La Izquierda debate
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Primera reflexión teórica acerca de
"Abordemos el papel de la teoría (primera parte)", de Lido Iacomini
Pedro Cazes Camarero
Enero de 2004
El retraso en el desarrollo de la teoría respecto del movimiento político de masas viene siendo un tópico recurrrente a lo largo de las últimas décadas del siglo XX, mucho antes del desencadenamiento de los cambios dramáticos del final de la centuria. Las nuevas condiciones en que se despliega la lucha de clases contemporánea resultan ya tan completamente diferentes a lo experimentado en el pasado, que una revisión de nuestro bagaje teórico no puede postergarse. Bienvenido entonces el esfuerzo de Lido Iacomini, que me sugiere por ahora una reflexión epistemológica, acerca de la entidad científica de las ciencias sociales.
Dice Lido: "Pero lo importante es que todo esto nos lleva con mayor razón a considerar, certificándolo, el acierto de Samir Amín cuando se niega a considerar a las "ciencias" sociales como tales. Prefiere hablar de "pensamiento social" para no confundir el carácter de sus conclusiones (por más rigor "científico" que las alumbre) con las conclusiones científicas de las ciencias de la naturaleza. "Esta diferencia define pues estatutos diferentes del análisis científico en los campos de la naturaleza y de la sociedad, nos recuerda que el ser humano, individual y social, hace su historia, cuando sólo observa la de la naturaleza. Ciencia (en el sentido de respeto de los hechos) e ideología (en el sentido del punto de vista que legitima el conservatismo social o el movimiento de transformación de la sociedad) son aquí inseparables; y por ello prefiero hablar más de "pensamiento social" (sin que esto signifique que se renuncie a someterlo a las exigencias del método científico) que de "ciencia social" a secas." (Samir Amín: "Crítica de nuestro tiempo")". [Los subrayados son míos, P.C.C.}. Por más respeto que nos merezca el gran economista egipcio, semejante dualismo epistemológico resulta extremadamente peligroso. En las líneas siguientes intentaré mostrar que: a) no existe brecha ontológica ni gnosceológica alguna entre las ciencias llamadas "de la naturaleza" y las ciencias llamadas "sociales"; b) que las especificidades que efectivamente poseen las ciencias llamadas "sociales" no deben de manera alguna ser confundidas con el valor de uso ideológico (en el sentido de Weltanchauung, esto es, de "cosmovisión") orientado a guiar la acción transformadora (o inversamente, la praxis contrarrevolucionaria de la reacción); c) que el pensamiento científico no se restringe al "respeto de los hechos" (aunque lo incluye) sino que constituye un complejo dispositivo, teórico y práctico, destinado al descubrimiento de lo "nuevo-diferente" y a su validación.
