La Fogata con las Madres
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9 de enero del 2004
Madres de Plaza de Mayo
No lo afirman categóricamente, apenas lo insinúan a vuelo de pájaro,
pero los diarios y noticieros de cada día informan como si hubiera dos economías
en danza, absolutamente distantes una de la otra: la de las familias trabajadoras,
con empleo o sin él, y la de los indicadores macroeconómicos.
Algunos analistas no se ponen de acuerdo al momento de calcular la cifra exacta
que crecerá la economía argentina durante el año recién inaugurado, si el 8
o el 9 por ciento. Otros coinciden en pronosticar en seis por ciento la progresión.
Pero ninguno pone el acento en la penuria que padecen las mesas de las familias
obreras, para quienes el carencia es el pan de cada día y el desempleo la paga
puntual de fin de mes. Los reportes monetarios no debieran soslayar que si ciertos
indicadores económicos se aprecian pero la situación de la microeconomía familiar
en las barriadas populares no florece, el beneficio será sólo para el gran campeón
de las últimas décadas: la clase social dueña del capital y poseedora exclusiva
de las riquezas materiales de la sociedad. Si así sucediera, los ejercicios
contables "cerrarían", pero dejarían afuera, con la nariz roja de hambre cosida
al vidrio, a grandes masas de la población, como hasta ahora.
El Fondo Monetario Internacional, en cambio, acierta con precisión de trapecista
sus movidas políticas en procura de mayores pagos del gobierno argentino a sus
miembros, socios y accionistas. Sabe con claridad que si el pasar de las clases
populares mejorara radicalmente, se perjudicarían drásticamente sus recaudaciones
por viejas deudas ya cobradas cien veces, mal liquidadas, pagadas con la sangre,
el ayuno y la enfermedad de millones de pobres. Para el FMI, el Banco Mundial
y el tesoro norteamericano, economía hay una sola y se llama capitalismo, con
sus santificadas normas de explotación, indecencia y máximo lucro.
No es novedad para ninguno, pero en los últimos tiempos el Fondo Monetario ha
mutado en un abierto y descarado lobbista internacional. Las declaraciones,
viajes, conferencias, discursos de sus jefes más notorios tienen por único interés
presionar al ejecutivo de Argentina, un país expoliado violentamente como pocos
en el mundo, en favor de los bancos, las empresas privatizadas y los tenedores
de títulos de deuda pública. Cínicamente, los capos de la Financiera Mafia Internacional
compelen al gobierno argentino a emprender nuevas "reformas estructurales",
como le dicen ellos a la vieja receta de ajuste fiscal y miseria extendida,
que asegure mayores giros a los acreedores externos. Además, insisten con los
aumentos de tarifas de las empresas públicas privatizadas e intiman a que las
mejoras en los indicadores económicos refuercen los pagos ya convenidos con
los organismos internacionales. Por si fuera poca tanta ofensa, un funcionario
norteamericano de cargo importante condena desvergonzadamente la política exterior
argentina con respecto a Cuba.
Sin embargo, el pueblo, ese mismo que se rebeló en las calles del 19 y 20 de
diciembre de 2001, sabe perfectamente qué quiere decir "reforma estructural",
cuando ese maldito término está dicho por funcionarios del FMI y la embajada
estadounidense. La ley de flexibilización laboral, aprobada mediante el pago
de indignos sobornos a los senadores, es la "reforma estructural" de las condiciones
de trabajo. La privatización de los servicios públicos y su secuela de desocupación,
es la "reforma estructural" que convierte a un país formalmente soberano es
un vulgar terreno baldío. El régimen de jubilación privada, la exigencia de
una nueva ley de coparticipación federal que ahogue aún más a las provincias,
el reclamo de trasladar los costos de la devaluación a las tarifas de los servicios
públicos, conforman la "reforma estructural" que los viejos y conocidos paquidermos
del establishment económico quieren imponerle a una nación que, rebelión mediante,
ya no es la misma.
No debieran obviarlo los patrones de FMI: el pueblo movilizado, con muestras
nada despreciables de organización y politización, solidario y conciente, anhela
y demanda y exige "su" reforma estructural, que más que reforma sea una revolución,
que empiece por el trabajo y acabe en la transformación radical de la sociedad,
disolviendo para siempre los grilletes que aprisionan las cuatro quintas partes
de la población al mezquino interés de sus verdugos.
Programa del 8-01-2004