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Opiniones

Colectivo: Nuevo Proyecto Histórico (NPH)
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Empresas recuperadas: La autonomía empantanada

"... pero quizás la clave esté en que no hemos ido en general a fondo, en un cambio radical, donde desaparezca la mediación del dinero, y sea una economía articulada, pensada, planificada en redes o como se pueda, partiendo de las necesidades y posibilidades de cada una de estas comunidades autoconvocadas, autónomas".
Carlos, empresa recuperada Tucuy Paj, agosto 2003.
1.- El día que las vacas vuelen.
2.- Los representantes autonomistas.
3.- Empresa recuperada, de práctica autónoma a cooperativa capitalista.
4.- Autonomía, poder constituyente y Red de Redes.
1.- El día que las vacas vuelen:
Hemos leído la intervención de Franco Ingrassia en el encuentro de empresas solidarias mediada por el relato periodístico de la página digital La Vaca.org. Una publicación de... ¿Cómo llamarlo? ¿El autonomismo soft o el progresismo hard? ; o tal vez, como sus integrantes se titulan resulte suficiente: una empresa especializada en comunicación periodística o, simplemente, una empresa independiente.
Toda especialización depara una técnica. Y toda técnica especializada puesta a funcionar dentro de la lógica empresarial deviene poder. Si lo que se "produce" son noticias, constituirá poder simbólico. Por un lado apropiación cognitiva de las acciones que los emisores expresan de sus propias prácticas. Por el otro, un apartamiento y desmembramiento de los significantes revulsivos que no se disciplinan y actúan atascando, como la arena, el lubricado engranaje de la máquina periodística. Dispositivo semiótico especializado, expropiador y decantador, que separa y por lo tanto clasifica, lo subordinable y por lo tanto permitido; de lo insumiso y por lo tanto prohibido. Solo se puede capitalizar lo domesticado, lo normalizado. La autonomía resulta la anomalía rebelde. Que no se somete y por lo tanto resulta combatida.
Una construcción de poder simbólico de aquellos significantes que permitan su subordinación ¿una forma de subsunción? En desmedro de los significados de los discursos insumisos. Una potencia que el periodismo empresarial, así se diga "independiente", busca poseer y transformar en poder comunicativo. Un recuadre operado por la prensa, efectuado a partir del relato del poder decir que surge del poder hacer del movimiento social. Una capitalización y despojo especializado.
La participación de Franco Ingrassia ha resultado un detonante y estimulante, de nuevas dudas y algunas certezas, acerca de la práctica de buena parte de las fábricas recuperadas que se reunieron en Rosario, el viernes 10 y sábado 11 de octubre, en el Primer Encuentro Nacional de Incubadoras de Empresas Solidarias. Giro marketinero para un nueva metabolización capitalista de la antagonía subjetiva del trabajo, desplegada por los Kirchner, Solá, Ibarra y compañía.
Paralelamente a este encuentro, aguijoneda por la represión del gobernador kirchnerista Fellner, se produjo un preludio insurreccional: "El Jujeñazo". Simultáneamente, unos pocos kilómetros mas al norte, un nuevo Bolivianazo, mas radical que el de febrero último, acosaba al poder constituido. ¿Una anticipación de lo que vendrá en la Argentina?
En este contexto de incubadoras de empresas solidarias, la OEA, "la burguesía nacional" y los creadores del eslogan "un país en serio", consentía la represión al pueblo boliviano.
En Argentina como en Bolivia, ambos presidentes, fueron electos con el 22 por ciento de los votos. Uno ya no está, lo barrió la marea insurreccional. El Goñi Kirchner, perdón Lozada, había asumido hace poco mas de un año. Antes de caer masacraba al legítimo poder soberano: la multitud movilizada. Nuevo sujeto histórico y encarnación de la actual composición de la fuerza de trabajo en la era posfordista.
En un octubre agitado, La Vaca.org, retiraba de su página el texto RED DE REDES de NPH.
Esto no lo hizo nunca con ningún autor, personal o colectivo. En su lugar cubren, profusa y mas o menos complacientemente, en una suerte de espejo deformado con la Red de Redes, la experiencia de los compañeros de "La Asamblearia"; el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER-Murúa), sí, ¡Murúa!, el que le facilita el IMPA a Ibarra y que fuera candidato a diputado por el barba Gutiérrez; y el Movimiento Nacional de Fábricas Recuperadas (MNFR-Caro), sí, ¡El abogado Caro!, el mismo que fue candidato a diputado por Aldo Rico.
Lo mas relevante no es que los periodistas de La Vaca.org hagan desaparecer un texto del colectivo NPH. El material Red de Redes y NPH es para ellos solo un pretexto. Sino que, lo sintomático, es que le daban de baja al único trabajo que tenían publicado y que planteaba la perspectiva de una construcción articulada de una experiencia social, económica y política anticapitalista.
La Vaca se había comprometido públicamente en Roca Negra a difundir en su web el texto Red de Redes para la ronda del mes de octubre. Se había establecido el tema Red de Redes, como parte de la agenda previamente acordada por todos los integrantes de la Ronda de Pensamiento Autónomo en Roca Negra (RPARC). Texto que si bien fue redactado por NPH intenta reunir buena parte de la producción del cerebro colectivo insumiso, no solo de Roca Negra y la Argentina, sino de los innumerables aportes del movimiento universal anticapitalista. Con el trabajo Red de Redes se buscó plasmar, para debatir en ronda, un conjunto de prácticas e ideas que provienen de la elaboración de muchas manos y cerebros en todo el mundo.
