Más que un canto a la bandera
Ocho de marzo, Día Internacional de la Mujer
Editorial de VOZ
Después de muchos años el capitalismo al final aceptó la celebración del ocho de marzo, Día Internacional de la Mujer, como un evento de reconocimiento al género femenino, de sus problemas, anhelos y necesidades. Aunque nunca el capital reconoció el origen luctuoso de la fecha, como lo es también la del Primero de Mayo, referida a la masacre de las trabajadoras textileras de una fábrica de Nueva York, abaleadas porque cuestionaban el sistema de explotación del capitalismo y de la máxima obtención de plusvalía que negaba hasta el derecho al establecimiento de una jornada de trabajo de ocho horas.
No mucho ha cambiado desde entonces, porque los trabajadores y trabajadores del mundo, siguen siendo víctimas de la violencia del gran capital, de la represión oficial y de la explotación burguesa. Situación agravada en países como Colombia, donde campea, además del neoliberalismo en boga, el terrorismo de Estado y la guerra sucia contra las organizaciones de izquierda y los luchadores y luchadoras sociales.
Aceptada por Naciones Unidas, la fecha del ocho de marzo para los representantes del capital se convirtió en un "canto a la bandera" de los patronos y gobiernos reaccionarios, que rinden homenajes a las mujeres, pero en el marco del desconocimiento de sus derechos y reivindicaciones. Con razón, desde la orilla popular, al contrario de fiestas y falsas recepciones, las organizaciones sindicales y sociales promueven movilizaciones y jornadas de protesta. En Colombia, en esta ocasión, como en los últimos años, están dedicadas a la paz, al derecho a la vida, al respeto al género y por la justicia social.
Lo característico en la mujer, no es solo el género, reducido al reconocimiento semántico, que obliga ahora a utilizar el masculino y el femenino de manera adecuada y equitativa. Es una parte del asunto. La mujer tiene derechos sociales que le son inalienables y en su mayoría son conculcados por los abusos del capitalismo. La violencia sexual, la prohibición del aborto, la discriminación en el empleo, el trabajo y a la madre soltera, entre otros, son aspectos ignorados y desconocidos por el régimen dominante.
Pero es solo una cara del problema. En la otra están las lacras propias del sistema, que afectan por igual a hombres y mujeres, en las cuales deben hacer causa común ambos géneros para transformar la sociedad, en el entendido que un nuevo poder de democracia y justicia social debe también reivindicar los aspectos particulares y de género inclusive.
Es lo que Engels llamaba la doble explotación a que está sometida la mujer: la que tiene que ver con los rigores de su propia y particular condición y al sometimiento del sistema capitalista. Contra ambas situaciones hay que luchar, organizando a las mujeres para su emancipación como decía Lenin, pero unidas y unidos en el frente único o en el movimiento alternativo para construir la nueva Colombia.
Este Ocho de Marzo, al reconocer el significado y alcance de las luchas femeninas, hay que recordar la estrecha relación que estas tienen con la búsqueda de la solución política del conflicto social y armado, la defensa de la soberanía nacional cuando aumenta la intervención yanqui, el rechazo al ALCA y a la agresión imperialista de otros pueblos, contra el referendo uribista y por la abstención activa, contra la onda neoliberal que superexplota a todos por igual. Este es el lugar de sus luchas, anhelos y utopías en dirección a la transformación revolucionaria de la sociedad.