concibo, primeramente, esa sociedad del futuro y, segundo, por que considero que la experiencia actual de los países que continúan en la senda del socialismo y, en especial, la experiencia de Cuba, resulta importante desde esa perspectiva.
¿Por qué post-neoliberalismo?
El capitalismo como sistema sólo conduce a insuperables contradicciones: polarización de la riqueza, con enorme derroche de recursos que conviven con carencias tan elementales que comprometen la vida de millones de seres humanos; una creciente alienación que abarca tanto a las sociedades desarrolladas como a las más atrasadas; y por último, un deterioro exponencial de las condiciones de sustentación del planeta y de sus recursos naturales, que constituye una amenaza más mortífera y real que el choque eventual con un asteroide de grandes dimensiones.
Enfrentados a esta falta de viabilidad del capitalismo y a sus efectos nefastos en las condiciones de existencia material y espiritual del ser humano, no sólo a largo plazo sino también a mediano plazo, muchas personas que no consideran que existan condiciones para una transformación socialista o comunista, han comenzado, no obstante, a pensar en la necesidad de una sociedad post-neoliberal.
Quisiera hacer énfasis en idea de que de estas contradicciones no escapan las sociedades de los propios países desarrollados, y no sólo en los momentos de crisis como los actuales en que aumenta el desempleo y se restringen los programas sociales, sino aun en los momentos de mayor auge. Así, por ejemplo, si observamos lo ocurrido en la economía de Estados Unidos, propugnada como ejemplo de competitividad y de prosperidad sin precedentes, se aprecia que en los años 90 el número de horas trabajadas se incrementó en 36 horas anuales, con lo cual un trabajador norteamericano trabaja en el año 137 horas más que un trabajador japonés, 260 horas más que uno inglés y casi 500 horas más que uno alemán.
Cuando hablamos de que un trabajador norteamericano incrementó su jornada de trabajo en estos años de prosperidad respecto a Japón hay que tener presente que en la cultura empresarial y laboral de Japón existen cuestiones como la llamada tradición gambaru de largas horas de trabajo, dedicación incuestionada y una vida personal altamente limitada fuera del trabajo. También existe el concepto de karoshi para designar a las personas que fallecen por exceso de trabajo y agotamiento, fenómeno que comienza a reconocerse como un verdadero azote en esa sociedad, a la que, sin embargo, se le reconoce un ingreso per cápita de los más altos del mundo.
En un caso notorio, la Corte Suprema condenó a la mayor empresa publicitaria de Japón a pagar compensación por la muerte de un empleado de 24 años que trabajó de forma continua durante 17 meses, sin tomar un sólo día de descanso. Otros casos de muerte por agotamiento o suicidio informan de personas que estuvieron trabajando de forma continuada entre 14 y 16 horas diarias antes del desenlace fatal. Tal es el país que Estados Unidos, en estos años recientes de prosperidad, ha logrado sobrepasar en horas trabajadas por trabajador.
Gracias a lo anterior un trabajador norteamericano muestra la mayor productividad a nivel mundial, aunque si se calcula la productividad por horas trabajadas, Francia altamente criticada por haber establecido la semana de 35 horas, queda, sin embargo, en primer lugar.
He querido con esta disgresión ilustrar un concepto. Alienación no es sólo un concepto abstracto, sino que se trata de efectos muy reales que conforman la existencia de millones de personas, aun en países considerados del más alto nivel de desarrollo. No extrañe, por tanto, la oposición que suscita la globalización neoliberal en los propios países del primer mundo.
Por otra parte, que Francia, con un primer ministro de filiación socialista, haya encontrado consenso para propugnar una alternativa social menos extrema a la de un capitalismo desbocado, y que ello haya resultado en una productividad récord a nivel mundial, da también idea de la posibilidad de direcciones alternativas y refuerza la confianza en que existen fuerzas que pueden oponerse al despliegue incontenido de los preceptos de la globalización neoliberal; así como de una eventual evolución hacia una sociedad post-neoliberal.
