¿Por una Quinta Internacional?
Michael Löwy
Revista Rebeldía
La "Quinta Internacional" no es el "espectro rojo que asombra a Europa
y el mundo" del que hablaba Marx en el Manifiesto comunista, pero es una idea
que empieza a circular. Hace poco, un periódico patronal francés
-el boletín de los industriales de la metalurgia- hablaba del peligro
de una Quinta Internacional. ¡No sé de dónde sacaron la idea!
Pero antes de hablar de la Quinta, es necesario que hagamos un rápido
balance de las cuatro internacionales históricas. ¿Qué ha quedado
de ellas en principios del Siglo XXI ?
La Primera Internacional, fundada en 1864 en Londres, tuvo en Marx al autor
de su Manifiesto inaugural, que concluye con la célebre fórmula:
"La emancipación de los trabajadores será la obra de los mismos
trabajadores". Partidarios de Marx y de Proudhon participan en la Asociación
Internacional de los Trabajadores (AIT) -aun cuando el primero tuvo mucho más
influencia y redactó algunos de los principales documentos de la Internacional-
y sus relaciones no fueron sólo conflictivas. En el Congreso de Bruselas
(1868) la alianza entre marxistas y proudhonianos de izquierda, como Eugène
Varlin, futuro héroe de la Comuna de París, permitió la
adopción de un programa colectivista, es decir, que proponía la
propiedad colectiva de los medios de producción. Las relaciones con Bakunin
y sus partidarios fueron más complejas, lo que llevó a escisiones
y a la disolución de la AIT, después de su malograda transferencia
en 1872 a Estados Unidos (pésima idea de Marx!).
La Asociación Internacional de los Trabajadores sobrevive solamente en
su disidencia anarquista, que se considera como heredera de la que fue fundada
en Londres en 1864. Su existencia hoy es más bien simbólica, pero
las corrientes renovadoras del socialismo libertario, más dinámicas
y abiertas, han logrado establecer, a partir de 2001, una red: Solidaridad Internacional
Libertaria (SIL), que incluye organizaciones importantes como la Confederación
General de Trabajadores (Estado español), Alternativa Libertaria (Francia),
la Federación Anarquista Uruguaya, etcétera. Además, asistimos,
en los últimos años, a un desarrollo significativo de corrientes
anarquistas en el seno del movimiento antiliberal, algunas afiliadas a la AIT,
otras a la SIL, pero muchas sin vinculaciones internacionales.
La Segunda Internacional, fundada por Federico Engels en 1889, se descompone
en 1914 con la adhesión de sus secciones a la guerra imperialista. Se
reconstituye en los años 20, con una orientación ya definidamente
reformista, y vuelve a reorganizarse, bajo una nueva forma -la así llamada
Internacional Socialista (IS)- después de la Segunda Guerra Mundial.
La IS es actualmente una colección bastante heterogénea de partidos
y movimientos, sobretodo de Europa y América Latina, que van desde frentes
de liberación -como el Frente Sandinista o el Frente Farabundo Martí-
hasta partidos pro-imperialistas, como el Laborismo de Tony Blair. Predomina
la socialdemocracia de tendencia moderada, es decir social-liberal, como el
Partido Social Demócrata alemán, el Partido Socialista francés,
el Partido Socialista Obrero Español. Su objetivo ya no es, como en la
época de Federico Engels, Wilhelm Liebknecht y Jean Jaurés, la
supresión del capitalismo y la transformación socialista de la
sociedad, sino la gestión "social" del capitalismo neoliberal. La Internacional
Socialista no funciona efectivamente como una organización política,
sino más bien como un club de discusiones, un espacio de negociaciones
político-diplomáticas.
La Tercera Internacional fue la tentativa más importante de crear una
asociación internacional de partidos proletarios con vocación
antimperialista y revolucionaria. A pesar de muchos rasgos autoritarios y una
disciplina de tipo militar, fue durante sus primeros años -1919-1924-
un verdadero organismo internacionalista, en el cual participaron figuras como
Antonio Gramsci, Clara Zetkin, Andrés Nin y José Carlos Mariátegui.
Después de la muerte de Lenin, se transformó progresivamente,
bajo el liderazgo de la burocracia estalinista, en instrumento de la política
soviética de "construcción del socialismo en un solo país".
