La Fogata con las Madres
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Editorial de
¡Ni un paso atrás! Programa del 1-04-04A pesar de los peronistas
"A pesar de los peronistas", se le escapó por micrófono abierto a la esposa del presidente Kirchner cuando el nuevo titular del Partido Justicialista –demasiado viejo ante tanta velocidad en los hechos- destacó las virtudes de cambio del actual gobierno nacional.
El fallido de Cristina, sin embargo, es no del todo correcto, aunque poco menos que exacto. Oscilante, pendular, como el peronismo. Ese mismo partido, no otro –cuyos dirigentes hablaron, chiflaron, levantaron la mano para votar las resoluciones del Congreso en Parque Norte- hizo posible el menemato. No pocos congresales del viernes fueron los ejecutores del neoliberalismo en la Argentina. Convalidaron los indultos a los genocidas, traicionando la memoria y la lucha de los desparecidos, muchos de ellos peronistas. Justificaron lo injustificable, por ejemplo el cuento de la "pacificación" del país, exactamente desangrándolo. Entregaron la nación, sus riquezas naturales, las empresas públicas. Desocuparon -¿para siempre?- a millones de personas. Condenaron al atraso, a la ignorancia, a la indigencia, al desaliento, a enormes –y crecientes- porciones de la población, a pesar de que cuantiosos sufrientes –la mayoría- eran peronistas.
Y sin embargo, dale que dale con el peronismo. El PJ otra vez. Rebelión popular del 19 y 20 de diciembre mediante, de nuevo gobierna el justicialismo. Hace un Congreso multitudinario y sus discusiones son transmitidas en directo a todo el país. Los "compañeros" rivalizan, riñen, se enemistan (los que se pelean se aman, decíamos de chicos en la escuela). Hay peronistas del ’45 y del ’76, del ’73 y del ’89; de la resistencia y de la represión. Rucci y Paco Urondo; La Tendencia y las Tres A. De Alsogaray a Bonasso y Graciela Ocaña: dos transversalidades diferentes. La biblia y el calefón. Y no obstante, el PJ conserva el poder, ordena, desordena, manda. Capitaliza para sí la crisis, el caos, la confianza popular. A pesar de los peronistas.
La historia de esta dulce, amarga, picante tierra argentina dirá finalmente si el gobierno de Kirchner constituye una experiencia distinta, reconfortante y distinta, antigua y renovada del peronismo. O si sus contradicciones intrínsecas la invalidan para siempre, como al peronismo. Alianza de clases y capitalismo nacional, pero verborragia contra el establishment y humillación al Partido Militar; pago puntual de la deuda externa aunque denuncia de la perversa trama capitalita oculta tras las privatizaciones, sobre todo del petróleo. Por ahora, la dicción k del movimiento peronista contrasta sobre el fondo negro de la reciente –y recalcitrante- versión neoliberal del peronismo. Y con eso, por ahora, le alcanza para ser, durar, sobrevivir al Fondo Monetario. En cualquier caso, los expectantes y los desilusionados con el gobierno no deberán soslayar el estado desesperante en que se encuentra el país, la situación de miseria e impunidad, ruina e impudor, desasosiego y desesperanza, que aqueja a las cuatro quintas partes de la población y analizar en consecuencia.
Tal vez el pueblo –la clase trabajadora con empleo y no, los pobres, las masas de mujeres y hombres reunidos para sí en las calles y rutas por donde pasa y se hace, se construye la historia- tenga ahora la palabra. Quizás sea turno o tiempo de su acción. De su "reflexión, acción, revolución", como sintetizan las Madres. De fructificar el inédito tiempo político abierto –logrado a sangre y sudor populares- y evitar que el gobierno se bandee, se vaya, se vuelque a la derecha, al pejotismo, a la sociedad oficial argentina agria y sectaria y arbitraria. De seguir caminando el camino de la revolución y el socialismo, pero ampliando los bordes hacia los cuatro costados de la clase trabajadora, comprobándose cada vez más unido, sólido, organizado. A pesar de los peronistas; contra unos, con otros.