Compañeras
|
Las mujeres y la doble jornada laboral
Andrea D’Atri
La Verdad Obrera Nº 139 http://www.pts.org.ar
Hace un mes, en LVO Nº 137 decíamos que, actualmente, aún cuando miles de
millones de mujeres se desempeñan como trabajadoras, las tareas domésticas
siguen estando, fundamentalmente, en sus manos. En el número siguiente,
planteamos un análisis marxista de la familia y, en este número, desarrollamos
la doble jornada laboral de las mujeres y su doble opresión, completando esta
serie de artículos destinados a las mujeres trabajadoras.
La crisis económica se descarga sobre las mujeres
En una situación como la que vivimos con altos índices de desocupación, suena
paradójico que muchas personas sufran las consecuencias de la sobreocupación.
Sin embargo, entre los varones ocupados, más del 50% está sobreocupado. Para
quienes se encuentran en esta situación, el ingreso salarial (por hora) es muy
inferior al del ocupado pleno. Entre las mujeres trabajadoras, la cifra de
sobreocupación no es tan alta: alcanza al 28% de la población femenina ocupada.
Pero estas cifras, ocultan las horas destinadas a los quehaceres domésticos, que
constituyen una doble jornada laboral y a veces, triple.
Las políticas de ajuste económico, dieron lugar a una verdadera reestructuración
de la vida cotidiana que tuvo que "ajustarse" para hacer frente a la crisis.
Mientras millones de personas se quedaban sin empleo, las mujeres se
incorporaban al mercado de trabajo como mano de obra barata, poco calificada y
"dócil". Pero con la reducción del ingreso familiar no sólo las mujeres debieron
salir a trabajar e incluso asumir solas, en muchas ocasiones, el sostenimiento
del hogar; sino que también se ha intensificado el trabajo en el hogar,
realizado principalmente por mujeres y niñas.
La mayoría de estas actividades ni siquiera son consideradas como trabajo; sin
embargo, no por invisible son inexistentes: las mujeres destinan más tiempo a
actividades no remuneradas que los varones y tienen jornadas de trabajo más
largas que van en detrimento de sus niveles de salud, nutrición, participación
política y recreación.
Cuando los integrantes de una familia regresan al hogar después de sus labores,
todos disminuyen su ritmo de actividad, excepto las mujeres, que deben realizar
un trabajo que se extiende al día y la noche, toda la semana sin descanso y que
requiere realizar muchas tareas al mismo tiempo.
¿De qué se quejan las mujeres?
Muchas veces hemos oído preguntar: "¿de qué se quejan las mujeres?" Si todos
supieran que las jornadas laborales de las mujeres, teniendo en cuenta las
actividades productivas y los quehaceres domésticos, superan las 60 horas
semanales, la respuesta estaría a la vista. La cantidad de horas, el tipo de
trabajo y la falta de gratificación y reconocimiento del mismo generan síntomas
tales como irritabilidad, agresividad y alteraciones del sueño. También son
comunes las enfermedades psicosomáticas asociadas a condiciones laborales tales
como ruido, supervisión estricta, rotación de turnos, etc.
Según diversos estudios, si la mujer trabajadora está casada y tiene más de dos
hijos, es más vulnerable a los trastornos como el estrés, la fatiga, la
monotonía, el hastío psíquico. En algunos casos, si las mujeres pudieron
estudiar o consiguieron un trabajo acorde a sus expectativas, el mismo actúa
como un factor protector frente a los factores tensionantes de la rutina diaria.
Pero esto sólo se da en muy pocos casos, generalmente entre mujeres
profesionales y sectores medios.
Para la gran mayoría de las mujeres trabajadoras, en cambio, su actividad
laboral es causa de depresión, ansiedad, fatiga crónica y angustia. Incluso
algunas presentan sentimientos de culpa, por "no poder cumplir bien" con su
papel de madres y amas de casa, lo que genera la aparición de efectos
psicológicos negativos.
Pero, en la mayoría de los casos estos síntomas no son considerados como tales.
Los médicos, los patrones e incluso los mismos familiares adjudican al mal
carácter, al período menstrual o a una supuesta "queja femenina", los cambios de
humor de las mujeres impidiendo, de ese modo, que el diagnóstico resulte eficaz
y las enfermedades se traten a tiempo.
Lo que en un varón sería diagnosticado como un trastorno producido por su
trabajo, en las mujeres se torna invisible. Por un lado, porque su trabajo
doméstico también es invisible -y por lo tanto, si no existe en el registro de
los demás, tampoco existen sus consecuencias en la salud de las mujeres- y, por
otro lado, porque su trabajo productivo es considerado como una tarea
"complementaria" para afrontar los gastos familiares, pero no como un trabajo
"en serio", capaz de producir trastornos o malestar.