Apuntes para una crítica a la participación
de la izquierda ecuatoriana en el Gobierno de Lucio Gutiérrez.
A Salvador Allende,
quien supo ser consecuente
con el cambio social y la democracia..
Gustavo Ayala.
A. Introducción.
La década de los ochenta se inicia en Ecuador con el surgimiento de dos procesos que confluirían finalmente en los noventa: la constitución del régimen "democrático" y la implementación del proyecto neoliberal.
Sin embargo, tras más de dos décadas de aplicación de políticas neoliberales, América Latina se encuentra en una nueva fase política. Los problemas de las privatizaciones y la liberalización económica, el crecimiento de la pobreza y de mayores niveles de desigualdad, la deslegitimación del sistema político, así como el fortalecimiento de organizaciones populares ha permitido que la energía social de resistencia irrumpa con fuerza en el escenario político en algunos países de la región, constituyéndose incluso en gobiernos que posibilitarían, aún bajo condiciones muy difíciles y difusas, iniciar el proceso de transición para salir del neoliberalismo.
Esto ha puesto en evidencia, incluso para fuerzas sólidas con escenarios más favorables como el PT de Brasil, que la reversión de las políticas neoliberales es un proceso complejo, y que hacerlo dentro de la "democracia" supone saberse manejar en un sistema político diseñado para la reproducción institucional pero en donde la lucha social ha logrado mantener un espacio abierto –y ciertamente estrecho- para gestionar el conflicto y lograr el cambio social.
En esa dirección, vale realizar una lectura crítica del último proceso político que desembocó en el gobierno del Coronel Lucio Gutiérrez. Pues, tras la derrota electoral de las fuerzas políticas tradicionales, parte del sector popular, específicamente el Movimiento Pachakutik y el Movimiento Popular Democrático, intervino activamente en la campaña electoral y en la conformación del gobierno de Gutiérrez, siendo esta la primera experiencia gubernamental, desde el retorno al régimen constitucional a inicios de los ochenta, donde participa la izquierda ecuatoriana.
Sin embargo, aunque el período de gobierno de Lucio Gutiérrez todavía es corto -ocho meses-, el espacio abierto para cambios progresistas está cerrado. De tal suerte que creemos necesario una evaluación de la participación de las izquierdas en lo que se suponía sería un gobierno alternativo. B. La debacle de Pachakutik. A inicios de los noventa se comenzó a vivir en el campo social el desplazamiento del Frente Unitario de Trabajadores, debilitado por los cambios estructurales en la composición productiva del país y las políticas de "flexibilización laboral", por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) como el sujeto popular más dinámico en la resistencia al neoliberalismo. Este movimiento realizó en 1990 su irrupción al escenario político a través de un levantamiento indígena de grandes dimensiones.
De igual forma, en el escenario político ecuatoriano se vivía un reflujo de la izquierda partidista. A la consolidación de la hegemonía neoliberal, la caída del "socialismo real" y la consecuente campaña para desprestigiar a todo pensamiento crítico, se suman errores internos de estas organizaciones que las debilitaron hasta casi su extinción.
Esto hizo que la CONAIE vea la necesidad de crear un instrumento político propio que le permitiría canalizar la energía social antineoliberal, dado el desgaste de la izquierda marxista (Partido Socialista, Movimiento Popular Democrático) y de la denominada socialdemocracia (Izquierda Democrática). Así crea, primero en 1995, la Coordinadora de Movimientos Sociales como un espacio donde articula alianzas con pequeñas organizaciones urbanas hasta la creación en 1996 del Movimiento Plurinacional Pachakutik – Nuevo País como el rostro electoral de esta agrupación.
No obstante, aún cuando desde su fundación Pachakutik ha sido el actor popular con mayor protagonismo en la lucha social hasta lograr una temprana participación en un gobierno, con el paso del tiempo, se hacen más evidentes los límites de su proyecto. B.1 El agotamiento del proyecto "plurinacional" y su base conceptual. El surgimiento de Pachakutik se dio en uno de los momentos más reaccionarios de la historia en donde, como en toda época conservadora, los proyectos políticos transformadores no están conectados al sentido común.
