30 de diciembre del 2003
Una mirada al zapatismo desde Italia
Una discusión poco usual
Más que a Carta, quisiera agradecer a los zapatistas el permitirnos una discusión tan poco usual por estas tierras, por el espectro de las posiciones que concurren aquí y por la posibilidad de una reflexión sobre uno mismo y las culturas a las que se pertenece. A menudo, incluso en las compañeras y compañeros que han compartido los caminos más accidentados de la izquierda italiana, existen puntos de disenso relevantes. Lo que más nos falta es la organización continua de un debate entre nosotros y frecuentemente volvemos al punto de partida, después de escucharnos sin que se produzca una contaminación y una modificación de posiciones que puede sólo acontecer in progress, en una comunidad elegida, por decirlo a la manera zapatista.
Creo que lo más importante que nos ha propuesto esta experiencia de diez años es una lección que, sin embargo, no se propone explícitamente como modelo, porque es imposible copiar de los zapatistas. La cuestión que me parece más significativa es que el zapatismo reactiva la crítica al orden de cosas existente y a la organización actual del mundo y de las sociedades. Añado que me resulta particularmente significativo que esta crítica sea también la sugerencia de una recuperación de la crítica: es posible realizar una acción de transformación de este mundo aquí y ahora (y con este "aquí y ahora" creo que los zapatistas están diciendo "en cualquier sitio") a condición de que se recorran los caminos que habían sido olvidados o que eran desconocidos, pero de los que queda una inspiración, un indicio, una memoria. Un intelectual como Walter Benjamin nos ayudaría mucho a entender esta lección.
Este indicio es sustancialmente la idea de un autogobierno, de que es mediante su ejercicio como se han ido acumulando hechos importantes en la vida concreta de las personas y de las comunidades en lucha. Además, privilegiando esta práctica sobre la labor teórica, y poniendo en alerta a esta comunidad en lucha frente a la posibilidad de que sobresalga de ella una vanguardia capaz de definir una estrategia, los zapatistas han producido rupturas significativas con las culturas políticas prevalecientes, también entre las fuerzas que se han puesto como problema el cambio y el derribo de la sociedad capitalista. Precisamente, de la posición radical de Marco Revelli comparto la identificación de estas rupturas, pero añado que no llego a considerarlas capaces de agotar la necesidad de refundación de la política, algo que siento como necesidad perentoria y dramática.
Estas rupturas y esta elección de otro mundo posible es también la aceptación de un tiempo lento y largo -como señala justamente Revelli-, que comparto, pero que no puede cancelar una característica importante de nuestro propio tiempo: es un proceso de construcción que se relaciona objetivamente con el riesgo de la catástrofe. El proceso zapatista de acumulación de nuevos factores fundadores de la política, que según mi punto de vista son necesarios para una refundación de ella, no por casualidad anticipa el movimiento hoy llamado altermundista. Pero este proceso se encuentra frente al riesgo. No estoy diciendo que del hundimiento del capitalismo nacerá el socialismo: estoy diciendo que la pareja guerra-terrorismo puede llevar a la destrucción de la humanidad. Al mismo tiempo que se confrontan los anuncios de otro mundo posible con la inmanencia de una catástrofe igualmente posible, asistimos a una crisis dramática de la política.
En mi opinión, las rupturas que provienen de la experiencia zapatista constituyen un elemento indispensable para afrontar este conflicto. No hay duda de que ha sido un signo de nuestro tiempo el hecho de que los zapatistas hayan anticipado el movimiento mundial. Basta ir a Scanzano Jonico1 para ver que nos encontramos frente a un lenguaje parecido, aun con todas las diferencias. Frente a una infamia como es los desechos nucleares se ha dado la experiencia constituyente de un pueblo. No es la lucha armada, ni siquiera la lucha de un sujeto definible físicamente, es un proceso constituyente. Hay un elemento mayéutico en esa lucha que da lugar a una subjetividad difusa: ese movimiento genera un sentimiento que tiene un significado profundamente político, el significado de hacer, de ser, de existir a través de la rebelión.
