Compa�eras
|
Las mujeres internacionalizan su condici�n de trabajadoras dom�sticas o sexuales
El delito de ser pobres y el agravante de ser mujer
Ileana Alamilla
Argenpress
Salir a buscar fortuna fue una pr�ctica de anta�o, halagada y celebrada por
muchos y hasta inspiraci�n de escritores y poetas. Pero la visi�n contempor�nea
de ese hero�smo aventurero ha llegado a ser una experiencia dram�tica para
millones de migrantes econ�micos. Motivados por el 'sue�o americano' y empujados
por la exclusi�n de su terru�o, millones de seres humanos desaf�an el muro
imperial que all� en el R�o Bravo separa la realidad, de la imagen medi�tica del
american way of life.
Y conforme el capitalismo salvaje 'incorpor�' a la mujer como sujeta de sobre
explotaci�n y discriminaci�n, la tragedia de los migrantes tambi�n se ha ido
feminizando.
Seg�n datos citados por Patricia Balbuena, en su ponencia 'Feminizaci�n de las
migraciones: del espacio reproductivo nacional a lo reproductivo internacional',
de los 209 estados del mundo, 43 son pa�ses de recepci�n, 32 de salida y 23 de
recepci�n y salida. Los vol�menes de migrantes se aceleran permanentemente.
A partir de 1990 la incorporaci�n de las mujeres en esta indeseable traves�a se
ha intensificado, ya alcanzan el 48% del total de veinte millones de latinos y
centroamericanos que se encuentran lejos de sus tierras y no precisamente en
viajes de placer.
Seg�n la investigadora, la feminizaci�n de las corrientes migratorias
pr�cticamente ha pasado a ser sin�nimo de la creciente precarizaci�n de la
situaci�n de las migrantes. Pero dicha feminizaci�n no s�lo genera este efecto.
Las desigualdades de g�nero viajan con las migrantes, quienes deben asumir
tareas en condiciones de explotaci�n laboral y sexual, negocio que mueve
anualmente una cifra de entre cinco y siete billones de d�lares.
Entonces resulta que las mujeres internacionalizan su condici�n de trabajadoras
dom�sticas o sexuales, que incluye jovencitas y ni�as que comparten esta
pesadilla.
El desarraigo conlleva una serie de traumas. La ruta que se recorre inicia con
el desprendimiento afectivo de familiares y amigos, transita hasta la lejan�a de
costumbres, idiomas y tradiciones, pasando por a�oranzas, recuerdos y
desesperanza, concluyendo siempre en el puerto del sufrimiento, a veces
acompa�ado de la muerte.
Las mujeres migrantes adem�s de estas injusticias tienen que pasar por la
tortura de no ver a sus hijos e hijas, por enfrentar todo tipo de vej�menes y
humillaciones, a veces poco conocidas. Est�n m�s expuestas que los hombres al
trabajo forzado y tienen mayores probabilidades de tener que aceptar condiciones
precarias de trabajo, con salarios m�s bajos, expuestas a graves peligros de
salud, a trabajos pesados e insalubres y carecen de informaci�n para bregar con
las infecciones transmisibles sexualmente, que muchas veces concluyen con la
muerte.
Eulalia Miguel o Patrona Tom�s, es un testimonio tr�gico de la b�squeda de la
fantas�a del sue�o americano, que la llev� a prisi�n desde octubre del 2002,
bajo la acusaci�n de asesinar a su hijito reci�n nacido. La jovencita ten�a
apenas quince a�os y esa fue �su presentaci�n en sociedad!
Viuda en plena adolescencia, parti� de Guatemala hacia los Estados Unidos, ya
embarazada y encontr�, en lugar de la fantas�a anhelada, la misma pesadilla
latinoamericana que sufren las mayor�as excluidas, agravada por su estado de
gravidez y su condici�n de ind�gena, qui�n, a la exclusi�n de no haber aprendido
el idioma espa�ol que le fue impuesto en su tierra natal, enfrentaba ahora el
desconocimiento del idioma del imperio que la encarcel�.
A cambio de este sacrificio, nuestras econom�as dom�sticas se benefician de las
remesas familiares que con tanto sacrificio env�an los y las migrantes y que han
llegado a constituir el mayor rubro de ingreso de divisas, ya que exportamos a
los pobres que no caben en la estrechez de oportunidades existente en nuestros
pa�ses. En todo caso, el costo humano y social (rupturas familiares,
desarraigos, etc.) de esta macabra exportaci�n de pobreza, no se llega a
contabilizar en la macroeconom�a, cuyos indicadores beneficiados por las
remesas, son aplaudidos por los organismos financieros internacionales.
En este contexto de sufrimiento en proceso de feminizaci�n, los gobiernos de los
pa�ses latinoamericanos no deben agachar la cabeza y aceptar ese trato a sus
connacionales. El costo de la exportaci�n de la mano de obra deber�a ser asumido
por el pa�s receptor, que se beneficia con el aporte de estas personas, entre
ellas miles de mujeres quienes, una vez m�s, sacrifican sus vidas a cambio de
una leve mejor�a para los suyos. La pesada carga de la inequidad de g�nero en
sus pa�ses de origen se agrava geom�tricamente cuando, mojadas, se zambullen en
el inalcanzable sue�o americano.