(a) No existe brecha ontológica ni gnosceológica alguna entre las ciencias llamadas "de la naturaleza" y las ciencias llamadas "sociales". El pensamiento filosófico marxista se ha constituido desde sus etapas fundacionales alrededor de cierto número de convicciones ontológicas y gnosceológicas que se fueron conformando a partir de reflexiones teóricas muy anteriores: la unicidad del ser (conocida como monismo) y su completa cognoscibilidad (no hay espacios para un área intrínsecamente inalcanzable al pensamiento humano); la materialidad del ser (actualmente diríamos que tal materialidad abarca la materia, la energía y la información), que excluye la hipótesis de la existencia de entes inmateriales, divinos, evanescentes, etc. que puedan intervenir eficazmente sobre los objetos; la dialéctica del ser, que afirma la incondicionalidad del movimiento y del cambio de los entes (frente a la relatividad de la inmovilidad y la permanencia), a raíz de la inmanencia de la lucha de contrarios que va produciendo, en una secuencia espiralada de "afirmación-negación-negación de la negación" lo superior y complejo a partir de lo inferior y más simple; la historicidad del ser, derivada de su carácter dialéctico, que afirma de modo no teleológico (intencional) que las formas tardías de existencia de los entes se explican lógicamente por la secuencia de sus sucesivos estadíos de maduración; y finalmente la estructuralidad del ser, que explica las propiedades de los entes a partir de la articulación de los distintos niveles de organización y complejidad que poseen. Desde los presocráticos hasta la actualidad, este modo de concebir al mundo se fue conformando como un todo articulado extremadamente sólido, y aunque compartamos un fuerte rechazo y fastidio ante el dogmatismo que convirtió una simplificación bárbara de estos conceptos en la ideología única del stalinismo, hay que ser sumamente parsimonioso para proponer cirugías de fondo a una cosmovisión de tanta potencia. En esta oportunidad, debemos fijar la mirada en el primero de los temas, esto es, el de la unicidad del ser y su cognoscibilidad intrínseca. El marxismo pertenece a la corriente genético-evolucionista que sostiene que las materia, la energía y la información fueron articulándose a través de los eones, conformando un universo físicoquímico cada vez más complejo que finalmente dio lugar a la vida; que los fenómenos vitales, a diferencia de lo sostenido por las corrientes idealistas e irracionalistas, no se diferencian ontológicamente de los físicoquímicos, sino por ciertas propiedades nuevas, no contenidas en las formas inferiores de organización de la materia, que emergen de ellas en el momento en que se constituyen las formas superiores de movimiento y organización. De modo parecido, esta categoría de "emergencia" (nuevas propiedades que surgen desde lo viejo al crearse niveles superiores de complejidad) puede aplicarse a la aparición de la sociedad humana, su despliegue y su maduración a partir de lo biológico. Y si la materialidad de la sociedad humana, su continuidad respecto de lo puramente animal, y por carácter transitivo de lo meramente fisicoquímico, está fuera de discusión, también ocurre lo mismo respecto a su accesibilidad gnosceológica. El mundo es pues uno, es material y es conocible. Las especificidades de cada nivel no condicionan esa homogeneidad de fondo.
(b) Las especificidades que efectivamente poseen las ciencias llamadas "sociales" no deben de manera alguna ser confundidas con el valor de uso ideológico (en el sentido de Weltanchauung, esto es, de "cosmovisión") orientado a guiar la acción transformadora (o inversamente, la praxis contrarrevolucionaria de la reacción). La "Tesis 11" de Marx, referente no citado pero inmanente en la propuesta de escisión entre las ciencias "de la naturaleza" y las "sociales" que sostienen Amin y Iacomini, afirma que "los filósofos han intentado interpretar el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo". En el contexto de la época, Marx enfrentaba con esta sentencia a la filosofía puramente especulativa en boga, pero sin echar una maldición eterna respecto de la producción teórica, especialmente la científica. Por una parte, Marx ofrece un nuevo programa para los "filósofos", esto es, una filosofía de la praxis en la que la acción transformadora sobre el mundo es guiada por la teoría, y ésta enriquecida por la experiencia de modo tal que ambas se entrelazan, o mejor dicho, se vuelven idénticas (de modo análogo a como lo hacen la lógica y la ontología en el sistema de Hegel). Este tópico clásico del marxismo se restringe explícitamente a la práctica exclusivamente teórica de los filósofos especulativos, y no involucra en absoluto a las ciencias fácticas