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UNA HISTORIA DE LA REPRESION DESDE EL FIN DE LA DICTADURA
Todos los muertos de la democracia Son en total 54, a los que se suman cientos
de heridos graves y miles de detenidos y maltratados por manifestarse. Una historia
donde siempre se dan las mismas excusas para pegar.
Hace veinte años, con Falcon y uniformes viejos, pero con las mismas
técnicas y excusas.
Por Carlos Rodríguez
Cuando se habla de violencia policial, se piensa en los casos de tortura o gatillo
fácil. Queda en segundo plano esa violencia cotidiana, sistemática,
que ejerce la policía y que emerge en cada manifestación. Desde
el 10 de diciembre de 1983, con el retorno de la democracia, la protesta pública
ganó la calle en miles de marchas y concentraciones. Infinitas fueron
las represiones violentas, al punto que una estadística parcial indica
que desde esa fecha suman 54 los manifestantes asesinados, los heridos –muchos
de ellos de gravedad– llegan al menos a 400 y las personas detenidas y maltratadas
sólo por manifestar fueron miles. En ese contexto, los políticos
de turno, radicales o peronistas, insistieron siempre en cargar las culpas sobre
las víctimas, a las que llamaron "infiltrados", "violentos", "agitadores",
"trotskistas", pero siempre que se investigó a fondo se comprobó
que los asesinos llevaban uniforme.
Las excusas del poder político parecen primo-hermanas de las que esgrimió
en su momento la dictadura, por ejemplo el 1º de abril de 1982. El entonces
ministro del Interior Alfredo Saint Jean justificó la violencia policial
que impidió el ingreso a la Plaza de Mayo de la marcha de protesta realizada
por la CGT el 30 de marzo de ese año. "Fue una verdadera intención
de gimnasia, no voy a decir terrorista pero no anda muy lejos: de subversión".
El 16 de diciembre otra brutal represión enlutó la marcha de la
Multipartidaria para reclamar el retorno de la democracia. Ese día fue
asesinado de un balazo el obrero salteño Dalmiro Flores, quien según
la versión oficial "no acató la voz de alto que le impartió"
un policía de civil que se bajó, frente al Cabildo, de un Ford
Falcon de color verde. Ascencio Flores, el padre de Dalmiro, explicó
que su hijo no era terrorista ni subversivo. "No escuchó la voz de alto
porque era sordo." El entonces jefe de la Policía Federal general Juan
Bautista Sasiaiñ acusó a "grupos de agitadores" por los disturbios.
Luego del repliegue militar, la violencia siguió bajo el gobierno de
Raúl Alfonsín, que asumió el 10 de diciembre de 1983. El
mismo Alfonsín había encabezado una de las principales columnas
en la marcha de la Multipartidaria, pero en enero de 1986 culpó a "sectores
trotskistas" a los cuales "no les interesa la democracia" por los incidentes
que terminaron con una violenta represión contra los asistentes a una
marcha en repudio al banquero David Rockefeller. Algunos de los "trotskistas"
integraban la columna que aportó la Juventud Radical. Un militante comunista
recibió una perdigonada de balas de goma disparada "a menos de un metro
de distancia". En noviembre, el jefe de la Federal Juan Angel Pirker, un moderado
en la fuerza, acusó a "grupos de ultraizquierda" (el nuevo latiguillo
que reemplazó a "subversivos" o "terroristas") por incidentes en la Facultad
de Filosofía y Letras. La Federal tiró gases y balas de goma que
hirieron a 26 estudiantes.
Fue durante el gobierno de Alfonsín que se produjo la primera gran matanza
en democracia. En los saqueos de mayo de 1989 en Rosario, el Gran Buenos Aires
y Tucumán, fueron asesinadas 14 personas y hubo 80 heridos. Una de las
víctimas, Roberto Segovia, tenía 9 años. La información
oficial dijo que murió "en un enfrentamiento con la policía" ocurrido
en San Miguel. El niño tenía "una herida de bala de goma en la
cabeza".
El ex presidente Carlos Menem calificó de "delincuentes, forajidos y
facinerosos" a los manifestantes que lo abuchearon durante un acto en Ushuauaia.
