Los años setenta
UNA EXPERIENCIA A TENER EN
CUENTA PARA EL PRESENTE
Por HUMBERTO TUMINI
La dictadura instalada en junio de 1966 y comandada por el general Juan Carlos Onganía era la avanzada del intento de transformación en un sentido retrógrado del capitalismo dependiente argentino en crisis (planificada ya desde ese entonces por el gran capital multinacional y la oligarquía nativa, cuyas consecuencias están hoy a la vista); tarea que cumpliría a medias producto de la resistencia popular. El Cordobazo fue el principio del fin de ese gobierno militar puesto a la defensiva por la rebelión de trabajadores y estudiantes. Pretendió recuperarse a través del interinato del general Levingston, convocado a la presidencia desde su puesto en la Junta Interamericana de Defensa con sede en Washington, pero el Viborazo, nuevo levantamiento popular en Córdoba, cortó en apenas 9 meses esa maniobra de "cambiar algo para que no cambie nada". Ya para ese entonces a las movilizaciones y las luchas antidictatoriales se
es había agregado la irrupción de la lucha armada protagonizada por aún incipientes organizaciones revolucionarias.
Las clases dominantes contemplaron el riesgo de profundización de ese estado de cosas si insistían en continuar con su proyecto dictatorial en los marcos de un desprestigio cada vez más marcado. Optaron entonces por un repliegue táctico, de manera tal de poder regresar con renovados bríos y con más consenso a la implementación de dicha reconversión reaccionaria de nuestro país; algo que materializarían algunos años más tarde, un nefasto 24 de marzo de 1976.
El plan de repliegue de la dictadura, presidida ya por el general Agustín Lanusse, se llamó Gran Acuerdo Nacional (GAN), y consistió en negociar con los partidos políticos tradicionales y en particular con el peronismo una salida democrática lo más condicionada posible. Esto desembocó en el triunfo de Cámpora primero y el de Perón meses después. La segunda parte de la estrategia de las clases dominantes para abonar el camino de su regreso consistió en presionar al nuevo gobierno constitucional, al que sabía débil, para que se fuese corriendo a la derecha y perdiera así el consenso obtenido inicialmente en la sociedad. Esto fue logrado plenamente luego de la muerte de Perón y la llegada a la presidencia de Isabelita, la que al adherir a esa derechización de la peor manera fue desplazada sin pena ni gloria por el golpe de Videla.
La otra cara del plan para el retorno de la derecha fue hostigar a las organizaciones revolucionarias, sin mostrar los militares sus manos tras de esto, de forma tal de llevarlas a retomar el accionar armado en un marco de cierta vigencia de las instituciones; y hacerlas así aparecer como agresoras, como atentadoras de la democracia, poniéndose ellos, los futuros golpistas, como víctimas.
También en esto tuvieron éxito, y cuando el golpe del '76, una parte de la sociedad los apoyó pensando que así terminaría la violencia que adjudicaba a la guerrilla; y otra no los avaló pero se replegó, tanto por confusión como por miedo. Una tercera porción del pueblo argentino salimos a enfrentrarlos con heroicidad, pero no alcanzó y fuimos duramente derrotados.
En resumidas cuentas, en los años setenta, las clases dominantes, después de haber sido puestas a la defensiva y haber perdido la iniciativa estratégica producto de la resistencia popular y del accionar de sus organizaciones revolucionarias, lograron revertir esa situación y retomar la iniciativa para reformular el país acorde a sus intereses y los del imperialismo. En este éxito de la reacción jugaron un papel destacado tanto su experiencia, habilidad y recursos, como los errores que se cometieron desde las fuerzas revolucionarias.
LOS ERRORES DEL PRT
Los errores a que hago mención los cometimos las dos principales organizaciones revolucionarias y también una parte sustancial de la combativa dirigencia social surgida en esos
años e influenciada fuertemente por aquellas. No obstante, entiendo que los más severos en ese período fueron los del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), que incluso terminaron influenciando en la política de Montoneros a partir de 1975. Por tanto a ellos me referiré.