En este escenario se vivía un proceso de reacomodo en el discurso político. La estigmatización de lo público como ineficiente, del burócrata como un "vago privilegiado", de la política como espacio de corrupción venía acompañado por el debilitamiento material del Estado. La estrategia favorecida sería entonces entrar a la política con una legitimidad adquirida previamente gracias a su relación con otros campos.
Precisamente, los políticos de la derecha y centro, bajo el imaginario neoliberal, se presentaban, básicamente, con un origen de "técnico especializado" en las mejores academias extranjeras; como "empresarios exitosos" que entran al campo político para ayudar con su eficiencia o, por último, como sujetos articulados al star system y sus lugares de ascenso social mitificado: el deporte y la farándula.
En el campo popular sucedería lo mismo, pero con un añadido del que había que tomar también sus distancias: la derrota de la izquierda. Allí, gran parte de los intelectuales y militantes, en el mejor de los casos, comenzaron a refugiarse en las organizaciones no gubernamentales (ONGs) y en la academia, mientras sus prácticas políticas se dirigieron hacia los microproyectos, con los primeros, y al amplio campo cultural, para los segundos.
De esta suerte todos anunciaban su origen extra-político, y en ello el uso bastante distorsionado de Gramsci sería muy funcional. Todos contribuían a la creencia de aceptar la "despolitización" como receta a cualquier problema; pero esto llevaría más que a una renovación de la dirigencia política, de los "profesionales de la política", a un ocultamiento de la lucha social y de los intereses en juego.
Esto nos ayuda a entender varias de las ambigüedades ideológica-políticas del naciente Movimiento Pachakutik. Su furiosa crítica a toda la izquierda y sus formas organizativas (sindicatos, partidos), su desdén intelectual por el marxismo, su vacilante ubicación entre la izquierda y la centroizquierda así como su coincidencia con el ánimo milenarista reinante, cuyo espíritu se basa en la creencia de que todo debe comenzar de nuevo, hacía que esta corriente tome excesivas distancias a todo lo que huela a la "izquierda tradicional".
Por ello se autoproclamaban como los "nuevos" movimientos sociales en contraposición de las organizaciones populares sindicales y partidistas, reclamaban el vago membrete de la "sociedad civil", prestaban especial atención tanto a los planteamientos postmodernos como a las soluciones "técnicas" de los equipos de apoyo de sus ONG’s fraternas, antes que a los intelectuales marxistas.
Pero este apego a la moda intelectual no puede ser subestimada. Como diría Benjamín, las modas no son fenómenos arbitrarios, sino formas necesarias en las que el "espíritu de una época" dirime conflictos. Expresan la correlación de fuerzas en el orden simbólico y limitan discursivamente a un actor político. Esto quiere decir que si bien la hegemonía de este tipo de pensamientos puede deberse a una especie de moda intelectual, aunque sería absurdo reducirlo únicamente a ello, valdría más verlo en su relación con una fase concreta del desarrollo del modo de producción capitalista.
Por otra parte, algo que habría que analizar detenidamente en Pachakutik es el papel de las ONG’s. Aunque no vamos a entrar a las particularidades del caso, nos contentaremos con decir que se repitieron muchos de los problemas ya advertidos por personalidades de izquierda1. Adicionalmente cabría mencionarse el tipo de relación que surgió entre los militantes de base y los intelectuales: más que una articulación orgánica se dio un relacionamiento que, mediado por la experticia técnica, jugó en ocasiones el papel de un filtro de las demandas sociales.
Ya que la imaginación social no cree en el fin del capitalismo, al parecer, la energía crítica ha encontrado una válvula de escape en la defensa de las diferencias culturales. Pachakutik hay que comprenderlo en esa línea, como el brazo político de parte del movimiento indígena -de la CONAIE- que ha apostado, no sin contradicciones incluso internas, por la política de la identidad.
En esta perspectiva se puede percibir, bajo la celebración posmoderna, lo que Raymond Willliams denominaba el "particularismo militante". Lo que significa pasar por alto algunos asuntos con respecto a la "cuestión" identitaria. El más obvio es entender a la identidad como una categoría relacional, es decir la diferencia solo se manifiesta con la existencia de un "otro", lo que les hace optativas no ineludibles ni "naturales".