orientadas al estudio de aspectos de cualquiera de los tres niveles de organización y movimiento de la materia, esto es, el fisicoquímico, el biológico y el social. Ante todo, porque las ciencias fácticas no son en absoluto especulativas sino descriptivo-experimentales, o sea hunden sus raíces heurísticas y validadoras en el mundo material. Además, cabe advertir que Marx resulta un apologista entusiasta del poderoso papel que cumple la ciencia en la transformación de la vida humana, en manos de la clase revolucionaria de la modernidad, la burguesía. En ningún sitio confunde a las ciencias fácticas con la especulación filosófica, y él mismo funda una rama completa de las ciencias sociales con el despliegue del materialismo histórico. Por otra parte, la propia ciencia como institución, ha venido reemplazando (incluso ante las multitudes poco letradas) a las religiones como cosmovisión hegemónica (Weltanchauung), y las ciencias sociales han venido teniendo un rol indispensable en la construcción ideológica, tanto de la reacción como de los partidarios del cambio social. Pero ese valor de uso de las ciencias sociales resulta adicional al valor de uso consistente en conocer las leyes que rigen, y construir los modelos que explican, las complejas articulaciones de ese nivel de organización y movimiento del ser material del mundo. Un ingrediente que introduce confusión reside en que, frecuentemente, las disciplinas menos maduras son escenario de enfrentamientos entre distintos "paradigmas" a los que adhieren grupos antagónicos de expertos. Ése es el caso todavía de las ciencias sociales, donde ante el marxismo se yerguen numerosas escuelas rivales de izquierda y de derecha. En las ciencias biológicas, más maduras, las alternativas se reducen o tienden a desaparecer, lo cual ocurre por completo en la química y la física, donde la controversia ya no alcanza al núcleo duro de cada disciplina. En una palabra, el "estado del arte" explica la heterogeneidad interna de las ciencias fácticas más jóvenes, sin recurrir al argumento de una intrínseca no-cientificidad.
(c) El pensamiento científico no se restringe al "respeto de los hechos" (aunque lo incluye) sino que constituye un complejo dispositivo, teórico y práctico, destinado al descubrimiento de lo "nuevo-diferente" y a su validación. La cientificidad de las disciplinas científicas incluye el "apego a los hechos" como precondición, pero no como condición suficiente. La empiria de todo tipo, desde los hombres de Neardenthal para acá, se ha "apegado a los hechos" sin acercarse un ápice a la cientificidad. La ciencia, como se afirma más atrás, constituye un complejo dispositivo, teórico y práctico, destinado al descubrimiento de lo "nuevo-diferente" y a su validación. Lo que se "des-cubre" (esto es, el velado saber, agazapado en el regazo de la Naturaleza) pueden ser hechos, pero también puede ser teoría. Frecuentemente, una mezcla variada de hechos y teorías. Pero los supuestos "hechos" en realidad no son tales; son conjuntos de datos, construcciones mentales ("constructos") en las que el investigador incorpora lo relevante y hace abstracción (deja de lado) los ingredientes que su mirada de experto selecciona como poco importantes. Estos hechos son "espacios de atributos", o sea el cruce de caminos de cierto número de cualidades denominadas "variables", y sólo es con ellos con los que se puede proceder científicamente. Por su parte, las teorías también son, de por sí, construcciones mentales, como los hechos, que deben ser descubiertas (o si se prefiere, se "inventan"). Además, tanto hechos como teorías sólo existen científicamente si son validados. Y la validación puede ser a través de hechos o a través de teorías. Esto es, tendremos hechos validados por hechos, teorías validadas por hechos, hechos validados por teorías y teorías validadas por teorías. Ninguno de estos conjuntos es vacío. Por lo general nuestras construcciones científicas son mixtas entre varias de estas alternativas.
Los procedimientos del descubrimiento, así como los de la validación, no pueden ser expuestos aquí, pero creo haber sido suficientemente exhaustivo acerca de la complejidad intrínseca de la producción científica, que se basa en la unicidad del ser y su no identificación sencilla con la cosmovisión de los actores sociales. El hecho de que los invariantes estructurales de la investigación científica (de las ciencias fácticas, o sea sin tomar en cuenta la lógica ni las matemáticas) sean los mismos para la físicoquímica, la biología y la sociología, demuestra que lo que hemos expresado para el nivel ontológico es aplicable también para la gnosceología, y que por lo tanto no existe en principio área alguna inalcanzable para el conocimiento humano.