La horizontalidad como horizonte
Organización no implica "organización vertical". Sin embargo, parece que cuesta demasiado pensar en una construcción que escape a la demanda de un "líder" o un "director". ¿Y si no animamos a pensar de otra manera, y a construir sin representantes? Asocio horizontalidad a socialismo, por que no encuentro modo de construir el uno sin el otro.
Por Martín Echenbaum / Cono Sur
La Horizontalidad es siempre un horizonte. Jamás es el estado de cosas desde el cual se parte, sino la frontera de toda construcción colectiva, el límite de lo pensable. Lo cual hace a la empresa horizontal doblemente difícil. No se trata solamente de llegar a la horizontalidad, sino de llegar horizontalmente, o al menos tendiendo hacia ella.
Muchos movimientos sociales, de trabajadores desocupados, han demostrado que
es posible construir partiendo de la premisa de alentar la horizontalidad. Y
ellos son conscientes de que la horizontalidad no se cumple apenas uno la postula.
Si bien uno admite el carácter performativo de la lengua, es decir, su
capacidad de transformar aquello que es dicho, para construir horizontalidad
hace falta el compromiso y la participación de todos los integrantes
del colectivo.
Asocio horizontalidad con socialismo. Creo que si alguna vez existe un socialismo
construido desde abajo, será a través de la confluencia y articulación
de distintos movimientos horizontales, y la apertura a la participación
de todos en la toma de decisiones y la construcción de la nueva sociedad.
Pero para cambiar todo, claro, hace falta política. Y es justamente mediante la participación de todos en el proceso de construcción de poder político como se puede alterar el orden de las cosas.
Hay muchos que creen que no es posible construir un movimiento político
horizontal. Pienso que hay un solo caso en que no es posible tal tarea: cuando
la construcción parte de alguna figura pública que, rodeada de
un séquito de aduladores, concentra tal cantidad de poder que la horizontalidad
no es más que un mero eslogan publicitario.
En cualquier otra situación, la horizontalidad en política es posible y, creo, es el camino que permite encarar con coherencia el proyecto de una nueva sociedad. ¿Acaso primero hay que elegir a alguien que se haga cargo del poder del Estado y nos "conduzca" hacia el socialismo, o será mejor que sea una tarea colectiva?
"La horizontalidad no sirve para responder a los tiempos políticos",
señalan. Claro, imagínense que hay que convocar a asambleas de
delegados o plenarios cuando se hace necesario responder a la velocidad de los
sucesos de la política argentina. Sin embargo, me pregunto si la tarea
de un movimiento que se pretende para participar en la construcción de
otra cosa debe participar en el circo del más de lo mismo. Creo que por
"tiempos políticos" es posible entender otra cosa.
Tenemos que crear otros tiempos políticos, porque los actuales responden a los partidos tradicionales y su práctica punteril, y a los medios de comunicación y su necesidad de primicias a cada segundo.
"Para un movimiento político hacen falta líderes". Al
contrario, creo que lo mejor es cuando no hay líderes, cuando todos valemos
lo mismo y nadie se reserva el derecho a veto. Claro que siempre surgen aquellos
más comprometidos, los que más participan, etc., pero la idea
es que esto no se convierta en un fin sino en un medio. Claro que debe haber
delegados, pero rotativos y con mandatos revocables, porque cuando uno delega
también debe poder recuperar el mandato delegado.
Creo que en un movimiento horizontal es muy importante la libertad del sujeto para responder siempre como tal, para no caer en el dogmatismo cuadrado. Pero también creo que la construcción horizontal y colectiva es fundamental para evitar que cualquier "figura pública" se convierta en el centro dominante del movimiento.
Para aquellos que creen que debe coexistir una base horizontal con una "coordinadora"
por encima, que verticalmente centralice la conducción, frente a aquellos
"arrepentidos" de las viejas prácticas tradicionales verticalistas,
que sin embargo no creen en la horizontalidad, la respuesta es: más horizontalidad.
José Pablo Feinmann en Página 12 (30/11/02): "Pareciera que
la horizontalidad perenne culmina en la impotencia, en la asamblea interminable,
en la discusión paralizante. Un punto de vista funda una dictadura. Mil,
la imposibilidad de una organización. El problema del horizontalismo
radica en que, si no se resuelve, desemboca en la parálisis. Ocurre que,
para resolverse, pareciera tener que negarse a sí mismo y establecer
estructuras con algún nivel de verticalidad. Este es un problema que,
a lo largo de un año, debemos preguntarnos si las asambleas han resuelto."
Con respecto a este asunto, el de la supuesta "no conclusión" y "paralización" de los movimientos horizontales como las asambleas, Virginia Feinmann se quejaba en el mismo diario que de los movimientos de democracia directa "no surgió ningún líder para las elecciones" y que las asambleas "se dedicaron a tareas localistas" con el meneado tema de las huertas orgánicas.
Creo que hay un problema cuando pensamos en algo nuevo desde lo viejo; cuando
imaginamos cómo sería una construcción horizontal desde
la verticalidad; cuando queremos crear nuevos tiempos culturales, sociales y
políticos desde los tiempos electorales del gobierno mafioso. Y creo
que el camino que hay que explorar, y que exploran las asambleas, es el de resolver
la horizontalidad, que es un camino de aciertos y errores pero mucho más
digno y creativo que la simple negación de la libertad que implica delegar
en "el líder" las esperanzas de algún cambio.
¿Provoca temor la horizontalidad? ¿Es preferible contar con un líder
que responda a la "línea" del partido? Me acuerdo de Perón
y de aquellos que se convencían de que era su "círculo"
y no él el que se equivocaba, el que se iba a la derecha. Me acuerdo
y me pregunto por qué cuesta tanto explorar el camino de la dignidad
y la libertad. Qué lindo es levantarse y que no haya un líder
que me marque por donde ir, un líder del que desilusionarme: qué
lindo pensar en que podemos participar nosotros, lo que a veces nos decimos
pueblo, en la construcción de esto que a veces llamamos nuestra vida,
nuestro país.
Y creo que lo más importante de todo esto es estar convencido, que no
sean sólo puras palabras que suenen bien a los oídos de una clase
media asamblearia, sino, ojalá, la convicción un proyecto de país
y un proyecto de vida para todos.
A las dudas, los temores, las desilusiones, las utopías, propongo: más horizontalidad.