Aun así, sobrevivieron aspectos internacionalistas auténticos
en la militancia comunista, como lo demuestra su importante participación
en las Brigadas Internacionales en España (1936-38).
En 1943, atendiendo a la petición de sus aliados Churchill y Roosevelt,
Stalin disolvió la Internacional Comunista, sin que eso redujera la total
dependencia política, ideológica y organizativa de los partidos
comunistas del mundo hacia el Partido Comunista de la Unión Soviética
(PCUS). Con la desintegración del mal llamado "socialismo real" a partir
de 1989, los herederos de la Tercera Internacional entran en una crisis que
los lleva, con pocas excepciones, a la marginalidad política o la conversión
hacia la socialdemocracia. Se salvan los partidos que, como Refundación
Comunista en Italia, realizan una verdadera reorientación, rompiendo
con su pasado estalinista y tomando una nueva orientación, radical y
abierta a los aportes de los movimientos sociales.
La Cuarta Internacional, fundada por Leon Trotsky en 1938, nace de la Oposición
de Izquierda Internacional, una tendencia anti-burocrática en el seno
de la Internacional Comunista. Debilitada por el asesinato de Trotsky y de muchos
otros de sus dirigentes -a manos ya sea del fascismo, o del estalinismo- y por
las innumerables escisiones, nunca logró transformarse en un movimiento
de masas -pero sus militantes tuvieron un papel importante en los acontecimientos
de mayo de 1968 en Francia, en el movimiento contra la guerra de Vietnam en
Estados Unidos, y en la resistencia contra las dictaduras en varios países
de América Latina. La Cuarta trató de salvar del desastre estalinista
la herencia de la Revolución de Octubre, y de renovar -con la ayuda de
militantes y dirigentes como Ernest Mandel, Livio Maitan, Hugo Blanco, Raul
Pont, Alain Krivine y Daniel Bensaid- la teoría y la práctica
del marxismo revolucionario.
La Cuarta Internacional -a cuyas filas pertenece el autor de estas líneas-
se ha reforzado en los últimos años (existe en varias decenas
de países), pero sigue siendo una organización limitada en números
y recursos. Con la excepción de Filipinas y Sri Lanka, lo esencial de
sus fuerzas se concentra en Europa y América Latina. Sus militantes participaron,
como corriente organizada, en la fundación de agrupamientos más
amplios: Refundación Comunista en Italia, la Alianza Socialista en Inglaterra,
el Bloque de Izquierda en Portugal, el Frente Amplio de Uruguay, el Partido
de los Trabajadores en Brasil. Contrariamente a otros grupos o sectas que se
reclaman del trotskismo, la Cuarta no se considera como la única vanguardia
revolucionaria y tiene por objetivo contribuir a la formación de una
nueva Internacional, con carácter de masas, de la cual sería sólo
uno de sus componentes.
La cuestión de la resistencia internacionalista al capital ha adquirido
en nuestros días una actualidad evidente. Nunca antes el capital logró
ejercer un poder tan absoluto e ilimitado sobre todo el planeta. Nunca antes
pudo imponer, como hoy, sus reglas, sus políticas, sus dogmas y sus intereses
a todas las naciones del mundo. Nunca antes existió una red tan densa
de instituciones internacionales -como el Fondo Monetario Internacional (FMI),
el Banco Mundial (BM), la Organización Mundial de Comercio (OMC) - destinada
a controlar, gobernar y administrar la vida de la humanidad según las
reglas estrictas del libre mercado capitalista y de la libre ganancia. Nunca
antes pudieron las empresas multinacionales y los mercados financieros ejercer
de manera tan brutal su dictadura global. En fin, nunca fue tan extenso y tan
arrogante el poder de la única superpotencia imperial, los Estados Unidos
de América. Asistimos hoy, como lo escribió el subcomandante Marcos
en su mensaje a los "zapatistas europeos" (28 de agosto de 1995), a una verdadera
guerra del dinero y de las fuerzas del capital financiero internacional en contra
de los pueblos, en contra del ser humano, la cultura y la historia.
La ofensiva del capital, y de los gobiernos neoliberales a su servicio -que
empezó, en los años 1980, con Ronald Reagan y Margaret Thatcher-
tuvo su auge después de la caída del muro de Berlín y la
restauración capitalista en los países del Este. Se proclamó
triunfalmente en todas las capitales del Occidente "la muerte de la utopía"
(o de la revolución, o del marxismo) y el "fin de la historia".
