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Operación Masacre en Avellaneda

La sangre de los caídos es rebelión
Lo que me tocó ver el miércoles 26

Este relato se publicó el sábado 29 de junio en Indymedia de Argentina. El autor es reportero gráfico y, como tal, fue testigo de la pesadilla que cayó sobre los piqueteros en las cercanías del Puente Pueyrredón, provincia de Buenos Aires, el miércoles anterior.
Torniyo
argentina.indymedia

Helicóptero
Llegamos a las once, en punto, a la estación de Avellaneda, justo en el momento en que llegaban los trenes en los que venían los piqueteros. En el cielo sobrevolaba un helicóptero. Sobre el andén me voy encontrando con compañeros, algunos ya están con sus rostros tapados con remeras o pañuelos, otros, la mayoría quedan a cara descubierta.
Pienso: lo hacen porque saben que no es conveniente ser parte del cordón de seguridad del piquete, y que los servicios o las fuerzas del orden los identifiquen. En el barrio, o en el piquete, puede suceder que sean apretados, amenazados, intimidados. Por eso la cara tapada. Y a la vez, potencia de las imágenes, cubrirse el rostro para dejar de ser invisibles. En Chiapas el rostro anónimo de los pasamontañas tuvo la fuerza suficiente como para recordarle al mundo de la injusticia de cinco siglos, marcando el camino de la dignidad rebelde, de la orgullosa voluntad de lucha.
Y los piqueteros son la expresión más genuina y consecuente contra la entrega y la sumisión que destrozó al país, y que convirtió a la juventud del pueblo trabajador en el sector más golpeado, perdiendo hasta la chance de tener un primer trabajo digno. En los barrios hay hambre. Y represión para el control. Por eso ser joven y piquetero es un camino de hermosa dignidad, es un acto de insumisión contra las condiciones de opresión y miseria que este sistema impone.
El helicóptero sigue sobrevolando, mientras esperamos en el andén. Al ver que saco fotos se alegran de que se difunda, de que los medios de reproducción técnica se vuelquen sobre ellos, se esfuma la invisibilidad.
Rumbo al puente
Los manifestantes van saliendo de la estación, las columnas de los distintos movimientos se van alineando sobre Pavón. Es muchísima gente. Los más son de la Coordinadora de Trabajadores Desocupados "Anibal Verón". Muchos son también del Teresa Rodriguez, otros del Polo Obrero. Después de un rato las columnas avanzan. Piqueteros carajo, piqueteros carajo, es lo que se canta. La columna del Bloque Piquetero se abre a la derecha en una de las calles. A medida que nos vamos acercando al puente se ven intimidantes policías en formación, con escudos y armas largas. Hay una formación de prefectura, color beige, con máscaras antigas. Ya más cerca del puente se ve que va ser difícil seguir avanzando. Aparecen más manifestantes, aplausos, gritos de aliento. Hay asambleas barriales, otras organizaciones de desocupados, las banderas y pecheras amarillas del Movimiento Independiente de Jubilados y Pensionados, está Barrios de Pie también, veo una bandera de la Federación Universitaria de Buenos Aires y me alegro, nunca la había visto en un piquete.
Disparan
La policía hace un cordón, bloqueando la avenida. De fondo el Bingo de Avellaneda. El cordón de seguridad se va quedando a metros de la policía, entre los uniformados con casco hay uno de civil con buzo de rugby al que después vería en varios momentos más. Cuando llegan desde atrás la columna del Bloque, la tensión aumenta. La policía no piensa en moverse y dejar que los manifestantes puedan juntarse y seguir con la movilización en paz. Unos instantes en los que los piqueteros insultan a la policía y de pronto surge una trifulca que no llego a entender bien como empieza, desemboca en que las fuerzas del orden empiecen a disparar a la multitud. Detonaciones y en seguida el espantoso olor de los gases lacrimógenos. Corro. Pierdo a todo el mundo. Solo atino a correr. Se me ciega la mirada, todo lágrimas, me viene un flash de diagonal Sur, el 20 de diciembre. Ese olor inmundo de represión y muerte. La policía gasea para disparar con más impunidad. Un compañero que me topo mientras ando casi a ciegas me pasa un limón, otro un poco de agua. Cuando parece que la balacera se calma, llamó desde un teléfono celular a los compañeros que están en otro lado para que suban a la página lo que está pasando. Digo que por ahora no veo heridos, que están disparando, que no sé si hay balas de plomo.
