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Gatillo fácil contra los movimientos sociales
Dafne Sabanes Plou
ALAI-AMLATINA, 28/06/02, Buenos Aires. Ya son 35 los argentinos asesinados durante
las protestas sociales que se desencadenaron en el país a partir del
19 y 20 de diciembre de 2001.
El miércoles 26, otros dos jóvenes cayeron víctimas de
la represión policial luego de que fuera dispersada una marcha de piqueteros
que pretendía cortar uno de los accesos a la ciudad de Buenos Aires en
protesta por la falta de respuesta del gobierno nacional a la grave situación
económica y social que afecta a decenas de miles de familias.
Desde el poder no pueden tolerar que los pobres nos organicemos, señaló
el diputado provincial Luis D’Elía, del Polo Social, y líder de
la Federación Tierra y Vivienda, integrante del movimiento piquetero
de la Corriente Clasista y Combativa. D’Elía hizo estas declaraciones
en un programa periodístico televisivo pocas horas después de
la dura represión que sufrieron los miembros del Bloque Piquetero, con
la secuela de 2 muertos, 90 heridos y 160 detenidos, cuando estaban por cortar
uno de los puentes que une a la ciudad de Buenos Aires con la de Avellaneda,
en pleno cordón metropolitano.
Las palabras de D’Elía fueron un cuestionamiento directo a los líderes
políticos y grupos de poder que prefieren sustentar políticas
clientelistas y prebendarias con la población pobre, para ejercer el
control de posibles protestas y estallidos sociales y asegurar su influencia
en ese sector, a contar con organizaciones de base en las que estos sectores
participen, promuevan el respeto de sus derechos y generen acciones políticas
propias.
En los últimos días el lenguaje utilizado por funcionarios del
gobierno y otros miembros del Partido Justicialista daba a entender claramente
que el partido gobernante estaba dispuesto a endurecer su actitud frente a las
protestas sociales que diariamente se manifiestan en calles y rutas del país.
El expresidente Carlos Menem dijo a la prensa que las calles argentinas estaban
llenas de marxistas mientras que el jefe del gabinete nacional
aseguraba que no se podía seguir permitiendo que la subversión
continuara invadiendo el espacio público.
Desde 1997, cuando comenzaron los primeros cortes de rutas en protesta por la
situación social, se han realizado alrededor de 4000 cortes de calles,
puentes y rutas en todo el país. En general, estas manifestaciones han
sido pacíficas y participan de ellas los trabajadores y desempleados
con sus familias. A lo largo de estos años, los piqueteros han alcanzado
un alto nivel de organización y de discurso político.
Pero el broche de oro a este discurso que anunciaba un posible inicio de la
represión lo dio el canciller Carlos Ruckauf, quien fue vicepresidente
durante el segundo gobierno de Carlos Menem y gobernador de la provincia de
Buenos Aires hasta diciembre de 2001.
En una reunión con militares, Ruckauf recordó su gestión
durante el gobierno de María Estela de Perón, a mediados de la
década del 70, cuando le tocó firmar el decreto en el que se autorizaba
a las fuerzas armadas a aniquilar la subversión.
Este decreto dio vía libre al asesinato de militantes de la oposición
y fue el preanuncio de lo que ocurriría durante la dictadura militar.
Ruckauf aseguró no estar arrepentido de su proceder en aquella oportunidad
y que lo haría nuevamente, de ser necesario.
Las palabras de Ruckauf no hicieron más que aumentar los rumores sobre
un golpe institucional de derecha, que contaría con el apoyo de empresarios
y banqueros. Ruckauf es considerado por analistas políticos como uno
de los halcones que desean dominar la situación social argentina con
políticas de mano dura, hecho que nunca ocultó,
ya que no ha dudado en manifestarse a favor de instaurar la pena de muerte para
aplicar a los delincuentes comunes.
