CON
IGUAL CLIMA DE LINCHAMIENTO, RECUERDAN EN ESTADOS UNIDOS
LOS 75 AÑOS DE LAS EJECUCIONES DE SACCO Y VANZETTI
* Inmigrantes y anarquistas, fueron declarados culpables de asesinatos que
no cometieron
* En 1977, el gobernador de Massachusetts proclamó que eran inocentes
por JIM CASON y DAVID BROOKS
(Corresponsales) La Jornada, Mexico.
Nueva York y Washington, 23 agosto. En un clima no tan diferente al actual,
después de redadas de miles de inmigrantes acusados de antiestadunidenses
y "extremistas", hoy ha-ce 75 años fueron ejecutados en Boston un zapatero
y un vendedor de pescado, Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti.
Ambos eran inmigrantes italianos anarquistas. Fueron acusados de dos asesinatos
durante un robo en 1920, un crimen que millones en todo el mundo sabían
que se había usado contra los dos inmigrantes inocentes, pero del que
se les responsabilizó sólo porque eran "radicales" y extranjeros
en un país que vivía en medio de una ola de represión contra
"los rojos".
A pesar de apelaciones, de un testigo arrepentido que reveló a los verdaderos
culpables, de un juicio donde el fiscal y el juez aseguraron el fallo y de movilizaciones
en el mundo contra la condena, el 23 de agosto de 1927 Sacco y Vanzetti fueron
ejecutados por el estado de Massachusetts.
Cincuenta años más tarde, en 1977, el entonces gobernador de Massachusetts
proclamó que los dos hombres habían sido condenados injustamente.
Como escribió el historiador estadunidense Howard Zinn en su libro La
otra historia de Estados Unidos, el procurador general de Woodrow Wilson, Mitchell
Palmer, comenzó una serie de redadas en 1919 y 1920 bajo una ley recién
aprobada que permitía la deportación de todo extranjero que se
opusiera al gobierno o que defendiera la destrucción de la propiedad
privada.
Entre los primeros 249 deportados se encontraban Emma Goldman y Alejandro Berkman.
Otros 4 mil fueron arrestados un mes después, entre ellos un compañero
de Sacco y Vanzetti, quien murió misteriosamente en manos de las autoridades.
Al enterarse, los dos inmigrantes empezaron a organizar un mitin de protesta
en Boston, y cuentan que se armaron ante la represión. En esos días
fueron arrestados.
Vanzetti adoraba la música, a Dante y a otros grandes de la literatura,
y se dedicó a estudiar por qué millones de personas trabajaban
hasta morir en la miseria mientras unos cuantos vivían en opulencia,
cuenta May Brooks en su libro El otro gringo (publicado por La Jornada).
Trabajó en canteras de piedra en Connecticut, como peón en Youngstown,
Ohio, en las fábricas de acero de Pittsburgh y encabezó una huelga
en Massachusetts.
"Aprendí que la conciencia de clase no era una frase inventada por los
propagandistas; era la fuerza vital, real, y aquéllos que sintieron su
significado dejaron de ser bestias de carga y se volvieron seres humanos", escribió
Vanzetti.
Vanzetti fue puesto en las listas negras por su participación en una
huelga en 1916, se dedicó a vender pescado, y se hizo amigo de su paisano
Nicola Sacco. Ambos se opusieron a la Primera Guerra Mundial, y junto con un
grupo de anarquistas italianos abandonaron el país para refugiarse en
México durante esa guerra, y cuando ésta concluyó regresaron
a Massachusetts.
El juego de la felicidad
Los dos hombres participaron en huelgas, y apoyaron otras luchas obreras y de
defensa de trabajadores inmigrantes.
Pero en 1920 ambos ya estaban en las listas secretas del Departamento de Justicia,
y el 5 de mayo de ese año fueron detenidos, informa Brooks en su libro.
Su juicio demostró que no tenía nada que ver con el crimen del
cual eran acusados, sino por sus actividades políticas y sus posiciones.
El 14 de julio de 1921 fueron declarados culpables y condenados a morir en la
silla eléctrica. "¡Sonno inocente"! gritó Sacco en el tribunal.
"¡Matan a hombres inocentes!", dijo tranquilo Vanzetti.
Fracasadas las apelaciones judiciales en el caso, que llegó hasta la
Suprema Corte, se realizaron movilizaciones populares de protesta por todo este
país y el mundo. Las solicitudes de clemencia a las autoridades llegaron
de figuras como George Bernard Shaw, Albert Einstein, Romain Rolland, Sinclair
Lewis y H. G. Wells.
Después de nombrar a los rectores de Harvard y del MIT y a un magistrado
para revisar el caso judicial y recomendar la clemencia, el gobernador aceptó
su recomendación para proceder.
El día de la ejecución cientos de miles de personas participaron
en manifestaciones en varios estados y ciudades. En la ciudad de Nueva York
la policía chocó contra unos 50 mil manifestantes, y miles más
se concentraron en Boston para expresar su ira.
La noche antes, Sacco escribió una última carta a su hijo Dante:
"Así, hijo, en lugar de llorar, sé fuerte para que puedas confortar
a tu madre, y si quieres distraer a tu madre del desaliento te diré lo
que yo solía hacer. Llevarla a dar un largo paseo por la quietud del
campo, a cortar flores silvestres, de aquí y allá, descansen en
la sombra de los árboles... Pero recuerda siempre, Dante: el juego de
la felicidad no lo uses sólo para ti... ayuda a los débiles que
claman por ser ayudados, ayuda a los perseguidos y a las víctimas, porque
ellos son tus mejores amigos; son los camaradas que luchan y caen como tu padre
y Bartolomeo, que lucharon y cayeron... por conquistar el goce de la libertad
para todos".
Cuatro meses antes, Vanzetti escribió: "Si no hubiera sido por esto,
pude haber vivido mi vida entera hablando en esquinas frente a hombres que me
despreciaban. Pude haber muerto sin que nadie supiera de mí, como un
desconocido, un fracasado. Ahora no somos un fracaso. Esta es nuestra carrera
y nuestro triunfo. Nunca en toda nuestra vida podríamos haber esperado
emprender tal lucha por la tolerancia, por la justicia, por el entendimiento
del hombre por el hombre, como lo hemos hecho ahora por accidente... La pérdida
de nuestras vidas, las vidas de un buen zapatero y un pobre vendedor de pescado,
todo. Ese último momento nos pertenece, esa agonía es nuestro
triunfo".