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ESPECIAL: SALIDA AL MAR DE BOLIVIA

A cien años del tratado de paz con Bolivia La controversia de 1904 sigue vigente

En la "Historia de Bolivia" (1997), de la que es coautor el actual presidente de ese país, Carlos Mesa Gisbert, se plantea que hubo un excesivo pragmatismo en los políticos de La Paz que firmaron el Tratado de 1904, renunciando al litoral a cambio de compensaciones económicas.

Por Piero Castagneto
La Fogata

En uno de los postreros y menos conocidos episodios de la Guerra del Pacífico, a fines de 1883, tropas chilenas, operando desde la ciudad peruana ocupada de Puno, se asomaron a la frontera boliviana, a las orillas del lago Titicaca, donde incluso se trasladó la lancha torpedera "Colocolo", para que patrullase sus aguas. Más aún, y ya dentro de lo anecdótico, un adolescente oficial chileno y futuro alcalde de Valparaíso, Arturo Benavides Santos, se dio el gusto de cruzar la frontera, por travesura, disfrazado de civil, y asomarse al sector de El Alto, para contemplar el panorama de La Paz.
Esto fue lo más cercano que hubo a una invasión chilena a Bolivia, y la operación tenía un objetivo claramente persuasivo, para convencer al gobierno altiplánico de terminar con el estado de guerra; en octubre de 1883 ya se había firmado la paz por separado con el Perú, en el tratado de Ancón. La clase dirigente boliviana estaba dividida sobre qué actitud tomar, pero fue ganando terreno la postura de alcanzar la paz.
El 4 de abril de 1884, se firmó en Valparaíso el Pacto de Tregua indefinida, que daba por terminado el estado de beligerancia y fijaba nuevas fronteras provisorias, aunque en la práctica, Bolivia vería cerrada su salida geográfica al mar hasta hoy. Para la posteridad, los historiadores de aquel país afirmaron que esta tregua se firmó bajo la presión de una invasión a La Paz, lo cual no carece de fundamento, dado el despliegue de tropas chilenas -que podríamos llamar, con cierto eufemismo, "de observación"- sobre la frontera.
Situación muy distinta a la que se dio dos décadas más tarde. La firma de la paz definitiva, concretada en octubre de 1904, ha sido esgrimida en las últimas semanas como de dudosa validez por dirigentes políticos y gubernamentales bolivianos, ya que habría sido también fruto de una soterrada amenaza de uso de la fuerza. Más todavía, se ha especulado con la posibilidad de denunciarlo, es decir, de declararlo unilateralmente sin vigencia.
El tema merece un vistazo no sólo por el conflicto diplomático desatado en las últimas semanas en éste, precisamente el año del centenario de dicho tratado; además, es interesante ver cuán distintas eran las circunstancias en 1884 y 1904.
 