Aunque el objetivo debe ser alcanzar una globalización humana, una globalización socialista, ello supone ante todo enfrentar las apetencias de dominio hegemónico del imperialismo. En estas condiciones, es difícil concebir que el socialismo pueda ser una meta inmediata. Seguramente se requerirán de etapas previas en que se afiance en el mundo el multipolarismo, la democratización de las Naciones Unidas, y la integración regional, en condiciones en que la unidad de los países y la movilización de las masas permita llevar a cabo negociaciones amplias que tomen en cuenta el interés de los pueblos.
¿Cómo sería esa etapa intermedia que hemos denominado como post-neoliberal? Tendría que ser una sociedad mucho más solidaria, con nuevos parámetros de producción y distribución, e incluso de consumo; que además representa la única posibilidad de supervivencia física de la humanidad.
El primer requisito es un condicionamiento más integral de la actividad económica a los criterios de sustentabilidad ecológica. Se trata de hacer responsable a los fabricantes de toda la cadena de producción y reciclaje de sus productos, de forma que los efectos secundarios en cuanto a degradación y contaminación del medio no queden fuera de los mecanismos de valoración económica y de maximización de ganancias para los productores. Adicionalmente, los acuerdos internacionales para la protección de los recursos del planeta y el monitoreo de la contaminación, tendrían un carácter más integral, con metas y acuerdos de estricto cumplimiento. Existiría conciencia planetaria que la producción no sustentable representa un crimen contra la humanidad; y los productos con estas características estarían identificados y, entre otras cosas, serían objeto de restricciones en el comercio internacional.
Se reconocería por los países que las necesidades básicas son anteriores a la satisfacción de la demanda efectiva. Deben reconocerse derechos económicos mínimos para todos los habitantes del planeta, con una Carta que los recoja y codifique, y compromisos internacionales como expresión solidaria de la lucha por la erradicación de las situaciones más críticas desde el punto de vista de alimentación, salud y educación en el mundo. Sería necesario revertir la tendencia, tanto en los países desarrollados como en los subdesarrollados a convertir los derechos económicos básicos de los ciudadanos, en demandas a satisfacer como consumidores.
En tendencia la economía mundial irá quedando de forma progresiva bajo el control de las transnacionales, las cuales coexistirán con un estrato empresarial nacional y local, cada vez de menor alcance. Estos procesos son objetivos, pues en su base está a su vez la tendencia a la especialización internacional del trabajo y a la concentración del capital y de la producción de conocimientos. Este proceso ha ido generando un traspaso progresivo de la soberanía económica de los pueblos y gobiernos hacia instituciones sin una participación política y sin obligaciones de dar cuenta de su gestión a la sociedad. Es indispensable contrarrestar esta tendencia por medio de un control social cada vez más efectivo sobre estos entes, los cuales controlan recursos económicos que con frecuencia sobrepasan el PIB de muchas naciones, y cuyas decisiones afectan la existencia de miles y millones de personas.
La población de los países desarrollados se estanca o decrece. Para mantener su crecimiento económico dichos países requieren un flujo migratorio proveniente de los países del Sur. Sin embargo, esta emigración se realiza en condiciones altamente desventajosas para dichos países. En primer lugar, se han establecido criterios migratorios selectivos que tienden a generar la pérdida de los especialistas calificados de los países del Tercer Mundo y propician el llamado "robo de cerebros". Actualmente, por ejemplo, a partir de la carencia de personal calificado para las actividades de informática, se crean cuotas especiales para técnicos de países subdesarrollados con este tipo de preparación. Existen 30 mil médicos africanos en Europa y Estados Unidos en tanto que ese continente sufre de los más graves problemas de salud del planeta. En este campo son muchos los ejemplos que se pueden presentar.
Por otra parte, se tolera o propicia una emigración ilegal, cuyo resultado es una importante masa de trabajadores que carecen de derechos sociales y laborales en dichos países. Cuando se habla de apertura y movimiento de los factores, debe siempre entenderse que se trata sólo del capital internacional. Se ha estimado que sin ese flujo migratorio el crecimiento de los países desarrollados sería un tercio menor de lo realmente alcanzado, y sin embargo, se escatima el reconocimiento de este aporte económico. Un mundo más justo debe partir de reglas que compensen de una forma más equitativa el aporte de los países del Tercer Mundo a las economías desarrolladas. Población y riqueza deben tener soluciones más adecuadas, capaces de contribuir a un mejor equilibrio del planeta.
