żExiste crisis de teoría en América Latina?
Marcos Roitman Rosenmann
Existe un patrón de análisis para explicar el desarrollo
de la teoría social latinoamericana. Su diseño responde a pautas
argumentales donde se relacionan de manera causal hechos históricos a
la vez que propuestas teóricas y de conocimiento social. Sus principios
se hallan inmersos en la razón cultural de Occidente, forman parte de
su devenir y responden a sus especificidades. Por último, se data el
proceso de desarrollo y expansión de las ciencias sociales latinoamericanas
en los años 40 y 50 del siglo XX, constituyendo ambas décadas
el punto de inflexión, cuyo resultado es el comienzo de un periodo de
fertilidad intelectual que se extiende hasta principios de los años 70.
Posteriormente se entraría en una diáspora, cuyo resultado es
la fragmentación y debilitamiento del pensamiento propio. Etapa que,
según algunos, dura hasta nuestros días.
La creación intelectual latinoamericana bajo este patrón de medida
se encuentra ligada a la explosión de las grandes corrientes de pensamiento
occidental de mediados del siglo xx, recreando conceptos y categorías,
y proponiendo otras específicas de su entorno geopolítico y cultural.
El realismo mágico, la concepción centro-periferia, la teoría
del colonialismo interno o de la dependencia son ejemplos de su originalidad
intelectual. No por ello la teoría social latinoamericana ha dejado de
recurrir a los grandes acontecimientos mundiales para acotar su evolución
corroborando el vínculo de unión entre su peculiar desarrollo
histórico y los hechos que dan razón de los cambios sociopolíticos
y económicos en el orden internacional. La emergencia del imperialismo
como fenómeno específico del desarrollo del capitalismo en el
siglo XIX determinó en América Latina la articulación de
las formas de explotación y dominio de sus recursos naturales y su estructura
de clases: las dominantes y, desde luego, las clases populares, dominadas y
explotadas al mismo tiempo. La formación de las clases sociales en América
Latina responden a este doble vínculo, cuyo resultado fue la original
vía oligárquica de desarrollo del capitalismo para el conjunto
del subcontinente.
Las rupturas en las formas de actuar y pensar articulan nuevos principios de
explicación, transformando la cosmovisión de la realidad y de
los procesos sociales. No puede ser de otra manera. Los movimientos artísticos,
arquitectónicos, teatrales, pictóricos, literarios o sociológicos
propios de una razón cultural impregnan todo el manto en el que actúan.
Los valores, las formas de concebir el mundo, el idioma dominante, el castellano
o español constituyen el referente de observación y construcción
de significados y significantes. Sus cortes históricos responden a dinámicas
cuyo campo abarca lo específico y lo universal. En este sentido, América
Latina no sólo participa de Occidente: lo redefine, reorienta y trasforma,
proponiendo nuevas opciones o integrándose originalmente a las ya existentes.
El desarrollo del EZLN responde a esta descripción y dinámica.
Por un lado, reivindica su lucha por el trabajo, la tierra, el techo, la alimentación,
la salud, la educación, la independencia, la libertad, la democracia,
la justicia y la paz en el interior de una batalla por la dignidad y el reconocimiento
de los derechos históricos, sociales, políticos y culturales de
los pueblos indígenas de México. Pero, por otro, está comprometido
con una crítica profunda al proceso de deshumanización generado
por el neoliberalismo y la explotación mundial propia del actual proceso
de internacionalización de los mercados, la producción, el trabajo
y el consumo.
La recepción de cuadros teórico-metódicos y la recreación
de teoría social en América Latina se configuran en dicho orden
de argumentación. No es resultado de un colonialismo cultural o de una
falta de imaginación sociológica el uso de conceptos y categorías
tales como capitalismo, clase social, colonialismo, explotación, burguesía,
revolución, socialismo o comunismo; lo que sí forma parte del
colonialismo cultural es el rechazo al uso de tales conceptos y categorías
por no formar parte de la tradición de pensamiento autóctono,
dizque suficiente para comprender y explicar la realidad social latinoamericana.
En este sentido, tampoco se trata de rechazar un saber cuya lógica consiste
en procurar obtener una formación humanista integral, a la cual todos
deben tener acceso. Parafraseando a José Martí, es tan necesario
estudiar la historia de Roma y de Grecia, pero lo es más estudiar la
de los pueblos maya, azteca o inca, si se quiere lograr una real comprensión
de la realidad y la historia de América Latina.
Es cierto que las modas y una falsa erudición teórica han creado
una sensación de alejamiento y de cierta frivolidad intelectual entre
los científicos sociales al transferir debates, ahora sí propios
de un mundo posmoderno, que impone la agenda, define los temas y problemas de
discusión. Es el auténtico colonialismo cultural. Tal afirmación
no es óbice para estudiar en profundidad escuelas, tendencias, corrientes
de pensamiento inherentes al desarrollo crítico del conocimiento científico.
El problema es de prioridades a la hora de proponer la agenda, no de descartar
conocimiento. En este sentido, valga la del EZLN como pauta de debate y discusión
teórica y política para América Latina.
Por último, es la incapacidad de ver que la crisis no es de la teoría,
sino de los teóricos, cuyo norte se oscureció bajo la adopción
de un catastrofismo donde se abandonan principios y se mantienen dogmas, lo
que está tras dicha propuesta. Es más fácil hablar de crisis
de teoría que plantearse la incapacidad para comprender los cambios.
De la ignorancia también se puede hacer virtud. En el reino de los ciegos,
el tuerto está preso. El pensamiento social latinoamericano debe ser
capaz de desprenderse de esta lacra intelectual, cuyo objetivo es esterilizar
las nuevas formas de pensar arguyendo el supuesto de que ya no tiene ningún
sentido mantener los principios. Reivindicar el socialismo y la lucha contra
la explotación siguen siendo dos pilares básicos para construir
un pensamiento social liberador y democrático; pilares que han estado
siempre presentes, a pesar de los tiempos adversos, nadando contracorriente
y de manera minoritaria. No puede ser de otra forma, de lo contrario algo andaría
mal. Revertir esta situación es el objetivo. Sólo que hay quienes
se cansan de hacer el esfuerzo de nadar contracorriente planteando que el río
se ha secado.