Turbulencias diplomáticas
 
Durante la postguerra del Pacífico, Chile y Bolivia siguieron caminos muy distintos, aunque con variados encuentros, no siempre afortunados, debido a lo que ahora era un nuevo problema para la segunda: obtener nuevamente un territorio por donde acceder al Océano Pacífico. La esperanza no estaba perdido para nuestros vecinos del noreste, puesto que por largo tiempo se arrastró el problema entre nuestro país y los peruanos sobre el destino de Tacna y Arica; según el Tratado de Ancón, ya citado, los habitantes de estas provincias debían votar en un plebiscito a qué país deseaban pertenecer, territorios que, naturalmente, en Lima esperaban recuperar.
Pero entretanto, había negociaciones secretas entre Santiago y La Paz para una eventual cesión de estas provincias a Bolivia, para darle un acceso geográfico al mar. Todo, sin embargo, se malogró en 1895, cuando la prensa argentina filtró estas conversaciones, lo que enturbió las relaciones en los países de la región; además, los bolivianos constataron que no podían contar incondicionalmente con sus aliados de otrora, quienes aspiraban a no perder definitivamente las que habían sido sus provincias sureñas.
Tampoco contribuyó a mejorar las relaciones la misión diplomática enviada por La Moneda a La Paz en 1900, encabezada por el político radical Abraham König, diplomático que en realidad tenía pocas cualidades de tal, y que ha sido bastante olvidado en Chile, no así en Bolivia. Veamos por qué.
En primer lugar, más allá de los protocolos, no se reprimió a la hora de expresarse despectivamente del país donde realizaba su misión; por ejemplo, se conoce el contenido de una carta a su prima donde señalaba que su primera impresión de La Paz era su olor a bosta de llama que impregnaba la ciudad toda, elemento que, seco, era utilizado para alimentar el fuego de los hogares.
Respecto de su tarea, llevaba en carpeta ofertas de facilidades comerciales y la construcción de un ferrocarril a la costa de Chile, pero no estaba facultado para ofrecer una salida geográfica al mar, tema que para ese entonces se había convertido en una cuestión de honor para Bolivia. Una apresurada declaración boliviana que daba por fracasadas las conversaciones por la falta de voluntad del Gobierno de Santiago para conceder una franja de litoral, motivó una airada réplica de König.
En una nota fechada el 13 de agosto de 1900, realmente poco sutil para los parámetros diplomáticos, declaró, por cuenta propia y sin consultar a La Moneda, que Bolivia no tenía derecho a exigir reclamación territorial alguna, y asimiló la legitimidad de Chile con las conquistas prusianas de Alsacia y Lorena en la guerra contra Francia de 1870, y las norteamericanas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas tras la guerra con España de 1898.
"Nuestros derechos nacen de la victoria, la ley suprema de las naciones", afirmó rotundo, para continuar: "Que el litoral es rico y que vale muchos millones, eso ya lo sabíamos. Lo guardamos porque vale; que si nada valiera no habría interés en su conservación. Terminada la guerra, la nación vencedora impone sus condiciones y exige el pago de los gastos ocasionados. Bolivia fue vencida, no tenía con qué pagar y entregó el litoral".
El escándalo por el belicoso tono usado fue continental, y se llegó a pensar en el estallido de una nueva guerra entre Chile y Bolivia.
El gobierno del presidente chileno Federico Errázuriz Echaurren, solucionó el embrollo diplomático poniendo fin a la poco sutil misión de König, pero su personalidad ha sido mantenida en el recuerdo de los historiadores bolivianos como un símbolo de una permanente arrogancia chilena, que trasciende la época de la campaña del "79. También intentan conectar este episodio con el Tratado de 1904, aunque, además del lapso transcurrido, las circunstancias eran otras.
 
Cuando llegó el año cuatro
 
La situación internacional de ambos países en los primeros años del siglo XX era muy distinta. Mientras Chile sentía seguras sus espaldas tras la firma de los "Pactos de Mayo" (1902), que ponían fin a la tensión con Argentina de fines del siglo XIX, Bolivia sufría otra mutilación de su territorio. Un intento secesionista en la región selvática del Acre culminó con una corta guerra con Brasil, el que obtuvo, en noviembre de 1903, la cesión de un vasto territorio, rico en caucho, de 190 mil kilómetros cuadrados; ello, sin contar con conflictos fronterizos pendientes con el Perú y Argentina.
En cuanto a política interna, desde las últimas décadas del siglo XIX los bolivianos habían vivido un período de relativa normalidad política, y en ese marco llegó a la presidencia, vía elecciones, el político liberal Ismael Montes, en 1904. Para esa fecha, entretanto, en Chile se vivía la etapa llamada República Parlamentaria, caracterizada por el declive y el estancamiento; La Moneda era ocupada por Germán Riesgo Errázuriz, personaje plenamente representativo de ese momento histórico. Su política respecto de Bolivia no difería de la de su antecesor, en cuanto a no acceder a la demanda marítima.
Si algo había quedado de la poco sutil gestión diplomática de Abraham König era el interés que había despertado en los bolivianos las ofertas de facilidades de comercio y transporte, razón por la cual fueron ellos quienes habían decidido enviar un ministro diplomático a Santiago, el empresario Félix Avelin Aramayo, un poco antes, en 1902.
Un dato que los historiadores bolivianos omiten o soslayan es que en esta iniciativa, la propuesta a Chile, incluía el abandono por parte de Bolivia de toda pretensión de tener un puerto en el Pacífico. Los otros puntos eran sobre los temas ya dichos, es decir, grandes facilidades comerciales para el país altiplánico y la construcción de un ferrocarril financiado por nuestro país, para facilitar la salida de los productos bolivianos.
El 20 de octubre de 1904, curiosamente, cuando se cumplían 21 años del Tratado de Ancón de 1883, que había puesto fin a la guerra con el Perú, se firmaba, por fin, el Tratado de Paz y Amistad entre Chile y Bolivia.
En él se ratificaba el dominio absoluto y a perpetuidad del litoral de Antofagasta ocupado por nuestro país en 1879, a cambio de una indemnización de 600 mil libras esterlinas en parcialidades, la construcción del Ferrocarril Arica-La Paz en el plazo de un año y el más amplio y libre tránsito comercial entre Bolivia y los puertos chilenos. Además, Chile asumía otras deudas diversas contraídas por el Estado boliviano.
"No registra la historia moderna otro tratado en que el vencedor haya concedido al vencido condiciones más generosas", opinó el historiador conservador chileno Francisco Antonio Encina, en una frase que también recogió su discípulo, el más izquierdista Leopoldo Castedo.
 