La Vaca recibió el material para la ronda del sábado 4 de octubre unos cuantos días antes y, lo publicó, recién el viernes a última hora. Pero esto no termina allí. El día lunes subsiguiente al encuentro, el material ya no estaba mas en su web.
Cada uno puede hacer lo que quiera con su página. Pero algunos que pregonan, simpatizan o difunden la autonomía, con este "recorte" informativo, ¿Qué tipo de narración de la autonomía están fabricando? ¿Hay modos de construcción de la autonomía que La Vaca.org tiene vedado difundir? ¿Hay reflexiones que no son capitalizables y subordinables, ni material ni simbólicamente y, por lo tanto, son excluidas del relato de la autonomía?
Tomar un imaginario y descartar otro es una decisión voluntaria. Sesgar "la información" resulta una acción discrecional. Caricaturizar algunos ideas y difundir acríticamente otras, es una vieja y sutil práctica política de la comunicación empresarial. Optar por unos y descartar a otros se basa en una arbitraria y clara intencionalidad.
Corresponderá al movimiento y, a cada uno, sacar las enseñanzas pertinentes de este tipo de prácticas de los periodistas de La Vaca.org.
De la crónica que hace La Vaca de las palabras de Franco Ingrassia queremos destacar tres conclusiones:
1) "En esta época hay muchos espacios donde no está definido cómo se va a reestructurar la cosa después de la crisis neoliberal".
2) "El Estado tiene dos maneras de funcionar como comando de la sociedad. Por el lado de la represión, o la cooptación. Represión y consenso".
3) "Charlando con los obreros de Brukman, te decían: con un patrón no quiero volver a trabajar. Eso parece irreversible. La subjetividad siempre es producto de la práctica. Y la práctica del obrero sin patrón no existía".
Resulta vivificante el tipo de diagnóstico y pronóstico que traza el compañero Ingrassia.
Se torna punzante, por mas fraternal que se quiera ser, plantear elementos que rompan con "el nuevo sentido común cooperativo". Sobre todo cuando en espacios que se reclaman anticapitalistas las observaciones críticas, por el rumbo tomado hasta el presente, provocan incomodidad. Aún cuando estos aportes provengan de los compañeros que participan de alguna experiencia autónoma.
El anticapitalismo es astutamente caricaturizado y menospreciado. Mientras tanto, para Murúa es fácil correr por izquierda al ministro Tomada, como para La Vaca hacerlo con Ibarra. Pero posiciones como la de Ingrassia no son fácilmente contrastadas.
El capitalismo no va a dar respiro a la autonomía antagonista y anticapitalista. Por eso, no debemos asombrarnos de las prácticas y las palabras que vamos a empezar a padecer, leer y escuchar en poco tiempo. Ya sea por parte del estado, como de tanto vendedor suelto y a sueldo de renovadas utopías mercantiles.
Hasta hace poco tiempo los mismos que hoy se acercan a la autonomía la despreciaban. Se burlaban. Decían que era una moda pasajera. Pero estas prácticas e ideas se están nutriendo y difundiendo con nuevos protagonismos sociales, grupales y personales.
Un peligro recorre al capital, el peligro de la autonomía. Por eso ahora, como antes en el pasado aconteció con otras experiencias radicales, viene la etapa de colonización de la autonomía por parte de "la gestión" del estado, la subordinación al comando empresario y la apología del "mercado solidario" por parte de sus escuderos mediáticos.
2.- Los representantes autonomistas:
En la lógica patronal figura, como estrategia del propio desarrollo empresario, la matebolización de las prácticas del movimiento antagonista. No pudiendo ya tapar el sol con la mano, apelarán a nuevos dispositivos de cooptación y control.
Para ejemplo valga el caso de la legisladora Beatriz Baltroc. Que pasó, en un lapso de dos semanas, del ARI de Elisa Carrió a coquetear con Zamora. Mientras que terminó siendo electa por el Partido de la ¿Revolución? Democrática (PRD), del "paladar negro kirchnerista" Bonasso. Baltroc que ahora para asombro del movimiento, o no, denomina a su bloque Autonomía Popular.
Algunos llenan su garganta y su discurso con la palabra autonomía. Haciendo de ella su nuevo "nicho" de mercado. Da lo mismo si político o económico. Para ellos, cualquiera de las dos formas, constituyen la autonomía en código capital-parlamentario.
Mientras tanto operan desde su interior para mellar el filo anticapitalista de la autonomía. Por eso censuran la difusión de un imaginario anticapitalista. Por eso refrenan la encarnación colectiva de prácticas antimercantiles.
No hablamos aquí de condenar, por complicidad con el sistema, por el solo hecho de ser periodista, político o gerente de las empresas recuperadas. Tampoco rehusamos asumir la dicotomía, en la que está insumido el movimiento antisistémico, mientras reproduce el capital como contracara del trabajo asalariado. Ya que esta esclavitud es producto de la condena de todos los productores que necesitan, para sobrevivir, vender su fuerza de trabajo, pelear por los planes sociales o autoexplotarse.
De lo que se trata es de poder terminar, de una buena vez, con el trabajo asalariado. Unica forma de poder finalizar con el desempleo, el capital y el estado. Y en esto, evidentemente, algunos no solo no son de la partida, sino que son fervorosos o cínicos adversarios.