En esa misma dirección se debe subrayar que la identidad al ser relacional tiene un componente de distinción circunstancial (temporal y espacial) que significaría, para hablar con mayor precisión, que no existe una identidad para un individuo, sino varias y que ella es móvil, cambiante, sujeta al contexto y las voluntades. Así un sujeto puede ser un trabajador por su origen de clase, indio en relación a su etnia, hombre en cuanto a su sexo, homosexual por su preferencia sexual, joven por su edad y emigrante en base a su procedencia nacional cuando vive fuera de su lugar de origen.
Mientras la política de la identidad tiene por supuesto el que una identidad debe determinar nuestra política.
Si se persiste en entender la diferencia como un valor absoluto se cae en creer que la permeabilidad de unas fronteras supuestamente claras significa una amenaza para el "consenso interno". Un caso, por ejemplo, es pensar que solo los indígenas puedan hablar sobre "cuestiones" indígenas. Entonces ese derecho a exclusividad posibilitaría descalificar cualquier disenso bajo el argumento de lo "externo". Lo que al fortalecer sus "fronteras", simplificando y empobreciéndole, enmascara y refuerza la dominación intergrupal. De esta forma: "Si las diferencias se rehusan a cruzarse o contaminarse entre ellas -es decir, si su obsesión con la pureza las lleva a levantar lo que Visker llama "condones culturales" en torno a ellas- el mestizaje o hibridación termina siendo reemplazado por la lógica del desarrollo separado que es característica del apartheid. Con ello el mundo múltiple deviene un mosaico de fragmentos aislados y autoreferenciales (...) En el límite, el mundo múltiple se convierte en un mundo de particularidad pura donde la posibilidad de juzgar a otros se torna ilegítima y las articulaciones políticas transculturales improbables."2 Bajo una perspectiva de izquierda, este separatismo autoimpuesto impide generar redes, puentes entre diferentes para luchas contra la opresión. Pues la sola lucha por el reconocimiento identitario no se traduce en forma automática en emancipación. De la misma forma en que no se puede asociar mecánicamente universalismo con totalitarismo, al contrario, trascender el particularismo solo es posible en ese espacio universal donde se intercambia y negocia.
La construcción de mayorías sociales, para la izquierda, no puede asemejarse a ese proceso de suma de minorías, pues su política se basa en metas que no son – no pueden ser- específicas a un grupo, mientras los grupos de identidad al trabajar sobre y para sí mismos no solo que movilizan solo pequeños grupos sino que se aíslan3.
El paradigma teórico que ha sustentado esta visión parte de la premisa de que la falta de reconocimiento se transmite en base a representaciones degradantes o discursos culturales que circulan libremente, no consideran la base social, las significaciones institucionalizadas y su articulación con injusticias distributivas consecuencia de la subordinación en la interacción social. Y esto, como anota Zizek, es en cierto sentido dar a una teoría crítica (del status quo, se entiende) una funcionalidad al sistema capitalista al dejar de mencionarlo como totalidad participando "activamente en el esfuerzo ideológico de hacer invisible la presencia de éste."4 En consecuencia, el que haya ayudado a incorporar en la agenda política las cuestiones relativas a las identidades no puede asimilarse como un sustituto de formas clásicas de radicalismo político. Esa actitud tan en boga hoy devalúa la concepción de la sociedad de clases, y la explotación que le es inherente, a tal punto que ni siquiera se la nombra. Lo que significa el abandono de tratamiento de estos ya tradicionales planteamientos políticos en el capitalismo sin que hayan sido resueltos.
Cuando realmente debería preocuparnos el cómo puede pensarse en adelante la articulación, la conexión, las relaciones entre estas diferentes zonas de conflicto sin perder nada de lo que habíamos ganado. Caso contrario se provoca con ello, por una parte, una ignorancia o amnesia de las tradiciones críticas y transformadoras, como han sido las socialistas, y, por otra, un silencio sobre el poder del capital, tornándolo natural. B.2 La fallida estrategia de "gobernar y resistir". La dirección nacional de Pachakutik concibió al gobierno de Lucio Gutiérrez como un "gobierno en disputa" o como uno de "transición"(¿?). Creían que existía, por lo menos así lo decían públicamente, un espacio para influenciar en el manejo gubernamental.