El PRT caracterizó al GAN de Lanusse como una maniobra de la burguesía en su conjunto, sin diferenciar sus sectores dentro de ella y sus distintos intereses, destinada a abortar el incipiente proceso revolucionario que se había abierto en el país a partir del Cordobazo. En esa maniobra de salvar el capitalismo argentino estaban, de acuerdo a esa visión, involucrados tanto la dictadura como el general Perón. La llegada de Cámpora al gobierno, y luego la del propio líder justicialista, conllevaba para el PRT el riesgo de que la burguesía engañara al pueblo, lo apartara del camino emprendido y, una vez más, lo condujera a un callejón sin salida, mientras en las sombras se preparaba el sangriento retorno militar.
A partir de esta caracterización, la táctica después del 25 de mayo del '73 fue una frontal oposición al gobierno justicialista; incluyendo esto la continuidad del accionar armado en particular contra las FFAA, como supuesta forma de impedir que se blanquearan y recuperaran consenso como para intentar el regreso. Esta oposición se llevó al terreno ideológico planteando que el problema central de Perón, y lo que lo igualaba de hecho a la derecha, era que su proyecto era burgués, mientras que la única salida progresista para nuestro país era el socialismo. Graficaba el PRT esto en una consigna con una frase del Che: "Revolución socialista o caricatura de Revolución". A partir de esto se descalificaban inclusive las medidas favorables al pueblo que dicho gobierno tomaba, se entendía que eran sólo engaños destinados a ocultar lo esencial y reaccionario.
Las consecuencias de esta táctica fueron que una parte importante del movimiento de masas no entendió esa confrontación en vida de Perón (aunque no la repudió nunca porque el PRT tenía un gran prestigio por su lucha antidictatorial) y no se sumó a ella; que en el gobierno, hostigado fuertemente por izquierda, fueron predominando los sectores más de derecha, con lo que perdió rápidamente consenso y apoyo popular, que era lo que buscaban los sectores dominantes (Perón vio eso poco antes de morir e intentó cambiar el rumbo en su último discurso de junio de 1974, pero ya era tarde); que se dividieron las aguas entre las fuerzas populares y también con los sectores nacionales de dentro y fuera del gobierno, afectándose así la indispensable unidad para hacer luego un frente común al ataque de la derecha que inexorablemente sobrevendría; que los militares pasaron a ser ante una parte significativa de la sociedad supuestas víctimas de la agresión guerrillera, y que al interior de los mismos fueron rápidamente arrinconados y desplazados aquellos sectores que no adherían al proyecto imperialista; por último, que se acortaron los tiempos del interregno institucional (que de todos modos hubiera sido interrumpido, como sucedió en toda Latinoamérica, por la aplicación de la Doctrina de Seguridad Nacional elaborada por los yanquis, pero en plazos más largos) en perjuicio de la acumulación política del campo popular, fundamental para luego poder resistir con éxito los embates de la reacción.
LAS RAZONES DE DICHOS ERRORES Y QUÉ TÁCTICA SE DEBIÓ HABER TENIDO
Estos errores cometidos por el PRT frente al proceso abierto en 1973 tuvieron tres razones fundamentales: en primer lugar, una incorrecta caracterización del papel de Perón, del peronismo y de la burguesía nacional en esos momentos. No era verdad que expresaran los mismos intereses que el imperialismo y la oligarquía. Por el contrario, éstos tenían entre sus planes terminar la tarea de derrotarlos iniciada en 1955, como luego se demostraría de Martínez de Hoz en adelante. Por lo tanto, era un error equipararlos y enfrentarlos de la misma manera. Lo cierto era que la decisión y la fuerza de esa burguesía, del movimiento político que la expresaba y del propio general para llevar adelante un proceso como el del '45 ya no existía; por ende, tampoco era correcto generar expectativas en el pueblo de que ello sucedería.