3.- Empresa recuperada, de práctica autónoma a cooperativa capitalista:
Instaurada la relación social capitalista, la autonomía subjetiva del poder hacer se reproduce al interior, DENTRO DEL CAPITAL. Una permanente y siempre renovada antagonía social; entre el trabajo vivo del productor y el trabajo muerto acumulado por el capitalista. El trabajo precede al patrón, es autónomo; es la energía viva que cambia la materia, produce valor y reproduce el capital del empresario. Cuando la potencia del hacer de los trabajadores deviene consciente; antagoniza con todo su cuerpo, no solo con su cerebro, a la clase social patronal; transformando la autonomía del trabajo en un combate social CONTRA EL CAPITAL. Para resultar anticapitalismo la capacidad laboral necesita ir MAS ALLÁ DEL CAPITAL; no solo desarrollarse en su interior, no solo estar en contra, sino superar la relación social capitalista.
Vivir EN EL CAPITAL, vale decir, el trabajo como su contracara, es una tragedia de millones. Vivir CONTRA EL CAPITAL es lo que intentan otros tantos. Pero vivir MAS ALLÁ DEL CAPITAL, y abolirlo, es la tarea antagonista inconclusa. Tarea que sin el accionar de la multitud que valoriza el capital con su trabajo, tanto los que producen plusvalía absoluta como plusvalía relativa (fordismo + posfordismo), no resulta posible realizar.
Mientras tanto los piqueteros autónomos, las asambleas con economías solidarias y la autogestión fabril resisten. Estas prácticas no deben hacer de la necesidad virtud.
Resistir es una forma de soportar insumisamente el arrazamiento del poder. Los rebeldes pueden, y muchos quieren, aspirar a mas. Las propias ilusiones operarias de que siendo dueños de su unidad productiva se acabó con la expoliación, van a resultar contrastada con su propia práctica. No hay un mercado "bueno" del capitalismo obrero, contrapuesto a un mercado "malo" patronal.
Por un tiempo algunas cooperativas gozarán de mayores ingresos producto del ritmo demoledor que impriman a su propia energía los trabajadores. Un ciclo laboral que no distará mucho de cuando los asalariados tenían al patrón en la fábrica.
En las fábricas recuperadas se está incubando, no trabajo anticapitalista, sino una neo-subsunción formal o plusvalía absoluta. A esto el poder le llama descaradamente empresas solidarias. Mucho valor de cambio del nuevo trabajo vivo y poco valor de uso del trabajo inanimado acumulado como máquina. El contenido y el destino de la producción no se diferencia en demasía con lo viejo; por mas que en cada fábrica se escuche música, se tomen las decisiones de manera asamblearia y todos ganen igual.
El elemento número uno de valorización de las mercancías obreras vuelve a ser, como en los orígenes del desarrollo de la gran industria, los ritmos brutales que se autoimprimen, en esta oportunidad, la fuerza de trabajo cooperativo.
Por supuesto algunos integrantes de empresas recuperadas ganarán mas, porque sencillamente se explotarán mas.
Se reimplanta la ley del cambio del trabajo por su valor monetario; la "conquista del salario digno" y la lógica de producción de mercancías; en desmedro de la ley del uso sin valor de lo producido y la autogestión generalizada.
Por otro lado, este no es mas que el desarrollo de toda industria que continúa operando en los márgenes capitalistas. En los tiempos hegemónicos de la subsunción real o inclusión de toda la sociedad en el capital sobrará, cada vez mas, trabajo asalariado. Pero, valga la paradoja posfordista, esto no significa que no se desarrolle en manos obreras un mercado que fuera descartado por el capital posfordista dominante. Y que, ahora, será tomado por los propios operarios; ya que estos tienen todavía la posibilidad de generar un excedente de su propia producción al haber eliminado la plusvalía de la que se apropiaba cada patrón que abandonó la empresa.
Producto de la compraventa, el jugo de la energía obrera va a volver al capital dando un rodeo previo a través del comercio. Una nueva enajenación se cierne sobre los trabajadores: la ilusión de un mercado popular y solidario. Y tiene base sólida, ya que si se entiende a la relación expoliador-exprimido como un vínculo personal (patrón fugado-obrero okupa), el operario ya habría resuelto la antagonía de clase al sacarse al empresario de encima, por lo tanto, para él, se acabó el capitalismo y la explotación.
Se toma la empresa y se le dice adiós al patrón. Pero la competencia, el dinero y el estado, exceden las cuatro paredes de la fábrica. En la escena primaria del trabajo autogestivo ya no queda rival de clase a la vista. Pero justamente como el capitalismo es sobre toda las cosas una correlación social, una sujeción de personas mediadas por las cosas, no una exclusiva relación obrero-patrón; los antagonismos superan el estrecho campo de visión de la empresa, abarcando a la sociedad y al mundo en su conjunto.
Para los obreros okupas comienza un nuevo ciclo inscripto en el capitalismo hegemónicamente posfordista, que alberga y desarrolla en su interior formas económicas híbridas.
No hay posfordismo en el fordismo. Ya que en el dominio de la plusvalía absoluta no hay inclusión plena de la sociedad en el capital.
En cambio si habrá fordismo en el posfordismo. El reinado del trabajo muerto o tecnológico, la plusvalía relativa sobre el trabajo vivo, sí permite re-incluir cuotas de plusvalor absoluto. En este caso proveniente de la empresa cooperativa.
También dan cuenta de esto la creación de nuevos empleos asalariados en las ramas trabajo-extensiva. Además se produce un aumento de las horas trabajadas, un plus-trabajo. Este no es mas que un eufemismo capitalista para innominar al plus-valor absoluto como modo por excelencia de la prolongación de la jornada laboral. Y, por lo tanto, el aumento de plus-trabajo que produce mas plus-valor acumulable como plus-valía a los fines de que los empresarios valoricen e incrementen su capital. O, lo que es lo mismo que decir, un ritmo de producción lo mas prolongado y extenso posible, complementario a los despidos y al trabajo intensivo de la plusvalía relativa del posfordismo.
