¿Qué hacer hoy con el "Qué hacer"?
por Antonio Negri
Es decir: el cuerpo del General Intellect
El punto débil de la cadena imperialista está allí
donde la clase trabajadora es más fuerte
Mario Tronti, Lenín en Inglaterra, 1964
1. La cara biopolítica del leninismo
"Hablar de Lenín es hablar de la conquista del poder. No vale la pena colocar en otro horizonte su pensamiento o la acción, ya se la exalte o se la critique: la conquista del poder es el único tema leninista". Así rinde homenaje a Lenín la ciencia política occidental, exaltando paradójicamente la "sombría grandeza"... ¿Acaso Hitler y Mussolini no soñaron ser Lenín? Como sea, al finalizar las guerras civiles del siglo XX, a Lenín, el vencedor de octubre de 1917, el hombre de decisiones intempestivas e inquebrantable firmeza, le ha sido concedido el reconocimiento de la ciencia política burguesa.
Y es un reconocimiento a disgusto.
¿Qué es, efectivamente, la "toma del poder" para el marxismo revolucionario? Para el movimiento obrero del ochocientos y novecientos, y para el movimiento comunista, no hay "toma del poder" que no esté asociada a la "extinción del Estado". Y Lenín no es una excepción. Su extraordinaria aventura está ligada a ese proyecto. Baste esto para poner mil millas de distancia entre lo que Lenín hizo y la ambigua exaltación que la ciencia política burguesa ni hace. Es verdad que la obra de Lenín tuvo éxito a medias: conquistó el poder pero no destruyó al Estado. Aquel Estado que debía descomponerse resultó de tal fortaleza y ferocidad para disolverse, que eliminó de generaciones enteras de comunistas toda esperanza de enlazar la toma del poder con la disolución del Estado. Sin embargo, la cuestión permanece... Volver a hablar de Lenín significa preguntarse nuevamente si es posible retomar el camino que, al mismo tiempo que subvierte el orden estatal de las cosas existentes e inventa un mundo de libertad e igualdad, destruye el arco metafísico del mundo, ya sea como principio de autoridad o como dispositivo de explotación social, la jerarquía política y el comando productivo.
Planteado así el problema, añadimos otra nota, referida al reconocimiento de que el poder capitalista es indistinguible del comando estatal y la estructura social para la explotación, y que la revolución, cuando sea comunista, ataca y destruye a ambos. Y que, para Lenín (como en general para el marxismo revolucionario), la lucha comunista es biopolítica. Lo es porque involucra todo aspecto de la vida, y, sobre todo, porque la voluntad política revolucionaria de los comunistas ataca al bios, lo critica, lo construye, lo transforma. Lenín lleva a la ciencia política fuera de toda simplificación idealista, de toda idea de "razón de Estado", de toda ilusión de definición de lo político en términos burocráticos o decisionísticos. Pero aún más radicalmente: de toda separación de lo político de lo social y lo humano. En el terreno del pensamiento político, Lenín comienza liberando el análisis del Estado de la teoría de la forma de gobierno (aquella antigua, siempre repetida y siempre mistificadora); propone por ello el análisis de lo político fuera de las hipótesis ingenuas de reflejo de las formas económicas, y hace esto liberándose tanto de las pulsiones milenaristas como de las utopías laicas que, en referencia a una hipótesis de revolución, podrían confundir la mirada. Contrariamente, él mezcla, hibridiza, desbarata, revoluciona una y otra teoría: aquello que siempre deberá vencer es la voluntad política proletaria, en la cual cuerpo y razón, vida y pasión, rebelión y proyecto pueden constituirse en sujeto biopolítico- el sujeto "clase obrera", su "vanguardia", el alma del proletariado en su cuerpo.
Rosa Luxemburgo, tan lejana de Lenín en muchos aspectos, se halla aquí, en el carácter biopolítico del proyecto comunista, muy cercana. Por diversas vías, la curva de Luxemburgo y la recta de Lenín se cruzan, al asumir la vida de las masas y la articulación integral de sus necesidades como un potencial físico, corpóreo, que sólo puede dar base y contenido a la abstracción y a la violencia de la intelectualidad revolucionaria. Es misterioso este desarrollo de la ontología política del comunismo: pero muy real- muestra, con la cara biopolítica, la extraordinaria modernidad del pensamiento comunista, en la plenitud corpórea de la libertad que expresa y desea. Lenín se halla aquí dentro, en este materialismo de los cuerpos que se liberan, en la materialidad de la vida que mediante (y sólo mediante) la revolución, puede renovarse. Lenín es la invención revolucionaria de un cuerpo, no la apología de la autonomía de lo político.