La valoración del acuerdo
 
Pese a lo anterior, la memoria colectiva boliviana ha asumido un discurso oficial de condena a este acuerdo como una claudicación de los prohombres bolivianos de la época ante la presión chilena. En opinión de nuestros vecinos, se cambiaba territorio por dinero (cantidades muy inferiores a las riquezas de las áreas perdidas), y además, un Chile rodeado de potenciales enemigos intentaba convertir a su ex adversaria Bolivia en aliada.
Como lo recordó una breve nota de un diario capitalino esta semana, el pensamiento del actual gobernante boliviano Carlos Mesa Gisbert sobre el Tratado de 1904 puede leerse en la "Historia de Bolivia", que publicó en 1997 junto a sus padres, los también historiadores José de Mesa y Teresa Gisbert. En esta obra, aparece una crítica al excesivo pragmatismo de los estadistas responsables del acuerdo con Chile: "Tanto conservadores como liberales estaban absolutamente obsesionados por lograr una solución pacífica y práctica al problema. Su practicismo hizo excesivamente inmediatistas sus miras y eso los perdió. La mentalidad empresarial condujo a pensar que el desarrollo de los ferrocarriles y el libre tránsito, eran compensaciones que valían el sacrificio". Más adelante, se concluye: "No midieron el impacto del aislamiento y el encierro para nuestro desarrollo y la consecuencia emocional que marcó a Bolivia de manera permanente".
Pero ya hemos dicho que la motivación inmediata que condujo a la firma de este tratado nació en la propia Bolivia. Y si cabe hablar de presiones, ellas no vinieron tanto de Chile, que no hizo sino mantener su política anterior, como del hecho de una apremiante situación económica, que urgía por recursos frescos, y el enredoso y delicado panorama de tener varios conflictos limítrofes aún pendientes a la vez.
Además, ¿no podría pensarse que el presidente boliviano Montes, bajo cuyo mandato se firmó el acuerdo ahora centenario, tuvo un pensamiento visionario, al preferir una solución basada en términos económico-comerciales tan ventajosos como fuese posible para su país? ¿Fue éste un adelanto de una integración que siempre debiera ir en aumento?
Y, si bien Bolivia sigue acusando a Chile de aferrarse a anticuadas y decimonónicas concepciones de soberanía al negarle una salida -subrayémoslo una vez más- geográfica al mar, ¿no está resultando desfasado también dicho reclamo, en una época como la actual, en que en la Unión Europea importan más la facilidad con que circula el euro y el que no sean necesarios los pasaportes dentro de ella, antes que las fronteras tradicionales?
 