En el posfordismo; subsunción, subordinación o inclusión real del trabajo en el capital, o el imperio de la plusvalía relativa; se reduce la porción del tiempo socialmente necesario que dedica la clase de los productores en la jornada laboral para reproducir su energía pagada como salario; al mismo tiempo que mas horas del día se transforman en plus-trabajo.
Por lo tanto no es casual que el empleo creado desde la devaluación provenga mayoritariamente de la Pequeña y Mediana Empresa (PyME). Explotando en mayor extensión, o absolutamente, la fuerza de trabajo proveniente de las industrias trabajo-extensiva de la construcción, naviera, textil, del calzado y metalmecánica.
En ellas el posfordismo no resulta hegemónico, sino el tallerismo. Y, en todo caso, en las unidades productivas mas desarrolladas un fordismo en transición al posfordismo. La forma de producción de estas PyMEs, al no haber alcanzado el modo posfordista de maximización capitalista, precisa mas fuerza viva para competir contra los capitalistas posfordistas del trabajo inanimado. Posfordismo como capital tecnológico que contiene el trabajo vivo pretérito, encerrado y capitalizado en las máquinas por los patrones del trabajo muerto.
En esta lógica del resurgir de la plusvalía absoluta, que viene a socorrer al capital, es que las fábricas recuperadas actuarán como un neo-fordismo-operario al interior del posfordismo dominante. El capital reproduce el tipo de asalariado que necesita en cada etapa histórica. En este caso un fordismo que no lo puede ejecutar directamente el patrón mas tecnificado; ya que la necesidad de vencer a sus competidores, mantener su tasa de ganancia y controlar la antagonía obrera fordista, lo llevó a revolucionar la técnica y, por lo tanto, al desempleo crónico de la fuerza de trabajo posfordista.
Será una producción de plusvalor absoluto con formas inéditas para el capitalismo argentino; practicado por el obrero okupa que fuera descartado por sus viejos patrones.
Los operarios, técnicos y profesionales recuperadores; comprensiblemente, antes que padecer la condena del desempleo toman a la autoexplotación como "vivir en el cielo". Triste absurdo posmoderno del estado y el mercado: provocar el autoconvencimiento de los trabajadores que al cielo ya no se lo toma por asalto.
Si las empresas recuperadas no se interconectan muchas quedarán en el camino. Pero aún funcionando en red para desarrollar un "mercado obrero" que mantenga la tasa de ganancia para poder competir, antes o después, el pasaje a una mayor tecnificación y el reinado del trabajo muerto (del que ellos son su producto) tocará a la puerta de cada fábrica "exitosa". De lo contrario estas fábricas productoras de plusvalor absoluto, empardarán con sus ritmos de trabajo a las maquiladoras mexicanas o las fábricas de sudor del sudeste asiático.
Mientras se autoexprimen, si quieren permanecer en el mercado, necesitan producir mas plusvalor. Y para esto precisan mas asalariados. ¡Cruel dilema posfordista!, los propios obreros expulsados del circuito del capital terminan siendo empleadores de su propia clase. Cooperativas capitalistas. Patrones.
Pero aún la empresa en manos obreras y el plusvalor absoluto marcará los límites propios del desarrollo formal del capitalismo cooperativo. Para progresar en la competencia las cooperativas deberán tecnificarse y orientarse al desempleo estructural de las que fueron su génesis.
Si solo aspiran a sobrevivir en el capitalismo, reduciendo los ritmos del ciclo de fabricación y circulación de su mercancía, evitando asimilar su funcionamiento a las formas de producción de cuando estaba el patrón en la empresa; las cooperativas deambularán en la mera subsistencia, el subconsumo y la resistencia perpetua.
En el caso de conformar una red, transformará cada unidad productiva en un nudo capitalista. Cada fábrica será un patrón. Cada empresa un capitalista colectivo.
Al comienzo de todo este proceso el patrón se fugó o lo echaron. Se acabó la plusvalía, fin del primer acto. A continuación se pone la fábrica a producir, comienza un nuevo ciclo de la mercancía, fin del segundo acto. Luego se vende lo producido, y aquí las cosas se ponen mas complicadas, las aguas se enturbian y aparece la mercancía que tiene incluida para su venta el trabajo obrero. Fin del tercer acto.
El plusvalor que aporta al capitalismo cada fábrica, o "la red solidaria cooperativa", queda incluido en el trabajo contenido en las mercancías que produzca, su expresión como valor de cambio y su representación en moneda. La trampa capitalista está tendida: una producción que desde su origen nace para ser vendida, intercambiada por dinero y reinar en el comercio, encierra a la potencia del trabajo anticapitalista en los márgenes del mercado.
En su origen se toma la empresa y se produce el efecto "trabajo sin explotación", o lo que es lo mismo, trabajo sin salario. Posteriormente, sin haber vencido al capital, el trabajo cooperativo se transformará en trabajo asalariado, expresado en el valor de cambio monetario de lo fabricado y, por lo tanto, el trabajo obrero resulta succionado por el mercado en su conjunto.
El mercado es un enlace colectivo que posee asimetrías (¡sí sabrá de esto los propios empresarios quebrados!) Constituye la expresión económica y subjetivamente cosificante de la relación social capitalista. Una ligadura que supera las fronteras de la fábrica, esté o no, en manos obreras.
Si la relación capital-trabajo queda subsumida en una mera contraprestación personal, la expoliación extra-fabril queda invisibilizada. El mercado no se ve, el patrón fugado sí. El estado no se ve, los gerentes políticos sí. La energía contenida en la mercancía no se ve, los billetes contantes y sonantes del salario sí. La capitalización de esta experiencia por el capital no se ve, la cooperativa que se reintegra a la producción sí.