Sin embargo, la posibilidad de disputar la conducción estatal no se perdió en los 7 meses del gobierno de Lucio Gutiérrez, si es que existió, se perdió antes. Pues la lucha por la orientación de un gobierno no puede hacerse sin una batalla rigurosa en la sociedad. Mientras la alianza Pachakutik-Gutiérrez estuvo atada a unos estrechos cálculos electorales que, para sorpresa de todos, fueron sobrepasados con creces.
Nunca entendieron del todo que en el último proceso electoral se vivió una derrota del sector tradicional, gracias a su fragmentación, y no una victoria del campo popular5 basado en su fortaleza interna.
La creencia en una posibilidad de disputar la dirección del gobierno, una opinión que aunque con matices fue compartida por toda la izquierda, se basó en tres errores fundamentales.
Primero, existió una caracterización errónea del sector militar de Lucio Gutiérrez.
Aunque junto a él existían inicialmente militares progresistas, el grupo de Lucio Gutiérrez no debía ser caracterizado como tal; de igual forma el respaldo recibido por las Fuerzas Armadas6 no se dirigía a mantener una alianza nacionalista que limite el accionar neoliberal, sino, simplemente una estrategia de fortalecimiento institucional en un momento en que las políticas de ajuste y el cierre del conflicto con el Perú han confluido para un redireccionamiento de su accionar y excesiva influencia en el país.
Segundo, existía una inexacta comprensión de la correlación de fuerzas existente. No se comprendió que el bloque hegemónico se encuentra dividido (por diferencias regionales, por su disputa en la conducción del proceso y por ciertos matices en las orientaciones políticas y su concreción práctica), pero no derrotado. De igual forma se ha sobredimensionado permanentemente la fortaleza de la izquierda y, específicamente, de Pachakutik.
Tercero, existía una subestimación de los condicionamientos y dispositivos políticos y económicos que reducen el escenario institucional, dejando un mínimo margen de maniobra a los próximos gobernantes.
Conjuntamente, en forma consecuente con sus fallas de análisis, existió un triste desempeño político de la izquierda y particularmente de los sectores que participaron en el gobierno.
Como socio minoritario, Pachakutik desarrollaría su estrategia de"gobernar y resistir "7, que consistiría en "resistir gobernando desde las políticas –y no ya, por ahora, desde la política-, y gobernar resistiendo desde una específica orientación de las políticas".
Para esto se considera necesario una "definitiva adhesión de la izquierda a las reglas de la democracia" al tiempo que se pide "salir de la práctica puramente oposicionista que ha acompañado en gran medida al movimiento desde sus inicios (salir del reducido espectro de la resistencia de izquierda), y distinguir dentro del campo adversario posibles nuevos aliados"… Es decir, parafraseando a Frei Betto, hacer de amigos enemigos y de enemigos aliados. De esta forma no sorprende que en vez de realizar alianzas con sectores populares se prefiera "abrir" el movimiento hacia la derecha y dar la bienvenida a poderosos grupos económicos de Guayaquil como al ex Ministro de Gobierno de Gutiérrez, el banquero Mario Canessa, o a la "madre de la dolarización", como le enorgullece denominarse a la dirigente empresarial, Joyce de Ginatta.
Mientras, a lo menos desde nuestro punto de vista, una política de alianzas para un partido de izquierda no puede únicamente justificarse en una disyuntiva impuesta por una coyuntura electoral, sino que debe ser el resultado de un posicionamiento político de más largo aliento.
De la misma forma se observa que ese llamado a adherirse definitivamente por la democracia, escrita con una generalización tan ambigua y errónea, lleva a la izquierda a subordinar su proyecto a la institucionalización, es decir, exclusivamente a la alternancia gubernamental y no a la reorientación de la sociedad en su conjunto. Por ello habría que insistir en que el movimiento que impulsa la izquierda no es un movimiento puramente electoral, ya que su accionar político está dirigido a cuestionar el actual sistema social en su conjunto y constituir un movimiento social capaz de impulsar el cambio, cuestionando la pomposa e irreal "cultura del diálogo" y la negociación cupular.