El coletivo
Los piqueteros contestan con piedras y gomeras. En Pavón, mientras la mayoría corre escapando de los tiros y los gases, algunos se descargan contra vidrieras, vidrios de autos estacionados, suenan alarmas, se escuchan gritos, se la agarran también contra un colectivo que tiene la ocurrencia de aparecer en la avenida. Después lo veo ardiendo. El fuego es bueno para contrarrestar los gases/*.
Sangre
Llego a la Shell. Ahí no disparan. Hay una señora que confirma que sí hay heridos, y que sí hay balas. La intentamos ayudar con una compañera y con un compañero que la agarra de la mano. Ella tiene un disparo en el tobillo, le sale mucha sangre. Intentamos llamar una ambulancia. Viene más gente que quiere ayudar, ella pide que no la muevan. Corro hasta la municipalidad de Avellaneda, está ahí nomás.
Llega una ambulancia, pero es privada y no pueden ayudar. Un rato más tarde sí llega otra ambulancia.
Vuelvo a la municipalidad, una empleada dice que entraron a reprimir a las personas que se refugiaban ahí. Hay heridos adentro, todos tienen los ojos llorosos por los gases. Ya se rumorea que hay muertos.
Estoy de vuelta en la estación Avellaneda, no logro situarme que ese sea el mismo lugar en el que hace un rato estabamos antes de empezar a marchar. Hay un pasamontañas en el suelo, al lado un charco de sangre. Hasta la calle un hilo rojo, arrastraron a un muerto, me dice un compañero que indignado cuenta lo que todos los que estaban ahí vieron: lo fusilaron. Policía asesina, el gobierno también.
Cacería
Camionetas pasan a toda velocidad, en las partes de atrás van uniformados o civiles con armas largas. Van de cacería.
Además hay un montón de efectivos yendo y viniendo por la avenida.
Caminamos por Pavón, viendo algunos vidrios rotos. Sabemos que más al sur están reprimiendo. Siguen pasando camionetas de cacería. A las diez cuadras, más o menos, doblando a la izquierda, a una cuadra hay un operativo. Casi sesenta personas detenidas, contra la pared. En el piso hay un par de gomeras, alguna piedras, algunos tornillos, y botellas. Tenemos una cámara, por eso los policías nos tratan con respeto. Nos plantamos a filmar, queremos que al menos no los golpeen. Los van metiendo en un celular. El protagonista de los policías es de vuelta el jovencito de buzo de rugby, pistolero con teléfono celular. Nos pide que nos corramos, dice que están cansados, que a ellos les pegaron también. Entre los policías hay unos mastodontes con aspecto monstruoso. Me pregunto, no se por qué me lo pregunto, que tendrán en la cabeza, que clase de sentimientos. Que pensarán de lo que hacen. Se llevan a los detenidos.
Buscamos por las estaciones de Gerli y en la de Lanús. Los boleteros nos dejan pasar gratis. Hay un compañero que tiene una pierna herida, un balazo de goma.
Hospital
Después de deliberar a donde ir, le pedimos al chofer del 33 que nos lleve, vamos hacia el Hospital Fiorito. Nos cuentan que los desgraciados reprimieron en la puerta del hospital. Adentro nos enteramos de que hay internados varios heridos. Y que hay dos muertos. NN, por ahora. Los doctores hablan con la prensa. Mientras desesperadamente se intenta localizar a compañeros y compañeras que están perdidos.
El local del PC
Aparece un compañera corriendo, están reprimiendo el local del Partido Comunista- Izquierda Unida. Vamos corriendo, es en la calle Bransen, a cuadra y media. Vemos la puerta destrozada. Se refugiaron ahí los que escaparon por la avenida Mitre, de las distintas corrientes del Bloque. Nos cuentan que estaban tomando mate y que apareció la policía y que sin más entraron tirando gases y disparando perdigones. El local está todo desordenado, y hay olor insoportable a gas. En la casa de al lado sigue la brutal cacería. Se empieza a llenar de cámaras. Entramos a la casa, de adentro sale una persona en shock, en cualquier momento se desmaya. La socorren, la policía se va retirando. Aparece la diputada Ripoll. Lo caga a gritos a un policía. Estos se empiezan a replegar. Los seguimos con las cámaras. Uno, de civil, con arma larga, se pone loquito y empieza a gritar, apunta, tira un tiro, dicen cuidado. Se sube a la camioneta, y huyen, como ratas.
