La Izquierda debate
|
13 de enero del 2004
La lucha es contra el imperialismo y sus socios de la izquierda
Cambiar el rumbo de la historia en 2004
Luis Arce Borja
No dudamos que el futuro le pertenece a los oprimidos, no en el sentido religioso, sino en la perspectiva histórica de la revolución social y proletaria. Pero ello no equivale a cerrar los ojos antes hechos evidentes y fácil de percibir y que tienen relación con las perspectivas de la revolución. No se puede negar que la coyuntura política actual es a favor de las grandes potencias imperialistas, de los grupos de poder locales y de las fuerzas reaccionarias de la burguesía y los terratenientes. No se puede negar que todo el peso de la crisis internacional del sistema imperialista mundial ha sido volcado en las espaldas de las masas oprimidas de los países del tercer mundo. No se puede negar tampoco que la fuerza militar incontestable de los Estados Unidos y su voracidad imperialista constituyen la amenaza principal de la humanidad, de la libertad y de la libre autoderminación de los pueblos.
No se puede negar tampoco, que la crisis de dirección política de los trabajadores, es la parte débil del proceso revolucionario mundial y constituye la debilidad más grande de la lucha para cambiar el rumbo de la historia social. Mientras que la clase obrera no cuente con su vanguardia proletaria (el Partido Comunista), todas sus luchas y movilizaciones terminaran en derrota, o servirán simplemente para apuntalar a tal o cual facción de los grupos de poder. No se puede negar tampoco, que los grupos políticos llamados de izquierda, pero que en sus actos son idénticos a la derecha, constituyen actualmente el enemigo principal en el seno de los trabajadores y es la barrera que detiene el avance revolucionario de los oprimidos. No se puede negar, que la actual espontaneidad de las luchas populares es un elemento característico del momento, y que mientras no se resuelve este problema, las luchas de las masas populares seguirán siendo en provecho de traficantes y falsos izquierdistas. No se puede negar, hablando del problema político, que la mayor parte de la estrategia de poder y dominación del imperialismo y de los grupos de poder locales, descansa en parte en la labor y complicidad de las fuerzas que se declaran de izquierda y cuya actividad es esencialmente en el terreno electoral.
Una breve mirada al panorama político social de América Latina, nos entrega un espectáculo que descarnadamente muestra que la causa fundamental de las derrotas del movimiento de masas se debe a su falta de dirección política revolucionaria. Esto constituye su gran debilidad, y en razón de ello la tarea principal que se presenta en los próximos años es construir la dirección revolucionaria que corresponde a una etapa de aguda lucha de clases, y a un periodo que está marcado por el hundimiento del sistema imperialista mundial.
América Latina: balance y crisis de la falsa izquierda
En América Latina las masas siguen hundidas en el espontaneísmo y sus luchan sin ninguna dirección política terminan en el cause electoral de la burguesía que las utilizan como carne de cañón. Las llamadas vanguardias "marxistas-leninistas", "socialistas", y tercer mundistas, no sólo han perdido el paso de la lucha de clases y de la historia social, sino que en la práctica se han convertido en los mejores aliados de los grupos de poder locales y del imperialismo. La actitud de esta "izquierda" de pacotilla no ha ido más lejos de promover y sostener a tal o cual facción de la gran burguesía a la que denomina sin ninguna razón "burguesía nacional". Bajo el pretexto de "apoyar" supuestas medidas "antineoliberales" y "antiimperialistas" colaboran con regímenes de derecha y proimperialistas. Su complicidad con los grupos de poder no se ha restringido solamente al campo electoral, en cuyo terreno han sostenido los candidatos de burgueses y terratenientes, sino también en el terreno de la estrategia para afianzar el sistema de explotación capitalista. Por ejemplo en Perú, desde 1980 la izquierda oficial (Izquierda Unida, Patria Roja, Partido Comunista ex pro soviético, Partido Mariateguista-PUM- y otros), colaboraron y participaron activamente junto con las Fuerzas Armadas en la aplicación y desarrollo de los planes antisubversivos elaborador por el Estado para luchar contra la guerrilla maoísta dirigida por el Partido Comunista del Perú (PCP).
Esta izquierda con más de 50 años de carrera electorerista lleva la marca de la sofistería política (usada para que los trabajadores abandonen la revolución). Sus discursos pastorales y demagógicos ("socialismo democrático", "poder alternativo", "poder popular desde las bases", "distribución justa de las riquezas", "refundar la sociedad", etc.), le sirve de taparrabo de su conducta mercenarizada y de colaboración con la burguesía y el imperialismo. De falsificadores de la doctrina científica del socialismo han devenido en vulgares repetidores de ideas y tesis políticas de la burguesía más reaccionaria. Esta izquierda ha desertado del campo de los oprimidos y todo su accionar político se aplica en función de dos propósitos: por un lado engañar y estafar a las masas; y por otro, legalizar (a través de las elecciones) los regímenes corruptos y represores de América Latina.