Es en este contexto de derrota y desorientación de la izquierda que surge,
como una chispa de luz en la oscuridad, el levantamiento zapatista de 1994.
Y, dos años después, tiene lugar en las montañas de Chiapas,
el Primer Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo
-un evento que tuvo un impacto mundial y que reunió, por primera vez
en muchísimos años, a militantes, activistas e intelectuales de
varias tendencias, del Norte y del Sur, de América Latina, de Estados
Unidos y de Europa. Sale de este encuentro el llamado histórico a "levantar
la internacional de la esperanza" contra "la internacional del terror que representa
el neoliberalismo". Como lo dice la Segunda Declaración de La Realidad,
la tarea -inmensa- es la de crear "una red colectiva de todas nuestras luchas
y resistencias particulares. Una red intercontinental de resistencia contra
el neoliberalismo, una red intercontinental por la humanidad. Esta red intercontinental
buscará, reconociendo diferencias y conociendo semejanzas, encontrarse
con otras resistencias de todo el mundo. Esta red intercontinental será
el medio en el que las distintas resistencias se apoyen unas a otras". Se puede
considerar el Encuentro de Chiapas en 1996 como el primer acto del gran movimiento
de lucha antiliberal que hoy se manifiesta activamente en los cuatro puntos
del planeta. Aunque esta iniciativa no tuvo un seguimiento directo -las tentativas
de organizar otros encuentros de este tipo, inspirados por el ejemplo zapatista,
en Europa o América Latina no tuvieron éxito-, fue el punto de
partida, el momento de nacimiento de un nuevo internacionalismo, antiliberal
y antimperial.
Pocos años después, tiene lugar la gran protesta de Seattle (1999)
y empieza a desarrollarse el principal vector de este nuevo internacionalismo,
el Movimiento de Resistencia Global - falsamente denominado, por la prensa derechista,
como "antimundialización" o, peor aún, como "globalifóbico".
Es este "movimiento de los movimientos" que va a desencadenar las protestas
de Praga, Estocolmo, Bruselas, Bangkok, Washington, Barcelona, Genova y, más
recientemente, Florencia -con la participación de decenas, enseguida
centenas y ahora un millón de manifestantes- así como el Foro
Social Mundial de Porto Alegre (2001, 2002, 2003), el Foro Social Europeo (2002)
y otras reuniones locales o continentales.
Este movimiento "altermundialista" -por otro mundo- es amplio y, necesariamente,
heterogéneo. Pero nace de inmediato con un carácter mundial, internacional,
internacionalista. A pesar de su diversidad, lo unifican algunos principios
fundamentales: "el mundo no es una mercancía"; "otro mundo es posible";
"no a la guerra". Son principios generales, pero si son defendidos en serio
tienen un profundo potencial subversivo. La unidad se hace también en
torno de algunas reivindicaciones concretas: la abolición de la deuda
de los países del Sur; la supresión de los paraísos fiscales
y la imposición de una tasa sobre las transacciones financieras; una
moratoria sobre los productos transgénicos, etcétera (la lista
es bastante larga). Existe, en fin, un amplio consenso en la identificación
del enemigo: el neoliberalismo, el FMI, el Banco Mundial, la OMC, el imperio
estadunidense. Sobre las alternativas al orden dominante vemos un amplio abanico
de respuestas: desde la "regulación" del sistema, hasta su transformación
revolucionaria (socialista).
La diversidad puede ser un obstáculo, pero es también una riqueza.
En el Movimiento de Resistencia Global participan sindicalistas, feministas,
marxistas, anarquistas, ecologistas, cristianos por la liberación, socialistas
de varios colores y matices, movimientos campesinos, indígenas y populares,
organizaciones no gubernamentales (ONGs), intelectuales, y muchos jóvenes,
mujeres y trabajadores sin otra afiliación, pero que tienen ganas de
protestar, marchar, luchar y discutir con los demás. Es una ocasión
única para el encuentro, el debate, el aprendizaje mutuo -un proceso
de intercambio cultural en el cual cada uno, sin abandonar sus ideas y convicciones,
descubre las de los otros, y trata de integrarlas en su reflexión o su
práctica. De la mezcla y fusión de todos estos ingredientes esta
naciendo un cocktail explosivo, la nueva cultura internacionalista del MRG.