Con respecto a que el objetivo de Perón era apartar a los trabajadores y el pueblo del camino revolucionario que incipientemente habían empezado a recorrer bajo otra conducción, es probable que ello haya sido así en ese entonces; pero también era absolutamente seguro que no tenía ya a esa altura ninguna posibilidad de tener éxito al no poseer ni de cerca su proyecto la fuerza que alcanzó en los años '50. Ya no tenían la decisión de recortarles seriamente los ingresos a la oligarquía y al gran capital, y redistribuirlos a favor de los trabajadores y las mayorías buscando un nuevo despegue productivo del país. Esto, en el contexto concreto de auge que se vivía en esos momentos en el movimiento de masas, le ponía un techo insalvable a cualquier intento de llevarlo en el tiempo a la desmovilización, aislando a las organizaciones revolucionarias. Por ende, con la derecha real acechando por detrás, no se justificaba una demoledora confrontación política e ideológica con un proyecto sin viabilidad y que haría agua a poco andar.
En segundo lugar, era incorrecto para esa etapa histórica del país y en plena ofensiva imperialista en Latinoamérica plantear un proyecto socialista como salida a la crisis del modelo de sustitución de importaciones. Eso fracturaba la sociedad de manera tal que empujaba sectores que debían ser parte de una alianza con el campo popular, o por lo menos neutralizados, hacia la derecha. Al proyecto de las clases dominantes de profundizar la dependencia había que oponerle un proyecto de soberanía nacional, patriótico y antiimperialista, como planteó el propio PRT después de la muerte de Perón, cuando ya era tarde; proyecto que necesitaba por sobre todo una conducción más consecuente que la que podía brindarle la burguesía nacional expresada en el justicialismo.
En tercer lugar, la realidad demostró lo que ya habían advertido antes muchos líderes revolucionarios: las organizaciones políticas que buscan conducir al pueblo en una gesta liberadora deben acompañarlo en su práctica, que es donde hace su aprendizaje; y allí, mirando más lejos y entreviendo el cauce profundo de las cosas, ganarse la dirección del proceso. El PRT no dejó que la propia experiencia fuera abriendo el paso a la comprensión en el seno de las masas de las limitaciones insalvables del gobierno peronista para romper con la dependencia; y que fuera también la práctica lo que mostrara al pueblo que la derecha y los militares preparaban el regreso sangriento, que eran los agresores y no las víctimas.
¿Qué se debió, en nuestra opinión, haber hecho en una situación tan compleja pero también tan favorable como la que hubo en l973, para poder darle más vigor al proceso revolucionario que se había iniciado en la Argentina; para retener la iniciativa y, en definitiva, para entreabrir las puertas a las posibilidades de triunfar? Fue correcto no ser parte del gobierno justicialista advirtiendo que no estaba destinado, por su debilidad, heterogeneidad y las vacilaciones de su conducción, a plasmar un nuevo proyecto libre, justo y soberano como rezaban sus banderas históricas; e incluso haber sido opositor desde el principio en todo aquello en que ostensiblemente se apartaba de esas promesas realizadas al pueblo, movilizando y organizando a éste en defensa de sus derechos y conquistas. Pero todo ello sin poner a ese gobierno en un mismo plano con la derecha proimperialista; e incluso apoyando las medidas -que las hubo- que beneficiaban al pueblo, defendían la nación o promovían la unidad latinoamericana. Se debió también, rápidamente, haber levantado un programa patriótico y antiimperialista que fuera el punto de referencia para juzgar el accionar del gobierno; y además, para promover a partir del mismo la unidad de los sectores nacionales y populares en perspectiva de un proyecto de poder con una conducción consecuentemente revolucionaria. Por último, había que tomar las banderas democráticas muy firmemente (que en ese momento pasaba sobre todo por no retomar la lucha armada con vigencia de las instituciones) y desenmascarar de esa manera a la derecha y a la cúpula de las FFAA como los sectores decididos a violentarlas y conculcarlas, para evitar así que confundieran a muchos de nuestros compatriotas y reconstruyeran consenso en una parte de la sociedad.
Es posible que una táctica como la mencionada hubiera contribuido a evitar la derrota y a permitir la continuidad en un nivel superior de los proyectos revolucionarios de aquellos años.
HUMBERTO TUMINI
Secretario General de la Corriente Patria Libre