Estas ambigüedades y confusiones se deben a que, aún hoy, se constata una falta de norte político en la izquierda ecuatoriana, evidenciada de forma dramática -hay que decirlo- en el caso de la participación gubernamental de Pachakutik.
Por otra parte, hay que reconocer también la existencia de un "déficit de calidad", si el lenguaje econometrista cabe, en la izquierda ecuatoriana, siendo notoria la debilidad en la formación política. La concesión ideológica, visiones coyunturalistas, falta de consecuencia y coherencia, graves deficiencias en la calidad de sus propuestas, escaso desarrollo del pensamiento crítico, entre otros, son hechos que lo demuestran.
Aunque el sector popular tiene algunos ejes estratégicos de acción, no se ha realizado, en forma individual y menos aún colectiva, una identificación sistemática de los cambios necesarios, una reflexión de las estrategias a implementarse para impulsarlos y, menos aún, una precisión de sus posibles formas concretas: en pocas palabras, la izquierda ecuatoriana no tiene un programa de reformas al modelo neoliberal. Algo preocupante si tomamos en cuenta que las ideas pesan en el balance de la acción política y de los desenlaces del cambio histórico.
La fortaleza del movimiento indígena, sobre todo en el mundo rural, y la debilidad del campo popular, con una notoria ausencia de organizaciones populares urbanas fuertes (sindicatos, estudiantes, organizaciones barriales), generó una práctica política particularista, sectorial. Reforzada tanto por la adopción de la política de la identidad como referente cuanto por una cultura política proclive al sectarismo.
De esta forma no se elaboró un enfoque de universalidad para el cambio, se manejó la lógica de acción corporativa y de defensa de sus intereses. No pocas veces los reclamos identitarios lucían desarticulados de los reclamos sociales, más extendidos en un país con 70% de pobreza y niveles de desigualdad de los más injustos de América Latina.
En ese sentido, por ejemplo, en las negociaciones sobre la repartición de cargos públicos se privilegió el acceso a pequeñas parcelas institucionales ubicadas en los contornos del Estado abandonando los núcleos duros que se dejaron intactos8. Así se priorizaba llenar de gente cercana a Pachakutik los organismos encargados de microproyectos sociales, en competencia con las otras organizaciones indígenas, antes que buscar influenciar en los espacios de decisión sobre la orientación económica: Ministerio de Finanzas, Banco Central…finalmente esto dejó a Pachakutik únicamente con un funcionario sin capacidad de actuación institucional y cargo concreto.
Fue notoria también la carencia de alianzas sociales en el campo popular por parte de Pachakutik. Así tenemos que no se desarrolló la constitución de una red popular que rebase la articulación de la resistencia momentánea –huelgas reactivas o acuerdos electorales-, es más, desde las elecciones presidenciales, y en esto la responsabilidad es de varios actores, se revirtieron los procesos de acercamiento y unidad que lentamente se han desarrollado los últimos años en Ecuador.
Las dinámicas diferenciadas comenzaron entonces a separar a los actores populares.
Así tenemos una falta de diálogo, no se diga de coordinación, entre las organizaciones y partidos del campo popular que se encontraban dentro y fuera del gobierno gutierrista. Llegando a casos absurdos como la inexistencia de una mínima ligazón entre el maoísta MPD y Pachakutik, partidos de izquierda que participaban en el gobierno, registrándose así inclusive huelgas de gremios cercanos al primero contra una ministra del segundo, o declaraciones del jefe de bloque parlamentario de Pachakutik que celebraba la salida del MPD del gobierno. Menos aún existió una conversación con quienes se mostraban cautelosos y críticos de Gutiérrez: Partido Socialista, organizaciones indígenas como la FENOCIN y la FEINE, sindicatos como la CEDOCUT, y sectores de la Coordinadora de Movimientos Sociales.