El trabajo vuelve al corral del capital. Aunque el dominio de la empresa esté en manos obreras su producción queda usufructuada por un patrón. En este caso un empresario impersonal, pero no invisible, una conexión colectiva que contiene a todo los capitalistas y subordina al trabajo: el mercado. Circuito de intercambio y acumulación. Terreno por excelencia del capital y del estado.
El dinero oculta, disfraza, fetichiza la compraventa de mercancías de magnitudes diferentes. De un lado la fuerza de trabajo de los obreros reapropiadores y su valor de uso, pero que al vender su producción en el circuito mercantil se constituye en valor de cambio y su pago monetario. Del otro lado los capitalistas que comercian con los obreros apropiadores. Que no solo seguirán exprimiendo a los empleados de sus unidades productivas; sino, que en el intercambio que incluye a las empresas recuperadas trasforman el comercio en circulación de su propio capital y al dinero pagado por la producción cooperativa en el salario de los obreros autogestivos.
Porque compañeros, nunca olvidemos, el dinero, el trabajo asalariado y el capital son relaciones sociales y no cosas. El capital se representa como una cosa, pero no es una cosa. En todo caso la fábrica y el dinero son capitales en tanto actúen como un encadenamiento social entre las personas. Una relación social intermediada por las cosas.
El capital no es, en sí, una fábrica; el capital no es, en sí, un billete. El capital es, para sí, una empresa o dinero.
En una sociedad donde quede abolido el trabajo asalariado y por lo tanto el capital, la moneda se vuelve, en sí, superflua. No hace falta dinero, para así, transformarlo en mas capital circulante, o salario, que compra nuevo trabajo para así valorizar el capital fijo de la empresa. El valor de uso y consumo, o el uso sin valor de lo producido, no precisa de ningún valor de cambio, no necesita dinero, no precisa capital. No hacen falta mediadores mercantiles. La potencia del hacer, y su distribución en común por parte de los productores, recluye al museo de la historia al dinero, el salario y el mercado.
El capital es una relación universal que se representa como medios de producción y mercancía, y que precisa para sobrevivir adaptar su funcionamiento a cada formación social concreta. En el caso Argentino necesita reconvertirse para afrontar los desafíos históricos (simbólicos, imaginarios y reales) que significó la apertura epocal, que irrumpe como acontecimiento colectivo, a partir de la gesta popular del 20 de diciembre de 2001. Necesita responder al reto que le plantea el aumento periódico de las apropiaciones de empresas en manos obreras; además de las ya dos centenas de fábricas tomadas, las asambleas que resisten y los piqueteros insubordinados.
El capital reinstaura el salario de los trabajadores y, por lo tanto, la gestión obrera no supera el umbral capitalista. Ya que, donde haya trabajo asalariado, hay capital. Esté o no el patrón adentro de la fábrica.
Los capitalistas siguen reproduciendo la fuerza de trabajo de los obreros que ahora ocupan las empresas de sus ex-competidores capitalistas. Habiendo abandonando el poder autónomo del hacer a mitad de camino; y la antagonía como ejercicio social de los trabajadores contrapuesto a los patrones como clase social contraria a sus deseos e intereses; el salario, la circulación de mercancías y la ganancia empresaria resulta un lazo global que termina recapturando a los obreros cooperativos. Siendo el intercambio mercantil el nuevo "asalariador" de los empleados des-asalariados que tomaron la fábrica y, los capitalistas, los apropiadores del trabajo de los proletarios reapropiadores. Acopiando de este modo los empresarios la producción cooperativa. Una nueva forma de acumular capital aportado, como siempre, por las neuronas y el músculo obrero.
Para los empresarios resulta vital reintroducir en el circuito de la moneda a los obreros insumisos. El dinero vuelve a comprar la fuerza de trabajo y lo producido por esta energía queda encerrada en la mercancía cooperativa. De su circulación, que es circulación del salario como capital y del nuevo trabajo como mercancía, resulta el medio para acumular mas plusvalor y valorizar el capital puesto en juego por los propios patrones.
Se compra la producción a los obreros cooperativistas, es decir, se vuelve a comprar su fuerza de trabajo. Si los cooperativistas no acumulan sus ventas no producen capital. Sin capital no podrán sostenerse en la competencia mercantil contra los empresarios, competencia en la que ellos mismos se han reintroducido. Y si valorizan su trabajo acumulándolo, estarían acopiando como cualquier patrón sus ganancias. Haciendo de su producción de mercancías solo el pretexto para circular su propio capital y valorizarlo como cualquier burgués.
El trabajo vivo de los obreros cooperativos se constituirá en una rueda de auxilio para los patrones del trabajo muerto. La crisis de sobreproducción posfordista; relacionada con un trabajo nuevo que valoriza cada vez menos el trabajo viejo y, por lo tanto, la caída del valor del trabajo vivo producto del trabajo inanimado acumulado como capital y máquina; será mitigada por las cooperativas en beneficio de los patrones posfordistas.
Para el patrón posfordista del trabajo viejo y muerto, el trabajo nuevo y vivo del MNER y el MMFR viene en su ayuda. Valorizarán su capital con, y aquí la novedad de esta época, una cuota de trabajo obrero neo-fordista proveniente de las fábricas tomadas.