La política del gatillo fácil, ahora contra los
movimientos sociales
La impunidad ha facilitado que las fuerzas de seguridad argentina tiren a matar
a los que sospechan como delincuentes, por lo general jóvenes, de piel
más oscura, con vestimenta sencilla y de condición pobre. Si bien
muchos de los asesinos han sido juzgados y condenados, la corporación
policial logró en muchas oportunidades salvar a sus miembros
de la cárcel. Son decenas las víctimas en todo el país
de esta violencia policial, pero la mayoría ha caído bajo las
balas de la policía Bonaerense, que corresponde a la provincia de Buenos
Aires, y cuya conducta agresiva hacia la población en general ha sido
denunciada en muchas oportunidades por los organismos de derechos humanos y
los movimientos sociales.
En la marcha del miércoles 26, el movimiento piquetero temía ser
reprimido, luego de escuchar el discurso que a lo largo de una semana venían
pronunciado representantes del gobierno. No obstante, hicieron la protesta sin
llegar a cortar el puente porque lo impidió la dura represión
que se desencadenó. Al dispersarse los manifestantes, grupos aislados
comenzaron a romper vidrieras de negocios, incendiaron un colectivo y asaltaron
al pasaje.
Muchos observadores consideran que estos grupos eran infiltrados, quizá
por los propios servicios de seguridad o terceras fuerzas que buscan crear un
clima de caos social que facilite un golpe de derecha (de hecho se vio
por television que vecinos denunciaban haber visto a los policias de la bonaerense
aun de uniforme, tirandole piedras a los vidrios y rompiendo locales para adjudicarselo
a los piqueteros) La policía funcionó no para dispersar,
sino para cazar y castigar a los manifestantes.
Los dos asesinatos ocurrieron dentro de una estación de tren y una de
las víctimas estaba arrodillada asistiendo a su compañero caído
cuando recibió tiros por la espalda que le provocaron la muerte. Según
las primeras pruebas de balística, las municiones encontradas
en el cuerpo de las víctimas pertenecen a armas que habitualmente utiliza
la policía bonaerense.
Al día siguiente, se sucedieron las marchas de protesta contra la represión
policial y el gobierno, que en un primer momento condenó al movimiento
piquetero acusándolo de haber provocado la violencia, debió revisar
su posición ante las pruebas contundentes y los testimonios que comenzaron
a develar la verdad.
El periodismo: entre el discurso perverso y la verdad
La clase dominante cuenta con periodistas y publicaciones que se hacen eco de
su discurso y tratan de imponerlo a la opinión pública. Periodistas
de medios escritos, radiales y televisivos argumentaron a favor el discurso
del gobierno y de los halcones y comenzaron a especular con la
idea de que los piqueteros habían provocado la represión y que
las muertes se debían a enfrentamientos entre distintos grupos de desempleados.
Quieren investigar a las víctimas. Quieren seguir victimizando
a los que sufren de estas políticas de exclusión, había
dicho ante las cámaras televisivas el dirigente Víctor de Gennaro,
secretario general de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA).
Pero el público en general y los activistas en particular, conocedores
de este tipo de maniobras de determinados grupos periodísticos, hicieron
frente a la información que pretendía tergiversar los hechos con
testimonios de los que presenciaron la acción policial y, más
tarde, con la contundencia de la información registrada por periodistas
gráficos que en una serie de fotografías demuestran como la policía
estuvo involucrada en la muerte de ambos piqueteros.
La verdad sólo corroboró lo que todos ya sabían, pero fue
un duro golpe para el gobierno nacional y el provincial, que se vieron obligados
a detener al jefe del operativo policial y a un colaborador, que podrían
ser los autores materiales de los asesinatos, y a suspender a 110 policías
involucrados en la represión. Ahora desde el gobierno se dice que estos
hechos represivos podrían ser parte de un plan para desestabilizarlo.
Diversos observadores políticos señalan que existe un movimiento
de derecha autoritaria en Argentina que desea crear un clima de caos que resulte
en la instauración de un gobierno antidemocrático.
Las organizaciones de derechos humanos y el movimiento de piqueteros, además
de algunas figuras políticas, ya están señalando que no
sólo deben ser detenidos e investigados los acusados de los asesinatos
y de la represión, sino también aquellos que podrían haber
actuado como instigadores ideológicos e incluso ofrecido impunidad a
las fuerzas de seguridad.