Esa apuesta institucional de Pachakutik impidió la conformación de un bloque popular que pueda presionar en forma conjunta al gobierno de Lucio Gutiérrez, que empezó un veloz y permanente giro a la derecha.
Mientras la tendencia mayoritaria de Pachakutik abundaba en comparaciones con el proceso brasileño, parecía no entender que el PT de Lula fue el eje de un bloque social primero popular y luego nacional; el caso ecuatoriano fue otro: Pachakutik y MPD aceptaron ser los socios minoritarios de una amplia alianza comandada por el vacilante y oportunista Coronel Lucio Gutiérrez. No se entendió que la búsqueda del consenso político necesario para generar una alternativa de poder pasa por acuerdos desde la izquierda hacia el centro9.
Bien podría decirse que Pachakutik fue víctima de la trampa institucional. Ésta llegó a ser tan fuerte que se dieron cambios en la misma concepción del poder que esta organización presentaba. Así se confundía el poder institucional con el poder real, olvidándose de los poderes fácticos. Al mismo tiempo se reivindicaba la posibilidad de transformar la sociedad desde su propia institucionalidad. Incluso creyeron ingenuamente que podrían realizar cambios sectoriales desde ministerios vaciados de poder. Realmente pensaron que la "victoria electoral" era el origen del cambio antes que su consecuencia.
De tal suerte que se registraron prácticas, desde una tendencia de la dirección de Pachakutik, claramente desmovilizadoras10. En seguida se decapitaron varias organizaciones populares llevando a los dirigentes a cargos públicos y se generó, al mismo tiempo, una dinámica pasiva en las organizaciones populares, desalentando las movilizaciones callejeras y las críticas al rumbo que el gobierno emprendía.
Este afán de mostrarse "respetables" y "maduros", en fin: de agradar a la derecha, llevó a varios actos realmente vergonzantes, sobre todo de la tendencia "moderada" de Pachakutik. Revisemos algunos casos emblemáticos: por ejemplo, las desastrosas declaraciones del solitario representante de Pachakutik en el Ministerio de Economía, Fernando Buendía, que ante las negociaciones con los organismos internacionales decía que "el FMI tiene sensibilidad social"; o el caso de la Ministra de Relaciones Exteriores, Nina Pacari Vega, primera mujer indígena en el cargo, que en una entrevista televisada decía que el imperialismo es una cosa del pasado ante la interdependencia contemporánea, o cuando la misma Ministra en su argumentación de por qué EE.UU. no debía retirar la ayuda militar argumentó que "Ecuador, a través de un convenio para el uso de la base militar de Manta (en el oeste de Ecuador), ya otorgó un estatus de inmunidad a los militares estadounidenses que se encuentran en dicho emplazamiento naval."11 También hay que revisar el caso del Secretario de Diálogo y Planificación, cargo con estatus de Ministro y a cargo de uno de los ideólogos de Pachakutik, Augusto Barrera, que dirigió las convocatorias de "diálogo" como un sustento de la privatización de empresas eléctricas del país12.
En la misma línea de los intentos gubernamentales de privatización de las empresas públicas, vale tomar en cuenta el abandono al sindicato petrolero, antiguo socio de la CONAIE e integrante de Pachakutik, en la lucha que libraría contra Gutiérrez, con malos resultados en sus primeras batallas, por la suerte de la empresa pública de petróleo del Estado.
Finalmente, por ser el más emblemático, tenemos el caso del confuso fideicomiso a favor del Coordinador Nacional de Pachakutik, Miguel Lluco, otorgado por uno de los banqueros responsables de la crisis financiera de 1999 que se encuentra en prisión.
Este nuevo fideicomiso, diferente a uno que el banquero había realizado años atrás y que estaba vigente, otorga grandes ventajas al banquero Aspiazu en su pelea por recuperar sus bienes ante los intentos de la Agencia de Garantías de Depósitos de acelerar los pagos a los perjudicados de su banco.