Mientras que los patrones hiper-tecnificados continúan expulsando mano de obra, acrecientan sus capitales con la tercerización y expropiación del trabajo cooperativo. Los obreros tienen su fábrica, pero los capitalistas vuelven a tener la energía obrera a su disposición. Posfordismo patronal y neo-fordismo obrero quedan resoldados. Plusvalía relativa y plusvalía absoluta se reconcilian por un tiempo. Encontrando el trabajo muerto acumulado; o capital tecnológico del posfordismo y su tasa de ganancia en declinación; nuevas víctimas de donde succionar trabajo vivo (única fuente de valorización del capital). Vampirizando, de esta forma, el trabajo bajo gestión obrera.
Al no haber abolido los trabajadores el mercado; cooperativa, compraventa, pago de salario y acumulación de capital vuelven a rencontrarse.
Nuevas antagonías surgirán de este inédito desarrollo del capitalismo. La potencia subjetiva del trabajador mantiene latente una crisis perpetua con los medios objetivos de producción. Medios que extienden la dominación patronal mas allá de la fábrica tomada. El conflicto económico, por la competencia en el mercado, potencia la antagonía social de la clase productora. Tal o cual fábrica tomada pasará a contraponerse a la clase empresaria en su conjunto. Y no a tal o cual patrón que se fugó.
La condena colectiva al salario, por parte de los productores, toma dimensión universal. Es un sistema el que somete al trabajador. No, este o aquél patrón.
La colonización económica de lo social, o biopoder, se encarna en el estado como dispositivo dirigente de la vida, o biopolítica.
Para desconectarse de la matrix capital-parlamentaria no alcanza con los éxodos personales, la autonomía insular o la automarginación. Para liberarse no basta con tomar la fábrica. La antagonía entre los patrones y los asalariados es social, como social su resolución. La liberación económica del trabajo resulta incompatible con el dominio y control, de lo social, por parte del Estado-nación. La forma estado, como forma del capital desmembra lo organizado, incorpora lo sumiso y reprime lo indisciplinado, de todo intento de bioproducción emancipada.
La abolición completa de lo político (como ámbito parasitario de lo social) no puede ser efectuada exclusivamente desde las indispensables, pero insuficientes, tomas de empresas. Como los asambleístas y los piqueteros tampoco pueden, por si solos, eludir la reconversión del nuevo ciclo de capital que se produce delante de sus ojos. Autonomía fabril, piquetera y asamblearia necesita intervenir, antagonizar, contra el capital y su estado que trabaja noche y día para cerrar la crisis. Evitando que las fracturas al orden de lo instituido, realizadas por el movimiento pos 19 y 20, se suelden. Impidiendo que las propias prácticas antisistémicas purguen la indigestión del trabajo muerto posfordista con el remedio de un nuevo trabajo vivo insumiso. Trabajo vivo que siendo digerido y transmutado en poder político termina incorporando las acciones desafiantes, de la autonomía, a su propio desarrollo.
La lucha capital-trabajo precisa superar las dicotomías parciales del tipo: patrón fugado-obrero okupa. La oposición irreductible resulta: empresa okupada, locales asamblearios recuperados y piqueteros que producen, prefigurando la potencia material y subjetiva del poder constituyente de la multitud. Un entrelazamiento y mixtura de un conjunto de prácticas autónomas irreconciliables con el mercado. Territorios liberados de las condiciones del trabajo asalariado. Un contrapoder integrado por diferentes poderes populares. Un área autónoma, material y subjetiva, del conjunto del movimiento. Y no el aislamiento de las empresas recuperadas, los talleres piqueteros y los locales asamblearios. Todos estos espacios "liberados" necesitan ser entendidos por el movimiento, no como exclusivas conquistas personales y grupales sino, como conquistas sociales.
El deseo de liberarse precede a la voluntad de articularse. Mientras continúa resistiendo en un país hegemónicamente capitalista, y de aquí la necesidad de una autonomía antagonista, el movimiento está empantanado porque la voluntad de sus participantes no desea, por el momento, organizar los diferentes espacios. Transformándolos en territorios efectivos de trabajo liberado.
Gestión obrera, mercado y administración política estatal, reubica a los empleados; luego de la toma de la fábrica y a los fines de evitar una renovada esclavitud salarial; ante la necesidad de una modificación completa del modo de producción, distribución y consumo. Una revolución social. Forma de resolver radicalmente, y sino no se resolverá, el conflicto social entre clases contrapuestas.
La toma obrera abrió el camino. La imposibilidad de modificar una situación que solo se resuelve de conjunto permite, a la nueva subjetividad obrera okupa, ser consciente de que siempre hace falta ir por mas, ir por todo. La toma del conjunto del aparato productivo a los fines de poder desarticular a los empresarios y al estado como relación social de control y dominación del trabajo. Ir por el trabajo inanimado acumulado como capital posfordista. O dicho de otro modo, ir por la propiedad tecnológica como trabajo pretérito expropiado por los patrones a los asalariados e inscripto en la máquina, la línea de producción robotizada y la computadora. Liberando, de esta forma, al trabajo de los patrones industriales urbanos, de los servicios públicos privatizados, los insumos y de los capitalistas de la expoliación rural.
La liberación de la potencia del hacer. Sin que nadie mas que los productores goce de lo hecho. No solo la innecesariedad del salario sino, la emancipación del tiempo dedicado al trabajo-funsión. Reproducción de la vida, como la condena del trabajo, reducida a su mínima expresión hasta su total automatización. Autogestión generalizada y república asamblearia. Disolución de la necesidad del salario, del mercado y el estado.
Si la clase asalariada quiere dejar de ser dominada por la clase empresaria debe concluir con todo tipo de "asalariamiento" de su trabajo. Evitando reeditar la condena salarial desde la empresa tomada. Impidiendo quedar subsumida su energía del hacer en una nueva acumulación del capital.