Por último, debe hacerse referencia al problema del empleo, que más allá de su sentido puramente económico, constituye una condición esencial de la existencia humana. Un hombre sin empleo es un hombre sin autoestima y sin posibilidades de integrarse a la sociedad. El aumento incesante de la productividad en las condiciones modernas de la producción conduce a un excedente relativo de fuerza de trabajo que se agudiza en situaciones recesivas. Pero el problema del empleo puede tener diversas soluciones si se encara con una combinación de criterios sociales y económicos, desde la reducción de la jornada de trabajo hasta el desarrollo de los servicios sociales, la investigación y las actividades propiciadoras de un proceso económico más sustentable, por sólo mencionar algunas posibilidades.
No pretendo presentar en este breve análisis soluciones a problemas cuya complejidad no se nos escapa, pero sin dudas una sociedad más humana debe avanzar de criterios basados en una rentabilidad de corto plazo, a una visión más avanzada en cuanto a la interacción que debe existir entre economía y sociedad.
Una sociedad post-neoliberal como la señalada anteriormente no dejaría de ser capitalista, pero en ella la racionalidad mercantil como principio determinante de toda la sociedad no reinaría suprema, sino que estaría encauzada dentro de principios éticos y sociales que la condicionarían; la propiedad privada estaría sometida a una intervención social, y el poder económico estaría sometido al poder político.
Esta sociedad post-neoliberal, que no lo es todo, y que tal vez sea tan utópica de alcanzar por vías evolutivas como el propio socialismo, sirve al menos para contrastar todo lo que habría que modificar en las relaciones económicas y en la organización política del mundo actual. Tampoco debe descartarse el poder de convocatoria que tendría en las condiciones actuales como expresión de un planteamiento racional, ético y de supervivencia. Según Marx, el hombre se plantea sólo aquellos problemas que está en condiciones de poder abordar, y en ese sentido es más fácil ponerse de acuerdo en las tareas más evidentes e inmediatas, que lograr un consenso sobre la conformación futura de una sociedad que satisfaga de forma más plena las aspiraciones humanas.
Lo importante será lograr un pensamiento revolucionario que ayude a mantener el rumbo de las aspiraciones y objetivos en el mediano y el largo plazo, el cual debe constituir una síntesis superior de lo más avanzado de la conciencia humana, incluyendo las nuevas experiencias de los movimientos populares y las formas emergentes de asociación de las masas, que surgen de la presente crisis económica y social.
Dicho esto, resulta ahora conveniente examinar un segundo aspecto referente a la forma en que la experiencia del socialismo contemporáneo puede contribuir a mostrar alternativas para una futura sociedad post-neoliberal, o que más propiamente pudiera designarse como presocialista.
Importancia de la experiencia socialista para la formulación de una posible sociedad post-neoliberal
A partir de esta perspectiva, resulta indudable la importancia de la experiencia que se lleva a cabo en los países que han continuado por la senda de la construcción socialista, como China, Viet Nam y Cuba. La trascendencia que encierran estas experiencias está dada por el hecho de constituir una expresión práctica de la aspiración de lograr una sociedad distinta a un capitalismo exacerbado, cuya manifestación moderna es la globalización, desplegada bajo la impronta neoliberal.
Un primer resultado de gran importancia que brindan estas experiencias es la demostración de que el socialismo puede no ser un freno al desarrollo de las fuerzas productivas y que, por el contrario, logra favorecer la obtención de altas tasas de crecimiento.
Por otra parte, se da una nueva circunstancia histórica, pues en la etapa actual, en ausencia de un campo socialista de suficiente masa crítica, los países socialistas deben convivir con relaciones de mercado y en estrecha interrelación con las condiciones que impone la economía capitalista internacional. Aunque desde un punto de vista ello ha favorecido superar el aislamiento que en el pasado experimentaron muchas economías socialistas, es innegable que en estas nuevas circunstancias en que se desempeña la construcción socialista, pueden manifestarse importantes efectos negativos en el plano social y político respecto a los objetivos socialistas.