2. Lenín más allá de Lenín.
¿Qué significa (hoy, no ayer ni hace un siglo) explotación y lucha contra la explotación? ¿Qué es hoy aquel cuerpo que se revolucionó en las aventuras y las guerras civiles del siglo XX? ¿Qué es el nuevo cuerpo de la lucha comunista?
Ya a principios de los años ’60 (y luego con intensidad cada vez mayor) esta pregunta se instalaba en primer plano. Sin grandes posibilidades de ser respondida, pero con la convicción que, sobre esta cuestión, Lenín no sólo era interrogado con exegética fidelidad sino también repropuesto- como suele decirse- "más allá de Lenín".
El primer problema fue preservar el sentido del leninismo dentro de las transformaciones de la realidad productiva, de las relaciones de poder que las caracterizan y de las mutaciones del sujeto. Un segundo problema, derivado del primero, fue el de restituir al leninismo (es decir, la necesidad de organización para la revolución anticapitalista y la destrucción del Estado) adecuándolo a la actual consistencia de la realidad productiva y a la nueva insistencia de los sujetos. Esto significa, por lo tanto, preguntarse cómo será posible la conquista del poder y la extinción del Estado en un período histórico que muestra (anticipando un tema crucial) la hegemonía del capital sobre el General Intellect.
Todo ha cambiado. Respecto de lo que Lenín vio y teorizó, la producción y el comando chocan hoy con una nueva composición técnica y política de la fuerza de trabajo. La experiencia de su explotación está transformada completamente. La naturaleza del trabajo productivo es hoy, en efecto, fundamentalmente inmaterial, mientras que la cooperación productiva es enteramente social: de aquí viene que el trabajo es coextensivo a la vida y la cooperación lo es a la multitud. Es por consiguiente en la sociedad (y ya no más, sólo en la fábrica) donde el trabajo tiende redes productivas, capaces de innovar el mundo de las mercancías, poniendo en acción al conjunto de los deseos racionales y afectivos del hombre. La explotación se determina en la misma extensión. Fin que atañe a la composición técnica. Y la cuestión es repropuesta por la composición política de la nueva fuerza de trabajo, ya que ella (calificada por la incorporación de utensilios: en el trabajo inmaterial el utensilio es el cerebro) se presenta en el mercado con la mayor movilidad (que es también éxodo de las formas disciplinarias del poder capitalista) y con la más alta flexibilidad- que es también autonomía política, búsqueda de autovalorización, rechazo de la representación. ¿Cómo poner al leninismo dentro de estas nuevas condiciones de la fuerza de trabajo? ¿Cómo transformar éxodo y autovalorización del trabajador inmaterial en una nueva lucha de clases, en deseo organizado de apropiación de la riqueza social y liberación de la subjetividad? ¿Cómo enlazar una realidad diversa con el proyecto estratégico del comunismo? ¿Cómo innovar lo antiguo en una apertura radical a lo nuevo, que sea también un "retorno a los orígenes", al leninismo- tal como Maquiavelo exigía de toda revolución verdadera?
Marx estaba asociado a una fenomenología "manufacturera" del trabajo industrial: de allí resultó una concepción fundamental autogestionaria del partido y de la dictadura social del proletariado. Lenín está asociado desde el principio a una perspectiva vanguardista del partido que- antes que la Revolución- anticipa en Rusia el pasaje de la manufactura a la "gran industria", y por ello instala como tarea estratégica el gobierno de aquella. Tanto para Marx como para Lenín, la relación entre composición técnica del proletariado y estrategia política se llama "Comuna" o "partido comunista"- y es la "Comuna" o el "Partido" los que efectúan el reconocimiento de la realidad y proponen una plena circulación entre estrategia política (subversiva) y organización (biopolítica) de las masas. El partido es motor de producción de subjetividad- o, mejor dicho, es el utensilio para la producción de subjetividad subversiva.
Nuestra pregunta es: ¿qué producción de subjetividad para la toma del poder, hoy, por parte del proletariado inmaterial? Dicho en otros términos, el discurso puede formularse de este modo: si hoy el contexto de la producción está constituido por la cooperación social del trabajo inmaterial, es todo esto que llamamos General Intellect - ¿cómo será posible construir el cuerpo subversivo del intelecto general, haciendo de la organización comunista la palanca, el punto de generación de la nueva corporeidad revolucionaria, la base potente de producción de subjetividad? Así, por lo tanto, entramos en "Lenín más allá de Lenín".
