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30 de junio del 2002
Conspiración golpista en Argentina
Heinz Dieterich Steffan
Rebelión
Mientras más dura el modelo neoliberal en América Latina,
mayor es la proliferación de los regímenes autoritarios en la
región. Porque, en la medida en que avanza el saqueo de las economías
nacionales, se reduce su viabilidad democrática. Al excluir el ochenta
por ciento de la población de los beneficios de la civilización,
los neoliberales obligan a las mayorías a defender sus intereses vitales.
Luego, para romper esas legítimas defensas, imponen dictaduras de diversa
índole.
Esa es la razón de fondo del golpe de Estado contra el gobierno del Presidente
Hugo Chávez; de la reciente imposición del estado de sitio en
el sur de Perú; de la pretendida "solución final" a la guerrilla
colombiana; de la imposición de un ex militar como futuro presidente
en Bolivia; del sistemático sabotaje estadounidense a la campaña
electoral de Ignacio "Lula" da Silva en Brasil y del intento de la Casa Blanca
y de sectores del Estado argentino, de establecer un régimen de facto
en Argentina.
Mientras las víctimas de la última dictadura militar (1976-83)
siguen reclamando infructuosamente justicia por los treinta mil desaparecidos,
y los torturadores y verdugos se pasan libremente por las calles de Buenos Aires,
altos funcionarios del Estado, como el canciller Carlos Ruckauf, miembros de
la oligarquía y de la clase política nacional, conspiran nuevamente
con Washington para realizar una asonada autoritaria capaz de aplacar el descontento
generalizado de la población.
El proyecto del golpe abarca cuatro dimensiones: 1. la guerra psicológica-mediatica;
2. el paquete económico; 3. el recambio político y, 4. el aspecto
represivo. El "carril" más avanzado del proyecto son las medidas de guerra
psicológica-mediatica que, de hecho, ya se están implementando.
Esas medidas tienen dos vertientes: a) el nacional, cuyo objetivo consiste en
debilitar o destruir los núcleos más importantes de la resistencia
en el país, como, por ejemplo, el movimiento de los "piqueteros", las
asambleas de barrio, los sindicatos y la educación universitaria y secundaria,
y b) el internacional que tiene la función de preparar la opinión
pública mundial para la represión que se pretende implementar.
Parte de esta ofensiva psicológica, destinada a desmovilizar a los ciudadanos
mediante el miedo y el terror, es la reactivación de los escuadrones
de la muerte de los años sesenta, como la "Triple A"; las amenazas de
muerte contra miembros de las Asambleas de Barrio; el secuestro de activistas
estudiantes; el intento de asesinato del ex líder guerrillero Enrique
Gorriarán en la cárcel de Villa Devoto y los disparos a mansalva
contra los manifestantes "piqueteros", el 26 de junio, por tres corporaciones
policiacas del régimen.
El segundo carril del plan, el paquete económico, es el que ha retrasado
la aplicación integral del proyecto. Mientras el gobierno de Duhalde
no haya aceptado la rendición incondicional que desde hace meses le solicita
la Casa Blanca a través de sus empleados políticos del Fondo Monetario
Internacional (FMI), el rico botín de guerra que es la Argentina en crisis,
todavía no se puede cobrar del todo. Es cierto, sin embargo, que la fortaleza
se está desmoronando y que el FMI está cerca de lograr sus objetivos
estratégicos, entre ellos, la dolarización, la destrucción
del Mercosur y la entrega de la Patagonia y Antartida argentina.
La parte política del proyecto prevé la relegitimación
del orden postcrisis mediante nuevas elecciones, controladas por el miedo, la
corrupción, el abstencionismo masivo y el dinero. El problema de esa
relegitimación del régimen es que no hay partido, ni institución
política, ni políticos tradicionales que tengan credibilidad.
El Congreso, al igual que los bancos y la Suprema Corte de Justicia, están
rodeadas de mallas metálicas y cordones policiacas, para protegerlos
de la furia de los ciudadanos y, con algunas excepciones, ningún político
puede mostrarse en público, sin ser insultado o agredido. Ante esta situación,
la elite y Washington buscan desesperadamente una figura "fresca", capaz de
engañar a las mayorías con la habitual demagogia electoral.
En cuanto a los aparatos represivos del Estado, desde los escuadrones de la
muerte hasta las Fuerzas Armadas, los conspiradores están tratando de
formar un núcleo golpista, dispuesto a reprimir. El escenario planificado
es el siguiente. El creciente empobrecimiento de los ciudadanos, impulsado por
el FMI, llevará a levantamientos espontáneos, en los cuales los
ciudadanos quemarán bancos, coches y edificios gubernamentales. El gobierno
tolerará esos "desmanes" el tiempo necesario, para demostrar mediáticamente
al mundo entero que no le queda otra alternativa que la declaración del
estado de sitio. Declarado el estado de sitio se arresta a los líderes
de los movimientos, se les instruye procesos penales, se impone el paquete del
FMI y se convoca a elecciones controladas, como hizo Fujimori en el Perú.
El tiempo le apremia a los conspiradores, tal como se manifiesta en el hecho,
de que el canciller en funciones, Carlos Ruckauf, un viejo cómplice de
la dictadura asesina de los sesenta, incitó el jueves, 20 de junio, en
una reunión, a medio centenar de altos oficiales de la Fuerza Aérea,
a dar un golpe militar.
Son los tiempos de los golpistas, los que determinan los tiempos de la resistencia.
En este sentido, las próximas cuatro semanas serán vitales para
defender la democracia en Argentina, con la organización de un frente
amplio nacional y la denuncia de los conspiradores a nivel mundial.