Dijo que los tenía "perfectamente individualizados con nombre y apellido"
y que eran militantes "del PC, el MAS, el Partido Obrero y del Sindicato de
(Víctor) De Gennaro". En junio de 1991, la represión tuvo como
blanco a los jubilados que acampaban en la Plaza Lavalle, con Norma Plá
a la cabeza. Fue el día de la recordada sesión de llanto del ex
ministro Domingo Cavallo. El hoy presidente Eduardo Duhalde, por entonces vice,
justificó el desalojo violento de los viejos diciendo que no creía"en
una democracia tan permisiva". Lo que más molestó a Duhalde fue
que los jubilados llevaran "una vaca a una plaza pública". El 12 de marzo
de 1992, la policía reprimió a gremialistas y usuarios del servicio
ferroviario durante una protesta en los andenes de Constitución. "En
los incidentes intervinieron activistas que cumplieron la función de
agitadores, como ejemplo el MAS y otras agrupaciones políticas", dijo
el ministro del Interior José Luis Manzano. En julio de 1993, el gobierno
de Menem centró el accionar represivo en pobres que ocupaban predios
en Belgrano para levantar viviendas precarias. Menem ordenó desalojos
sin orden judicial. La Nación, reaccionaria pero legalista, volvió
a reprochar: "Menem ordenó desalojar a los usurpadores por la fuerza.
Una medida claramente antijurídica". El ministro del Interior Gustavo
Beliz abrió un sumario contra los policías que no habían
hecho más que cumplir las órdenes verbales de Menem.
El 7 de septiembre fue desalojado en un operativo nocturno el predio de las
bodegas Giol, en Palermo. El diario La Razón dijo que en el operativo
intervinieron "50 efectivos policiales sin exhibir orden judicial". El concejal
de la UCeDé Julio Crespo Campos, justificó los métodos
argumentando que los ocupantes estaban "en falta ante la Justicia", por lo que
"no tienen autoridad legal para reclamar una supuesta usurpación por
parte de la policía". Los jubilados volvieron a ser centro de la represión,
esta vez en la marcha de los miércoles frente al Congreso. En los incidentes
del 28 de octubre fueron apaleados jubilados, periodistas y algunos diputados,
entre ellos Luis Zamora y Alfredo Bravo. El presidente Menem se enojó
con los miembros del Congreso: "Los eligió el pueblo para legislar y
no para salir a la calle a acompañar o alentar este tipo de hechos".
El entonces ministro del Interior Carlos Ruckauf afirmó que "no se puede
juzgar a toda una institución por la actitud de dos o tres de sus integrantes".
Las justificaciones llegaron al ridículo cuando el 29 de octubre Ruckauf
se presentó en un programa de ATC para mostrar un video donde un grupo
de mujeres policías sugerían a los jubilados que desalojaran la
calle: "Ven con qué respeto, con qué amor, con qué dulzura
las chicas dijeron que subieran a la vereda".
En noviembre y diciembre, las movilizaciones y la represión tuvieron
como escenario a Santiago del Estero. Los disturbios, como siempre, terminaron
con una clara victoria policial: hubo decenas de detenidos, 30 civiles heridos
y cinco uniformados con lesiones. "Yo me pregunto si esto es producto de nuestros
hermanos o de agitadores profesionales que son los que incitan a la violencia",
fue la reflexión de Menem. El 28 de mayo de 1994, la represión
se instaló en el sur, en Río Grande. En la madrugada, 200 policías
desalojaron con gases, bastones y balas de goma a 60 metalúrgicos que
ocupaban la planta de la empresa Foxman Fueguina. "Mi policía no reprime",
afirmó el entonces gobernador de Tierra del Fuego José Estabillo,
quien se encontraba en Buenos Aires. La violencia siguió en Ushuauaia
en abril de 1995. Luego de una nueva represión, esta vez para desalojar
una planta de productos electrónicos, la policía fueguina detuvo
a varios manifestantes. El 12 de abril, los metalúrgicos hicieron una
movilización frente a la jefatura de la policía de la provincia.