Epílogo inconcluso
 
También cabe conjeturar sobre cuánto mejorarían nuestras relaciones con Bolivia y su pueblo si se le otorgara una franja territorial hasta el Pacífico u otra solución análogamente viable, porque hay que reconocer que el factor sentimental pesa mucho al otro lado de la Cordillera.
Para medirlo baste recordar, además, de los acontecimientos de las últimas semanas, la impresión desoladora que produjo en los círculos paceños la firma del Tratado de 1929 entre Chile y el Perú, en cuya virtud Arica quedaba para el primero y Tacna para el segundo, el que debía ser consultado previamente a cualquier cesión territorial que quisiese hacer nuestro país. Desde entonces, cualquier solución realista para la mediterraneidad territorial boliviana debe ser, en la práctica, trilateral y no bilateral, como ha sido el discurso oficial de la Cancillería de Santiago a lo largo de los más diversos gobiernos. Algo que también le cuesta entender al ciudadano boliviano.
Es paradojal recordar que en 1919, en las conferencias del Tratado de Versalles, que reordenó el mapa tras la I Guerra Mundial y de donde surgió la Sociedad de las Naciones, Bolivia se hubiese hecho presente con su reclamo marítimo. Es decir, pedía la revisión de un tratado cuando se formaba un nuevo orden internacional basado, precisamente, en el respeto a los tratados y fronteras trazadas por éstos; al respecto, baste con recordar las consecuencias de la violación por parte de Hitler de aquellos acuerdos versallescos. Y a la vez, cabe recordar lo escrito por el historiador de la diplomacia chilena Mario Barros Van Buren, quien expresó que con el tratado del año 1904, "para Chile se cerraba una página postrera. Para Bolivia, sólo un capítulo".
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Chile -Bolivia
Tratado de Paz y Amistad
 
(Texto original)
Suscrito en Santiago de Chile el 20 de Octubre de 1904.
Ratificaciones canjeadas en La Paz el 10 de Marzo de 1905.
Promulgado el 21 de marzo de 1905.
Publicado en el "Diario Oficial" Nº 8.169, de 27 de Marzo de 1905.
 
