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La Fogata con las Madres

Editorial de ˇNi un paso atrás! Programa del 05-05-05


Las Madres, confraternidad y política


No es un aniversario más. Cada cumpleaños de las Madres de Plaza de Mayo es diferente al anterior y distinto al siguiente. Esta vez, la celebración por el 30 de abril de las Madres no encierra un número redondo. No festejamos los y cinco años del pañuelo blanco ni el comienzo de una nueva decena en la conmemoración de aquella primera vez en la Plaza. Pero este es un aniversario sumamente importante y trascendental para ellas. Este año, las Madres han preferido darle un carácter aún más explícitamente político, contundente: no organizaron un acto público, en la calle, sino que prefirieron convocar a cincuenta mujeres de diferentes disciplinas sociales y políticas, integrantes de diferentes organizaciones en lucha, para debatir acerca del antiimperialismo, la unidad latinoamericana y la viabilidad de definir la lucha como de clases o/y de género. Hubo, además, una conferencia de Hebe de Bonafini en una sala importante de la Feria del Libro, tal como lo hicieran el año anterior; tampoco faltó, obviamente, la concurrencia a la Plaza de Mayo el jueves previo al 30 de abril. Pero el evento central es a puertas cerradas, con unas cincuenta personas nada más, para abrir más inmensamente las perspectivas transformadoras que se anuncian en el continente.
Esta claro que cuando las Madres debaten y discuten no están haciendo puro ejercicio filosófico, abstracto. Las Madres sitúan su derrotero político en la trilogía reflexión-acción-revolución. Ellas precisan reflexionar para encarar mejor sus acciones políticas concretas y cotidianas. En esa búsqueda han dado a luz la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo. Hace largo tiempo que las Madres se han convertido en referente indiscutible para los luchadores sociales y políticos de todo el mundo. Desde que decidieron continuar la lucha revolucionaria desarrollada por sus hijos, emprendida antes por cientos de miles de rebeldes en todas las instancias de la historia humana, las Madres conformaron una voz absolutamente vital para la prosecución de los sueños liberadores. Ya no se les consulta solamente su opinión sobre la impunidad que beneficia a los responsables del genocidio argentino, sino sobre cualquier hecho que afecta las condiciones de existencia de las mayorías pobres. Las Madres han desarrollado una política de clase, que trasciende largamente sus pretensiones del comienzo. Advierten que los planteos de la lucha de género, de mujeres que pelean por la defensa de sus derechos, están contenidos por un conflicto mucho más drástico y definitorio: la lucha de clases, de trabajadores con empleo y no, contra patrones que explotan y tienen el poder. Cada vez que las Madres hablan o hacen estallar la calle, están representando a los sin voz, a los excluidos, a los obreros desocupados o al revés, a los insumisos, a los soñadores, a los antiburocráticos, a los que son dignos, a los que se emperran en defender la ética de la verdad y la solidaridad, atributos de los que el capitalismo adolece por completo. Su lucha es marcadamente anticapitalista.
Con agudeza en el análisis, las Madres observaron hace ya bastante rato, que es este es un momento sensiblemente diferente a otros larguísimos períodos políticos anteriores. Se dieron cuenta muchísimo antes que varios de nosotros, que ese momento abarca a nuestro país en una sintonía continental. Notaron las Madres que esta es una posibilidad histórica si lo que se busca es modificar concretamente la realidad política y económica que asola a tres cuartas partes de la población latinoamericana. Ellas saltaron la cuerda y nos inspiraron a seguirlas; abandonaron los moldes y los esquemas; cruzaron descalzas por el medio del jardín y robaron flores para nosotros; abrazaron el pensamiento de los primeros próceres que tuvo el continente ahora vuelto a sublevar. Intentan recuperar para los pueblos el himno y la bandera nacionales que las derechas nos habían robado, como los derechos, el techo, el libro, el trabajo, el pan. Las Madres prefirieron tener razón en la dura realidad de la calle, con menos hambre y más libertad, antes que en las sesudas argumentaciones de los que asienten que siempre todo es igual.
Por esta razón las Madres se embarcaron últimamente en la gesta de torcer el brazo al imperialismo norteamericano. No aprendieron ellas la perversión del imperialismo en los manuales; ellas lo sufrieron en cuerpo propio, en las rajaduras en la piel producidas durante el genocidio calculado hasta el detalle por los imperialistas norteamericanos. Por suerte, no están solas en su desafío. Venezuela bolivariana y Cuba comandan la estrella encendida, pero ahí nomás, de cerquita siguiéndolos, están las Madres. Y más acá o más allá están las FARC de Colombia y los Sin Tierra brasileños, los cocaleros del Chapare boliviano y los piqueteros de aquí nomás, los laboriosos frenteamplistas de Uruguay codo a codo con los campesinos paraguayos y los forajidos de Ecuador, y tantos otros que se levantan en las profundas distancias del continente americano.
Saben las Madres, además, que esa contienda no puede librarse en soledad. Que su concreción necesita el concurso de los máximos esfuerzos. Y que el esfuerzo más culminante es lograr la unidad de todos los que luchan. Se precisa minimizar las diferencias y potenciar los puntos en común. Caracterizarnos según los acuerdos con nuestros iguales de clase y no tanto por las discrepancias. Su incasable lucha de 28 años ha dado sobrados aportes en este sentido, żo qué es si no una formidable instancia de unidad, la cita anual de la Marcha de la Resistencia de las Madres? Hace casi 25 años que las Madres vienen forjando un escenario de encuentro concreto para todos los que luchan por modificar revolucionariamente la realidad, en la Plaza de Mayo: las 24 horas seguidas de marcha alrededor de la Pirámide y la puesta en común de diferentes voces, colores, opiniones, historias, símbolos, unidos todos por la esperanza transformadora y abrigados por la sombra caliente del pañuelo de las Madres.
Hace 28 años que ellas, a veces en soledad, aportan a la causa con lo suyo: sus cuerpos, sus conciencias, su experiencia, su ejemplo, su coraje, su solidaridad. No es poco. Ahora es turno de otros y otras. Animémonos y vamos junto a ellas.