Aquí y Ahora
Dorotea Har y Adriana Guzmán
Machetearte
La participación de la mujer en todas las lucha de liberación de los pueblos ha sido importante y progresista, pues muchas mujeres, obreras, campesinas, amas de casa y estudiantes han comprendido que la liberación de la mujer sólo puede realizarse conjuntamente con la liberación del pueblo oprimido. Al paso del tiempo su participación en las organizaciones se ha ido modificando, desde agruparse en comités de amas de casa hasta ocupar altos mandos en los cuerpos armados.
Las guerrillas modifican la vida de las mujeres y las niñas como miembros de la población civil o como integrantes de las fuerzas en disputa donde se enfrentan grupos étnicos o políticos en conflictos internos. Las mujeres que eligen ser guerrilleras, cumplen roles en un mundo aparentemente masculino, lo que significa un proceso de adaptación que las lleva a replantear su identidad para desempeñarse con éxito y sobrevivir en ese terreno. Son valoradas por esas cualidades de dureza, audacia, don de mando y arrojo. En oposición a los roles establecidos por la sociedad que margina a las mujeres de papeles protagónicos, ellas rompen con tabúes a partir de verse envueltas en la turbulencia de la guerra. Los siguientes testimonios de mujeres que decidieron tomar las armas como una forma de lucha, dejan claro que aunque su ingreso fue en diversas circunstancias, el camino en la guerrilla fue su decisión.
Sandra:
"Es porque estoy convencida de lo que hacemos y por lo que estamos luchando. El camino que elegí fue el mejor. Aquí además la mujer tiene su libertad y no se prohíbe ser femenina según su gusto".
Tiene 18 años, cabello al que cuida con esmero, de mediana estatura y rasgos delicados. Nació en un pequeño poblado del Departamento del Meta en el seno de una familia campesina donde recibió contención y afecto. "En mi casa se oponían porque tenía que pensar que otros familiares están en el Ejército", recuerda. Tenía 11 años cuando le pidió permiso a su madre para entrar a las FARC, pero obtuvo una negativa.
"Me dijeron que era una niña y que no tenía la edad para ser una guerrillera. Lloré hasta que me admitieron". Hoy es radista, enfermera y artillera. "Siempre estuve contenta porque se cumplió mi ilusión". Su entrenamiento formal empezó a los catorce años. "Recién a los quince me dieron el entrenamiento sofisticado y fui portando mis propias armas. Seguí especializándome en otras cosas. Estuve en combate y afortunadamente nunca me ha pasado nada."
Francelina:
Su ingresó a la Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia tiene una motivación diferente, es una actora de la guerra por obligación. Tiene 33 años y hace veinte su familia, conformada por siete personas, fue masacrada por las fuerzas paramilitares. Eran humildes campesinos que ni siquiera conocían a los insurgentes. Con 13 años su única alternativa era ingresar a la guerrilla farciana. "A esa edad la impresión es terrible porque quedé desprotegida. Ahí conocí a las FARC y sencillamente pedí el ingreso".
"El propio arte como guerrillera lo inicié a los 15 años, pero antes me enseñaron a leer y escribir. Esto es una universidad, uno no puede ser un profesional pero tiene una parte práctica superior a un universitario. Acá todos los días se estudia. A los seis meses ya sabía leer", explica.
"Pero el hecho de ser un combatiente no significa que uno no se enamore", aclara al hablar de su compañero. Se tiene la libertad de elegir a su compañero y no deben estar sometidas a sus órdenes. Se unen a ellos porque los eligen y no para solucionar el problema del sostenimiento. "Acá no nos tenemos que preocupar por lavar la ropa o hacer la comida. El amor es el que se brinda. No es como en la vida civil, no me tengo que quedar. Eso pertenece al capitalismo y acá vivimos en una etapa de socialismo", señala.
"(...) La represión y tortura que han sufrido los hombres la han sufrido por igual las mujeres como integrantes de distintas organizaciones. Las mujeres han tenido que prepararse, ser unas "Mujeres Nuevas" que se defienden sin odiar, alimentándose de la crítica y racionalidad, entregándose a la lucha con amor, amor a sus hijos, a la tierra, al hombre inmerso en la naturaleza". Aunque algunas veces su sonrisa deja de estar completa por falta de algunos dientes, y con su dureza en el rostro su mirada, nunca perderá su ternura.
Gloria Arenas, Coronel Aurora (ERPI):
"Fui detenida el veintidós de octubre alrededor de las diez de la mañana en mi casa que se encuentra en la ciudad de San Luis Potosi... Quienes me detuvieron entraron en forma violenta disparando... iban vestidos de negro completamente, incluyendo un pasamontañas con el que se cubrían la cara; no llevaban logotipo ni nada que los identificara, ni se identificaron ellos. Me pusieron las manos hacia atrás y me esposaron y me vendaron los ojos.
"Me quitaron la venda de los ojos, me dejaron las esposas y me sacaron agarrándome de los cabellos, agachándome para que no pudiera yo ver, obligándome a ver hacia el suelo... Inmediatamente estaba una camioneta, me pararon abrieron la puesta de atrás y me dijeron: ahora vas a ver a tu esposo.
... Inmediatamente cerraron la puesta del vehículo. El hombre que iba al mando se sentó donde yo iba y comenzaron las preguntas. Me preguntó el nombre y le respondí. Él me dijo: quiero el verdadero, no el de cobertura. Entonces sentí el primer golpe en el estómago, encogí las piernas para protegerme, pero los demás que iban ahí me las extendieron y detuvieron para que aquel hombre me siguiera golpeando en el estómago... cargándome me subieron a otro vehículo... pienso que se trataba de un avión... Vino el que había hablado conmigo y me dijo: Señora, tiene que decirnos todo lo que queremos porque sino la voy a pasar con los otros y ellos no la van a respetar, como quiera, la van a dejar como piltrafa, y como quiera la van a hacer hablar. Siempre me amenazaban con llevar a mi hija y a mi madre. En otro cuarto otro hombre me torturó con toques eléctricos, me desnudaron y me daban toques. Fueron tres sesiones de toques en ese día. Ese día la pasé en eso y en escuchar la tortura de mi esposo...
"(En la cárcel) nos desnudan completamente tras un biombo que sólo llega como entre el hombro y el pecho de altura y del suelo está elevado unos cuarenta centímetros... aunque son mujeres las que nos revisan a los lados, atrás y enfrente del biombo se encuentran los custodios hombres... ellos están arriba de una banqueta desde donde ven la revisión, que consiste en estar completamente desnuda, hacer sentadillas, por lo que todo se ve por debajo y luego nos hacen voltear, inclinarnos un ángulo de noventa grados y separar los glúteos con las manos para revisar la región anal. Esto es una violación a nuestra dignidad de mujeres y a nuestros derechos humanos".