Basta mirar la experiencia de la lucha social actual en cualquier país latinoamericano, para comprender que la diferencia programática y estratégica que alguna vez existió entre los partidos burgueses y aquellos que se llaman de izquierda ha desaparecido completamente. Sus diferencias, son de forma, pero no de fondo y de contenido. Sus coincidencias son de tipo estratégico, que en lo fundamental se refiere a sostener los viejos Estados opresores hundidos en una aguda crisis y creciente descomposición. En la etapa actual, los grupos de poder latinoamericanos y los regímenes que los representan en el poder, no podrían seguir controlando el Estado y la sociedad, sin la colaboración de las fuerzas políticas que se denominan de izquierda. En la práctica, es esta izquierda que aún se mantiene infiltrada en importantes sectores populares, la que sirve como fuerzas o muralla de contención de las rebeliones populares. Por ejemplo, las grandes movilizaciones de masas en Argentina iniciadas en diciembre del 2001 sirvieron solamente para que las dos tendencias de la gran burguesía es este país se reacomodara en el poder del Estado y lograra salir momentáneamente de la crisis política general en este país. En Argentina, como en la mayoría de los países latinoamericanos, la izquierda se montó en un movimiento sin rumbo (espontáneo) y maniobró para que la ira de las masas terminara en las ánforas electorales. Los grandiosos cacerolazos, la lucha de los piqueteros, los bloqueos de caminos y las altisonantes consignas de la rebelión acabaron tiernamente en los brazos de Néstor Kirchner, un representante de la gran burguesía de este país que algunos tontamente lo ubican como un antiimperialista y luchador antineoliberal.
En Ecuador, los mismos que sostuvieron la campaña electoral de Lucio Gutiérrez y que oportunistamente vieron en él un luchador social, un antiimperialista, y un ejemplar antineoliberal, ahora lloran desconsoladamente y le gritan "traidor". Pero los traidores son ellos mismos que utilizaron a las masas para satisfacer sus apetitos electorales, y que desde el campo popular hicieron de Gutiérrez el redentor de los pobres sin tener en cuenta que el nuevo presidente ecuatoriano no era otra cosa que pieza de recambio de los grupos de poder y del imperialismo. En Bolivia, las masas se declararon en rebelión (octubre 2003), pero su carencia de organización política independiente (partido de vanguardia) y de una correcta estrategia de poder popular, convirtió esta lucha en un movimiento amorfo y que finalmente fue manipulado por caudillos inescrupulosos y traficantes de la lucha popular. La rebelión popular en Bolivia, si para algo sirvió, fue para reajustar las pugnas interburguesas y afinar los mecanismos de explotación y de desarrollo de políticas económicas a favor de burgueses, terratenientes y del imperialismo. Carlos Mesa, el nuevo presidente fruto del consenso de izquierdistas y derechistas, sigue cumpliendo las ordenes del Fondo Monetario Internacional (FMI) de los grupos de poder locales y de las potencias mundiales.
En Brasil, comienza a verse más claro que el gobierno de Luis Inácio Lula es una versión renovada de régimen burgués, terrateniente y proimperialista adornado con un manto obrerista. El supuesto gobierno popular de Lula ha salido de su aspecto discursivo y muestra en la práctica su naturaleza reaccionaria y antipopular. No hay ninguna mejora salarial para los trabajadores y la mayoría de la población de Brasil sigue hundiéndose en el hambre y la miseria. En el campo los terratenientes siguen manejando miles de grupos paramilitares y sus victimas principales son los campesinos sin tierra. La clase obrera, protagonista principal en las últimas elecciones presidenciales, ahora es reprimida por las fuerzas represivas al servicio del gobierno de Lula que salió elegido con los votos de los trabajadores. La agenda social del "izquierdista" presidente de Brasil, está sirviendo no para resolver los problemas de los pobres, sino más bien para favorecer a los grupos de poder locales y las grandes transnacionales, y en especial a las de los Estados Unidos. Lula sigue sometido al capital nacional e internacional. El flamante presidente de este país, no ha tenido ninguna actitud digna frente al Fondo Monetario Internacional (FMI) ni frente al gobierno de los Estados Unidos. Lula que al reunirse con Bush (junio del 2003) le pidió como pide el esclavo al amo, la "generosidad del fuerte frente al débil". En la misma orientación de sometimiento político a la gran potencia imperialista, Lula ha alabado a Bush señalando que el presidente de los Estados Unidos tiene una gran "preocupación social" y que éste se había dado cuenta que es "necesario repartir con más equidad el pastel que la humanidad a elaborado". (Radio Nederland, 25 de junio 2003). En conclusión, el Estado opresor de Brasil sigue galopando en la espalda de la población pobre y hambrienta. Toda esa alharaca de gobierno para los pobres y "antineoliberal" han quedado en el archivo de las campañas electorales, y queda al descubierto una vez más, que no basta que un obrero sea presidente para que las cosas cambien a favor de los pobres.