3. El cuerpo subversivo del General Intellect.
No se puede entrar en este tema como si fuese un paréntesis. Pero como a veces sucede en la argumentación socrática, un paréntesis puede evidenciar el concepto. Hay en los Grundrisse de Marx un famoso capítulo titulado "Capítulo sobre las Máquinas": allí Marx parece construir una "historia natural" (es decir, lineal, continua, necesaria) del capital hacia el intelecto general...El intelecto general es producto del desarrollo capitalista...Conclusión ambigua para nosotros y también para Lenín (que evidentemente no podía conocer los Grundrisse, pero poseía aquella lógica de ruptura que exalta el pensamiento marxiano tornando imposible toda continuidad natural del desarrollo capitalista). En efecto, junto a las ilusiones objetivistas que con frecuencia se insinúan en la crítica de la economía política, también para Marx las cosas eran así: el desarrollo que genera al General Intellect es, en efecto, para él un proceso de ningún modo natural: por una parte está lleno de vida (la fuerza vital – toda- de la producción y la reproducción, el contexto biopolítico de la sociedad capitalista); y, por otra parte, este proceso es potencialmente contradictorio (el General Intellect, efectivamente, no es sólo el producto de la lucha contra el trabajo asalariado, sino también la representación de aquella tendencia antropológica que se representa en el rechazo del trabajo: es, en fin, el resultado- revolucionado- de la caída tendencial de la tasa de ganancia capitalista).
De hecho, estamos aquí por completo en situación biopolítica. Esto es lo que une al Marx del General Intellect con Lenín y con nosotros: es el hecho de ser todos actores, mujeres y hombres, de aquel mundo de la producción que constituye la vida – de ser la carne del desarrollo. Es esta realidad del desarrollo capitalista, esta su nueva carne, donde la potencia del saber se entremezcla inseparablemente con la de la producción, y la actividad científica – del modo más singular y armónica- a las pasiones: pues bien, este bios (o, mejor, esta realidad biopolítica que caracteriza a la revolución industrial post ’68) es al que algunos autores y maestros (que se proclamaron comunistas cuando la noche se tornó más oscura) llamaron CsO. Cuerpo sin Órganos. Yo sigo llamando carne a todo esto. Quizá ella tiene la fuerza para volverse cuerpo y constituir todos los órganos que le competen. Quizá: porque necesitamos un demiurgo que haga real el evento, es decir, una vanguardia externa, que de la carne haga cuerpo. Cuerpo del General Intellect. ¿O, tal vez, como dicen otros autores, el hacerse cuerpo del General Intellect, podrá ser determinado por las palabras que el mismo General intellect articula, de modo que el General Intellect sea demiurgo de su propio cuerpo?
No creo que la elección de la vía posible nos resulte identificable; pienso que sólo un movimiento de lucha podrá decidirla. Y, más aún, seguramente en las perspectivas de maduración del General Intellect, debemos esperar la experimentación. Porque es sólo de este modo, oponiendo a la historia natural del capital aquellas contradicciones insolubles que Marx inventó, que la genealogía del General Intellect se constituirá como fuerza subversiva. Definir el cuerpo del General Intellect es, de hecho, lo mismo que afirmar la potencia del sujeto donde habita, la violencia de la crisis que sacude su ambigüedad, el choque teleológico que lo atraviesa: es decir de qué lado se está en este caos. Hemos decidido que el sujeto es, en el General Intellect, potente en tanto nómade y autónomo; que aquí, por lo tanto, la cooperación vence al mercado; que la teleología de lo común se impone a la del individuo y lo privado- esto es así, pues, por haber tomado partido por el cuerpo del General Intellect. Es una constitución que nace de la militancia de los hombres construida en el trabajo inmaterial y cooperativo, decidida a vivir como asociación subversiva.
La "biopolítica del leninismo" la hallamos por lo tanto aquí, incrustada en las nuevas contradicciones del "más allá de Lenín". Con Lenín decidimos hacer del cuerpo del General Intellect el sujeto de la organización de una nueva vida.
4. Espacio y temporalidad.
Pero, "más allá de Lenín" no es sólo el reconocimiento de una nueva realidad y por consiguiente un renovado descubrimiento de la urgencia de la organización: debe ser también la determinación espacial y temporal de un proyecto de liberación. El cuerpo siempre está localizado y es en aquel tiempo. La producción de subjetividad- para devenir eficaz- requiere de determinaciones espaciales y temporales. Para la Rusia que es un lugar y un tiempo, hay por Lenín una determinación absoluta- ¡aquí y ahora, o nunca más! ¿Cuáles son los espacios y tiempos de la organización subversiva y de la revolución posible para un proletariado inmaterial, en éxodo y autónomo?