Claro, este proceso está aún en sus inicios, estamos aún
lejos de tener una orientación común, pero se percibe la formación
de un espíritu común del movimiento, radical, combativo y hostil
a la recuperación institucional.
El Movimiento de Resistencia Global, o por lo menos su expresión más
organizada, el Foro Social Mundial (FSM), ya tiene un cierto grado de organización
internacional. Existe el Comité Ejecutivo Internacional del Foro, y se
ha formado un Foro Parlamentario Internacional el año pasado en Porto
Alegre. Pero estos organismos, como el mismo Foro, son muy heterogéneos,
y no funcionan como una fuerza política internacional. Su objetivo es
más limitado: la organización del Foro Social Mundial y de los
foros continentales. Más importante es la red de movimientos sociales
-Vía Campesina (incluyendo el Movimiento de los Sin Tierra (MST) brasileño),
la Central Única de Trabajadores de Brasil, el movimiento internacional
ATTAC, etcétera -que constituyen la principal fuerza en el seno del FSM,
y que sacaron, al finalizar éste, un documento con algunos elementos
de análisis político -antimperialistas, antiliberales- y un llamado
a iniciativas de protesta comunes.
¿Tenemos aquí la presencia virtual de una "Quinta Internacional"? No,
por dos razones evidentes: 1) Se trata aquí de movimientos sociales y
no de organizaciones políticas con proyectos de transformación
social global; 2) El MRG y sus instancias son muy heterogéneos -y tienen
que serlo- incluyendo sectores que creen aún en la posibilidad de un
capitalismo "regulado", "humanizado", o "nacional/democrático", etcétera.
La misma heterogeneidad encontramos también en el Foro Parlamentario
Internacional.
Lo que hace falta es una red de organizaciones políticas -partidos, frentes,
movimientos- que pueda proponer, en el seno del Movimiento, un proyecto alternativo,
más allá del capitalismo, y la perspectiva de una nueva sociedad,
sin opresores ni oprimidos. Algo por el estilo existe ya en Europa: se trata
de la Conferencia de la Izquierda Anticapitalista Europea, de la cual forman
parte Refundación Comunista (Italia), la Liga Comunista Revolucionaria
(Francia), el Bloque de Izquierda (Portugal), la Alianza Socialista (Inglaterra),
la Alianza Roja y Verde (Dinamarca), y varios otros. A pesar de sus diferencias,
estas corrientes comparten un mismo rechazo de la globalización capitalista,
de las políticas neoliberales y de las guerras imperiales. Comparten
también la aspiración a una alternativa "positiva", anticapitalista
y antipatriarcal, ecológica e internacionalista: "una sociedad socialista
y democrática, sin explotación del trabajo y sin opresión
de la mujer, basada en un desarrollo sostenible -un socialismo desde abajo,
autogestionario". (Declaración de junio de 2002 de la Conferencia de
la Izquierda Anticapitalista Europea).
Si se pudiera extender esta experiencia a otros continentes, y constituir una
red que incluyera, de forma amplia, las sensibilidades políticas más
radicales del gran Movimiento de Resistencia Global, tendríamos nuestra
"Nueva Internacional". Que no tiene necesariamente que llamarse "Quinta", porque
no todas las corrientes interesadas se reconocen en la historia de las internacionales
obreras y socialistas del pasado. Se podría llamar "Conferencia Internacional
de la Izquierda Anticapitalista" (CIIA!), o "Tendencia por una Nueva Internacional"
(TNT!), o cualquier otro nombre que pueda inventar la imaginación creativa
de sus participantes.
Esta nueva internacional podría integrar -selectivamente- el aporte positivo
de las cuatro internacionales proletarias. Sería la heredera de Babeuf
y de Fourier, de Marx y de Bakunin, de Blanqui y de Engels, de Rosa Luxemburgo
y de Lenin, de Emma Goldman y Buenaventura Durruti, de Gramsci y de Trotsky,
de Emiliano Zapata y de José Carlos Mariátegui, de Augusto César
Sandino y Farabundo Martí, de Ernesto Ché Guevara y Camilo Torres,
de Ho-Chi-Minh y Nazim Hikmet, de Mehdi Ben Barka y Malcolm X -y de muchos otros.