La comisaría
En la comisaria primera, a tres cuadras del hospital. Ahí están los presos. Se empieza a juntar gente, en la puerta, entran y preguntan, quiénes están, cuándo los largan. No hay respuestas satisfactorias. Hace rato que vienen diciendo que los tienen que identificar. Empezamos a cantarles en la cara a los policías que están en la comisaria que son: Asesinos. Y a pedir a los gritos que larguen a los presos. Nos echan a los empujones.
Afuera esperamos. Van saliendo, de a poco. Los aplaudimos. Llega de pronto la trágica noticia. Son los nombres de los muertos. Son Darío Santillán y Maximiliano Kosteky.
Hace dos semanas atrás había tenido oportunidad de conocer a Darío. Volvimos juntos de un escrache que se hizo a la Municipalidad de Presidente Perón, en Guernica. De ahí me dicen que es Maxi. En ese distrito el Director de Tránsito es un represor de la Esma. Llamado Collins. Después de ese escrache, fuimos con Darío y otro compañero de indymedia cerca de la estación de tren de Lanús a comer algo. Recuerdo que primero no nos acepto la invitación. Después que insistimos, sí. Nos contó cosas del Movimiento, sobre la democracia directa, sobre la consecuencia entre palabras y hechos. Su mirada azul y profunda me llamó mucho la atención. Recuerdo que tenía puesta la misma campera de cuero que tenía cuando lo matan. Ese día fuimos después al Barrio la Fe, a la "guardería" del Movimiento. Más temprano habían estado haciendo pan. Se me viene todo eso a la cabeza cuando nos enteramos de los nombres. Escucho los llantos de la novia y los amigos y se me desgarra el corazón. A todos se nos desgarra el corazón.
Llega la asamblea de Avellaneda, no los dejan pasar. La policía hace un cordón en la esquina. Al rato hacen un cambio de guardia y los efectivos que están en la esquina pasan por la puerta de la comisaría para subirse al micro que los llevará quien sabe dónde. Los insultamos, los denigramos, los escupimos.
Me pregunto de nuevo qué podrá pasarles por la cabeza.
Salen algunos compañeros que estuvieron adentro y que conozco de otras oportunidades. Nos abrazamos.
Ya sólo va quedando un solo preso, es del Polo Obrero, es el que heroicamente le puso una piña al asesino de Franchiotti
Charlamos también con otro compañero que estaba adentro del local del PC, cuando entraron a reprimir. Nos muestra los perdigones que dispararon. Le atravesaron la campera, está su billetera toda rasgada, y hasta tiene una moneda de diez centavos toda doblada. Tiene heridas debajo de la ingle, nos las muestra y nos cuenta cómo zafó.
El velorio
Ya es el otro día. Vamos a la Fe. Es el velorio. Es en el local del Movimiento, que le llaman la "guardería". Hay mucha gente. Es triste, muy triste. Entro y veo su rostro apenas un instante.
Afuera hay medios, me pregunto qué le pasará por la cabeza a los reporteros, con sus corbatitas y sus preguntas prefabricadas. No les creo nada.
Viene el coche fúnebre. Sacan el cajón. Acompañamos el cortejo cantando "la sangre de los caídos es rebelión".
La marcha
Ningún remise nos quiere llevar al centro. Tomamos el tren. En Constitución hay un operativo, con personal de drogas peligrosas y de homicidios. Nos revisan a uno por uno. Después voy para la Plaza de Mayo, justo cuando la imponente movilización viene llegando por la Avenida de Mayo. La multitud me llena de fuerza. Veo las motos de los mensajeros tocando bocinas, las banderas de la Verón, de Barrios de Pie, del Bloque, del MIJD. Atrás vienen asambleas, centros de estudiantes, las madres, los de Brukman, los partidos de izquierda. Hasta hay ahorristas. La CTA me dicen que estuvo, pero yo no los vi.
Contundentemente les decimos en la cara a la policía y al gobierno lo que son: asesinos.
Recuerdos
A dos días de lo acontecido escribo mis recuerdos de lo que me tocó ver. La versión oficial de los hechos ya se hizo añicos y queda más que claro la voluntad asesina del operativo policial. Parece que hay un pibe de 17 años bastante grave, en terapia intensiva, pero estable. Espero que no tengamos que lamentar otra muerte.
Estos acontecimientos me han marcado sin duda a fuego. La dignidad de la lucha y el odio profundo al sistema asesino y a sus personeros se me aparecen con claridad. Ya nada volverá a ser igual.

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