La Fogata con las Madres
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Entrevista a Ana Esther Ceceña. Programa del 9 de junio de 2005.
“Bolivia
ha estado desde hace mucho tiempo en rebelión”
El llamado zapatista a la construcción de “un mundo donde quepan muchos
mundos”, pareciera ser uno de los motores de la insurrección popular, obrera,
indígena y campesina que sacude en estos días a la república de Bolivia. Esto
se desprende del diálogo mantenido con Ana Esther Ceceña,
en programa radial Ni un paso atrás! (9-06-05). Cuando
aún no había sido designado presidente el hasta ese momento titular de la Corte
Suprema de Justicia, esta investigadora mexicana integrante del Consejo
Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y autora del libro Bolivia, la
guerra por el agua y por la vida -editado por la editorial Madres de Plaza de
Mayo conjuntamente con la revista América libre-, desmenuza las aristas más
sobresalientes de este nuevo capítulo de insurrecciones populares en el
continente.
Por Ni un paso atrás
¿Qué similitudes y qué rupturas hay
entre aquella rebelión zapatista de enero del 94 y esta hoy en Bolivia?
Mira, similitudes hay muchas porque son poblaciones que tienen un altísimo
componente indígena y que en esa medida mantienen muchas tradiciones
comunitarias, formas organizativas propias que, en parte son herencia y en
parte son construidas a lo largo del tiempo, pero sí mantienen un componente
colectivo muy fuerte. En parte porque también se trata de poblaciones muy
castigadas por el desarrollo económico de los últimos 500 años, y que en esa
medida han tenido que mantenerse unidas como para poder sobrevivir, como
estrategia realmente de sobrevivencia, a la vez que
es herencia de culturas. Entonces eso da un componente muy interesante porque
son formas de organización que de repente rompen con todas las tradiciones
políticas que se habían ido siguiendo en el continente. Todo este tipo de
organización vertical, partidaria, que más o menos se tenía con las organizaci ones revolucionarias
de los años ´70 por ejemplo, es algo que es puesto en cuestión por estos nuevos
movimientos y, a la vez que tienen una propuesta organizativa completamente
distinta. Ahora lo interesante, por ejemplo en Cochabamba, es que esta otra
manera de organizarse muy horizontal, muy respetuosa incluso de la diversidad
de opiniones y de maneras de hacer las cosas y de pensar las cosas permitió en
Cochabamba, cuando la guerra del agua, una articulación muy amplia entre
diferentes sectores de la población y dentro de cada sector entre diferentes
posiciones que había sin negar ninguna, pero confluyendo todos en la lucha en
contra de la privatización del agua. Y esto es algo que el zapatismo
también hace. Cuando el zapatismo convoca al mundo
donde caben todos los mundos, pues de algún modo lo que te está diciendo es
eso, o sea, no es que queremos hacer prevalecer nuestra idea de las cosas, sino
que lo que queremos es lograr que cada quien con su idea tenga su propio
espacio , y tener un espacio propio nosotros también.
Esa articulación hoy en Bolivia a nivel
no ya de Cochabamba hace unos años sino a nivel nacional es la que está
poniendo en jaque al gobierno actual, a la burguesía, a los sectores de poder.
Pero también hay aparentemente diferencias en ese bloque, ¿cómo pensás que se podrá desarrollar en los próximos días esta
alianza entre campesinos, indígenas, diferentes etnias indígenas y sectores
políticos con representación parlamentaria?