Algunas enseñanzas que brinda la experiencia cubana
En este contexto puede afirmarse que en Cuba el sentido de la resistencia en estos años ha sido no sólo preservar la independencia y la justicia social, sino además salvar la perspectiva del socialismo y del desarrollo del nuevo pensamiento revolucionario.
Sin haberlo buscado, sobre la Revolución Cubana recayó la posibilidad —y consecuentemente, la responsabilidad— de hacer una contribución de valor universal a la reelaboración de las alternativas de los pueblos frente a la globalización neoliberal.
Además de ofrecer un ejemplo de firmeza, Cuba ha logrado mostrar que es posible una alternativa humana de desarrollo frente a la alternativa capitalista, y que aun en condiciones económicas difíciles es posible alcanzar logros importantes en la sustentabilidad y racionalidad en las relaciones con el medio ambiente. La fuerza de este ejemplo no deja de constituir un impulso a las nuevas ideas revolucionarias que se requieren para continuar avanzando en la etapa actual.
Pocos países como Cuba han tenido que enfrentar una crisis tan aguda por su supervivencia, ni han tenido que reestructurar sus relaciones económicas, internas y externas, en condiciones tan adversas. Sin embargo, esto se ha logrado, y la economía cubana presenta un crecimiento ininterrumpido desde 1994, con un incremento promedio anual del 4,7% de su Producto Interno Bruto en los últimos 5 años, que supera el alcanzado por América Latina en igual período.
La crisis económica internacional, agravada por los sucesos ocurridos a partir del 11 de septiembre, también ha afectado nuestra economía. A esto se agregan las adversidades climáticas propias de nuestra posición en la geografía del Caribe. Sin embargo, la condición de ser una economía planificada socialista nos permite afrontar las dificultades con un sentido de prioridad social; así como acudir al esfuerzo de todos para que no se produzca un retroceso en los niveles alcanzados y continuar avanzando, aunque a un ritmo menor, en nuestros programas económicos y sociales.
A pesar de las medidas que ha habido que adoptar en este período en que se decidía la supervivencia misma de la Nación, ningún país como Cuba ha sabido mantener sus principios y aspiraciones de construir un modelo de sociedad más justa y solidaria.
Para Cuba, la salud, la educación, el empleo, la vivienda, la seguridad y la asistencia social, y el acceso a una alimentación básica, son derechos económicos fundamentales de cada ciudadano.
Tal como se señaló, la globalización neoliberal trata de transformar los servicios sociales en servicios mercantiles; convertir a los ciudadanos en consumidores y tratar estas necesidades inalienables como demanda efectiva. Bajo el pretexto de focalizar los recursos fiscales, se justifica la existencia de redes con dos niveles de servicios: los de primera clase, para los que pueden pagarlos, y los de segunda, para los que acceden por vía gratuita, y como de favor, a las instalaciones del estado.
La posición alcanzada por Cuba en sus indicadores de salud, comparables a los de países desarrollados, y lo logros que se muestran en las encuestas regionales en cuanto a logros educacionales, demuestran a las claras que un sistema gratuito, de acceso universal resulta una posibilidad real para cualquier país, aun con recursos económicos relativamente modestos.
La globalización neoliberal pretende convertir cada vez más a la fuerza de trabajo en un costo variable para el capital. Cuando se desacelera la economía, las transnacionales lanzan a cientos de miles de trabajadores para la calle a fin de mantener el nivel de sus utilidades. Con la apertura irrestricta, sólo se valorizan los recursos de interés para el capital internacional; el empleo formal se reduce y en su lugar se ofrece como panacea el empleo informal. Un empleo decoroso a pasado a convertirse en una demanda urgente en las condiciones creadas por las llamadas reformas económicas en América Latina.
