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16 de marzo del 2002
El Consenso de Monterrey cayó
en la trampa
del "Consenso de Washington"
Pedro Morazán
Servicio Informativo "Alai-amlatina"
Los Jefes de Estado y de Gobierno se reunirán en Monterrey (México)
los días 21 y 22 de marzo de 2002, para discutir la forma de hacer frente
a los problemas de la financiación para el desarrollo en el mundo, en
particular en los países en desarrollo. La meta propuesta es "erradicar
la pobreza, lograr un crecimiento económico sostenido y promover un desarrollo
sostenible al tiempo que se avance hacia un sistema económico mundial
basado en la equidad y que incluya a todos". Tal es el preámbulo del
documento de base de la conferencia internacional conocido como "Consenso de
Monterrey" y que es el producto de los debates entre representantes de los gobiernos
de los países en desarrollo y de los países industrializados del
norte. En vista de la importancia del proceso, vale la pena mencionar los límites
y las posibilidades que éste llevará consigo en la etapa posterior
de seguimiento.
Los límites
1. El fallido intento de elaborar una respuesta global a los problemas del desarrollo
llevó a la elaboración de un documento que es más una declaración
de intenciones y menos una declaración de principios o medidas con carácter
obligatorio.
2. El documento de Monterrey no da respuestas concretas sobre la cantidad y
la calidad de los recursos que los países ricos están dispuestos
a poner a la disposición para lograr los objetivos internacionales del
desarrollo. Solo como ilustración de la situación actual del mundo,
valga mencionar que mientras los funcionarios gubernamentales negociaban sobre
generalidades, la pareja más rica del mundo Bill y Melinda Gates anunciaban
en la revista Newsweek la donación de 24 mil millones de dólares
para financiar proyectos de salud en beneficio de los niños de los países
pobres.
3. El Consenso de Monterrey es un consenso entre desiguales, entre los que tienen
mucho y los que tienen poco o casi nada. Para movilizar los recursos propios
los débiles se obligan a aceptar las normas de los fuertes que definen
el buen gobierno bajo los abstractos principios de "libertad y fomento de la
iniciativa privada".
4. El consenso de Monterrey no supera el llamado Consenso de Washington que
es más normativo y actúa más como instrumento de coherción
desde hace más de una década de políticas macroeconómicas
bajo la dirección del FMI y el Banco Mundial. Al no admitir el fracaso
de los programas de ajuste, especialmente en los países menos adelantados
y los efectos empobrecedores de las políticas monetarias restrictivas,
renuncia a la posibilidad de superar dicho consenso basado en la teoría
neoclásica del equilibrio económico.
5. Está marcado por el Zeitgeist de la mundialización hegemonizada
con una construcción piramidal en la que el capital financiero ejerce
la hegemonía sobre las inversiones productivas.
6. Su motivación no es la promoción del desarrollo sino el manejo
de la crisis. Las estrategias que intenta esbozar son defensivas y nunca llegan
a manifestar una intención transformadora del statu quo.
7. Pone demasiado énfasis en un flujo financiero orientado por la desregulación
y el mercado de capitales privados en lugar de definir un proceso ordenado y
transparente por medio del cual se eliminen los riesgos del caos y la especulación.
8. No saca experiencias consistentes de las crisis financieras recientes (México,
Asia del sudeste, Brasil, Rusia y más recientemente Argentina) que ponen
en cuestión los efectos de los flujos financieros de corto plazo a los
llamados mercados emergentes.
9. No hace una crítica sistemática del fracaso de las estrategias
internacionales de desarrollo anteriores y los objetivos definidos en el marco
de las Naciones Unidas, por ejemplo el tan tristemente celebre 0.7% del PIB
que reaparece en el documento más como una frase formal que como una
perspectiva seria.
Las posibilidades
1. Las posibilidades de obtener resultados positivos del consenso de Monterrey
están dadas más en el largo que en el corto plazo en vista de
que el consenso destruyó la sustancia de medidas estratégicas
vitales.
2. Reconoce la existencia de un enorme déficit de recursos para poder
lograr los objetivos establecidos para lograr el desarrollo y establece algunas
normas generales para superar tales obstáculos.
3. La implementación de medidas concretas en casos concretos dependerán
del carácter y del desarrollo de la actual crisis de recesión
en las economías de los países industrializados y de las contradicciones
que de ella se originan.
4. Las estrategias regionales dependerán del éxito de las economías
emergentes en los países en desarrollo que pugnan por nuevas posiciones
en la economía mundial: Brasil, México (en América Latina),
India y China en Asia y quizá Sudáfrica en Africa.