Estos son algunos ejemplos del breve accionar de Pachakutik en el gobierno del Coronel Gutiérrez. Con estos se quiere demostrar que existe un ajuste de cuentas en la izquierda, en general, y en Pachakutik, en particular, que no se ha saldado aún, que ha sido invisibilizado y retrasado por una cohesión forzada tras la "expulsión"13 del gobierno, y que debería significar no solo una revisión de responsabilidades individuales o de tendencias, que desde luego las hay, sino, sobre todo, una reflexión más profunda y compleja sobre los cambios a emprender en el nuevo escenario de lucha social que se presenta en Ecuador tras el gobierno de Lucio Gutiérrez. C. El necesario salto cualitativo. Son evidentes las grandes limitaciones del Movimiento Pachakutik, su proyecto "plurinacional" y su estructura organizativa como instrumento político son claramente insuficientes para responder al neoliberalismo. Tras ocho meses en el gobierno Pachakutik queda con la imagen de división interna, etnicismo y escasa preparación para las tareas de gobierno. Esto demuestra que la interculturalidad necesaria no se logra desde posiciones etnocéntricas, de igual forma se comprueba que así como los movimientos sociales no pueden ser correas de transmisión de un partido, un partido tampoco puede reducirse a un brazo político gremial.
Las tendencias internas de Pachakutik empiezan a reacomodarse para una proyección diferente en el escenario social del país. Pero ante el agotamiento del proyecto plurinacional la tendencia moderada mayoritaria busca la "renovación" interna desde los "acumulados ciudadanos": una especie de teorización liberal que busca legitimar el camino de separación de una cúpula de sus bases sociales y sus posibles alianzas con sectores de la derecha económica del país.
Por suerte, también hay que reconocer que existe dentro de Pachakutik una tendencia subterranea que busca renovar a la izquierda enriqueciéndola con la larga trayectoria de la resistencia indígena.
Dentro de la otra izquierda política, tenemos a un cerrado MPD dedicado a festejar algún aniversario de Stalin con mínimos esfuerzos de debate de política real, pero con implantación en un sector popular clave para la lucha antineoliberal.
De su parte, el Partido Socialista, sacudido por su eliminación del registro electoral, ha iniciado un tímido esfuerzo de reflexión sobre su anterior estrategia política de facto: criticando así un apego desmedido a la institucionalidad, el alejamiento de las bases populares organizadas y la apuesta a los triunfos electorales de sus figuras. Sin embargo, habría también que destacar su larga y rica tradición histórica acumulada en 77 años de existencia, el buen nivel político y de aceptación pública del que gozan varios de sus cuadros, así como la presencia permanente, dentro de la organización, de una dirigencia popular comprometida.
Un ciclo de lucha social, abierto desde los años noventa, parece cerrarse en Ecuador.
La crisis que afecta a la izquierda ecuatoriana no es resultado únicamente de una carencia de cuadros y debilidades en su formación política. No es, necesariamente, una desconexión con los deseos e intereses del pueblo, que muchas veces ha sabido movilizarse contra el neoliberalismo a pesar de la misma izquierda. Tampoco es consecuencia únicamente de la falta de audacia para reflexionar alternativas concretas y de voluntad política para ejecutarlas. Es más bien resultado de carencias en la comprensión de lo que significaba la lucha en los regímenes "democráticos" habitados por el neoliberalismo; es resultado de una estrategia en donde la izquierda se ha conformado con pequeños partidos preocupados en una sobrevivencia electoral de alrededor del 5%. Pues, desde el retorno al régimen constitucional, no se ha convertido en un actor que dispute realmente el poder, que busque convertirse en una mayoría social.
Cuando bajo una situación de crisis en la que ningún actor político es lo suficientemente fuerte para imponerse, lo que está en juego es la capacidad estratégica para forjar alianzas.
Hoy la consolidación de alianzas en el sector popular debe comprender que la búsqueda del centro necesita de un polo de izquierda, claro y fuerte, para servir de referencia, para constituirse en un motor capaz de modificar, de manera estable e irreversible, la correlación de fuerzas.
Hoy el nuevo cuadro político exige que la capacidad de acuerdo en el campo de la izquierda no se limite a resistir las políticas neoliberales sin generar políticas alternativas propias.