En la represión murió Víctor Choque, un obrero que recibió
un balazo en la cabeza. Otros 30 trabajadores resultaron heridos y tuvieron
que ser internados. Como ocurre cuando la violencia estalla fuera de los límites
de la Capital Federal, fuentes del gobierno central admitieron que los policías
fueguinos actuaron con "ferocidad". El castigo fue mínimo: el comisario
Félix Polo, fue condenado a nueve años de prisión.
El 20 de febrero de 1996, en La Plata, se reprimió para evitar la concentración
de estudiantes que protestaban contra la Asamblea Universitaria. La policía
disparó balas de goma por debajo de la cintura, pegó culatazos
y practicó detenciones masivas. Hebe de Bonafini tuvo querecibir dos
puntos de sutura. El secretario de Seguridad de la provincia, Alberto Piotti,
reflexionó en voz alta frente a la prensa: "Hay que evitar el cuerpo
a cuerpo, seguramente también las balas de goma, y encontrar medios que
permitan garantizar el orden reduciendo al mínimo el choque directo y
la posibilidad de excesos". Después se supo que el comisario mayor Basilio
Holos, jefe de la Unidad Regional de La Plata, ordenó que salieran a
patrullar "automóviles no identificables". Por los hechos de violencia
fueron sancionados el comisario inspector Julio Sáenz Saralegui, responsable
del operativo, y otros 11 uniformados.
En abril de 1997, en Cutral-Có, fue asesinada de un balazo policial la
empleada doméstica Teresa Rodríguez. El gobernador de Neuquén,
Felipe Sapag, insistió en culpar por la violencia a los "activistas de
izquierda que llegaron armados a la provincia" y también a la "inflexibilidad
de sus reclamos por parte de los docentes", que habían encabezado la
protesta. La policía negó toda participación en el crimen.
Después se comprobó que "varios policías estaban disparando
con armas de fuego, aunque no se descarta que también algún manifestante
pueda haber utilizado un revólver. De todos modos, no hubo efectivos
policiales heridos de bala". Desde Buenos Aires, el presidente Menem pontificó
sobre los conflictos que se fueron sumando en el sur y en el norte del país:
"El desempleo no puede ser cuestión de agitación". En septiembre
de 1998, un escrache de la agrupación H.I.J.O.S. al represor Miguel Osvaldo
Etchecolatz, terminó con la policía llenando de gases la Facultad
de Ciencias Sociales. En la causa que se abrió por ese caso, quedó
demostrado que en cada "escrache" la Policía Federal moviliza "dos grupos
de combate, un hidrante, un móvil para traslado de personas y una autobomba
liviana", además de una "Brigada Móvil de Video" que filma a los
manifestantes (textual de la causa judicial). El jefe del operativo fue el comisario
Oscar Montoreano, quien pasó a retiro y luego fue jefe de Seguridad de
la Legislatura porteña.
A solo siete días de asumir el gobierno de la Alianza, en diciembre de
1999, en Corrientes hubo dos muertos, 50 heridos y 28 detenidos por la violencia
de los gendarmes. El ministro del Interior de entonces, Federico Storani, consideró
que "la responsabilidad principal (de lo ocurrido) es de los gobiernos corruptos",
en alusión a las autoridades correntinas. En abril de 2000, las cámaras
de TV captaron en directo otra represión nocturna, esta vez a los camioneros
que protestaban frente al Congreso por la reforma laboral. "Todo el país
vio por TV cómo la policía atacaba con patadas y golpes de culata
a manifestantes tirados en el piso y hasta el uso de navajas (en manos policiales)
para amedrentar". En noviembre de 2000, en Tartagal, fue asesinado de un disparo
en la cara el piquetero Aníbal Verón. Así se fue llegando
a los 32 homicidios, en todo el país, ocurridos el 20 y 21 de diciembre
de 2001, durante las movilizaciones populares que provocaron la caída
de Fernando de la Rúa, convertido en el presidente constitucional que
más muertes lleva sobre los hombros. Ahora la historia se repitió
con Duhalde y nada hace suponer que haya sido la última represión
de una democracia.