En ejecución del propósito consignado en el artículo 8º del Pacto de Tregua del 4 de Abril de 1884, la República de Chile y la República de Bolivia han acordado celebrar un Tratado de Paz y Amistad y al efecto han nombrado y constituido por sus Plenipotenciarios, a saber:
Su Excelencia el Presidente de la República de Chile a Don Emilio Bello Codesido, Ministro de Relaciones Exteriores, y Su Excelencia el Presidente de la República de Bolivia, a Don Alberto Gutiérrez, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Bolivia en Chile; Quienes, después de haber canjeado sus Plenos Poderes y habiéndolos hallado en buena y debida forma, han convenido en lo siguiente:
Artículo I. Restablécense las relaciones de Paz y Amistad entre la República de Chile y la República de Bolivia, terminando, en consecuencia, el régimen establecido por el Pacto de Tregua.
Artículo II. Por el presente Tratado, quedan reconocidos del dominio absoluto y perpetuo de Chile los territorios ocupados por éste en virtud del artículo 2º del Pacto de Tregua de 4 de Abril de 1884. El límite de Sur a Norte entre Chile y Bolivia será el que se expresa a continuación:
De la cumbre más alta del cerro Zapaleri (1), en línea recta a la cumbre más alta (2) del cordón desprendido hacia el Sur del cerro Guayaques, en la latitud aproximada de veintidós grados cincuenta y cuatro minutos (22º 54'); de aquí otra recta al portezuelo del Cajón (3), y en seguida la divisoria de aguas del cordón que corre hacia el Norte por las cumbres del cerro Juriques (4), volcán Licancábur (5), cerros Sairecábur (6) y Curiquinca (7), y volcán Putana o Jorjencal (8). De este punto seguirá por uno de sus contrafuertes en dirección al cerro del Pajonal (9), y en línea recta a la cumbre sur de los cerros de Tocorpuri (10), desde donde seguirá nuevamente por la divisoria de las aguas del cordón del Panizo (11), y cordillera de Tatio (12).
Seguirá siempre al Norte por la divisoria de las aguas del cordón del Linzor (13) y de los cerros de Silaguala (14), desde cuya cumbre norte (volcán Apagado) (15) irá por un contrafuerte al cerrito de Silala (16), y después en línea recta al cerro de Inacalari o del Cajón (17). Desde este punto irá en línea recta a la cumbre que aparece en el centro en el grupo de cerros del Inca o Barrancane (18), y tomando nuevamente la divisoria de las aguas seguirá hacia el Norte por el cordón del cerro de Ascotán o del Jardín (19); desde la cumbre de este cerro irá en línea recta a la cumbre del cerro Araral (20), y por otra recta, a la cumbre del volcán Ollagüe (21). De aquí en línea recta a la cumbre más alta del cerro de Chipapa (22), descendiendo al Occidente por un cordón de lomas para tomar la cumbre del cerro Cosca (23). Desde este punto irá dividiendo las aguas del cordón que lo une al cerro Alconcha (24), y de aquí irá al volcán Olca (25) por el lomo divisorio. De este volcán seguirá por el cordón de los cerros del Millunu (26), de la Laguna (27), volcán Irruputuncu (28), cerros Bofedal (29) y Chela (30), y después de un alto nudo de cerros, llegará al Milliri (31) y luego al Huallcani (32). De aquí irá al cerro Caiti (33) y seguirá por la divisoria de las aguas al cerro Napa (34). De la cumbre de este cerro irá en línea recta a un punto (35) situado diez kilómetros al Sur de la cumbre oriental del cerro Huailla (36), desde donde irá en línea recta a esa cumbre mencionada, doblando enseguida hacia el Oriente, seguirá por el cordón de los cerros Laguna (37), Corregidor (38) y Huaillaputuncu (39) a la apacheta más oriental de Sillillica (40), dirigiéndose por el cordón que va al noroeste a la cumbre del cerro Piga (41). De este cerro irá en línea recta a la cumbre más alta de Tres Cerritos (42) y en seguida en línea recta al cerro Challacollo (43) y a la estrechura de la vega de Sacaya (44), frente a Villacollo.
De Sacaya el límite irá en líneas rectas a las apachetas de Cueva Colorada (45) y de Santaile (46), donde seguirá al noroeste por los cerros de Irruputuncu (47) y Patalani (48). De esta cumbre irá el límite en línea recta al cerrito Chiarcollo (49), cortando el río Cancosa (50) y de ahí también en línea recta a la cumbre del cerro Pintapintani (51), siguiendo después de esta cumbre por el cordón de los cerros de Quiuri (52), Pumiri (53) y Panantalla (54). De la cumbre de Panantalla irá en línea recta a Tolapacheta (55), a media distancia entre Chapi y Rinconada, y de este punto en línea recta al portezuelo de Huailla (56); en seguida pasará por las cumbres de los cerros de Lacataya (57) y del Salitral (58). Volverá hacia el Norte yendo en línea recta al cerrito Tapacollo (59), en el Salar de Coipasa, y en otra recta al mojón de Quellaga (60), de donde seguirá por líneas rectas al cerrito Prieto (61) al norte de la vega de Pisiga, cerrito Toldo (62), mojones de Sicaya (63), Chapillicsa (64), Cabarray (65), Tres Cruces (66), Jamachuma (67), Quimsachata (68) y Chinchillani (69), y cortando el río Todos Santos (70), irá a los mojones de Payacollo (71) y Carahuano (72), al cerro de Canasa (73) y al cerro Capitán (74). Seguirá después