La Fogata con las Madres
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Editorial de
¡Ni un paso atrás! Programa del 28-04-05
Seremos como las Madres
Ya crecimos. Somos grandes. Tenemos hijos y o parejas. Maduramos a la historia y a la sociedad a la altura de nuestra clase, la de los trabajadores. Como las Madres de Plaza de Mayo, que este sábado cumplen 28 años de lucha. Sus primeros 28 años de lucha. Y porque las Madres ya están grandes y han florecido lo suficiente, esta vez nos convocan a todos a debatir y a reflexionar. A sumar ideas a la lucha cuerpo a cuerpo contra el capitalismo. A ponerle la cabeza a este terco corazón que no para de soñar despierto.
Para recordar su primera vez en la Plaza, las Madres han optado esta vez, no por un acto público, no por un recital, no por una concentración jubilosa, sino por la concreción de una importante reunión con cincuenta mujeres de todos los campos sociales y políticos del país, con la única finalidad de escucharse y aportar pensamientos y síntesis de esos pensamientos. El cónclave abordará la confrontación antiimperialista, la necesidad de lograr la unidad latinoamericana y la conveniencia de caracterizar esa lucha como de clases y/o de género. Las Madres festejan con nuevos compromisos, con mayores desafíos, con enfatizadas responsabilidades. Ni en el día de su cumpleaños se toman un respiro. Otra vez, son ellas quienes tiran la primera piedra a mano descubierta y rompen en pedazos los cristales de esta beligerante paz. Dan el paso al frente. Levantan la mano desde el último pupitre y pasan adelante a dar lección.
En soledad a veces, concurridas para siempre por la multitud de trabajadores sin voz, de empleados sin sueldo, de obreros sin patrón, de mocosos de alas a punto de ser plegadas por última vez, las Madres de Plaza de Mayo avanzan. Van. Enfrentan. Abrazan. Reniegan con dulce malasangre. Nos llaman a la unidad; nos enseñan a identificar al enemigo principal y al compañero más cercano. Recuperan para nuestro pueblo el himno y la bandera y los bellos rostros de los patriotas secuestrados por la derecha imperialista y militar. Se retrotraen todas las veces que fuera necesario, exactamente para volver a tener razón.
Le hacen falta muchas experiencias como la de las Madres de Plaza de Mayo a la historia trágica del pueblo de nuestro país. Pero no hay caso. Cada experiencia es única y es irrepetible. Sí, en cambio, es posible repetir el ejemplo de las Madres. Sí debiéramos calcar su irreductible coherencia. Sí debiéramos sacar conclusiones de su rica experiencia. Sí debiéramos criar la fuerza suficiente para resistir y salir triunfantes de todos los embates, de todas las mentiras, de todos los golpes, incluso los más terribles, como cuando desaparecieron a sus propias compañeras. ¿Tendríamos que ser como ellas, como alguna vez Fidel dijo respecto del Che, cuando su caída en combate? La respuesta es sí. Seremos humildes y compañeros como ellas. Seremos pacientes y sabios como ellas. Como ellas seremos solidarios y ávidos de conocimiento y pasión, y seremos esperanzados, como ellas. Comprenderemos que la revolución es lo único importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada, como les explicó el Che a sus hijitos en su última carta y como las mismas Madres de Plaza de Mayo lo aprendieron de sus propios hijos.
Los hijos. Nuestros compañeros. Si los desaparecidos no son ante las nuevas generaciones terroristas, ni foquistas, ni locos, ni idealistas tarados, eso es debido al sensacional logro político e histórico de las Madres de Plaza de Mayo. Pero han pasado 28 años de aquello y ya es tiempo de otra cosa. Estamos grandes. Crecimos. Tenemos hijos y o parejas. Maduramos a la historia y a la sociedad a la altura de nuestra clase, la de los trabajadores. Ahora vayamos por lo que los desaparecidos, nuestros compañeros, dejaron anotado en la falda del sol.