Editorial de ¡Ni un paso atrás! Programa del 01-05-03
Perdimos todos. El 18 de mayo, otra vez a elegir entre la montaña rusa y el tren fantasma. Otra vez los patrones y los trabajadores igualados en la urna electoral. Otra vez la cárcel para los que luchan y el poder para los que explotan. Otra vez el villero y el policía de rápidos dedos en el gatillo, confundidos entre el barullo policlasista de los porcentajes.
Sin embargo, atenti: quien resulte ganador, si Duhalde o Menem, tendrá una fuerza electoral real, contante y sonante, aunque de por sí absolutamente volátil y sin capacidad de movilización, que no superará el cuarto del total del padrón. O sea: tres de cada cuatro estarán contra, o seis de cada ocho, y así. Es el mismo escenario pero distinto, que emergió de las elecciones de octubre de 2001, cuando fue sentenciado De la Rúa. Ahora resta ver cuánto tardará el pueblo en impugnar otra vez en las calles, en las empresas ocupadas, en todos los conflictos de clase, el aparente reaseguro de la burguesía.
Porque lo que viene es más ajuste, más negociación leonina con el Fondo Monetario, más tarifazos y rebaja salarial. Pero con un sostén electoral para la burguesía de poca monta, berreta, pobre. Hoy más que nunca, la clase patronal depende de la puntería de las balas policiales y de la dureza de los fallos jurídicos. Si el capitalismo imperialista quiere seguir siendo, el que gane, si Duhalde o Menem, no tendrá otro camino que ahondar la judicialización del conflicto social, ponerle pena de bala o de prisión a la contravención de ser pobre. Porque en este país, a esta altura del capitalismo, la pobreza decretada por la oligarquía es lo único que aumenta y crece, en ritmo sostenido, alarmante y criminal.
La campaña infernal por las grandes corporaciones informativas mucho machacó sobre la imperiosa necesidad de ir votar, a cualquiera, sí, pero votar. Por eso, ojo: no vaya a ser que la festejada concurrencia masiva a las elecciones esté preparando el terreno para la represión despiadada a los sectores de izquierda que se mantuvieron ajenos a la farsa electoral, esto es: piqueteros, asambleístas, trabajadores de fábricas ocupadas y en producción, Madres de Plaza de Mayo.
No obstante, los índices superlativos de participación electoral no pueden acallar el gran consenso que tuvieron las costureras de Brukman, los ceramistas de Zanon y demás experiencias de control obrero de la producción, entre el conjunto del tejido popular. Y, con elecciones o sin ellas, este apoyo decidido de la población toca el carozo de la legalidad capitalista: la confianza en la propiedad privada. Por más porcentajes altísimos de votos "licuadora", votos "útiles" o votos "positivos", el régimen no logra ni por putas recomponer las expectativas en la institucionalidad burguesa.
Los resultados del domingo pasado y del próximo 18 de mayo no lo admitirán, pero todos saben que seguirá el corso pobre de la muerte y la miseria; que se profundizará el país del gran campo de concentración entre luchadores presos e hijos de trabajadores famélicos para siempre. Hasta que otro 19 y 20 de diciembre sin fecha todavía en el calendario, huérfano de burócratas políticos y sindicales, haga saltar los vidrios de esta paz beligerante y bélica, esta democracia impune y tirana, esta infame mesa servida con riguroso hambre y afilados palos.