Surgen muchas dificultades para reconocer la dimensión espacial de un nuevo proyecto leninista. Nosotros vivimos en el Imperio y sabemos que cualquier iniciativa revolucionaria que se mueva en espacios limitados (aunque sean puros Estados- nación de grandes dimensiones), no podrá tener continuidad. ¡Por supuesto que es evidente que hoy día el único Palacio de Invierno reconocible es la Casa Blanca! Difícil de atacar, no sé cómo decirlo... Además, a medida que se refuerza el poder imperial, su representación política deviene compleja e integrada en el ámbito mundial. Aunque tiene su ápice en USA, el Imperio no es americano – es el Imperio del capital colectivo. Por otra parte: reconozcamos que no hay espacio para el partido si no es Internacional, lo cual es una obviedad, sin nada inesencial. De hecho, no es tan decisiva para la renovación del leninismo, la reafirmación teórica de un punto sobre el cual deba asentarse la leva para multiplicar la fuerza de la subversión. Lo que interesa, en "Lenín más allá de Lenín", es identificar prácticamente aquel punto débil de la cadena imperial donde sea posible forzar la realidad. Ahora, este no es un "punto débil"- no lo será más: será más bien aquel donde sea más fuerte la resistencia, la insurrección, la hegemonía del General Intellect, en resumen, el poder constituyente del nuevo proletariado. En la base del dispositivo revolucionario de producción de subjetividad está por lo tanto, formalmente, lo Internacional: concretamente, políticamente, materialmente, no hay un espacio sino un lugar, no un horizonte sino un punto: aquel donde el evento es posible.
El tema del espacio para el partido está, por consiguiente, subordinado a un kairos específico, a la potencia intempestiva de un evento- es la flecha que el General Intellect lanza para reconocerse como cuerpo.
El discurso a hacer sobre la temporalidad del neo- partido leninista, en época de mundialización postfordista, es de algún modo análogo a cuanto ya se ha dicho. Como para el espacio, también para la temporalidad las determinaciones han caído. La historia económica y la historia política son siempre menos definibles de acuerdo con secuencias rítmicas; tanto más irreconocible es la regularidad cíclica de la historia económica o de los períodos creativos de lucha obrera, que también han caracterizado a un siglo, desde 1870 a 1970... ¿Qué temporalidad se le puede confiar hoy al partido leninista para controlar, usar, transformar? También aquí la indistinción es muy fuerte: como cuando razonábamos sobre espacialidad y lugares y veíamos a los Estados- nación devenir feudos del Imperio, y al Norte desarrollado y al Sur subdesarrollado ahora internalizados el uno en el otro y entrelazados en un mismo destino, así también es indistinguible la temporalidad. Sólo un kairos específico permitirá que el cuerpo del General Intellect emerja.
¿Pero qué significa todo esto? No hay conclusiones teóricas a estas consideraciones. Nunca se ha requerido tanta militancia y experimentación como sobre este punto. Es verdad que ahora está claro que el dispositivo leninista de intervención sobre un punto débil en un momento crítico, determinado objetivamente, es totalmente ineficaz. Está claro que sólo donde el partido de la fuerza de trabajo inmaterial presente una energía más alta que la de la explotación capitalista, sólo allí será posible un proyecto de liberación. La decisión anticapitalista deviene eficaz sólo allí donde la subjetividad es más fuerte, donde ella pueda construir la "guerra civil" contra el Imperio.
5. Dictadura sin soberanía, o sea la "democracia absoluta".
Debemos admitir en este punto que el razonamiento no es tan demostrativo como pretendía, al principio, nuestra apelación socrática. Es cierto que, para reafirmar la figura del partido leninista (que defiende el poder y constituye libertad en una decisión intempestiva y absoluta) hemos fijado alguna premisa importante (el manifestarse del General Intellect y la posibilidad de darle cuerpo; la centralidad tendencial del trabajo inmaterial, el éxodo y el nomadismo, la autonomía y la autovalorización que se agitan en este contexto; en fin, las contradicciones que señalan la relación entre la globalización y el entrelazamiento de sus dispositivos internos, resistencia y subversión)- pero, finalmente debemos reconocer que no hemos arribado a ninguna conclusión. Si no llenamos este cuadro de contenidos, de determinaciones y de potencias singulares, confiar en el kairos puede ser no esencial. Esta apelación al kairos puede tal vez dar forma a la producción de subjetividad, pero está terriblemente expuesto a la tautología cuando no propone palabras y contenidos subversivos... Debemos dar contenido al kairos del General Intellect, y alimentar al cuerpo del General Intellect revolucionario. ¿Qué es hoy una decisión revolucionaria? ¿Qué contenidos la caracterizan?