hacia el Norte por la divisoria de las aguas del cordón de los cerros Lliscaya (75) y Quilhuiri(76), y desde la cumbre de este punto irá en línea recta al cerro Puquintica (77). Al Norte de este último punto, Chile y Bolivia convienen en fijar entre sí la siguiente línea fronteriza: Del cerro Puquintica (77) irá al Norte por el cordón que se dirige a Macaya, cortará en este punto al río Lauca (78), dirigiéndose en seguida en línea recta al cerro Chiliri (79); seguirá al Norte por la divisoria de las aguas del portezuelo de Japu (80) y cumbres de Quimsachata (81), portezuelo de Tambo Quemado (82), cerros de Quisiquisini (83), portezuelo de Huacollo (84), cumbres de los cerros de Payachata (85 y 86), cerro Larancahua (87) hasta el paso de Casiri (88). Desde este punto irá a los cerros de Condoriri (89), que dividen las aguas de los ríos Sajama y Achuta de las del Caquena, y proseguirá por el cordón que desprendiéndose de estos cerros va al cerro Carbiri (90), pasando por el portezuelo de Achuta (91); del cerro Carbiri, bajará por su falda a la angostura del río Caquena o Cosapilla (92), aguas arriba del tambo de este último nombre. Seguirá después el curso del río Caquena o Cosapilla, hasta la afluencia (93) del desagüe aparente de las vegas de la estancia de Cosapilla, desde cuya afluencia irá en línea recta al mojón de Visviri (94). De este mojón irá en línea recta al santuario (95) que se encuentra al norte del Maure, al noroeste de la confluencia de este río con otro que le viene del Norte, dos kilómetros al noroeste del tambo del Maure; seguirá hacia el noroeste por el cordón que se dirige al mojón del cerro Chipe o Tolacollo (96), último punto de la frontera.
Dentro de los seis meses siguientes a la ratificación de este Tratado, las Altas Partes Contratantes nombrarán una comisión de ingenieros para que proceda a demarcar en el terreno la línea divisoria cuyos puntos, enumerados en este artículo, se señalan en el plano adjunto, que formará parte integrante del presente Tratado, y con arreglo al procedimiento y en las épocas que se convengan por un acuerdo especial de ambas Cancillerías.
Si ocurriere entre los ingenieros demarcadores algún desacuerdo que no pudiere ser allanado por la acción directa de ambos Gobiernos, se someterá la cuestión al fallo de Su Majestad el Emperador de Alemania, conforme a lo previsto en el artículo XII de este Tratado.
Serán reconocidos por las Altas Partes Contratantes los derechos privados de los nacionales o extranjeros que hubieren sido legalmente adquiridos, en los territorios que, en virtud de este Tratado, quedan bajo la soberanía de uno u otro país.
Artículo III. Con el fin de estrechar las relaciones políticas y comerciales de ambas Repúblicas, las Altas Partes Contratantes convienen en unir el puerto de Arica con el Alto de La Paz por un ferrocarril cuya construcción contratará a su costa el Gobierno de Chile, dentro del plazo de un año, contado desde la ratificación del presente Tratado. La propiedad de la sección boliviana de este ferrocarril se traspasará a Bolivia a la expiración del plazo de quince años, contado desde el día en que esté totalmente terminado.
Con igual fin, Chile contrae el compromiso de pagar las obligaciones en que pudiera incurrir Bolivia por garantías hasta por cinco por ciento sobre los capitales que se inviertan en los siguientes ferrocarriles, cuya construcción podrá emprenderse dentro del plazo de treinta años: Uyuni a Potosí; Oruro a La Paz; Oruro, por Cochabamba, a Santa Cruz; de La Paz a la región del Beni; y de Potosí, por Sucre y Lagunillas, a Santa Cruz.
Este compromiso no podrá importar para Chile un desembolso mayor de cien mil libras esterlinas anuales, ni exceder de la cantidad de un millón setecientas mil libras esterlinas que se fija como el máximum de lo que Chile destinará a la construcción de la sección boliviana del ferrocarril de Arica al Alto de La Paz y a las garantías expresadas; y quedará nulo y sin ningún valor al vencimiento de los treinta años antes indicados.
La construcción de la sección boliviana del ferrocarril de Arica al Alto de La Paz, como la de los demás ferrocarriles que se construyan con la garantía del Gobierno Chileno, será materia de acuerdos especiales de ambos Gobiernos y en ellos se consultarán las facilidades que se darán al intercambio comercial de los dos países.
El valor de la referida sección se determinará por el monto de la propuesta que se acepte en el respectivo contrato de construcción.
Artículo IV. El Gobierno de Chile se obliga a entregar al Gobierno de Bolivia la cantidad de trescientas mil libras esterlinas en dinero efectivo y en dos parcialidades de ciento cincuenta mil libras; debiendo entregarse la primera parcialidad seis meses después de canjeadas las ratificaciones de este Tratado; y la segunda, un año después de la primera entrega.