El campo popular debe entender que no puede instaurar su hegemonía sino a condición de ser capaz de articular los intereses complejos y heterogéneos del conjunto de clases y sectores oprimidos de la población. De tal suerte que la izquierda ecuatoriana, potencialmente complementaria, está ante el reto de dar un salto cualitativo y constituir una herramienta política para la unidad y renovación, si quiere disputar en algo el curso de la historia. Caso contrario, estaría condenándose a ser el socio minoritario del bloque hegemónico y de ciertos liderazgos de la rebeldía momentánea.
1 Aunque con compartimos la perspectiva dualista del primero, véase James Petras, ONGs y movimientos socio-politicos; también se recomienda: Iosu Perales, Carta abierta a las ONGD: Removamos nuestras propias aguas, ALAI, 23 de julio del 2003.
2 Benjamín Arditi, "El reverso de la diferencia", Memoria (México DF), (diciembre, 1999).
3 Véase Eric Hobsbawm, "La política de la identidad y la izquierda", Nexos (México DF), (Agosto, 1996); también Alex Callinicos, Contra el postmodernismo, Bogotá, El Áncora editores, 1993.
4 Slavoj Zizek, "Multiculturalismo o la lógica cultural del capitalismo multinacional" en Estudios Culturales: reflexiones sobre el multiculturalismo, compilado por Eduardo Gruner, Buenos Aires, Paidós, 1998, p. 176 5 Para ver nuestra interpretación sobre las elecciones presidenciales de 2002, véase "Elementos de análisis sobre la coyuntura política. Ecuador después de las elecciones presidenciales", Rebelión, noviembre 2002.
6 Se hace necesario y urgente para la izquierda una reflexión más profunda y compleja sobre las Fuerzas Armadas ecuatorianas. Sin embargo esto escapa al propósito y capacidades de este artículo. En todo caso dejamos sentado la carencia cognitiva sobre este actor decisivo.
7 Tomado de Frankiln Ramírez, Gobernar y resistir ¿Se puede?, documento sobre estrategia política en la coyuntura de mayo de 2003, escrito por un académico cercano a la tendencia dirigente de Pachakutik.
8 De 15 ministerios Pachakutik recibiría 4: Relaciones Exteriores, Educación, Turismo, Agricultura. Mientras el MPD tomaría a su cargo el de Medio Ambiente.
9 Para poner un caso: por primera vez, desde la inauguración del régimen constitucional, la izquierda ha alcanzado por sí sola el 17% de la representación parlamentaria. Si se constituiría como bloque llegaría a ser la segunda fuerza en el Congreso de la República, pudiendo atraer, a momentos, a la agrupación de centro, autodenominado socialdemócrata, el Partido Izquierda Democrática, ID. Lastimosamente ha cedido la iniciativa a la ID y esta ha logrado ser el centro de convergencia del "progresismo", jalando a los partidos de izquierda hacia su agenda legislativa.
10 Habría que decir que el MPD manejó una estrategia diferente intentando presionar al gobierno desde la movilización. Claro que el MPD fue un socio gubernamental aún menor que Pachakutik y que no escapó a las "responsabilidades" del gobierno. Así tenemos la "histórica", por incoherente, marcha de estudiantes secundarios y universitarios, dirigidos por las FEUE-FESE, organizaciones estudiantiles bajo control del MPD, en apoyo a las medidas económicas gubernamentales que anteriormente siempre habían criticado.
11 Para revisar estas asombrosas declaraciones –y vergonzosas para alguien que se diga de izquierda- consúltese el diario El Universo del 16 de julio de 2003.
12 El periódico alternativo Tintají, cercano a Pachakutik, recoge en uno de sus números (II quincena de junio, 2003) la polémica desatada por estas acciones. Tras estas denuncias, la venta del quincenario de izquierda fue prohibida, según el propio periódico, en los locales de Pachakutik.
13 Aunque el debate al interior de Pachakutik parecía direccionarse mayoritariamente hacia la ruptura con el gobierno, es necesario aclarar que Pachakutik no se salió de la alianza gubernamental por convicción propia, fue separado por el Presidente Gutiérrez.