La disyuntiva de las empresas recuperadas se ubicará: entre transformar las okupasiones en un neo-fordismo-operario; o la liberación completa laboral del salario, del capital y del estado.
Entretanto se desarrollará, con nuevas formas, la desproporción de la potencia obrera y su sometimiento por el comando del capital. Asistiremos a una dicotomía desgarradora entre la decisión obrera que okupó la empresa para volver a producir; y una nueva enajenación, expropiación y acumulación de su trabajo. Una confrontación entre el trabajo como fuerza viva y autónoma del poder hacer, y el capital como su contracara cosificante del trabajo muerto, acumulado y parasitario de lo hecho.
La economía paradojal que está en marcha, donde los trabajadores cooperativistas aportarán nuevas cuotas de plusvalía absoluta, incrementará la tensión entre la autonomía del trabajo y la heteronomía del capital. Provocando un antagonismo, capital-trabajo, mas acentuado que antes de la toma de la fábrica. El mercado y el estado agudizan su carácter parasitario y externo al interior del trabajo fabril cooperativo. Para la fuerza obrera, lucha económica y lucha política se reunifican. Economía posfordista y política capital-parlamentaria se concentra en una sola intersección: la acumulación del hacer cooperativo como capital; y la defensa estatal del orden constituido.
Para los obreros reapropiadores se disuelve la distinción entre el estado y el capital como campos separados. Ambos en su forma de uno, el capital-parlamentario, pasa a ser su opuesto, su antagónico, la expresión de su condena. La lucha económica por liberarse del mercado, como patrón de patrones, se vuelve irreductible contra el estado que actúa como la representación de lo político y administrador de la vida. Ambos, mercado y estado, parásitos de la producción autónoma de la fábrica tomada.
La autonomía productiva de los obreros reapropiadores y su antagonía al capital, necesita, para liberar al trabajo del capital abolir al mismo tiempo su expresión bifronte: mercado y estado. Lo económico y lo político. El capital-parlamentario.
La antagonía
es la relación social consciente que contrapone el trabajo al capital. Una relación social irreconciliable. Una contradicción irreductible. Una práctica que permite unificar la autonomía política de los trabajadores; como administración del hacer común, o como la administración común del hacer; con la antagonía a los patrones como clase social que busca capitalizar lo hecho.
Donde hay trabajo asalariado hay trabajo genuino pero no digno. Hay trabajo capitalista por mas que los obreros lo llamen solidario o adopten la forma de una cooperativa. Hay autoempleo, autoexplotación y expoliación. No anticapitalismo.
El mercado y el estado, el salario y el capital resultan expresiones de la naturaleza antagónica de las diferentes clases. Si bien en la producción y el intercambio se establecen vínculos directos, y cara a cara, las clases no son el producto de conexiones personales sino globales. Constituyen relaciones sociales y no individuales. Relaciones de clases sociales mediadas por cosas.
En el posfordismo no hay acumulación y reproducción autovalorativa de los empresarios, sin subsumir a la fuerza viva de la sociedad en el capital. Las clases, mas que nunca, son la manifestación intensa y extensa de las antagonías sociales o lucha de clases.
Pero a su vez el posfordismo es la transformación del trabajo social en trabajo inanimado automatizado. Una potencia del hacer metamorfoseada en capital tecnológico hiper-valorizado. Tornando cada vez mas escaso el trabajo socialmente necesario para autovalorar el capital. Una fábrica social de plusvalía relativa. Se produce cada vez mas, pero se necesitan cada vez menos empleados. Los desempleados se transforman en una legión permanente de parados.
Las fábricas de los empresarios, que pierden la batalla por la competencia, resultan abandonadas y sus asalariados despedidos. Los capitalistas posfordistas que vencieron precisan encontrar, fuera de su fábrica, nuevo trabajo vivo que incremente su capital. El trabajo queda difuminado socialmente en cada partícula de energía productiva. Entra en escena la necesidad de una nueva forma de plusvalía absoluta. Es aquí donde el trabajo cooperativo de la empresa recuperada resulta funcional al mercado, resultando vampirizado por los patrones mas tecnificados y poderosos. Es aquí donde los trabajadores determinarán si deciden volver a someterse a esa relación social de expoliación, lucro y acumulación que se denomina capitalismo. O muy por el contrario, es aquí donde los trabajadores tomarán consciencia de que la abolición del capital no resulta una asignatura personal sino una práctica multitudinaria.
Mientras el capital busca la manera de salir del atolladero posfordista del trabajo muerto, la nueva forma política que adopta es el Estado de excedencia (para el capital sobran personas), es un control inestable ya que descarga y concentra la contradicción social en el ámbito estatal.
El capitalismo es un estadio histórico del desarrollo de las clases. Y estas como tales, solo pueden ser sociales. Sin extirpar de raíz todo tipo de mercado, por mas que se tomen miles de fábricas, habrá capitalismo. Si las cooperativas continúan subsumidas por el capital seguirá habiendo patrones, obreros y clases subalternas.
Patrones y asalariados son clases encontradas con intereses antagónicos. En el capitalismo paradojal en desarrollo, se producirán nuevos antagonismos entre el capital y el trabajo. Al mismo tiempo se desarrolla una nueva forma de revolucionar la técnica de producción (capital tecnológico y hegemonía del trabajo muerto sobre el vivo); las relaciones de producción (plusvalía relativa del posfordismo + plusvalía absoluta del neo-fordismo-obrero); y las relaciones sociales (comando parasitario capital-parlamentario y autonomía del trabajo).