Las preguntas que ha propuesto Rossana Rossanda yo las haría de forma diferente: ¿pueden la lucha zapatista y, en general, el movimiento de movimientos constituirse en elemento de desestabilización del poder imperial? Yo diría que sí; es más, son los únicos capaces de hacerlo. No estoy seguro de que sucederá, pero si sucede, si puede suceder, sólo será a través de los instrumentos que el zapatismo propone. Y lo mismo vale para la segunda pregunta de Rossanda. Porque si se me pregunta si esto ocurrirá respondo que no lo sé, pero si nos preguntamos si puede ocurrir, si es posible, entonces respondo que sí y que estos instrumentos son la única posibilidad que nosotros tenemos, no un nosotros que mira a los zapatistas, sino un nosotros que junto a los zapatistas mira al mundo.
Rossana dice que hemos perdido, lo que conlleva hacer cuentas con las grandes herencias del siglo XX. Sin embargo, yo diría que si el mayor asalto al cielo que se ha intentado está en ruinas, y que si es verdad que hemos heredado el problema irresuelto de la transformación, entonces el recurso a esa historia no nos permite afrontar el problema.
Cuando estuve en Chiapas, gracias al trabajo realizado por Ramón Mantovani, Marcos nos regaló una copia del Quijote. En la portada había escrito: "es el mejor manual de crítica de la economía capitalista que conozco". Me parece que no es solamente una broma, aunque no significa que debamos sustituir El capital, de Marx. Marcos nos está diciendo: "estamos buscando otra pista y los caminos considerados como utopías pueden convertirse en respuestas". Debemos tener el coraje también nosotros de hacer esta ruptura. Porque si no hubiésemos tenido a los zapatistas y al movimiento de movimientos, nos tendríamos que haber roto la cabeza igualmente con el asunto del poder: qué es esta bestia, qué es no sólo como poder estatal, sino como condición de la sociedad en la compleja relación entre la esfera de la economía, lo social y las relaciones políticas.
Es posible que el movimiento obrero se haya dejado deslumbrar por el poder. En cualquier caso, no tengo ninguna duda de que se pensaba que la toma del poder era un elemento indispensable para la construcción de la sociedad socialista, como anticipación del proceso de transformación. La historia del movimiento obrero retoma un lado que Marx había criticado en la organización política del pensamiento liberal: la emancipación política. En verdad creo que no se podía hacer de otra forma: simplemente se pensaba que en vez de la igualdad decretada por ley propia de las culturas burguesas, era necesaria la dictadura del proletariado en la forma históricamente definible del poder estatal.
Rossanda dice que durante muchos años, anticipándonos a las autocríticas tardías, hemos mantenido que el poder conquistado con la violencia no está privado de consecuencias, porque esa misma violencia se inserta en el poder que luego se ejerce. "Nosotros, que hemos tenido la amabilidad, no hemos podido ser amables." No es solamente una frase poética de Bertolt Brecht; era la idea de una necesidad histórica. Pero en el momento en que se llega a la conclusión de que el poder conquistado de ese modo no solamente devora a sus hijos, sino también las ideas de sus mejores hijos, no se puede responder "lo hago así porque si no pierdo", porque entonces se pierde igual. Los gigantes que nos ha precedido han perdido. Nosotros somos enanos, pero tenemos la capacidad de ver a sus espaldas qué es lo que ha sucedido.
La cuestión de la violencia y la no violencia no es una cuestión ética. Humana-mente puedo compartir la tragedia, el drama y la posible generosidad del terrorista que se inmola. Pero políticamente ese terrorismo es la cara especular y subalterna de la guerra, si lo acepto seré absorbido en esa lógica, estaré muerto y conmigo lo estarán los sujetos despojados de poder, morirá la política. No se trata de un juicio moral sobre la persona, sino de ver la barbarie que el adversario ha arrojado sobre nosotros: su guerra destructiva ha inducido en una parte de mi gente una réplica simétrica.