La pregunta es dificilísima porque la verdad que en Bolivia hoy las cosas
están muy complicadas de entender. Entre otras cosas porque efectivamente sí
hay una confluencia muy grande en torno a algunas demandas como la Asamblea
Constituyente y la estatización de los hidrocarburos, pero a partir de ahí hay
una serie de diferencias que se están marcando incluso en los ritmos y las
maneras como cada quien se está insertando en la lucha. Ahora yo lo que veo es
que este recrudecimiento de los últimos dos, tres días va a tender
necesariamente a unir fuerzas de los dos lados, y entonces muy seguramente eso
ayude a que las diferencias de opinión, la fragmentación que se estaba viendo
desde hace unos dos o tres días, otra vez encuentre cauces más o menos
unitarios. Pero hay muchos escenarios enfrente, muchas posibilidades de salida
de este conflicto y dependiendo de cómo se muevan las fuerzas va a apuntar
hacia un lado o hacia el otro. ¿A qué me refiero? Sobre todo a qué va a pasar
con el ejército y qué va a pasar con la Embajada de Estados Unidos, porque la
embajada de Estados Unidos es un actor político de primer nivel en el caso de
Bolivia. En general en América Latina tiene una importancia muy fuerte, pero en
el caso de Bolivia, esa embajada es un poco el lugar donde se deciden muchas de
las políticas y aparentemente no estaba muy clara todavía la negociación de las
cúpulas ¿no? Entonces no está muy claro cómo van a jugar estas dos fuerzas: el
ejército y la embajada. A mí me parece que ahí un punto clave es la resolución
de lo de Vaca Diez porque él representa un cierto sector de la clase dominante,
pero un sector que ni a la propia embajada parece que está convenciendo. Entonces,
si aumenta la represión, como parece se que está ocurriendo, pues seguramente
esto puede ir hacia salidas muy complicadas como un golpe de estado militar o
como un estad o de emergencia más o menos fuerte
durante un tiempo, muchos arrestos, no sé... Podría haber un escenario muy
represivo y eso complicaría mucho las cosas. Y ahí, independientemente de cómo
se estén poniendo de acuerdo las fuerzas populares entre sí, pues sería más o
menos tabla rasa y golpearían fuertemente hacia todos lados.
Si tomamos esta rebelión de Bolivia de
la actualidad en comparación con dos rebeliones previas: una la del 20 de
diciembre aquí en Argentina, y otra, la de octubre de 2003 también ahí en
Bolivia. ¿Qué nuevos elementos tiene esta rebelión? Yo lo que noto es que hay
una claridad en el pueblo boliviano en impedir que la burguesía se vuelva a
acomodar. En esas dos rebeliones previas sí se volvió a acomodar la burguesía y
ahora en Bolivia vuelve a estallar.
Pero no es solamente un problema de percepción sino también de acumulación
de fuerzas del lado del sector popular porque Bolivia lo que pasa es que está
en rebelión desde hace muchísimo, pero muy claramente desde 1999. La guerra del
agua fue como una especie de experimento en pequeño de lo que después ocurre en
octubre a escala nacional, y hoy absolutamente toda Bolivia está movilizada de
una manera o de otra. Entonces no es solamente una percepción de que tenemos
que empujar hasta lograr la Asamblea Constituyente que sería el modo de
establecer realmente un nuevo pacto que reconozca el avance de las fuerzas
populares, no es solamente la percepción de que tienen que empujar más, sino
que sin esa Asamblea Constituyente la única posibilidad que hay es la salida
represiva en más corto o mediano plazo. Y entonces no pueden permitir que esto
ocurra, el reordenamiento de la burguesía en ese caso es mucho más grave porque
además se han hecho mucho más visibles las fuerzas populares, entonces pues los
líderes están identificados, la manera en que se mueven también. Ha sido un
proceso acumulativo en el que están jugando una de las últimas batallas para
lograr ese cambio en la correlación de fuerzas.
Por estos días se ha hablado también de
una suerte de veedores internacionales que es lo que está pidiendo el
renunciante Mesa. A partir de ahí, ¿podría colarse la posibilidad de una
intervención militar de una fuerza multinacional, obviamente comandada por
Estados Unidos?
Pues es una de las amenazas que en Bolivia quieran, y ya están incluso los
de las Naciones Unidas ahí en Bolivia, que quisieran implantar una cosa
parecida a la que ocurrió en Haiti que supuestamente
se mandan fuerzas de paz que son en realidad fuerzas de ocupación. Yo creo que
en el caso de Bolivia sería muy costoso, sería muy difícil porque en realidad
instalar fuerzas de paz ahí es abrir un período de guerra civil porque la
población no va a aceptar como en Haiti. Ahí no le
quedó otro remedio a la población, estaba mucho menos organizada, mucho más
rota en términos de sus articulaciones antes de la ocupación. Y en cambio en el
caso de Bolivia no, al contrario, la población está completamente movilizada y
además esas organizaciones que han ido creciendo y acumulando están en
posibilidad de mantenerse mucho más tiempo movilizadas. Entonces la entrada de
una fuerza de paz sería allí un mensaje de guerra civil. Pero además, incluso
los ejércitos de la región no se si aceptarían tan fácilmente una segunda
aventura. Porque la de Haití les ha valido, en el caso de Brasil que es la que
comanda las fuerzas de paz, le ha valido una crítica muy fuerte al gobierno por
parte de amplios sectores de la población que han estado cuestionando,
exigiendo el retiro de tropas, si a eso le agregan la entrada en Bolivia, la
situación interna y más ahora que están con las acusaciones de corrupción, no
sería tan sencilla de manejar.
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