Para responder esta pregunta debemos dar un pequeño rodeo. Debemos recordar la limitación (que de por sí constituía un enorme salto adelante, más allá de la cultura manufacturera de la socialdemocracia rusa)- la limitación, por lo tanto, del punto de vista leninista. Su decisión revolucionaria, volviéndose poder constituyente, ocultaba interiormente un modelo de industria- el occidental, el americano concretamente. El desarrollo industrial moderno es el esqueleto en el armario de la teoría bolchevique de la revolución. El modelo de administración revolucionaria, es decir la obra de los constituyentes rusos, fue determinada por aquel presupuesto. Y, en el largo plazo, pervertida por él.
Hoy la situación ha cambiado radicalmente. Ya no hay una clase obrera que llora sobre la falta de un proyecto de gestión de la industria y la sociedad, gestión dirigida o bien a través del Estado. Y aunque este proyecto fuese reactualizado, ya no podría ser hegemónico sobre el proletariado y/ o sobre la intelectualidad de masas; no podría atacar a un poder capitalista que se ha desplazado a otros niveles (financieros, burocráticos, comunicativos...) de comando.
Hoy, ahora, la decisión revolucionaria debe basarse sobre otro esquema constituyente: que no colocará como preliminar un eje industrial y/ o de desarrollo económico sino, a través de aquella multitud en la cual se configura la intelectualidad de masas, propondrá el programa de una ciudad liberada en la cual la industria se someta a las urgencias de la vida, la sociedad a la ciencia, el trabajo a la multitud. La decisión constituyente, aquí, deviene democracia de una multitud.
Así arribamos a las conclusiones de esta intervención. Es muy grande la radicalidad que aquí se le requiere al partido para las transformaciones del movimiento en el ejercicio del poder constituyente. El poder constituyente anticipa siempre al derecho, por lo tanto es siempre dictadura (pero hay dictaduras y dictaduras. La fascista no es igual a la comunista, aunque nosotros no preferíamos la segunda a la primera). El hecho es que las decisiones políticas son siempre producciones de subjetividad, y la subjetividad es producto de cuerpos concretos, de masas y/ o multitudes de cuerpos- por lo que toda subjetividad es distinta de las otras.
Hoy, la que interesa es la subjetividad del cuerpo del General Intellect. Para transformar al mundo que lo rodea, debe usar la fuerza- una fuerza que será ordenada por la potencia constituyente. Naturalmente, también este ejercicio de potencia constituyente podrá tener resultados positivos o negativos. No hay ninguna medida para decidir preventivamente el criterio de aquello que crea la multitud. Y más aún, para que las cosas queden claras y no se nos acuse de trabajar para una dictadura indiscriminada, cubierta de palabras hipócritas y hoy más peligrosa que nunca, porque se esconde en la vulgaridad de un social homogéneo en el consumo- decimos rápidamente que aquella dictadura que deseamos, y que creemos constituye el tesoro de un Lenín redescubierto, puede también ser llamada "democracia absoluta". Spinoza llamaba así a aquella forma de gobierno que la multitud ejercía sobre sí misma. Necesitó mucho coraje Spinoza para agregar el adjetivo "absoluta" a una de las formas equivalentes de gobierno que la teoría antigua había transmitido: monarquía contra tiranía, aristocracia contra oligarquía, democracia contra anarquía. La "democracia absoluta" de Spinoza no tiene nada que ver con la teoría de las formas de gobierno. De acuerdo con esta última, aquella podía ser, y era, cubierta de epítetos negativos. "Democracia absoluta" es, en cambio, un término particularmente adecuado para la invención de una nueva forma de libertad, mejor, para la producción de un pueblo a- llegar.
Pero tal vez la razón fundamental que se sostiene en esta propuesta de "democracia absoluta" es constatar que de este nombre se halla excluida (por la fuerza de las cosas, del espacio y de la temporalidad de la posmodernidad) toda contaminación del concepto moderno de soberanía. Debemos- y podemos, si tomamos la valencia biopolítica- llevar a Lenín fuera del universo moderno (del modelo industrial soberano) en el cual vivió: podemos traducir su decisión revolucionaria en una nueva producción de subjetividad, comunista y autónoma, de la multitud postmoderna.
Febrero 2001
Traducción: Eduardo Sadier
Buenos Aires, Argentina
Mayo 2002
Este artículo fue publicado en el número de mayo 2002 de la revista POSSE. El mismo se corresponde con la intervención de Toni Negri en la Conferencia Internacional sobre Lenin que tuvo lugar en Essen (Alemania) del 2 al 4 de febrero de 2001, organizada por Slavoj Zizek.