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La Fogata con las Madres

Editorial de ¡Ni un paso atrás! Programa del 26/02/2004
Haití es aquí

Haití en lengua indígena significa "tierra de montañas". Y así es este pequeño país que Colón en 1492 llamó La Española. Luego vinieron los franceses, hasta que en 1801 Toussaint L'Overture creó una Asamblea Popular, dictó una Constitución liberal y el fin de la esclavitud.
Veinticinco mil hombres envió Napoleón, y Toussaint fue derrotado. Murió dos años después en las mazmorras de Francia, de hambre, frío y pena.
Lejos de los sueños de L'Overture, Haití es hoy el país más pobre de América. Los ricos hablan francés. Los pobres, creole, mezcla de francés arcaico con español, indígena y lenguas africanas. Los ricos compran en Miami, los pobres apenas comen.
De esta dulce y hermosa tierra regada de sangre y traición por siglos, sabemos poco y nada; sólo confusos y sangrientos episodios.
Nuestros intelectuales teorizan sobre los relámpagos de la teta despavorida de Janet Jackson. De Haití, no. Tierra bárbara, Haití.
"Haití es aquí", dice la canción de Caetano Veloso. El jueves 16 de noviembre de 1780 Tupac Amaru dijo basta a la esclavitud y la servidumbre del imperio español con su "Bando de la libertad", y el bello nombre sonó como una campana bajo cielo americano.
En tanto, reyes, banqueros y curas europeos organizaban el negocio del tráfico de negros ("piezas de ébano", les llamaban).
José Gabriel Condorcanqui, Tupac Amaru, decretaba el fin de la esclavitud y la servidumbre en su tierra; a medida que la rebelión crecía, ampliaba el concepto a una defensa más global del conjunto humano oprimido, abusado. Llamaba a criollos, mestizos, curas y aún a españoles que sintieran "amistad" por el pueblo oprimido, a sumarse a la lucha.
Faltaban casi diez años para que ocurriera la revolución francesa. Las ideas de la ilustración tenían poca difusión, sus reflejos atenuados apenas llegaban a América.
Tupac Amaru socializaba los medios de producción, imponía una ruptura con el sistema virreinal imperante. El "Bando de la libertad" trasciende la circunstancia heroica del levantamiento armado, es un hecho ecuménico, aún más allá de la derrota de la rebelión.
La historia no terminó; por eso el sonido de campana del "Bando de la libertad" es puesto en sordina, aún hoy. Nos muestran el martirio de Tupac Amaru, de su familia, de los más de ochenta mil muertos acabados por el ejército español, pero del "Bando", poco.
La proclama precedió a la revolución francesa, pero nuestros maestros nos hablan sólo de la "Declaración de los Derechos del Hombre".
Cuántos pensamientos dignos, plenos de humanidad, empujaron las rebeliones de negros y de indios en el territorio de América en siglos de opresión, y sucumbieron sepultados con sus huesos. Cuánto del espíritu que los alentó estuvo presente después en las rebeliones obreras del comienzo del siglo XX, o en los sueños de socialismo de nuestros desaparecidos; cuánto del pensamiento de Tupac en todos ellos.
Tenemos una historia de sangre y opresión subyacente en los silencios de la historia oficial.
Y sin embargo, para muchos intelectuales, América es un suelo infecundo para el pensamiento. Tenemos la misma opresión, los mismos traidores. Falta sentirnos latinoamericanos, pero no como un fin, sino como un punto de partida.
Haití es aquí.
Haití, un terrón de azúcar amargo, casi frente a la Bahía de Guantánamo, Cuba.
¿Hay garras en las bambalinas de la revuelta haitiana? ¿Sólo hartazgo popular? ¿Es aventurada la hipótesis de Haití incluida en los planes geopolíticos de EE.UU. y que la "tierra de montañas" sea, sin quererlo, una amenaza más, un lugar de acercamiento a los deseos insatisfechos de intervención norteamericana en Cuba, una plataforma para la sed criminal de Bush? ¿O todo eso junto?