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Jenaro Villamil / LA JORNADA
El cineasta italiano Federico Fellini nunca se hubiera imaginado un mejor guión
de equívocos que la reciente reunión "cumbre" de la ONU en la
capital de Nuevo León: promovía un consenso sin respetar disenso
alguno, en especial, el de más de 800 ONG ahí reunidas, con lo
cual acabó siendo una reunión unilateral. El crítico más
fuerte del modelo de financiamiento fue el mago bursátil George Soros,
a quien pocos acusarían de globalifóbico. Los mandatarios
ausentes representaban a naciones con más de 60 por ciento de la población
mundial: Rusia, China, Japón e India no consideraron importante mandar
a sus presidentes. Tampoco estuvo presente el gobernante de Brasil, la nación
más grande de América Latina, y Tony Blair, de Gran Bretaña,
desdeñó finalmente una fiesta para el lucimiento de George Bush,
José María Aznar y Jacques Chirac, al parecer, integrantes de
una nueva trilateral.
Y para colmo mediático: la "nota" se la llevó Fidel Castro, quien
al pronunciar tres palabras claves -"situación especial creada"- para
explicar su abrupto retiro de la "cumbre", exhibió el naufragio de la
diplomacia mexicana y del principio juarista de respeto a la autodeterminación,
el mismo 21 de marzo. No menos impactante fue observar a un impávido
Vicente Fox que no tuvo ningún gesto público para evitar el retiro
del mandatario cubano, aunque sí lo tuvo para marcarle el "tiempo" a
Hugo Chávez e ignorar que Bush también rebasó el límite
de su intervención en la plenaria. Todavía en la entrevista del
viernes 22 de marzo con Joaquín López Dóriga, Fox parecía
hablarle a chiquillos y chiquillas desinformados a quienes les dijo que en el
cónclave "no hubo nada de conflictos, pura buena voluntad".
Para cerrar el círculo del guión fellinesco, el canciller mexicano
Jorge G. Castañeda se lució en una conferencia de prensa en la
cual recitó sinónimos y evitó lo sustancial: un pronunciamiento
preciso para salvar a la nación de un gesto grosero contra un invitado.
La autodeterminación cubana fue durante décadas un principio estratégico
de negociación y autonomía mexicana frente a Estados Unidos. En
la "cumbre" de Monterrey se trastocó este principio. Y el canciller Castañeda
abordó el asunto como si se tratara de explicar la expulsión de
alguien de la casa del Big Brother ("lo respetamos, pero no se adapta
a nosotros", parecería decir) y no de una grave falla de la labor diplomática.
Los noticiarios televisivos reflejaron el golpe: la encuesta de Canal 2, el
22 de marzo, arrojó que 68 por ciento de las 10 mil 462 llamadas creía
que el conflicto con Castro sí afecta las relaciones México-Cuba,
mientras sólo 22 por ciento opinaba que no. Lo interesante es que la
opinión negativa creció de 65 a 68 por ciento a lo largo del noticiero.
A su vez, Tv Azteca, el mismo día, transmitió un sketch
muy ilustrativo de sus peluches: uno era el brother Castañeda,
solícito ante un George W. Bush que le decía que si necesitaba
"ayuda" le daría unos dólares y no se comprometía a nada
para liberar las fronteras. Al final del gag aparecía el "botones"
del hotel que recogía las maletas de Bush, un muñeco que emulaba
a Ernesto Zedillo, el presunto autor intelectual del documento firmado en Monterrey.
La cobertura de Tv Azteca fue sintomática de la confusión especial
creada. Su encuesta ese día reflejó que 72 por ciento sí
creía que los resultados de la cumbre eran positivos, frente a 28 por
ciento que opinaba lo contrario. Ricardo Rocha, en contra de la línea
editorial marcada por Javier Alatorre, sintetizó en una frase el sentir
del foro social alterno, y quizá de toda la reunión: "en Monterrey
hubo de todo, menos consenso".
Los noticieros de Televisa se subieron al barco de Monterrey, pero evitaron
caer en el naufragio diplomático. El olfato periodístico salvó
a Joaquín López Dóriga, quien no abandonó el asunto
del affaire Castro y le arrancó a Fox una frase digna de revivir
de susto al autor de la doctrina Estrada: con Estados Unidos "se acabaron aquellos
tiempos de dependencia, se acabaron aquellos tiempos de amigos distantes".
Para los medios internacionales, la Conferencia Internacional sobre la Financiación
para el Desarrollo fue un asunto menor. Una semana antes, la impresionante movilización
pacífica de 500 mil personas en Barcelona acaparó la atención
de las agencias y las cadenas internacionales. La marcha demostró que
se están construyendo verdaderos consensos en otra parte, que otro mundo
es posible bajo una consigna más ambiciosa: "globalicemos la solidaridad".
En Monterrey, esta frase estuvo ausente de los documentos oficiales. Sólo
Chirac hizo referencia a ella en su intervención.
En lugar de solidaridad, se habló de "ayuda condicionada". En lugar de
razonamientos oficiales en contra de la pobreza, se volvieron a escuchar las
diatribas de Bush y Aznar en contra del "terrorismo". Y como cereza del pastel,
la "situación especial creada" demostró lo antidemocrático
que pueden ser los consensos cuando se confunden con unilateralidad.
E-mail: jvillamil@jornada.com.mx