Artículo V. La República de Chile destina a la cancelación definitiva de los créditos reconocidos por Bolivia, por indemnizaciones en favor de las Compañías mineras de Huanchaca, Oruro y Corocoro, y por el saldo del empréstito levantado en Chile en el año 1867, la suma de cuatro millones quinientos mil pesos, oro de diez y ocho peniques, pagadera, a opción de su Gobierno, en dinero efectivo o en bonos de su deuda externa estimados al precio que tengan en Londres el día en que se verifique el pago; y la cantidad de dos millones de pesos, oro de diez y ocho peniques, pagadera en la misma forma que la anterior, a la cancelación de los créditos provenientes de las siguientes obligaciones de Bolivia: los bonos emitidos o sea el empréstito levantado para la construcción del ferrocarril entre Mejillones y Caracoles, según contrato de 10 de julio de 1872; la deuda reconocida a favor de Don Pedro López Gama, representado por los Señores Alsop y Compañía, subrogatarios de los derechos de aquél; los créditos reconocidos en favor de Don Juan G. Meiggs, representado por Don Eduardo Squire, provenientes del contrato celebrado en 20 de marzo de 1876, sobre arrendamiento de salitreras en el Toco; y, finalmente, la suma reconocida en favor de Don Juan Garday.
Artículo VI. La República de Chile reconoce en favor de la de Bolivia y a perpetuidad, el más amplio y libre derecho de tránsito comercial por su territorio y puertos del Pacífico. Ambos Gobiernos acordarán, en actos especiales, la reglamentación conveniente para asegurar, sin perjuicios para sus respectivos intereses fiscales, el propósito arriba expresado.
Artículo VII. La República de Bolivia tendrá el derecho de constituir agencias aduaneras en los puertos que designe para hacer su comercio. Por ahora señala por tales puertos habilitados para su comercio, los de Antofagasta y Arica.
Las agencias cuidarán de que las mercaderías destinadas en tránsito, se dirijan del muelle a la estación del ferrocarril y se carguen y transporten hasta las aduanas de Bolivia en vagones cerrados y sellados y con guías que indiquen el número de bultos, peso y marca, número y contenido, que serán canjeados con tornaguías.
Artículo VIII. Mientras las Altas Partes Contratantes acuerdan celebrar un tratado especial de comercio, el intercambio comercial entre ambas Repúblicas se regirá por las reglas de la más estricta igualdad con las aplicadas a las demás naciones y en ningún caso se colocará a los productos de cualquiera de las dos Partes en condiciones de inferioridad respecto de las de un tercero.
En consecuencia, tanto los productos naturales y manufacturados de Chile como los de Bolivia quedarán sujetos, en su internación y consumo, en uno y otro País, al pago de los impuestos vigentes para los de las demás naciones y los favores, exenciones y privilegios que cualquiera de las dos Partes otorgare a una tercera podrán ser exigidos en igualdad de condiciones por la otra. Las Altas Partes Contratantes convienen en dar, recíprocamente, en todas las líneas férreas que crucen sus respectivos territorios, a los productos nacionales de uno y otro País, la tarifa que acuerden a la nación más favorecida.
Artículo IX. Los productos naturales y manufacturados de Chile y las mercaderías nacionalizadas, para internarse a Bolivia, serán despachadas con la respectiva factura consular y con las guías de que habla la cláusula séptima. Los ganados de toda especie y los productos naturales de poco valor, podrán ser internados sin ninguna formalidad y despachados con la simple manifestación escrita en las aduanas.
Artículo X. Los productos naturales y manufacturados de Bolivia en tránsito para el extranjero serán exportados con guías franqueadas por las aduanas de Bolivia o por los funcionarios encargados de este objeto. Dichas guías serán entregadas a los agentes aduaneros en los respectivos puertos y sin otra formalidad, embarcados estos productos para los mercados extranjeros. Por el puerto de Arica el comercio de importación se verificará con iguales formalidades que en el de Antofagasta, debiendo franquearse en este puerto las guías de tránsito con las mismas especificaciones que las indicadas en los artículos anteriores.
Artículo XI. No pudiendo Bolivia poner en práctica este sistema inmediatamente, continuará observándose, por el término de un año, el que se halla establecido actualmente en Antofagasta, que se hará extensivo al puerto de Arica, fijándose un plazo prudente para que se ponga en vigencia el arancel de aforos boliviano, hasta que sea posible regularizar el comercio de tránsito en la forma antedicha.
Artículo XII. Todas las cuestiones que llegaren a suscitarse con motivo de la inteligencia o ejecución del presente Tratado, serán sometidas al arbitraje de Su Majestad el Emperador de Alemania.
Las ratificaciones de este Tratado serán canjeadas dentro del plazo de seis meses y el canje tendrá lugar en la ciudad de La Paz. En fe de lo cual, el señor Ministro de Relaciones Exteriores de Chile y el señor Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Bolivia firmaron y sellaron con sus respectivos sellos, y por duplicado, el presente Tratado de Paz y Amistad en la ciudad de Santiago, a los veinte días del mes de octubre del año mil novecientos cuatro.
(Firmado: EMILIO BELLO C.) ( L. S.)
(Firmado: A. GUTIERREZ.) ( L. S.)