La gran sugerencia de los zapatistas es la crítica de la modernización. Si hay una fuente de problemas ésa es pensar que la liberación puede llegar del desarrollo de las fuerzas productivas, pensar que de alguna manera se trata de tener la capacidad de conducir el tren de la modernización. Creo que esta idea no es adscribible al socio fundador, a Marx. Se trata de una deriva que no todos los marxismos, sino solamente los prevalecientes, han asumido, porque no es verdad que ha sido así para todas las experiencias del pasado. Miremos, por ejemplo, a los obreros que lucharon en la empresa capitalista contra la misma lógica de la empresa y la opresión; que no pensaban en la conquista del poder, sino en poner a discusión la lógica, el lenguaje y la jerarquía del mando, cuestionando la supuesta neutralidad de la ciencia del poder. En la revuelta de 68 y de 69, ¿de qué se trataba, si no de esta conquista de la idea partisana y parcial de sí? Porque se nos proponía la socialización del trabajo y no la toma del poder empresarial.
Se trata de problemas irresueltos, pero son anunciados por el zapatismo. Creo que los zapatistas no están diciendo: "tú, trabajador precario, no eres revolucionario como yo", sino que dicen: "también yo puedo serlo, aunque esté fuera del lugar de la producción". Esto abre un problema gigantesco porque todos, el indígena zapatista incluido, son llamados a un proceso de redefinición del sujeto de la transformación. Se trata de un anuncio, no de la solución del problema. Es la puesta al día del problema y la identificación de un camino para afrontarlo sin obtener el sujeto de su posición sociológica.
El zapatismo nos dice que la organización política es un proceso que debe salir de la lógica según la cual existe una vanguardia que anticipa y una intendencia que sigue sus pasos. Nos dice que no se puede tomar del exterior del sujeto la ciencia de la transformación y no se puede organizar al sujeto a través de una estructura jerárquica con el fin de organizarlo en poder. Y ciertamente es un problema: basta mirar el desequilibrio de poder entre los 110 millones de manifestantes del 15 de febrero y el hecho de que la guerra se haya llevado a cabo. Es un problema cuya solución no tiene atajos, porque se perdería igualmente y se destruirían las potencialidades. No creo que este movimiento sea tan estúpido o inocente como para no saber que existe este problema del poder. Creo que incluso se puede plantear la pregunta de Alicia en el país de las maravillas: "¿Quién manda aquí?" La cuestión es que someter el poder a una crítica de su naturaleza intrínseca y analizarlo a partir de sus efectos, más que de sus causas, no convierte esta crítica en menor, sino todo lo contrario. Finalmente está el problema de las formas. Marcos dice que se construye una forma de hacer política: un comportamiento "reservado" a través del cual se sujeta un cabo de la madeja del problema, pero que brinda una lección de método extraordinaria. Porque se sujeta el cabo de la madeja, no para definir una estrategia anteponiendo la definición de la teoría de la política a nuestro caminar, sino intentando constituirnos en comunidad.
Tengo más de 60 años y entre mis maestros se encuentra Franco Fortini, quien consideraba una traición intelectual el uso de la categoría "pueblo". Pero si hacemos una lectura de "pueblo", que tienda a una reclasificación, este término, que representaba un enredo interclasista, se convierte en un elemento constituyente en un ámbito en el que se desarrollan experiencias radicales de crítica y de nuevas prácticas. La experiencia zapatista puede ser persuasiva en este sentido. El Centro Social Cortocircuito2 no es como los caracoles, pero en él es posible encontrar los trazos de lo que significa "liberar los territorios", es más, "sustraer los espacios al dominio imperial". No es una práctica que pueda ser reproducida en un call center o en las empresas de la Mirafiori, pero que está en grado de hacer de la resistencia el elemento fundador de la construcción de un proceso que no se resuelve en sí mismo.
1 Localidad del sur de Italia en la que en los últimos meses se ha librado una lucha popular intensa contra los planes del gobierno de instalar en sus tierras un depósito de desechos nucleares.
2 Centro social ocupado en la ciudad de Roma.