Conclusiones generales
Dentro del consenso de Monterrey falto de concresión, resultan preocupantes
una serie de aspectos que pueden tener un impacto negativo en la situación
de los pobres en los países en desarrollo:
- Hay un acuerdo explícito de los gobiernos que puede reconocerse en
la necesidad de estimular las inversiones extranjeras directas como un elemento
importante en la promoción del desarrollo. El documento recoge las exigencias
de las grandes empresas transnacionales por mejorar el clima para las inversiones
en los países en desarrollo pero no recoge la preocupación de
los sectores sociales de estos por los efectos negativos que implican la repatriación
de las ganancias en la balanza de pagos de los países receptores y la
volatilidad creciente de los capitales internacionales. Por presión del
grupo de los G-77 no se incluyeron las orientaciones referentes a las Guidelines
de la OECD y el llamado Global Compac respecto a las compañías
multinacionales. Las exigencias de las ONG para fijar deberes y estándares
para los inversores internacionales fueron rechazadas por casi todos los gobiernos.
- Serios conflictos pudieron ser percibidos en el tema comercio internacional
en cuyo contexto fracasaron las intenciones de la Unión Europea por imponer
posiciones que sobrepasarían los acuerdos de Doha al parecer de los representantes
del G-77.
- Uno de los puntos neurálgicos en las negociaciones se refiere a la
cooperación internacional para el desarrollo. Es verdaderamente lamentable
que por las fuertes presiones de los Estados Unidos no se hayan concretado los
objetivos estipulados en la Declaración del Milenio que se refieren por
ejemplo a redoblar en 50 mil millones de dólares la asistencia oficial
para el desarrollo (AOD). En lugar de definir las etapas concretas de un plan
de financiamiento al desarrollo, el documento no hace más que "instar
a los países desarrollados que aún no lo hayan hecho a que adopten
medidas concretas para dedicar el 0.7% de su PIB como AOD para los países
en desarrollo...". Es lamentable que se hayan eliminado completamente los pasajes
referentes al financiamiento de los bienes públicos globales a pesar
de contar con el apoyo del gobierno francés y del gobierno sueco. La
idea de un impuesto a los negocios con divisas (la tasa Tobin) como una fuente
adicional de recursos para el desarrollo ni siquiera fue mencionada en vista
de el evidente rechazo por parte de la delegación norteamericana.
- Tampoco en lo referente al importante tema de la deuda externa el consenso
de Monterrey produjo resultados innovadores. Más aun podría decirse
que en vista de las discusiones sobre un "derecho internacional de insolvencia"
ventiladas en las declaraciones de la Sra. Anne Krüger, el consenso de
Monterrey queda por debajo del FMI y con éste del consenso de Washington
al plantear la difusa propuesta de "mecanismos innovadores para hacer frente
a los problemas de la deuda de los países en desarrollo". Es una verdadera
lástima que la segunda versión del documento sea incluso más
difusa que la primera en este punto. Las exigencias de las ONG para el establecimiento
de un proceso de arbitraje justo y transparente que encuentre una salida de
la crisis de la deuda en beneficio de los pobres, fueron simplemente ignoradas.
De igual manera la evaluación de los alcances de la iniciativa para los
Países pobres muy endeudados (HIPC) del Banco Mundial queda también
muy por debajo de las ya conocidas autocríticas de dicha institución
respecto a las limitaciones de tal iniciativa y la poca probabilidad de que
los cálculos de sostenibilidad propuestos por la misma contribuyan a
una reducción sustancial de la pobreza hasta el año 2015.
- Por último es de hacer notar que las llamadas cuestiones sistémicas
se ahogan también en el vacío de un consenso que no puede ser
más que el resultado de un mundo unipolar. Tanto los Estados Unidos como
la Unión Europea se opusieron desde el principio hasta el final a las
exigencias por una reforma del sistema financiero internacional y la creación
de una nueva arquitectura financiera internacional. Los llamados para fortalecer
el rol de los países en desarrollo dentro de las instituciones financieras
internacionales no pueden sustituir los efectos negativos provenientes de las
asimetrías existentes en el plano internacional.
El consenso de Monterrey es en resumen el mínimo denominador común
en una comunidad internacional caracterizada por las profundas asimetrías
en lo político, lo económico y, por que no decirlo, lo militar.
Desgraciadamente hay que hacer notar que no solo los países en desarrollo
han perdido influencia; también las tan respetadas ONG deberán
aceptar que de hecho ninguna de sus exigencias fue seriamente considerada en
el proceso de Monterrey. Lo más dramático de todo es que en momentos
de crisis y de creciente pobreza tampoco las instituciones y las correspondientes
convenciones del sistema de las Naciones Unidas resultan fortalecidas con la
política unilateralista de las naciones más poderosas de la tierra.
* El Dr. Pedro Morazán (Hondureño) es economista del Instituto
SÜDWIND de Alemania, colaborador de FOSDEH/ASONOG y miembro del comité
ejecutivo de la Campagna "erlassjahr.de" (Jubileo 2000, Alemania). Ponencia
presentada en Roma, Italia en la Conferencia de Social Wacht sobre el proceso
de Monterrey.