En Uruguay, la izquierda de este país vive, no sólo ha abandonado cualquier gesto político de clase, sino que se ha convertido en el socio privilegiado de los grupos de poder y en un activo animador de los procesos electorales del momento. Su participación en el Frente Amplio (conglomerado electoral que reúne a izquierdistas de todo pelaje y derechistas de los más famosos partidos burgueses, incluso algunas facciones del partido blanco), le ha hecho perder cualquier referencia de la lucha social. La supervivencia de esta izquierda no es ahora en los centros obreros o populares, sino en los cómodos sillones del parlamento. Sus principales dirigentes engordan como senadores o altos funcionarios del Estado. Mismo los Tupamarus (Movimiento de Liberación Nacional), ha cambiado de camiseta y si en la década del 60 y comienzos del 70 se declaraban partidarios de la guerrilla subversiva para cambiar la grave situación de los pobres, ahora son activos apologistas de frentes electorales y de reformas en el Estado burgués. Los Tupamarus se han convertido en pieza clave de las ambiciones presidenciales de Tavaré Vásquez líder del Frente Amplio, un personaje que lo único que le queda de izquierda es su pasado de militante en el llamado Partido Socialista de Uruguay.
En Perú, a la izquierda le gustaba autitularse "revolucionaria, antiimperialista y socialista", pero sin embargo desde 1980 apareció sosteniendo los más reaccionarios y criminales gobiernos del país. En los últimos 20 años ningún régimen peruano ha estado excluido de los favores prestados y del apoyo de aquellas fuerzas que aún siguen llamándose de izquierda, pero cuya conducta política es mercenarizada y de derecha. Actualmente son los más cercanos colaboradores del gobierno fantoche y proimperialista que encabeza Alejandro Toledo, que lo único que tiene de popular es su origen andino y pobre. La debilidad militar y política de las fuerzas guerrilleras del Partido Comunista del Perú (PCP), contribuye objetivamente a retrazar la revolución en este país, y favorece también para que la izquierda oficial peruana, desprestigiada y en crisis total, intente ubicarse como alternativa popular frente a la crisis actual del Estado y del sistema. En Chile la crema y nata de la izquierda de este país han firmado un acuerdo de unidad (4 de setiembre 2003), pero no para plantearse el problema de la revolución, sino para seguir "unitariamente" confundiendo y manipulando a los pobres. El comunicado de esta unidad de izquierda reafirma su tendencia ha seguir navegando en el terreno propio de la burguesía y a continuar prendidos de la teta electoral. (1). Según la izquierda chilena su método predilecto de lucha popular será la "no violencia activa". Nos imaginamos que los grupos de poder de Chile, habrán bailado en una pata de contentos al saber por anticipado que las futuras lucha populares en este país serán en calma chicha (no violenta), y nada atentará contra el Estado y el "derecho" de los ricos. También se dice en el comunicado de esta izquierda, que sus esfuerzos estarán dirigidos a prepararse para las próximas elecciones generales y a colocar sus propios parlamentarios.
Y ya no nos extendemos en la izquierda de Nicaragua, El Salvador y Guatemala, donde los ex guerrilleros se han convertido en monigotes electorales de la burguesía. En México, la guerrilla del poeta Marcos sigue siendo más útil para el espectáculo turístico del Estado mexicano que para la lucha revolucionaria. En Colombia, una guerrillera que nadie puede dudar de su fortaleza militar, pero que estratégicamente se debate desde hace más de 40 años en negociaciones de paz que sólo la ha conducido a grandes pérdidas de vidas de combatientes y dirigentes. Mismo la Venezuela de Chávez, que la izquierda oficial latinoamericana la toma como ejemplo de vientos revolucionarios en el continente y modelo antiimperialista, después de 5 años de gobierno no logra reducir el hambre y la miseria en este país. Más del 60% de la población venezolana se muere de hambre y sus niveles de pobreza son tan altos como antes del gobierno de Chávez. De otro lado, los discursos cargados de terminología antiimperialista que utiliza Chávez en sus presentaciones públicas no concuerdan con sus actos políticos y la práctica de su gobierno. Por ejemplo, ambiguamente se declara anti yanqui, pero oculta que su gobierno ha entregado grandes concesiones petroleras a las transnacionales y en particular a las de los Estados Unidos. Se dice antiimperialista, pero su actitud frente a la deuda externa es semejante a la de cualquier país de régimen de derecha. Su planteamiento sobre este aspecto no ha ido más lejos de solicitar la postergación de la deuda durante 5 años, sin siquiera cuestionar esta deuda como ilegal y no pagable (cualquier posición medianamente avanzada sobre la deuda equivale a confiscar esta deuda ilegal). Un gobierno revolucionario, ya sea en América Latina, África o cualquier otro continente, si en verdad quiere sacudirse de la deuda externa para siempre y favorecer a su pueblo, no puede comprometerse a pagar una deuda que fue contraída por gobiernos mafiosos e ilegales.
Bruselas, 10 de enero del 2004.