Cuando Cuba tuvo que enfrentar la peor crisis económica de su historia, las primeras medidas no fueron la llamada flexibilización del empleo, sino precisamente garantizar que nadie se quedaría sin empleo y sin ingresos. La reestructuración de empleo que necesariamente hubo que abordar se realizó de forma gradual y asegurando la reubicación de los trabajadores en la medida que la reactivación de la economía y nuevos programas crearon nueva demanda de empleo. Actualmente se avanza en la aplicación del principio de que todo ciudadano debe tener acceso a un empleo útil. En especial, se desarrollan diversos programas para garantizar la continuidad de estudio a los jóvenes y el fomento de nuevas fuentes de empleo para los mismos.
Un principio de la sociedad socialista es que ningún ciudadano puede quedar desamparado. Además, las personas con desventajas sociales o personales deben tener un apoyo especial de la sociedad, que permita que la igualdad de oportunidades se transforme en tendencia en el principio éticamente superior de igualdad de resultados. Esto se ha traducido en una asistencia social de acceso universal, la creación de escuelas especiales para personas con limitaciones físicas o mentales; y más aun en el desarrollo de un programa de formación de trabajadores sociales, destinado a garantizar una atención y conocimiento directo de las familias con situaciones precarias o condiciones sociales problemáticas.
Se trata no sólo de políticas generales, sino de lograr una atención personalizada en cada caso. Entre otras cuestiones, se ha realizado una medición del peso y la talla de todos los jóvenes del país, y se ha provisto de un refuerzo alimentario en los casos en que se han detectado deficiencias en la nutrición. Desde hace años se trabaja en dar apoyo a las personas de edad que viven solas o que tienen dificultades para valerse por si mismos, en algunos casos vinculándolos a comedores de centros de trabajo en su localidad.
Otro principio que encuentra expresión en nuestra sociedad es el de la solidaridad internacional. Constantemente nuestro país recibe expresiones de solidaridad de otras organizaciones y países, pero nuestro pueblo también ha sabido practicar de forma consecuente el principio de la solidaridad. En Cuba estudian miles de estudiantes extranjeros, e instituciones como la Escuela Latinoamericana de Medicina ha pasado a convertirse en una expresión de la solidaridad en este campo, con una nueva forma ética de practicar la medicina. En este momento hay más de 2000 médicos que prestan sus servicios en el exterior.
El mundo asiste a una revolución en la esfera de la informática, pero desgraciadamente estos medios se concentran en los países ricos o en las capas con altos ingresos en los países de menor desarrollo. Es una revolución que acrecienta las diferencias entre los que tienen y los que no tienen. En este momento se lleva a cabo un ambicioso programa de difusión de la computación a través de la entrega de más de 44 mil computadoras y la construcción o reequipamiento de 350 Joven Clubes de Computación, de modo que el acceso a estas técnicas pueda lograrse de forma masiva, sin la discriminación que supone su elevado costo de adquisición, en especial, en países de bajo desarrollo.
No quisiéramos aparecer inmodestos en cuanto a los logros alcanzados, ya que esta enumeración tiene sólo como objetivo ejemplificar lo que puede lograrse cuando el principio de la solidaridad está presente de forma actuante en una sociedad. No se trata de disponer de grandes recursos para aplicar una u otra medida, sino de a partir de los recursos disponibles darle expresión a estos principios y objetivos.
Es evidente que aun quedan importantes aspectos a perfeccionar en nuestro modelo socialista. Entre otros, pueden mencionarse la competitividad y eficiencia del modelo económico; un predominio mayor de los principios de la equidad socialista; y en lograr mecanismos de participación más sistemáticos en los procesos sociales de decisión.
Por último, cabe subrayar que todo lo que podamos hacer por afianzar y perfeccionar nuestros esfuerzos en la construcción del socialismo tiene un gran sentido propio, pero también una dimensión universal, ya que, como fue señalado, estamos llamados a contribuir con nuestra experiencia a mostrar un camino alternativo a la actual globalización neoliberal.
Noviembre/2001
Dr. Alfredo González, Premio Nacional de Economía, Investigador titular del INIE, Ministerio de Economía y Planificación