Ante una crisis mayúscula del capital y su comando estatal, como la de fines de diciembre del 2001, y ante el peligro de una revolución social, estamos presenciando, una vez mas, una revolución preventiva en el modo de producción capitalista. Unica forma que tiene, en el capital-parlamentario, las clases dominantes para conservar su hegemonía tecnológica en lo económico, plusválica en lo social y comandante en lo político.
Una subordinación propiamente capitalista de la sociedad en el capital (la matrix posfordista) + una subordinación meramente formal de la energía viva del trabajo en el capital (obreros cooperativos, cartoneros recicladores, asambleas con redes solidarias y economía popular piquetera).
Estos límites, que los propios obreros empiezan a ver, son superables. Siempre y cuando se desprendan de tanta ilusión cooperativa cuyo objetivo es producir para el mercado. Un circuito capitalista por mas que la fábrica se llame "poder obrero y viva el anticapitalismo".
Algunas empresas recuperadas buscan su lugar bajo el sol mercantil. Pasar de operarios de un pequeño o gran patrón; a ser nodos autoexprimidos en una red cooperativa integrada por capitalistas colectivos enanos.
La comprensible desesperación que acarrea reproducir la existencia, para aquellos que solo tienen para vender en el capitalismo su fuerza de trabajo, lleva a los obreros a confiar en una nueva simbología ¿un fetichismo obrero?, la creación de su propia marca.
Un logo cuya publicidad para los Caro y los Murúa podría ser algo así: "Señora mamá cómprenos a nosotros, somos obreros buenos que no hacemos la revolución y en algún tiempo hasta le vamos a dar "trabajo digno"... ¡sí genuino!... ¡sí asalariado!, a su propio hijo". Como vemos, para algunos, a cualquier cosa se la puede llamar anticapitalismo.
4.- Autonomía, poder constituyente y Red de Redes:
El asambleísmo, la autogestión generalizada, el valor de uso por sobre la compraventa y el poder constituyente que de ellos se desprende, funda, el autogobierno de la multitud.
Muchas veces se pregunta: ¿Qué es la autonomía? ¿Será una identidad múltiple en gestación? ¿Acaso una constelación intergaláktica incandescente? ¿Una sopa de nuevos significantes en tránsito al universo conjuntivo que explora su institucionalidad constituyente? ¿Una red de redes? El nombre es lo de menos. El área autónoma precisa de un hacer articulado, que sirva para el despliegue de la potencia del movimiento; potencia, que como tal, siempre estará inacabada.
Una red de redes como interface de las prácticas del monstruo constituyente de "mil cabezas". Una criatura antiestatal que ya está germinando desarticuladamente y cuya organización efectiva dejaría a mas de uno, y una, sin poder succionar del combustible de los anhelos autónomos que se obstinan en aplazar. Entretanto, torpedean su concreción para así continuar facturando las esperanzas. Mas burdamente o mas sutilmente, refrenan el movimiento antagonista defendiendo el mercado y el estado en sus diferentes variantes: incubadoras, trabajo asalariado y redes "progres". Personajes que se dicen autónomos pero que tienen vedado, por conveniencia o autismo, ejercer LA política de lo social mas allá de LO político como patrimonio de lo estatal. O lo que es lo mismo, practicar la reproducción de la vida mas allá del comercio.
Una red de redes, como la expresión pública no estatal de una confederación asamblearia de la potencia del hacer. Un contrapoder de contrapoderes efectivo. Un movimiento de movimientos que construye las bases superadoras de la actual sociedad; mientras se cocina a fuego lento una nueva insurrección, cuyo preámbulo fue el 19 y 20, que termine barriendo todo vestigio del viejo mundo. Un programa de acción permanente. La organización social como táctica y plan. Una república asociativa del valor de uso. Un poder constituyente que gelatinice los diferentes poderes populares, al mismo tiempo que no lo solidifique en un frío poder constituido. Un complejo rizomático que, por la forma de su propia constitución, impide su centralización y por lo tanto su dominio. Una nueva especie social en permanente transformación arborescente.
El propio Murúa ahora apela a que la experiencia del MNER es anticapitalista. Que el capitalismo está agotado. Que está contra la propiedad privada.
La lucha antiglobalización empezó apelando al NO LOGO. Pero ahora, algunos antimundialización descafeinados, demandan a los obreros reapropiadores que hagan su propia marca: su ¡SI LOGO! Pues bien, lo omita, lo tergiverse y lo niegue quien lo niegue (Murúa, Caro, Klein, La Vaca) sin abolir el estado, la oferta y la demanda y el trabajo asalariado la que seguirá gobernando es la sociedad capitalista.
En el mejor de los casos, el MNER, el MNFR y las redes solidarias, lo que están tejiendo es un mercado híbrido o "sui géneris". Que puede resultar anticapitalista. O no. Pero que, en el aquí y el ahora, está a mitad de camino entre el capitalismo y el potencial anticapitalismo. El movimiento hasta hoy a dado valiosos pasos. Lo que no ha sido poco, pero han resultado insuficientes para vencer al capitalismo.
Por ahora una parte del movimiento puede decir "Final feliz" y tomarse, momentáneamente, un peligroso recreo. Otros pueden pintar, con vistosos colores, la píldora envenenada de la autonomía desafilada y empantanada. Al mismo tiempo la multitud pergeña, y practica, nuevos y mas ambiciosos fines sin finales.
Mientras tanto la crisis capitalista hace buena parte del trabajo, aunque nunca hay que olvidar, que no hará la parte que nos corresponde.
Antagonizar al capital-parlamentario.
Autonomía material constituyente.
Fraternidad de los oprimidos.
Colectivo Nuevo Proyecto Histórico
30 de octubre de 2003