Pero su principal referencia serían los movimientos sociales actuales
y, en primer lugar, el Movimiento de Resistencia Global al neoliberalismo.
De las internacionales del pasado sería quizás la Primera la que
podría servir de inspiración - aunque obviamente las condiciones
sociales y políticas de hoy sean totalmente distintas- como movimiento
múltiple, diverso, democrático, en el cual opiniones políticas
distintas pudieron convergir en la reflexión y en la práctica.
Esto no quiere decir que la forma como se constituyó y como funcionó
la Asociación Internacional de los Trabajadores pueda repetirse hoy.
Es imposible prever qué forma organizativa podría tener esta nueva
fuerza internacionalista - federación descentralizada, red organizada,
o sencillamente conferencia con reuniones periódicas- pero tendría
necesariamente que ser flexible, abierta y sin estructuras burocráticas
formales. Idealmente incluiría no sólo partidos y frentes, pero
también revistas de izquierda, grupos de investigadores, organizaciones
del movimiento social, intelectuales.
¿Cómo se podría delimitar el campo político-social de esta
nueva internacional? Me parece evidente que el antimperialismo y el anticapitalismo
-es decir, la convicción de que la supresión del capitalismo como
sistema mundial es la condición necesaria, aun si no suficiente, para
la abolición de las injusticias sociales, explotaciones y opresiones-
son criterios esenciales. La perspectiva de una nueva sociedad, libre, democrática,
igualitaria, solidaria, ecológica, feminista -para mí y para mis
compañeros, una sociedad socialista, pero eso puede ser una cuestión
abierta- es otro elemento esencial. Pero es en el proceso de formación
de esta red, o federación, que se definirían las bases comunes
y la plataforma política de la Nueva Internacional.
Una de las primeras tareas de esta corriente seria la de contribuir al desarrollo,
refuerzo, extensión y radicalización del gran Movimiento de Resistencia
Global antiliberal, actuando en su seno de forma unitaria, democrática
y respetuosa de la diversidad.
La nueva internacional tendría muchísimo que aprender con la experiencia
zapatista. Antes de todo con el espíritu de rebeldía, de inconformismo,
de oposición irreconciliable con el orden establecido. El Encuentro "Intergaláctico"
de 1996 definió el combate contra el capitalismo neoliberal -es decir
contra la mercantilización del mundo y del mismo ser humano- como el
objetivo común de todos los excluidos y oprimidos, los trabajadores,
los campesinos, los indígenas, las mujeres, virtualmente toda la humanidad
víctima de la locura neoliberal. Esta lucha es, por tanto, una lucha
por la humanidad, es decir por la dignidad de los seres humanos -un concepto
que tiene que ver con el humanismo revolucionario de Marx y del Ché Guevara,
pero también con la experiencia de las comunidades indígenas de
Chiapas.
Otro gran aporte del Ejército Zapatista de Liberación Nacional
(EZLN) es la articulación entre lo local -la lucha de los indígenas
de Chiapas por su autonomía- lo nacional -el combate por la democracia
en México, y contra la dominación imperial estadunidense- y lo
internacional -la guerra contra el neoliberalismo y por la humanidad. En la
reflexión y en la práctica de los zapatistas los tres momentos
están íntimamente asociados, en una visión muchísimo
más dialéctica que la pobre fórmula de algunas ONGs: "piense
globalmente y actúe localmente".
Finalmente, el zapatismo aporta al internacionalismo del Siglo XXI un nuevo
universalismo, ya no abstracto o reductor, sino basado en el reconocimiento
de las diferencias: la aspiración por "un mundo en que quepan muchos
mundos".
¿Por dónde debemos empezar? Como lo subraya nuestro compañero
Daniel Bensaid (en su libro Les Irréductibles. Théorèmes
de la résistance à l'air du temps, Paris, Textuel, 2001), el punto
de partida es la fuerza irreductible de la indignación, el incondicional
rechazo de la injusticia, la no-resignación: "La indignación es
un comienzo. Una manera de levantarse y empezar a caminar. Uno se indigna, se
rebela, y después ya se verá lo que pasa".
Si logramos juntar las fuerzas que, en los cuatro puntos cardinales del planeta,
son motivadas por la indignación contra el sistema existente, la rebelión
contra los poderosos, y la esperanza de otro mundo posible, tendremos los componentes
de una Nueva Internacional -con o sin números.